Río gigante del África Central
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en la República de Zaïre
SE MUEVE casi silenciosamente, serpenteando entre la exhuberante vegetación tropical. Su ondulante superficie de color marrón refleja los rayos del deslumbrante sol africano. No se trata de una serpiente de la selva... sino del segundo entre los ríos más largos del continente africano y el sexto entre los más largos del mundo.
Esta es la poderosa corriente de agua conocida por muchos como el río Congo. Su nombre fue cambiado a Zaïre (pronunciado Zaír) por la República de Zaïre en 1971. Lejos de ser un arroyo murmurante, este río gigantesco arroja desde su desembocadura de seis kilómetros y medio de ancho, más de 37.850.000 litros de agua por segundo. Hablando en términos de volumen de agua, solamente lo excede el Amazonas del Brasil.
Para familiarizarnos con esta maravilla natural, acompáñeme en un viaje río arriba. Recorreremos cerca de 4.200 kilómetros, y usted contemplará las vistas que fascinaron al Dr. Livingstone y al Sr. Stanley, exploradores de nota del siglo diecinueve. Verdaderamente es un paraíso para el explorador.
Antes de comenzar nuestro viaje, note cuán fuerte es la corriente del río en su desembocadura. Avanzando implacablemente hacia el azul Atlántico, ha dejado un delta muy pequeño, pero ha horadado un cañón de unos 1.220 metros en el lecho del continente, y sus aguas de color marrón se distinguen a 160 kilómetros de la costa.
La primera jornada de nuestro viaje nos lleva desde la desembocadura del río a unos 129 kilómetros tierra adentro hasta la ciudad portuaria de Matadi. En este punto tenemos que desembarcar, porque las montañas Crystal forman una barrera natural que impide el libre curso del río. Las agitadas aguas caen en una serie de treinta cascadas o más, conocidas colectivamente como las Cataratas de Livingstone. En solo poco más de 322 kilómetros desde la ciudad capital de Kinshasa hasta Matadi, el río desciende más de 243 metros. Parte de esta energía natural es capturada ahora por turbinas de un sistema hidroeléctrico, pero estas cataratas son también las responsables de que se haya sabido muy poco acerca de la cabecera de este río hasta hace unos cien años. Hoy se usa un carril como medio de enlace para transportar pasajeros y mercaderías entre estos dos puntos.
Precisamente por encima de uno de los rápidos llegamos al centro gubernamental de Kinshasa, una ciudad muy moderna que se extiende sobre un bajo risco arenoso. Al otro lado de este amplio estrecho está la bulliciosa ciudad de Brazzaville, capital de la República del Congo, país que linda con la costa del río por varios centenares de kilómetros.
Un viaje por barco de río
Para la segunda jornada de nuestro viaje, querremos bajar temprano al desembarcadero para tomar uno de los barcos de río de poco calado. Se está cargando toda suerte de cosa en él, pues estos barcos no solo llevan personas (en clases de primera a tercera) sino también mercaderías y vehículos de toda descripción. También se atan lanchones a los lados o en el frente y en la popa, para halarlos o empujarlos a destinos lejanos. Muchas mercancías importadas, como combustibles y artículos manufacturados, hacen su largo viaje río arriba, mientras que los barcos traen de vuelta las riquezas de la cuenca: caucho, madera, café, nueces de palma y productos agrícolas.
Partiendo, comenzamos a avanzar decididamente en contra de la corriente, que ahora se mueve lentamente, entretejida entre las miles de islas cubiertas de vegetación que encuentra en su camino. Estas y las engañadoras corrientes del río ponen a prueba la pericia y la habilidad del capitán más avezado y de su tripulación. Se calcula que, mientras que el río mismo puede dar cabida a barcos de carga en aproximadamente 2.735 kilómetros de su longitud, las aguas navegables aumentan a más de 13.000 kilómetros cuando se combinan con las de sus tributarios. A veces, el río se ensancha de 16 a 24 kilómetros.
Tierra no echada a perder
¡Qué vistas contemplamos a lo largo del camino! Progresivamente sentimos que estamos dejando atrás la mayor parte de lo que llamamos civilización. Solo las ciudades ribereñas de Mbandaka y Kisangani y unas pocas otras ciudades en surgimiento reclamadas de la selva, nos recuerdan los pasos que el país ha dado al penetrar en el siglo veinte. Mucho del paisaje no se ha estropeado con el pasar del tiempo.
“¡Mbote!” “¡Jambo!” Estos son los acostumbrados saludos nativos que escuchamos a medida que llegamos a los puertos en los que hacemos escala en el camino. Al pasar cada aldea, grupos de niños desnudos corren hacia la orilla del río, dejando ver sus dientes deslumbrantemente blancos al sonreír y gritar con excitación. En el trasfondo vemos varias casas de barro o techadas con palmeras, cada una con su bien arreglado jardín de maíz, mandioca, ananás y bananos.
