¿Qué hay de los “hombres-monos”?
SIN embargo, ¿qué hay de los informes a través de los años de que se han descubierto restos fósiles de hombres parecidos a monos? ¿No son prueba de transiciones entre los monos y los hombres?
Si esto fuera cierto, ¿entonces por qué es que actualmente sigue en existencia la familia “inferior” del mono, pero ni una sola de las clases de “hombres-monos,” que supuestamente eran superiores? ¿No debería haber sobrevivido a los monos inferiores por lo menos una de esas clases superiores? Pero en la actualidad vemos chimpancés, mandriles, orangutanes, gorilas y hasta monos en abundancia, pero ningún “hombre-mono” superior.
Desde el punto de vista de la evolución, es extraño que cada uno de los “eslabones” entre los monos y el hombre moderno haya desaparecido, pero no los monos inferiores. Sin embargo, no es del nada extraño si vemos el registro desde el punto de vista de la Biblia. La Biblia muestra la razón sencilla de por qué no existen eslabones en la actualidad: jamás existieron.
Brecha gigantesca
No se puede negar que entre las cosas vivas de la actualidad observamos una brecha gigantesca entre el género humano y cualquier animal. En Populations, Species and Evolution, un evolucionista, el profesor Ernst Mayr de la Universidad de Harvard, declara:
“No se puede hacer una equivocación más trágica que considerar al hombre como ‘un mero animal.’ El hombre es singular; se diferencia de todos los otros animales en muchas propiedades, como el habla, tradición, cultura, y un período de crecimiento y cuidado paternal enormemente prolongado.”
La unicidad del hombre no puede explicarse por medio de la evolución, porque ese proceso ciertamente debía haber resultado en que por lo menos otras pocas cosas vivas tuvieran cualidades algo parecidas a las humanas. Pero ese no es el caso. De todas las criaturas en la Tierra, solo los humanos son capaces de un razonamiento abstracto, de usar idiomas complejos, acumular y edificar sobre el conocimiento y transmitir las mejoras a sus hijos. Solo los humanos inventan y mejoran herramientas. Solo ellos aprecian la belleza, componen música y pintan cuadros.
Además, en contraste con los animales, solo los humanos tienen un sentido moral innato. Es cierto, pueden pervertirlo o hasta ir en contra de él, pero aún así tienen la facultad de la conciencia. Es por eso que en todas las sociedades humanas, aun en las ateas, hay leyes que protegen la moral, la vida humana, la propiedad y otros derechos. Pero en ninguna parte vemos esa conciencia entre los animales.
Sí, por lo general se admite que en la actualidad existe esta brecha gigantesca entre la humanidad y los animales. Pero, ¿fue siempre así? ¿Qué hay acerca de esos “hombres-monos” que se supone vivieron en el pasado?
Fósiles de “hombres-monos”
A juzgar por todas las historias que aparecen en los periódicos, revistas y libros, y por las exhibiciones en los museos, parecería que hay evidencia abundante para mostrar que el hombre moderno evolucionó de criaturas parecidas a monos. Eso es lo que en general cree el público ingenuo. Pero, ¿es ése realmente el caso?
Richard Leakey, director del Museo Nacional de Kenia, quien es muy conocido en el campo de la antropología, declaró recientemente: “Los que trabajan en este campo tienen tan poca evidencia sobre la cual apoyarse para basar sus conclusiones que frecuentemente tienen que cambiar de conclusiones. Así es que nunca parece haber ninguna estabilidad en las interpretaciones.”
A pesar de la escasez de evidencia fósil para la evolución, en años recientes los evolucionistas por lo general han concordado en una línea de ascendentes desde el mono hasta el hombre. Un eslabón vital en su cadena fue la criatura llamada Australopiteco, del cual se hallaron fósiles en África. Tenía un pequeño cráneo, una quijada pronunciada, y se le representó encorvado y de apariencia simiesca.
La evolucionista Ruth Moore declaró de él: “Según toda la evidencia los hombres al fin habían encontrado a sus por mucho tiempo desconocidos, primitivos antepasados.” Ella dijo enfáticamente: “La evidencia fue abrumadora . . . el eslabón perdido por fin había sido hallado.” En 1971 el Times de Nueva York declaró: “Fue Australopiteco . . . el que con el tiempo evolucionó en el Homo sapiens, u hombre moderno.”
El evolucionista Stebbins dijo también: “Los antepasados inmediatos del Homo [hombre] fueron los australopitecos.” La mayoría de los científicos en el campo de la evolución concordaron. Como lo señaló el Times de Los Ángeles en 1972: “La actual teoría evolucionaria sostiene que el Homo sapiens —el hombre moderno— evolucionó dentro del pasado millón de años de Australopiteco, un fósil con las características tanto del mono como del hombre.”
Pero, porque quizás haya una similitud en la estructura ósea entre una criatura simiesca y el hombre moderno, ¿significa eso de que están emparentados? Es igual que si una persona hoy día examina los huesos de un chimpancé y después los de un humano, que han muerto recientemente, y entonces llega a la conclusión de que uno vino directamente del otro. Pudiera afirmarlo, pero no sería cierto.
