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  • Los obispos reafirman el celibato... ¿por qué?

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  • ¡Despertad! 1972
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g72 8/8 págs. 9-12

Los obispos reafirman el celibato... ¿por qué?

EL SÍNODO de obispos católicos romanos de 1971 se reunió en la ciudad del Vaticano desde el 30 de septiembre hasta el 5 de noviembre. Muchos católicos miraban con esperanza al conjunto de unos 210 obispos y 40 sacerdotes y laicos para ver qué lograrían. Esto era patente por titulares en las publicaciones católicas que decían: “Hay esperanza para el Sínodo.” “¿Nos dará una sorpresa el Sínodo?” “El Sínodo de 1971: Una llamada a servir.” También se dijo: “El Sínodo Romano de 1971 será un acontecimiento culminante.”

¿Se realizaron estas esperanzas? No según los titulares de la prensa católica al finalizar el sínodo: “El Sínodo frustra sus esperanzas.” “El Sínodo, ¿un desastre?” “Váyanse y no vuelvan a reunirse en sínodo.” “Sínodo enredado en su propio expedienteo.” “El sínodo irrita al clero de Illinois.” “Küng: el Sínodo fue un fracaso.”

Un sínodo es literalmente una “reunión” de guías religiosos, de modo que puede decirse que la reunión de los apóstoles y hombres de mayor edad en Jerusalén alrededor de 49 E.C. para considerar el asunto de la circuncisión fue un sínodo. (Hechos, capítulo 15) La provisión para una reunión de los obispos católicos romanos vino como resultado del Concilio del Vaticano II, y sínodos anteriores se celebraron en 1967 y 1969. A estos sínodos se les describe como “el mayor cambio estructural realizado por el segundo Concilio del Vaticano.” Para esta reunión el papa Paulo puso a la orden del día dos importantes temas: “El ministerio sacerdotal” y “Justicia en el mundo.”

Aunque los obispos y sacerdotes católicos estaban muy interesados en este sínodo, difícilmente puede decirse lo mismo del católico de término medio. Como lo expresó el director y publicador del National Catholic Reporter: “Para poner las cosas en su debida perspectiva, tenemos que recordar que la mayoría de los católicos en el mundo ni saben que aquí [en Roma] se está celebrando un Sínodo Mundial de Obispos, ni se interesan en él. . . . Pero desgraciadamente, uno también recibe la impresión aquí de que muchos de los obispos tienen la misma opinión que la gente ‘de fuera.’ Parecen estar aislándose.” Otro semanario católico, el Commonweal, dijo en su editorial: “Estamos conscientes de que para muchos de nuestros lectores y amigos una reunión de obispos tiene tanta importancia como la tendría una asamblea de vendedores de Edsel [Edsel es el nombre de un auto que ya no se fabrica y el cual fue un error que le costó muchos millones a la Compañía Ford].”

El escándalo del celibato

Era obvio que el tema del “Ministerio sacerdotal” incluía el asunto del celibato. Evidentemente se pensó que no era necesario sacar a relucir el tema del celibato en el sínodo, pues recientemente el papa Paulo había hablado fuertemente a favor de él. Pero el escándalo que éste estaba ocasionando era demasiado evidente para que el asunto no fuera mencionado por algunos obispos. Por ejemplo, un sacerdote francés de una pequeña y muy pobre parroquia que fue expulsado del sacerdocio debido a vivir con una joven del lugar, declaró que el arzobispo de Ruán, monseñor Pallier, pasaba por alto situaciones semejantes de sacerdotes pertenecientes a parroquias ricas e importantes que convivían con sus amigas.

En particular los obispos de los Estados Unidos estaban bien informados sobre el tema, porque una encuesta de 6.000 obispos y sacerdotes realizada por el Centro de Investigación de la Opinión Nacional mostró que el 54 por ciento estaba a favor del celibato opcional. En ciertos países latinoamericanos los obispos decidieron no gastar más energías en el asunto del celibato y están permitiendo que los sacerdotes se casen y que continúen en su ministerio con tal que sus comunidades no se opongan.

Y dice el teólogo jesuita J. McKenzie: “En muchas regiones donde muchos [sacerdotes] no viven una vida célibe, la institución del celibato quizás parezca pura y llana hipocresía. . . . Algunos encuentran la posibilidad de gran escándalo en el adulterio y el divorcio clerical; por razones difíciles de comprender, no ven el mismo escándalo en el concubinato clerical.”

