La Luna... ¿qué se descubrió allí?
ERA seguro que la ida y vuelta del hombre a la Luna produciría algunas sorpresas. Científicamente, hubo muchas. Una de ellas tuvo que ver con la Luna misma, la cual según se creía era un cuerpo celeste relativamente sencillo.
Pero no es así. Dice el Dr. R. J. Allenby, director auxiliar de selenografía de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio: “Probablemente lo más significante que hemos aprendido es que la Luna es un cuerpo muy complejo... no simplemente el sencillo ‘globo’ que mucha gente creía que era. Las misiones Apolo han vuelto a enviar a muchos científicos a las mesas de dibujo. Requerirá muchos años el encontrar nuevos conceptos que tengan aceptación general.”
Puesto que la Luna no es meramente un sencillo “globo,” ¿qué hay de la ampliamente esparcida teoría de que la Luna originalmente se desprendió de la superficie superior de la Tierra? Un reciente informe científico dice: “La idea de que la Luna se desprendió de las capas superiores de la Tierra prácticamente ha muerto como consecuencia de los hallazgos del Apolo.”—Times de Nueva York del 4 de diciembre de 1972.
En cuanto a la composición de la Luna, la misión del Apolo 16 halló que el material de la Luna es rico en aluminio y calcio. El hierro metálico está presente en las rocas lunares. Las muestras de roca del Apolo 11 revelaron 68 de los elementos conocidos. Las rocas de la Luna están esencialmente compuestas de las mismas materias primas que las rocas de la Tierra. No obstante, hay una diferencia... en proporción.
Por ejemplo, en las rocas lunares se ha encontrado que la proporción entre el uranio y el potasio era cuatro veces más elevada que en las rocas terrestres típicas. Se halló que en las rocas lunares el titanio es más del doble de lo común que en las rocas terrestres más ricas en titanio. No los elementos en sí sino las combinaciones de elementos hallados en las rocas lunares ciertamente fueron “no terrenales.” Como dijo un selenógrafo: “Es el mismo alfabeto pero una gramática diferente.”
Un descubrimiento hecho por el Apolo 12 en 1969 fue la existencia de un campo magnético lunar. Las primeras astronaves no tripuladas no habían detectado esto.
Se halló que la temperatura en la Luna oscila entre 170 grados centígrados bajo cero y 120 grados centígrados sobre cero. Un hoyo perforado en la Luna reveló un aumento constante de temperatura con la profundidad, aproximadamente 0,6 décimas de grado centígrado por cada 30 centímetros. Pero todavía hay algunas dudas en cuanto a si el centro de la Luna está parcialmente fundido o relativamente frío. La observación sísmica ha señalado a un centro parcialmente fundido. Sin embargo, la información obtenida con magnetómetros sobre la superficie lunar y en la órbita lunar ha hecho que algunos científicos crean que ésta tiene un interior relativamente frío.
En cuanto a la búsqueda de vida que haya evolucionado más allá de la Tierra, los alunizajes han hecho claro que no se ha encontrado nada que ni siquiera se parezca remotamente a la vida. Se hicieron estudios microscópicos para hallar algún material vivo, previamente vivo o fósil. No se encontró ninguno sobre la Luna.
¿Se ha preguntado usted acerca de la edad de la Luna? Se calculó que las rocas tomadas de los primeros viajes de las misiones Apolo tenían de 3,3 a 3,7 mil millones de años de edad. Sin embargo, se calculó que una roca del tamaño de un limón tenía una edad de 4,6 mil millones de años. Se calculó que el suelo de la Luna tiene una edad de 4,2 a 4,9 mil millones de años. Science World del 16 de febrero de 1970, comentó: “Varios investigadores confirmaron que la Luna tiene unos 4,6 mil millones de años de edad. La Tierra y los meteoritos tienen aproximadamente la misma edad.”
Así es que el consenso es que la edad de la Luna es igual a la del sistema solar, una confirmación notable de Génesis 2:4, que indica que la Tierra y los cielos fueron formados en el mismo período de tiempo.