¿Ve usted allí a ese anciano de pie en su pequeña canoa? Quizás esté buscando el mejor lugar donde conseguir su cena para esta noche. Y por sobre nuestras cabezas, un par de loros grises con colas de plumas rojo brillante, pasan volando rápidamente y a poca altura llamándose con voz ronca el uno al otro. Al doblar por un recodo, un cocodrilo se desliza silenciosamente desde la orilla en busca de su alimento.
Hoy somos afortunados porque podemos ver un grupo de hipopótamos revolcándose felizmente en las aguas barrosas. Y allí a lo lejos, hay uno nadando, y solo sus ojos y sus orejas asoman sobre la superficie del agua a manera de periscopio. A medida que nada despreocupadamente, recordamos la descripción que Jehová dio a Job del hipopótamo: “Si el río actúa violentamente, él no corre en pánico.”—Job 40:23.
Gran variedad de animales y pájaros habitan la gran cuenca de agua de este río del ecuador. Y a medida que continuamos viajando aguas arriba, notamos que los árboles y la maleza son tan prolíficos que el brillante sol del mediodía toma coloraciones oscuras cuando miramos con atención entre las sombras de las densamente arboladas márgenes.
Mercaderes del río
Pero, ¿qué es lo que se ve adelante? Parece un convoy de piraguas o canoas pertenecientes a los lokeles, una de las más de doscientas tribus que viven en Zaïre. Esta gente ha vivido por siglos en sus canoas o en chozas a lo largo del río. Son comerciantes y hacen sus recorridos acostumbrados por el río vendiendo alimentos y mercaderías de muchos tipos a los que viajan por el río.
Para facilitar el comercio, algunos se las arreglan para amarrar sus pequeños botes a un lado del barco de río, pues éste se mueve con más rapidez. Eche un vistazo a esa piragua que está a nuestro lado. Podrá ver que no es más que un tronco largo y derecho ahuecado tras largas horas de hachear. La mayoría se impulsa a remo, pero hoy algunas de las más grandes tienen motores exteriores y se deslizan sobre las aguas de color marrón como un torpedo, llevando a veces tantas como cuarenta a cincuenta personas. Son verdaderos ‘ómnibus de río.’ En una tierra donde los puentes grandes son pocos, el viajar en canoa es cosa de todos los días para muchas personas.
Las rugientes Cataratas Stanley
Al acercarnos a Kisangani, justamente debajo de las Cataratas Stanley, hemos viajado más de 1.600 kilómetros en barco de río y aún el punto medio del río está todavía por delante. Nuestro barco regresará desde aquí después de cargar nuevamente, pues el avance río arriba está bloqueado por las siete cataratas que componen las Cataratas Stanley. Aun en este paraje, bien río arriba, unos 17.000.000 de litros de agua por segundo rugen y truenan sobre las fallas rocosas de la tierra, un volumen de agua varias veces mayor que el fluir de las Cataratas del Niágara en la América del Norte.
Pero venga, le mostraré una vista que no querrá perderse. A lo largo de las cataratas viven los wagenias, quienes atrapan peces de manera poco usual. Desafiando las rápidas corrientes fijan una red de estacas en las hendeduras de las rocas a las cuales enganchan canastos cónicos hechos de madera y lianas que miden aproximadamente 1,80 metros de diámetro en su extremo abierto. Dos veces al día los wagenias inspeccionan sus trampas para recoger el pescado que se introduce en los cestos y que es retenido por la rápida corriente. Intrépidamente reman en sus canoas por las corrientes arremolinadas y se zambullen directamente en las aguas que parecen estar en ebullición haciendo ondear las aguas con sus músculos de ébano a medida que recogen la presa.
Hacia la cabecera
Dejando atrás a las Cataratas Stanley seguimos adelante río arriba pero ahora estamos viajando casi marcadamente hacia el sur. Curvándose como una cimitarra gigantesca, el curso del río se dirige primero al nordeste, luego se vuelve al este al cruzar el ecuador y finalmente tuerce hacia el sur.
Puesto que la cuenca del río recibe las lluvias de estación a ambos lados del ecuador en diferentes épocas, se evitan los extremos en los flujos de las mareas bajas o altas que experimentan otros ríos grandes. La proporción en el flujo de sus mareas es de 1 a 3 (lo que indica poca fluctuación en el nivel y el fluir del agua debido a las estaciones), comparada con una proporción de 1 a 20 en el Misisipí en los Estados Unidos de Norteamérica, y de 1 a 48 en el Nilo.
Más allá de las Cataratas Stanley, el río ha sido conocido localmente como el Lualaba. Extendiéndose hacia el interior de Zaïre, llega a las proximidades de Lubumbashi (anteriormente Elizabethville). No obstante, la cabecera más remota se inicia en el país de Zambia al nordeste.
¡Río gigante del África Central! Este es el poderoso Congo, conocido ahora como el río Zaïre, llamado igual que el país que depende muy fuertemente de él para sus necesidades cotidianas. Verdaderamente es una maravilla interminable y otro testimonio más de la sabiduría y energía dinámica de un Creador inteligente.