Algo que contribuye al “escándalo” que ha producido el celibato es el hecho de que la Iglesia Católica Romana sí hace por lo menos dos excepciones. Así es que clérigos protestantes que se han convertido a la religión católica romana han sido ordenados sacerdotes a pesar de estar casados. En la actualidad hay unos sesenta de esos sacerdotes. También, el Vaticano permite casarse a los sacerdotes de las iglesias de ritos orientales... que tienen sus propios ritos pero reconocen la soberanía del papa. Hacen esto porque esas iglesias están ubicadas en tierras donde prevalecen las Iglesias Ortodoxas Griega o Rusa, las cuales permiten que sus sacerdotes diocesanos se casen. Es decir, al tiempo de su ordenación el sacerdote decide si es que quiere casarse o no. El precio que paga por casarse es que nunca podrá aspirar a un oficio más elevado. En esto, el Vaticano ciertamente es inconsistente, tal como le achacan los guías religiosos del rito oriental. Que la posición del Vaticano es una de política más bien que de principio puede verse por el hecho de que el Vaticano prohíbe que los sacerdotes del rito oriental se casen si están sirviendo en países occidentales.

Voces opuestas al celibato

Evidentemente el “escándalo” del celibato no se destacó como algo de importancia en la mente de los obispos, porque solo 10 de ellos votaron a favor del celibato opcional, 168 votaron a favor de mantener la norma del celibato, 21 votaron por el celibato con ciertas reservas y 3 se abstuvieron. Pero en otro voto más de la mitad de los que no residen en el Vaticano votaron a favor de permitir la ordenación de sacerdotes casados en circunstancias especiales. Por amplio margen, fueron los obispos de lo que en los círculos católicos se llama el “Tercer mundo,” esto es, los países de la América latina, África y Asia, los que deseaban la ordenación de hombres casados. En esos países hay 4.000 católicos romanos por cada sacerdote, mientras que en Europa y los Estados Unidos hay proporcionalmente cuatro veces más sacerdotes, un sacerdote por cada 1.000 habitantes.

Entre las voces que se oyeron oponiéndose a la imposición inflexible de la norma del celibato estuvieron éstas:

“¿Qué es mejor... predicar el Evangelio con la ayuda de sacerdotes casados, o no predicarlo en absoluto?”—Cardenal Alfrink, primado de Holanda.

“Nosotros los obispos no solamente tenemos el poder para ordenar, tenemos el deber de ordenar suficientes ministros para que suplan las necesidades del Pueblo de Dios.”—Cardenal Suenens de Bélgica.

“Sería peligroso llegar a estar tan preocupados con la disciplina actual del celibato que arriesgáramos que la misma naturaleza del sacerdocio sufriera erosión más bien que admitir a hombres casados para las Órdenes Sagradas.”—Obispo Alexander Carter, de Sault Ste. Marie, Canadá.

“¿No debería el sínodo considerar el derecho de las comunidades cristianas de tener sacerdotes más bien que ensalzar la idoneidad del celibato para el sacerdocio?”—Obispo Samuel Louis Gaumain de Chad, África Central.

John Gran, obispo de Oslo, Noruega, alegó que el celibato debía ser algo opcional, tanto por razones humanas como morales. Dijo que muchos sacerdotes viven “en una soledad que es lastimosa, sobre todo, para los jóvenes.” Entonces señaló el ejemplo de los ministros luteranos casados, diciendo: “La mayoría de estos pastores no parecen ser . . . en manera alguna inferiores a los sacerdotes católicos.”

Celibato reafirmado... ¿por qué?

No obstante al final los obispos votaron con una abrumadora mayoría en contra del celibato opcional. Su actitud fue de que la mengua del 40 por ciento en la matriculación en los seminarios y el número que siempre va en aumento de sacerdotes que cuelgan los hábitos —11.000 dejaron sus órdenes entre 1963 y 1969— no se produjo como resultado de la regla del celibato. Más bien, sostuvieron que todo esto se debe a una crisis de fe por parte de los sacerdotes; que, después de todo, solo una minoría de sacerdotes está envuelta en este asunto y que la pérdida de fe de parte de ellos se debe a factores externos tales como la TV, los diarios y las revistas.

Los argumentos del cardenal Conway de Irlanda ejercieron influencia especial en hacer que los obispos votaran en contra de aun el hacer excepciones en casos especiales. Insistió que no podían permitir que se casaran los sacerdotes de un país europeo y no los de otro; que no podían permitirlo en países lejanos y al mismo tiempo no permitirlo en Europa. Advirtió además que el permitir cualquier brecha en el celibato resultaría en la completa destrucción de éste. También advirtió que era necesario ponerle fin a las esperanzas que pudieran tener sacerdotes o seminaristas de que el celibato sería hecho opcional.

Comentando sobre este aspecto de la discusión del sínodo, un redactor católico declaró: “El Sínodo no pasó la prueba. No solo . . . porque prácticamente le cerró las puertas a la ordenación de hombres casados, sino por lo increíblemente pobre de sus argumentaciones. Se dejaron dominar por las sospechas y el temor: temor a las consecuencias, . . . temor de que hasta la santidad del sacerdocio fuera ‘contaminada’ por el matrimonio, como lo expresó un obispo.”