No puesta en órbita por casualidad
Otro descubrimiento de las hazañas espaciales es éste: La Luna no pudo haber sido puesta en su órbita por casualidad o accidente. Comentando acerca de este descubrimiento William Roy Shelton dice en el libro Winning the Moon:
“Es importante recordar que algo tuvo que poner a la Luna en o cerca de su actual trayectoria circular alrededor de la Tierra. Tal como una astronave Apolo que gira alrededor de la Tierra cada 90 minutos a una altura de| ciento sesenta kilómetros tiene que tener una velocidad aproximada de 29.000 kilómetros por hora para permanecer en órbita, así algo tuvo que proporcionarle a la Luna la velocidad precisa que necesita para su peso y altitud. Por ejemplo, no pudo haberse desprendido de la Tierra a cualquier velocidad o dirección. Descubrimos esto cuando comenzamos a tratar de poner en órbita satélites artificiales. Descubrimos que a menos que el propuesto satélite llegara a cierta altura a cierta velocidad en cierto curso paralelo a la superficie de la Tierra, no tendría la necesaria fuerza centrífuga para mantener el delicado equilibrio con la gravedad de la Tierra que le permitiría permanecer en la órbita deseada.”
“Por ejemplo en el antiguo Cabo Cañaveral en la noche del 5 de marzo de 1958 observé el despegue del Explorador 2 que había sido programado como el segundo satélite que los Estados Unidos pondrían en órbita con buen éxito. Todo funcionó perfectamente hasta que la cuarta y última etapa trató de obtener la precisa velocidad, altitud y rapidez requeridas. En esta ocasión no se logró la difícil combinación y nuestro propuesto satélite muy pronto volvió a caer en la atmósfera terrestre. . . .
“La velocidad orbital requerida cambia cada vez que se altera o la altitud o el peso del propuesto satélite y los objetos más alejados de la Tierra requieren más tiempo para dar la vuelta a la Tierra. Para la distancia y peso de la Luna, ese tiempo, llamado el período orbital, es aproximadamente de 27,3 días. El punto —y es uno que raramente se menciona al considerar el origen de la Luna— es que es extremadamente improbable que cualquier objeto sencillamente tropiece con la correcta combinación de factores que se requieren para permanecer, en órbita. ‘Algo’ tuvo que poner a la Luna en su altitud, en su curso y a su velocidad. La pregunta es: ¿qué fue ese algo?”
¿Es “ese algo” que puso a nuestra Luna en una órbita permanente una fuerza desprovista de inteligencia? Bueno, considere no solo nuestra Luna, sino, al mirar en el espacio, todos los cuerpos celestes. Vemos a la materia en movimiento. ¿Cómo llegó a suceder esto, especialmente en vista de que un cuerpo de materia al ser dejado solo queda inmóvil, inerte? Y para que la materia sea puesta en movimiento, ¿no tiene que recibir un empujón, un impulso. Lo que es más, esta fuerza que la empuja tiene que venir de afuera, puesto que la materia no es autoimpulsante.
A medida que observamos estos cuerpos materiales en el espacio, notamos que, interesantemente, su curso de movimiento es circular. Y tan maravillosamente regular y preciso es su movimiento orbital que los hombres pueden navegar por medio de observar el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas. Se pueden hacer cálculos con mucha anticipación de la exacta posición de un cuerpo celeste a cualquier tiempo señalado. Dice la World Book Encyclopedia: “El navegante de a bordo lleva consigo un libro intitulado el Nautical Almanac. Este libro da la posición exacta de cada cuerpo celeste en tiempos y fechas exactas. Suministra la posición del cuerpo celeste como si éste fuera a caer a la Tierra en cualquier instante. Por medio de observar la dirección, o rumbo de una estrella, y midiendo su ángulo de altura sobre el horizonte, el navegante puede calcular cuán lejos está de la posición terrestre de la estrella.”
Cuando consideramos todas estas cosas —la materia en movimiento, movimiento circular preciso, y así por el estilo— la indicación es que hay una fuerza exterior reguladora, guiadora; es decir, alguien que conoce la precisa velocidad, altitud y rapidez que necesita un cuerpo celeste para estar en una órbita permanente. Debe haber un Legislador que dirige el movimiento de esta materia que de otra manera es inerte. Tiene que haber una inteligencia que hace que estos cuerpos, como nuestra Luna, permanezcan en sus órbitas.
Así es que vemos que esta fuerza responsable por el movimiento de la materia no pudiera ser solo “algo” desprovisto de inteligencia. Tiene que haber un Diseñador inteligente que puso todos estos cuerpos de materia en su relación el uno con el otro, y que los coordinó de modo que no haya una colisión o choque. El célebre científico Alberto Einstein dijo una vez: “Me basta contemplar el misterio de la vida consciente perpetuándose a través de toda la eternidad; reflexionar sobre la estructura maravillosa del universo, que podemos percibir solo oscuramente, y tratar humildemente de comprender siquiera una parte infinitesimal de la inteligencia manifiesta en la naturaleza.”
