Los “sames”... ¿siempre iguales?
POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN SUECIA
SI USTED observa la península escandinava en un mapa, notará que tiene cierto parecido a un león gigantesco que está dando un salto. La cabeza estaría en la parte baja de Noruega. El cuarto trasero del “león,” incluso su cola, se extiende muy por encima del círculo ártico. Esta región al norte del círculo ártico, junto con una lengua de tierra que se extiende por los distritos montañosos a ambos lados de la frontera entre Noruega y Suecia, y que llega a unos 380 kilómetros al sur del círculo ártico, es la tierra de los lapones.
Los lapones se dan el nombre de samit. Y aquí en Suecia, los nombres lapón y same (pronunciado “seim”) son igualmente comunes.
A un visitante procedente del sur, Laponia, con sus inmensos territorios agrestes y su clima extremadamente frío, debe parecerle casi inhabitable. Pero mucho antes de la era común hubo un pueblo que se estableció en esta zona y con osadía emprendió la lucha por la supervivencia en contra del hambre y el frío... ¡y venció!
En la actualidad unos 35.000 lapones viven aquí, y lo que es más, desean permanecer aquí. Unos miles de ellos todavía viven su tradicional vida nómada, mudándose con sus grandes rebaños de renos de los pastos invernales de las zonas boscosas a los pastos estivales de las panorámicas zonas montañosas y cerca de los fiordos.
Un rasgo peculiar de los sames es que han pasado por la historia sin grandes cambios en su modo de vivir. Algunas de las características de los sames, mencionadas allá en 98 E.C. por el historiador romano Tácito, todavía se encuentran entre ellos.
Tácito los describe como un pueblo sin posesiones, vestidos de pieles, que dormían sobre el suelo raso en chozas hechas de ramas y vivían de la caza.
Más tarde, en el siglo sexto, otro escritor agregó otros puntos a esta descripción, diciendo que vivían casi como animales con los animales y que no bebían vino. Dos siglos después otro historiador escribió que viajaban hábilmente por las llanuras nevadas en “trozos de madera curvos.” También dijo que estaban estrechamente relacionados con animales parecidos a los ciervos, que usaban una prenda de piel a manera de túnica que les llegaba a las rodillas y que vivían en una tierra extraña que estaba cubierta de nieve tanto en invierno como en verano. Alrededor de 1200 E.C. un cronista explicó que los sames llevaban consigo su casa en sus travesías y que eran diestros en la hechicería.
Informes de esa índole han mantenido a la gente interesada en los lapones desde hace muchísimo tiempo, y muchos de los detalles de esas descripciones antiguas encajan bien en el cuadro de la vida y costumbres de los sames en la actualidad. Veamos más de cerca este cuadro.
Vivienda de los “sames”
Un lapón de la actualidad muy bien puede haber nacido en la tradicional vivienda de los sames, una kåta, que es una choza muy peculiar, parecida a las tiendas de los indios norteamericanos. Los lapones han estado usando esta clase de hogar transportable desde que la historia hace mención de ellos. La kåta se erigía en un sitio apropiado donde la familia same deseaba detenerse por un tiempo con sus rebaños de renos. Por lo general los materiales para la kåta se transportaban por trineo. La choza se levantaba hábilmente en menos de una hora. Su armazón consistía de varas encajadas en forma cónica, dejando un piso circular adentro y un agujero en la parte superior para el humo y la ventilación. La armazón se cubría con turba o con lona de hechura casera.
Supongamos que usted pudiera pasar adentro por la entrada baja y angosta y echar una mirada. ¿Qué vería? Hay ramas de abedul esparcidas por el suelo y usadas como un segundo suelo que está cubierto con varias pieles de reno, las cuales sirven de alfombras sobre las cuales sentarse durante el día y dormir durante la noche. En el centro hay una hoguera descubierta circundada de piedras. El interior es sencillo, pero da una sensación acogedora con la mezcla de olores de humo, carne de reno desecada, café y ramas de abedul.
Antes de sentarse, sepa que cada miembro de la familia same tiene un lugar reservado alrededor del fuego. La esposa siempre se sienta en la parte trasera de la kåta, su esposo junto a ella y los hijos a un lado junto a la entrada. El otro lado de la kåta es para los hijos ya crecidos, los sirvientes y los invitados. A usted probablemente lo sentarán a ese lado.
