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  • Al enfrentarse a la amenaza de violación

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¡Despertad! 1974
g74 22/6 págs. 13-16

Al enfrentarse a la amenaza de violación

“VIOLACIÓN: El crimen que crece más rápidamente.” Ese fue el título de un artículo publicado en una de las principales revistas para mujeres estadounidenses en el verano de 1973.

No puede haber dudas acerca de la exactitud de esa declaración. La ciudad de Nueva York vio un aumento de casi 4 por ciento en 1972 en comparación con 1971. Seattle, Washington, ha presenciado un aumento de 400 por ciento desde 1963. Y esas son las cifras a pesar del hecho de que, según cálculos conservadores, del 75 a 80 por ciento de las violaciones no se informan a la policía.

La violación es la relación sexual ilícita sin el consentimiento de la mujer y se efectúa por la fuerza. Muchas veces resulta en enfermedad venérea, embarazos no deseados o en daño físico que dura por toda la vida. Lo que es más, se ha dicho que “psicológicamente, la violación es el más traumático de los crímenes en contra de las mujeres, y para muchas víctimas, la investigación policial que le sigue es aun más quebrantadora”... sin duda una razón por la cual no se informan más violaciones a la policía. “Ocupa el primer lugar en la lista de crímenes que teme una mujer y el último en la lista de los crímenes de los cuales la víctima quiere hablar,” dice un informe, y “las mujeres nunca lo olvidan.” Como lo expresó un oficial policíaco de la ciudad de Nueva York: “Uno tiene que ser mujer para comprender la conmoción que ha experimentado una víctima de violación.”—Time, 23 de abril de 1973.

¿Qué puede hacer una mujer cuando se enfrenta con un violador? El superintendente delegado J. M. Jordan del Departamento de Policía de Boston declaró que “un grito prolongado y fuerte” puede ser la mejor arma de la mujer. Un artículo que dice a las mujeres cómo resguardarse de tales ataques concluye con un consejo similar: “La técnica es sencillamente sorprender a su atacante a fin de poder huir; trate de evitar, no incitar, una lucha hasta el fin. Y grite, grite, grite tan fuerte como pueda.”—Revista McCall’s, julio de 1973.

¡Grite! ¡Grite! ¡Grite! ¿Es ése un buen consejo? Ciertamente que lo es. Se puede ver exactamente cuán buen consejo es éste, por lo que sucedió el 12 de noviembre de 1973 en uno de los más grandes hoteles de Brooklyn, Nueva York.

Amenazada con violación

El violador era un hombre bien vestido. Tenía el físico de un jugador de fútbol, con más de un metro ochenta de alto y de unos 110 kilos de peso. Tomó el ascensor hasta el décimo piso del hotel y allí comenzó a molestar a una residente de edad mediana, que se las arregló para escapar de sus garras por medio de gritar. De inmediato ella llamó a la policía, la cual vino pero no pudo localizarlo en el edificio, pues él había huido a pisos más bajos.

En el segundo piso vio a dos jóvenes amas de llaves que le preguntaron si le podían ayudar. “Sí, pueden,” les dijo, y, extrayendo un arma, les ordenó que entraran en una de las habitaciones, hecho lo cual cerró con llave la puerta. Les aseguró que no les pasaría nada en tanto que no hicieran ningún ruido. Dijo que necesitaba un lugar para esconderse hasta que las cosas se calmaran en la planta baja y que las retendría por una hora.

Estas dos jóvenes eran ministras cristianas, así es que comenzaron a conversar para aliviar la tensión. Una de ellas preguntó si podían leer mientras esperaban. Él respondió afirmativamente, así es que ella tomó una ayuda para estudiar la Biblia que estaba a su alcance, le dio otra a la otra joven y comenzó una consideración de la Biblia acerca del tema de cuánto tiempo había predicado Noé antes que viniera el diluvio, un tema que había surgido el día anterior en su ministerio cristiano del campo. Ella señaló que tuvo que haber sido alrededor de cuarenta años, pero el hombre pensó que habían sido aproximadamente 200 años. De esa consideración pasaron a temas como el nombre de Dios, Jehová, y el reino por el cual Jesús enseñó a orar a sus seguidores. También le dijeron que eran testigos cristianas de Jehová y acerca de la elevada norma de conducta que tienen los Testigos. Las dos mujeres no estaban particularmente asustadas, porque aquello se parecía mucho a una típica consideración bíblica que estas jóvenes frecuentemente tienen, especialmente debido a que el hombre continuó expresando sus propias opiniones acerca de esos temas.