Así es que toda la “naturaleza,” como la llaman los científicos mundanos, denota inteligencia. Y donde hay inteligencia, hay una personalidad ligada a una persona. Y esa Persona, que es la gran fuerza responsable por el movimiento de la materia, inerte de por sí, le dio el empujón inicial y la dirigió en su movimiento de curso circular. Cuando consideramos los enormes cuerpos que están en movimiento, ésta debe ser una persona Poderosa.
En la Santa Biblia a esa persona se le llama “Dios.” El antiguo salmista reconoció que los cielos tuvieron que tener un Diseñador y Hacedor: “Los cielos están declarando la gloria de Dios.” Y el apóstol cristiano Pablo también llegó a la misma conclusión cuando declaró: “Por supuesto, toda casa es construida por alguien, mas el que construyó todas las cosas es Dios.”—Sal. 19:1; Heb. 3:4.
Es con respecto a este Personaje inteligente, que determinó la relación que el Sol y la Luna tendrían con la Tierra, que la Biblia dice: “Procedió Dios a hacer las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas.”—Gén. 1:16.
Hecha para ser una “lumbrera menor”
Otro sobresaliente descubrimiento de la exploración lunar es que la Luna fue diseñada para ser una “lumbrera menor.” La exploración de la Luna reveló lo que se ha llamado una “sorprendente abundancia de vidrio.”
Un examen de la superficie lunar ha llevado al cálculo de que aproximadamente el 50 por ciento de su “suelo” consiste de minúsculas partículas de vidrio. El vidrio puede encontrarse en diferentes formas. Parte de éste es redondo; parte es elíptico; parte tiene la forma de lágrima o la forma de haltera. Las esferas de vidrio varían en tamaño desde menudas motitas hasta cuentas muy pequeñas, y son extremadamente lustrosas cuando la luz da en ellas.
Hasta las rocas de la Luna muestran que fueron hechas para reflejar la luz, pues están picadas con hoyitos forrados de vidrio. Cuando el investigador explorador espacial W. R. Shelton vio por primera vez las rocas lunares, dijo que contempló una roca del tamaño de un limón enjoyada con fragmentos de vidrio: “El material fundamental de la roca se parecía a un carbón gris. Un hombre que estaba cerca de mí dijo que si hubiera tropezado con ella en un parque de estacionamiento, no se hubiera molestado en recogerla. Pero yo sí lo hubiera hecho. Instantáneamente hubiera quedado intrigado por los fragmentos brillantes que me miraban, casi como si tuvieran vida.”—Winning the Moon.
Sí, ¡algunos de los esferoides de vidrio fulguraban en la gris roca lunar como si fueran pequeños diamantes! Y algunas de las rocas están cubiertas de gotas de vidrio esparcidas y parecían estar satinadas.
El que tanto de la superficie lunar esté compuesta de vidrio es raro, pues el vidrio que se halla naturalmente en el suelo de la Tierra es muy poco. ¿Por qué, entonces, hay tanto vidrio en la Luna? Porque la Santa Biblia revela que Dios hizo la Luna para servir como una “lumbrera menor” o una ‘luz nocturna.’ Las diminutas cuentas de vidrio actúan como las cuentas de vidrio de los reflectores a la orilla del camino que atrapan la luz de los faros de los automóviles y relucen brillantemente. El vidriado de las rocas también contribuye a las propiedades reflectoras de la Luna, como lo hace el forro vidrioso de los hoyitos de las rocas.
De hecho, los descubrimientos hechos con relación a la Luna confirman lo que la Biblia dice acerca de ésta: Que fue creada por Dios, que sería de provecho para el hombre y serviría como una lumbrera.
Los cohetes del hombre han ido más allá de la Luna, hasta a otros planetas. ¿Qué han descubierto estas sondas interplanetarias?
[Ilustración de la página 6]
De sus hazañas espaciales los hombres aprendieron que para poner un cohete en órbita alrededor de la Tierra se requiere precisión, altitud y velocidad. ¿Qué hay entonces de la Luna en su órbita alrededor de la Tierra? Ésta también requiere una precisión que no pudo haberse producido por accidente
[Ilustración de la página 8]
Un secreto que los hombres aprendieron fue que glóbulos vidriosos como éste aumentado 3.300 veces, componen más del 50 por ciento del suelo de la superficie lunar