Origen de los “sames”
Si usted pregunta a su anfitrión rechoncho y curtido por la intemperie de dónde vinieron originalmente sus antepasados, él probablemente meneará la cabeza y le dirá que todo está envuelto en misterio. Pero muchos creen que originalmente vinieron de Oriente, errando por las vastas estepas de Asia, atravesando a Rusia, hasta que finalmente alcanzaron las llanuras árticas del norte de Europa. Su idioma, el lapón, está relacionado con el que se habla en Finlandia. Se cree que fueron los primeros habitantes de Finlandia.
En confirmación de lo que los antiguos cronistas dijeron, su anfitrión le dirá que sus antepasados vivían de la caza y la pesca. La tierra ofrecía muchos renos, osos, zorros, glotones y pájaros silvestres. Los lagos y ríos bullían con truchas y salmones. En tiempos pasados el reno era un animal salvaje, pero más tarde los lapones aprendieron que le gustaba vivir en manadas y que podía ser recogido en rebaños y domesticado.
Subsistencia de los “sames”... su reno
Con el reno domesticado los lapones pudieron asegurar su provisión de carne, leche y ropa. De un bien natural, el reno llegó a ser para los sames su más valiosa posesión, su capital, y esto es cierto aun hoy día. No calculan su riqueza en términos de dinero, sino por la cantidad de renos que poseen. Un lapón rico puede tener hasta mil renos o más. Y debido a que tiene tan pocas necesidades, con frecuencia puede aumentar su rebaño por las ganancias que obtiene de la venta de la carne y la piel del reno, o las herramientas que ha tallado de los cuernos y huesos del animal. Cada parte del reno se utiliza de una manera u otra.
De modo que el lapón depende en gran manera de su reno. Está hasta obligado a seguir al reno adonde éste lo guíe, y le es casi imposible retener el rebaño cuando éste decide moverse. Esa es una de las razones por las cuales los sames todavía siguen con el antiguo modo de vivir... siguiendo el incambiable ritmo de la naturaleza, el movimiento anual de los rebaños de renos hacia las montañas en la primavera y el verano para la temporada de parir, y de vuelta a los campos de pastoreo en el bosque y a lo largo de la costa tarde en el otoño y en el invierno.
Los renos son expertos en moverse rápidamente sobre la llanura nevada. También son excelentes nadadores y, al tiempo de la gran migración hacia la costa, se puede ver a miles de ellos cruzando a nado los lagos y los fiordos.
Para poder seguir a su rebaño por el país, el lapón ha empleado un medio de transporte que le permite moverse más rápido de lo que se lo permitirían las piernas cortas y pies pequeños que lo caracterizan. Desde tiempos remotos ha usado lo que uno de los cronistas llamó “trozos de madera curvos,” es decir, esquíes. Algunas autoridades hasta han sugerido que fueron los sames los que inventaron los esquíes.
Otro medio típico de transporte ha sido el pulka, un pequeño trineo en forma de canoa, con espacio para una sola persona, tirado por un reno. El reno es un muy dispuesto animal de tiro, y puede recorrer largas distancias sobre las colinas y montañas nevadas.
Vestimenta de los “sames”
Echemos una mirada ahora a la manera típica de vestir de los sames. Aquí en las regiones árticas la ropa práctica y cálida es esencial. Dependiendo tan exclusivamente del reno, los lapones han hecho sus prendas de vestir principalmente de las pieles de este animal, sin pelo y curtida para el verano, y con espesura de pelos extremadamente abrigada para uso en el invierno. El cuero del reno con su capa de pelos llena de aire es una de las prendas más abrigadas, y ha seguido siendo el estilo de vestir de los lapones por generaciones.
Aunque los lapones establecidos han adoptado en gran manera la ropa que se compra hecha, todavía se puede encontrar a los lapones migratorios vestidos en sus tradicionales y alegres vestimentas, con salpicaduras de escarlata, amarillo, verde y azul brillante, colores que contrastan maravillosamente con la blancura ininterrumpida de la nieve. El ropaje tradicional de los hombres así como el de las mujeres es muy similar en toda Laponia.