Pero después de unos cuarenta y cinco minutos las cosas repentinamente tomaron un giro inquietante. Él miró su reloj y dijo que las tendría que atar para tener tiempo de escapar. Aunque le aseguraron que no era necesario, le ordenó a una de ellas que se sentara en el piso de una alacena, después de lo cual le ató los pies con una corbata, y sus manos detrás de la espalda. Entonces apagó la luz de la alacena y cerró la puerta. Ordenó a la otra que entrara dentro del cuarto de baño pero entonces cambió de idea y, advirtiéndole que no gritara o diera alaridos, estiró la mano hacia el cierre de la blusa de ella. Ella exclamó: “¡No! ¡No! ¡Eso no!” y le dijo que si la llegaba a tocar ella gritaría como él nunca había oído gritar a nadie antes y que si iba a disparar podía disparar ahora porque si ella no gritaba de cualquier manera estaría como muerta.

Ella le dijo que el matrimonio era honorable ante Dios y que ella estaba casada, pero lo que él quería hacer no era honorable. También, que si ella no gritaba arruinaría su relación con Jehová Dios y la congregación cristiana; que entonces ella sería expulsada o excomunicada de la congregación y que esto sería para ella peor que la muerte. Él miró extrañado. No comprendió y por eso le pidió que repitiera lo que había dicho, lo cual ella hizo, asustada y temblando como estaba. Según ella explicó más tarde: “La situación me daba asco y el solo pensar en ello me repugnaba tanto que yo sabía lo que tenía que hacer.” Después de todo esto él trató otra vez de abrazarla, a lo cual ella se apartó, diciendo: “No me toque ni se me acerque.”

Esto trae a la mente una declaración que hizo el departamento policíaco de Dallas, Texas, a saber, que “las mejores defensas de una mujer” son, entre otras cosas, “su presencia de ánimo” y “un grito.”

Sí, esta joven en el hotel en Brooklyn se valió de su presencia de ánimo usando valerosamente su conocimiento de la Biblia, para distraer de sus malas intenciones a este hombre que quería violarla. Como resultado, no persiguió su fin con estas dos jóvenes, sino que se fue después de ordenarles que no dejaran la habitación por quince minutos.

Frustrado por segunda vez, este violador no se dio por vencido. Saliendo al pasillo, vio a otra joven y comenzó a trabar conversación con ella, preguntando dónde estaban los ascensores, la clase de habitaciones del piso, y así por el estilo. De súbito se acercó a ella y trató de empujarla dentro de una de las habitaciones cuya puerta estaba abierta.

¿Qué podía hacer ella? Él tenía unos treinta centímetros más de altura que ella y por lo menos pesaba el doble. Ella hizo lo que la Biblia indica que una joven debe hacer: gritó, más fuerte de lo que jamás había gritado antes. (Deu. 22:23-27) Esto fue completamente inesperado para el violador. Asombrado, corrió abajo por las escaleras al final del pasillo.

Mientras las tres jóvenes relataron su historia en la estación de policía, sus oyentes, que aumentaron de tres a ocho hombres y dos mujeres policías, se maravillaron ante lo que oyeron. No podían creer que dos de estas jóvenes hubieran hablado acerca de la Biblia a un hombre que quería violarlas. Una de las funcionarias pidió más información acerca de las creencias de los testigos de Jehová y declaró que si más mujeres adoptaran una posición tan determinada y firme habría menos de esos crímenes.

¿A qué se debe el aumento?

La experiencia anterior en un hotel de Brooklyn el noviembre pasado es solo un ejemplo de este crimen social que está aumentando por todas partes. Y ese aumento es muy real. Como el redactor de Campus Law Enforcement Journal de Estados Unidos dijo acerca de este aumento: “No es solo una cuestión de que más mujeres lo informan. Ha sucedido.”

Sin duda una de las principales razones de las violaciones siempre ha sido el egoísmo extremado de hombres que rehúsan dominar su instinto de aparearse. Según lo explicó el Dr. Ralph Garofalo, del Centro del Diagnóstico y Tratamiento de Personas Sexualmente Peligrosas de Massachusetts: ‘los hombres normales hallan un escape socialmente aceptable a sus deseos, mientras que los violadores pierden de vista toda consideración moral o legal.’ Pero, ¿a qué se debe el gran aumento de violaciones en tiempos modernos y en años recientes?

Considerando las razones, un funcionario policial de Seattle, Washington, a cargo del departamento de investigación de los crímenes sexuales declaró: “Nuestro entero clima moral, nuestra actitud hacia el sexo y la indumentaria de las mujeres tienen que ser las causas.” Él también declaró que la ‘creciente exposición a la pornografía ha contribuido al aumento en las violaciones que se informan.’

