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  • ¿Divertido o avergonzado?
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¡Despertad! 1973
g73 8/5 págs. 3-4

¿Divertido o avergonzado?

SUPONGA que un buen amigo se tirara una plancha en su presencia, o diera una respuesta tonta a oídos de otros. ¿Cómo se sentiría usted? Es muy probable que su compañero se sienta profundamente avergonzado. Pero, ¿cómo se sentiría usted? ¿Se sentiría usted también avergonzado o se uniría a los otros en la diversión o la burla?

Debido a su inmadurez, los niños, al ver que le sucede una desgracia a un ciego o a una persona tullida, pueden pensar que es algo de lo cual reírse. Así es que un imprudente joven se echó a reír cuando vio a una gruesa anciana caerse en una calle cubierta de hielo. A él le pareció divertido, pero no a la señora que sintió el dolor y se lastimó gravemente.

La Biblia bien declara un principio que nos debería guiar, al decir: “Hay un tiempo determinado . . . para todo asunto bajo los cielos: . . . tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de plañir y tiempo de brincar.”—Ecl. 3:1-4.

¿Qué nos ayudará a saber cuándo estar avergonzados y llorar, o cuándo estar divertidos y reír? Una cosa es la habilidad de ponernos en el lugar de la otra persona. Entonces no seremos como cierta chistosa joven recién casada. Cada vez que su esposo se mortificaba por haber cometido un error, o porque algo le había salido mal, ella se echaba a reír. A ella le parecía gracioso, pero su reacción hizo que la mortificación de él fuera peor y se volviera contra ella. Obviamente, eso no contribuyó a un hogar feliz. Pero con la experiencia ella aprendió a usar empatía (ponerse en el lugar del otro), y cuando su esposo estaba perturbado, o se quedaba callada o le ofrecía algún consuelo.

Cuando un buen amigo suyo comete un error, ¿cómo reacciona usted? En especial los miembros de la familia deberían considerar este asunto. La afinidad, la empatía, la consideración y la reflexión debían hacernos ver los errores de los miembros de la familia con compasión, más bien que tomar una actitud superior y reír en son de burla. ¿No dice la Palabra de Dios del cuerpo humano que “si un miembro sufre, todos los otros miembros sufren con él”? A los esposos se les aconseja amar a sus esposas “como a sus propios cuerpos.” Si ellos realmente hacen esto, no hablarán con desprecio de sus cónyuges, aun si éstas cometen un error. El mismo principio también puede ser aplicado provechosamente por el resto de la familia.—1 Cor. 12:26; Efe. 5:28.

Desafortunadamente, una de las maneras en que la falta de compasión se manifiesta frecuentemente es chismeando acerca de los errores que otros cometen, hablando de éstos con otros. ¿Es eso provechoso? La Biblia aconseja: “No hablen perjudicialmente de nadie.” Eso no admite el chismear acerca de las imperfecciones de otros. Y el amor removerá hasta el deseo de hacer eso, porque “el amor cubre aun todas las transgresiones.”—Tito 3:2; Pro. 10:12.

Todos necesitamos vigilar nuestra manera de ver las imperfecciones de otros, porque la tendencia de muchos en nuestro día es la de ser menos compasivos, tener menos empatía. ¿Por qué? En algunos casos es porque nos comunicamos con muchas personas. Lo más probable es que mientras más sea la gente con la que tratemos, menos personal será nuestra relación con otros. Es muy posible que el paso de la sociedad moderna también sea un factor. Tal parece que siempre hay tanto que hacer y tan poco tiempo para hacerlo.

Lo que ponemos en nuestra mente también influenciará el modo en que nos sentimos hacia otros. ¿Cómo podemos hacer una práctica de leer literatura, o mirar películas, que describen crímenes violentos sin llegar a endurecernos como consecuencia de ello? ¿Cómo podemos escoger como entretenimiento películas que hacen resaltar la explotación de otros, sin que eso nos haga más insensibles?

¡Cuánto más provechoso es el leer la Palabra de Dios, la Santa Biblia, diariamente! Puede ayudar a uno a expresar compasión cuando se necesite, pues está llena de admoniciones y ejemplos de este mismo asunto. Tal como nos aconseja Romanos 12:15: “Regocíjense con los que se regocijan; lloren con los que lloran.” Para ver un ejemplo de alguien que hizo esto a la perfección, lea los cuatro Evangelios, que cuentan acerca de la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Ante la tumba de Lázaro “Jesús cedió a las lágrimas.” Y de la gente humilde y oprimida de su día “se compadeció . . . porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor.” A ellos les dirigió las consoladoras palabras: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y háganse mis discípulos, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas.”—Juan 11:35; Mat. 9:36; 11:28, 29.

¿Y por qué debemos interesarnos en hacer lo que es correcto respecto a esto? Porque es lo correcto. De esta manera reflejamos las cualidades de nuestro Padre celestial y así lo honramos. Lo que es más, al ser sensibles, manifestando empatía y compasión, frecuentemente segaremos gratitud del que súbitamente se siente solo por la burla de otros. En todo esto, nos beneficiaremos, pues “el que refresca a otros, él mismo será refrescado.”—Pro. 11:25, New English Translation; Mar. 12:31; Luc. 6:31, 36.

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