¿Le gustaría probarse un típico traje same? Entonces tendrá que ponerse pantalones de cuero curtido, polainas de piel de reno que pasan de las rodillas, unas anchas botas de piel aseguradas a los tobillos con cordones de color escarlata, una túnica o vestidura interior de tela azul, a menudo bordada con adornos en rojo y amarillo, una gorra de tela azul con adornos alegres —o en el caso de una mujer un pequeño bonete escarlata— y un cinto ornamental que forman la vestimenta. Para ocasiones especiales estos cinturones son muy elaborados, y están hechos de cuero, abundantemente tachonado con pequeños cuadrados de plata sólida. Siempre cuelga del cinto un largo cuchillo que se usa con casi todo fin, incluso para raspar la nieve del fondo de sus trineos, matar sus renos y comer.
El alimento de los “sames”
Aunque el reno es vegetariano y se alimenta de líquenes en el invierno y de hierbas verdes y pasto en el verano, el same emigrador es casi exclusivamente comedor de carne. Puesto que no puede cultivar la tierra helada y cosechar cereales y vegetales, vive de carne y de pescado. Con un invierno que dura nueve meses, durante la mayor parte del año no tiene problema alguno en cuanto a congelar su alimento, y, además, él sabe conservar la carne y el pescado por medio de secar o salar.
Si a usted se le invitara a comer, probablemente encontraría que la comida comienza con una o dos tazas de café muy fuerte. Verá que la mujer same pone nieve en un caldero y deja que se derrita sobre el fuego. Echa un grano de sal en el agua que hierve y entonces el café molido a mano.
Después del café, puede que se le sirva una taza de caldo caliente, consistente en agua de nieve en la que se han hervido carne de reno cruda y unos huesos en una olla de hierro suspendida sobre el fuego por una cadena que pende del techo. Después que usted haya vaciado la taza, su anfitrión probablemente lo invite a meter sus dedos en la olla y a escoger un pedazo de carne para comérselo mientras lo sostiene con sus dedos.
Después de la cena, con toda seguridad el entretenimiento consistiría en una tranquila conversación, con largos silencios entre los comentarios. Un same raramente habla mucho. Le agrada estar callado y escuchar. No es un entretenedor. No toca ningún instrumento. Si un lapón está de buen ánimo, puede ser que cante o yoika, como él diría. Esta es una forma muy extraña de la canción, peculiar de los lapones, y aunque consiste en solo cuatro o cinco notas monótonas, puede ser muy melodiosa. Por lo general la letra se compone según la inspiración del momento y expresa las profundas emociones del cantor.
La religión de los “sames”
Los lapones son muy religiosos, y ha habido cambios en sus creencias. Los lapones creían en una forma de magia llamada shamanismo. El hechicero, o shamán, tocaba tambores en un esfuerzo por predecir el futuro. El tambor mágico se usaba de tal manera que un anillo, la punta de un cuerno u otro “indicador” se detuviera cerca de uno de los símbolos pintados sobre el parche del tambor... una especie de tabla “ouija.”
Su creencia en los dioses paganos era tan fuerte que, mucho después de llegar a ser cristianos de nombre, todavía daban reverencia a estos dioses. A fines del siglo diecisiete un docto llamado Johannes Schefférus informó que los lapones eran “culpables de unir sus propios dioses falsos con Dios y Cristo, y darles la misma reverencia y adoración, como si Dios y el Diablo hubieran hecho un arreglo para compartir la adoración de los lapones.”
Pasó mucho tiempo —hasta después de eso— antes que cesaran por completo de ofrecer sacrificios a las diversas imágenes de madera y piedra con que representaban a sus dioses favoritos. Y ha sido solo en años comparativamente recientes que el humo de los altares de sacrificio finalmente ha dejado de levantarse en el aire frío y apacible. Aun en este día hay rastros de antiguas creencias supersticiosas entre los sames.
Los testigos de Jehová han estado predicando la verdad acerca del reino de Dios entre los lapones durante la década pasada, pero hasta la fecha muy pocos la han aceptado.
Aunque el same de hoy día está en estrecho contacto con la moderna sociedad industrializada del sur, y ha empleado algunas de las invenciones técnicas de ésta, ha conservado de manera asombrosa sus propias características, su idioma, su manera de pensar y sus acciones. Lo que es más: quiere conservarlos. Desea ser único, básicamente invariable, sí... el same que es siempre igual.
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