La norma del celibato fue reafirmada también porque los obispos, en su gran mayoría, mostraron una total falta de empatía por los sacerdotes que sirven bajo ellos; la clase de empatía que demostró el obispo Gran de Oslo. El hecho de que el 72 por ciento de ellos pasaba de los cincuenta años de edad pudo haber influido en esto. Y también mostraron falta de comprensión, lástima y compasión por los millones de católicos para quienes hay solo un sacerdote por cada 4.000. Muy lejos de sus corazones están los sentimientos que abrigaba Cristo Jesús, que instó a sus seguidores a que oraran para que más trabajadores fueran enviados al campo de la cosecha debido a la lastimosa condición de su pueblo.—Mat. 9:36-38.

El papa Paulo no dejó dudas en la mente de sus obispos en cuanto a la posición de él con respecto al asunto del celibato. Lo que es más, asistió con regularidad a las reuniones y en las conferencias de prensa que pronunciaba semanalmente insinuaba cómo se sentía acerca de las deliberaciones del sínodo. Y cuando llegó el momento de votar, aunque varios obispos prominentes quisieron que el voto fuera anónimo, el papa insistió en saber cómo votaba cada uno.

¿Por qué se aferra el papa tan tenazmente al celibato sacerdotal? ¿Será porque ‘es la más preciosa de las joyas en la corona sacerdotal,’ la cual coloca a los sacerdotes por encima del hombre común? ¿Será porque es más económico y conveniente tratar con hombres solteros que con hombres con familia? ¿O será porque siempre resulta en traer nueva sangre dentro del sacerdocio? Puede ser; puede ser.

Temor al hombre, no temor a Dios

Pero al fin de cuentas debe decirse que los obispos reafirmaron la norma del celibato porque temieron al hombre, no a Dios. Y “temblar ante los hombres es un lazo.” (Pro. 29:25)a Si los obispos hubieran temido a Dios, se hubieran dejado guiar por la Palabra de Dios. Bajo el arreglo de la ley mosaica no solo se les permitía a los sacerdotes casarse, sino que tenían que casarse para impedir que el sacerdocio se extinguiera, pues éste era una institución hereditaria. Y entre los profetas solo a Jeremías se le ordenó que no se casara, que llevara una vida célibe, y el suyo fue un caso especial. Serviría como señal del horrendo fin que le esperaba a su nación.—Lev. 21:1, 7, 13, 14; Jer. 16:2-4.

¿Y cuando llegamos a las Escrituras Griegas Cristianas, qué encontramos? Es cierto que Jesús declaró que la soltería a causa del reino de Dios era el estado ideal, pero al mismo tiempo excluyó toda idea de orden célibe basado en votos de castidad pues dijo: “No todos entienden este lenguaje, sino solamente aquellos a quienes se les ha concedido. . . . Quien pueda entender, que entienda.”—Mat. 19:10-12.

Aun más explícitas son las palabras del apóstol Pablo: “Bien le está al hombre abstenerse de mujer. No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido. Bien les está quedarse como yo, pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.”—1 Cor. 7:1, 2, 8, 9.

También están las palabras inspiradas que se encuentran en Hebreos 13:4: “Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.” ¡Obviamente estas palabras no dan cabida a la idea de que el matrimonio puede ‘contaminar’ al ministro de Dios, como dijo un obispo!

De hecho, aunque Jesús indicó que el estado ideal para el ministerio cristiano era la soltería, parece que en su mayor parte los apóstoles eran casados, pues el apóstol Pablo escribió: “¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer creyente, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?” Sí, es muy probable que todos los apóstoles con excepción de Pablo eran casados.—1 Cor. 9:5.

Y las Escrituras Griegas Cristianas no solo hacen provisión para el matrimonio de los ministros cristianos mediante precepto y ejemplo, sino que indican que uno de los indicios de la apostasía es el prohibir casarse: “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia; éstos prohíben el matrimonio.”—1 Tim. 4:1-3.

Es muy digno de notarse que uno busca en vano referencias bíblicas entre los comentarios de católicos y no católicos sobre los debates del sínodo acerca del celibato opcional y el ordenar a hombres casados en situaciones especiales. Esto bien pudo ser porque no hubo teólogos presentes. El conocido teólogo suizo Hans Küng reconoció que en las Escrituras no había nada para hacer del celibato una norma: “Reconocemos cada vez más que estamos contradiciendo la libertad que nos fue dada por el Nuevo Testamento. ¿Tenemos el derecho de hacer de esto una ley universal? Esto no es lo que Jesús quería.”—The Auckland Star, 22 de septiembre de 1971.

¿Se adherirá usted a una religión que sostiene enseñanzas que contradicen de manera tan obvia y reconocida a la Palabra de Dios? Este es un asunto al cual deben prestar seria atención todos los católicos que en verdad quieren agradar a Dios, su Creador.

[Nota]

a Todas las citas son de la versión católica romana Biblia de Jerusalén.

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