Pero cualquier teoría que se base sobre una evidencia endeble e inexistente, o un razonamiento superficial, tarde o temprano es reducida a la nada. Frecuentemente ha sucedido así con muchos ejemplos pasados de supuestos “hombres-monos.” Así, también, pudiera suceder ahora con el Australopiteco, solo unos pocos años después de que se haya afirmado dogmáticamente que era el más vital de todos los eslabones perdidos.
Para fines de 1972, Richard Leakey y su equipo hallaron en África un cráneo y los huesos de la pierna de una criatura que se dice vivió al mismo tiempo que el Australopiteco. ¡Pero se afirma que ésta tiene características humanas!
Con respecto al nuevo hallazgo, el East African Standard de Nairobi, Kenia, dijo:
“No solo el tamaño y la forma del cerebro de este nuevo hallazgo, sino también los huesos de las extremidades que se encontraron en los sitios arqueológicos que los expertos están ahora investigando en East Rudolf se parecen notablemente a los del hombre moderno.
“Y son estos descubrimientos que han arrojado nueva luz sobre la teoría de la evolución humana que requerirán una completa revaluación y modificación de la interpretación de los ejemplares de hombre primitivo previamente conocidos.”
Como resultado de este hallazgo, Leakey dijo a los periodistas que el Australopiteco “puede ser excluido de nuestra línea de antepasados.” Y el Daily News de Nueva York informó: “[Leakey] dijo que el descubrimiento hará necesario abandonar la teoría de la evolución del hombre que ahora se acepta comúnmente.” La conclusión fue: “El Homo sapiens [el hombre] no evolucionó del Australopiteco.”
Sin embargo, prescindiendo de cuál fósil antiguo sea colocado entre los antepasados del hombre, ¿no son simiescos, bestiales y de expresión estúpida? ¿No indica esto una evolución de un antepasado parecido a un mono?
Es cierto, así es como se les describe. Pero, ¿cuál es la base para esto? En The Biology of Race se nos dice: “La suposición de la bestialidad y la baja moralidad de diferentes personas se ha hecho patente en los esfuerzos de los paleontólogos por reconstruir a los hombres fósiles.” Entonces declara: “La carne y el cabello en esas reconstrucciones tienen que ser añadidas recurriendo a la imaginación.”
Así es que la apariencia bestial que se les da a los hombres anteriores no se basa en hechos, sino en la suposición de que así deben haber parecido si hubieran descendido de los monos. Reconocidamente la reconstrucción simiesca resulta solo de la imaginación, la fantasía de los científicos que están determinados a sostener la teoría de la evolución aunque esto signifique engañar al público en general.
La verdad es que es imposible determinar el parecido de una persona basándose en el cráneo u otros huesos. Este es el caso si el esqueleto de un hombre tiene solo cuatro años, o cuatro mil años de antigüedad. Los ojos, nariz, piel, cabello —de hecho todos los rasgos externos— no se preservan en los fósiles antiguos.
Es por eso que la publicación supracitada reconoce que con respecto a esos rasgos externos, “no sabemos absolutamente nada de ningún hombre prehistórico.” En vista de esto, ¿cuán honradas diría usted que son esas reconstrucciones bestiales?
Sin embargo, debido a evidencia reciente que muestra que muchos humanos primitivos tuvieron una cultura relativamente elevada, están ocurriendo algunos cambios de opinión. Como declara The Biology of Race: “Más recientemente los restauradores han comenzado a mostrar una tendencia a elevar las formas de los primeros hombres.” El Times de Nueva York dijo:
“Ahora parece que los hombres que vivieron en las cavernas de piedra caliza esparcidas por Europa, desde 32.000 a. de la E.C. hasta hace unos 10.000 años eran de modo innato muy semejantes a nosotros. De hecho, algunos antropólogos arguyen que eran más altos que el hombre moderno y que poseían cerebros más grandes.”
Así es que, una mirada veraz al registro nos dice esto: la brecha colosal entre el hombre y las bestias que es tan obvia en la actualidad siempre existió. Cualquier esfuerzo de poner a criaturas simiescas en la línea del hombre es un mito. Como dijo New Scientist, no hay “suficiente evidencia de materiales fósiles para sacar nuestra teorización de la región de la fantasía.”
La verdad es lo que muestran los hechos, que Dios creó al hombre separado y distinto de los animales, y que el hombre solo se reproduce según su género. Lo hace así en la actualidad, y siempre lo hizo en el pasado. Cualquier criatura simiesca que haya vivido en el pasado perteneció al género de los monos, no al género humano. Los fósiles de los hombres verdaderos sencillamente fueron variedades del género humano, tal como hoy día conviven muchas variedades o razas.
De lo que hemos visto, los más recientes descubrimientos científicos definitivamente no apoyan la enseñanza de la evolución. La evolución no le ha hecho frente al desafío que hicieron surgir estos descubrimientos científicos, porque no es verdad.
Pero el desafío al cual se enfrenta la evolución tiene otro aspecto más. Por ejemplo, merece atención cuidadosa el efecto de la evolución en el clima moral del mundo. Además, ¿qué esperanza ofrece la evolución para el futuro?
Las respuestas tienen que ver con usted.