Las mujeres tienen que compartir la culpa. Para empezar, hasta la edad de cinco o seis años, el período más vital, las personalidades de los niñitos son moldeadas mayormente por las mujeres, sus madres. Y a medida que crecen, por lo general es la madre la que tiene las mejores oportunidades de inculcar en su hijo respeto por las mujeres, tanto por palabra como por ejemplo. Pero demasiadas madres han estado lejos de hacer esto. Especial y específicamente son dignas de culpa esas parientas, tales como una tía o hasta una madre, que han usado a los niños como juguetes sexuales, iniciándolos por lo tanto en un camino que los lleva a tener sentimientos agresivos para las mujeres.

Una nueva estrella cinematográfica norteamericana que se propone ocupar el lugar que una vez tuvo el anterior símbolo sexual de los Estados Unidos se jacta acerca de sus encantos y acerca de su habilidad de excitar a los hombres por medio de exhibirse en las películas. Actrices de esa clase también tienen que compartir la culpa por el aumento de las violaciones, porque después que los hombres las ven en la pantalla frecuentemente salen y atacan a una mujer que quizás sea un modelo de virtud.

No obstante, hay otras causas además de estos factores. El aumento en las violaciones, así como en otros crímenes, subraya el hecho de que estamos viviendo en lo que la Biblia llama “los últimos días,” cuando los hombres serán “amadores de sí mismos, . . . sin tener cariño natural, . . . sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad.” (2 Tim. 3:1-5) Una razón para esto, como lo muestra la profecía bíblica, es que Satanás el Diablo, junto con sus demonios, está influyendo en la mente de la humanidad. Furioso porque el tiempo que le queda es corto, está determinado a corromper toda carne, tal como trató de hacerlo antes del diluvio del día de Noé.—Gén. 6:2-12; Mat. 24:37-39; Rev. 12:7-12; 20:1-3.

El derrotero de la prudencia

En vista de todos estos hechos, ¿qué pueden hacer las mujeres? Ante todo, corresponde a las mujeres ser muy cuidadosas acerca de salir solas de noche, especialmente en ciudades grandes. A principios de 1973 una joven cristiana decidió irse sola a casa tarde una noche, alrededor de las diez, aunque se le advirtió que no lo hiciera. Casi lo logró, pero al dar la vuelta por la entrada trasera de su edificio de apartamentos, fue agarrada por un hombre que la amenazó con un cuchillo. No gritó y fue violada.

El Times de Nueva York, del 26 de noviembre de 1973, relató acerca de dos jovencitas de quince años que fueron forzadas, poco después de la medianoche, en una tienda por un empleado de la tienda que las retuvo por cuatro horas y a una de ellas la violó repetidamente hasta que vino la policía y rescató a las jovencitas y arrestó al raptor y violador. Pero, ¿por qué debían estar en la calle dos niñas adolescentes alrededor de la medianoche?

Y nunca debería una mujer soltera, ni siquiera dos, arriesgarse a que la lleve en automóvil un desconocido. Muchas lo han hecho, y no solo han sido violadas, sino hasta asesinadas.

Además, en vista del modo en que piensan muchos hombres, cada mujer virtuosa debe ser cuidadosa en vestirse modestamente. Según el teniente de policía a cargo del departamento que trata con esos crímenes en Seattle, Washington, las mujeres que “muestran todo” del modo que visten se hacen más vulnerables a la violación. “Uno no puede anunciar la mercadería y no esperar compradores . . . Un poco de modestia,” sostiene él, evitaría algunas violaciones.

Innegablemente, la prudencia puede ayudar grandemente a aminorar la posibilidad de que se ataque a una mujer.

Ciertas feministas son partidarias de que las mujeres aprendan karate, pero, ¿es ese un buen consejo? Concerniente a esto, el sargento de policía Maxwell de Dallas, Texas, declara: “Las técnicas del judo y karate son muy complicadas y por lo general sencillamente no hay suficiente tiempo para usarlas.” Y también declaró que para que esas técnicas fueran útiles en tiempo de peligro sería necesario practicarlas continuamente. Lo que es más, el Medical Tribune, del 21 de noviembre de 1973, bajo el encabezamiento “Dos médicos de Atlanta enfatizan los peligros de los ‘martillazos’ de karate,” relató de mujeres que sufrieron daño en el hígado y el páncreas tratando de aprender karate. Un paciente se lastimó la retina y un muchacho de dieciocho años murió de una patada en el pecho mientras tomaba parte en una clase de entrenamiento para karate patrocinada por el municipio.

En vez de depender de la fortaleza física, cada mujer virtuosa debe ejercer gran precaución para evitar cualquier situación que pudiera exponerla a la amenaza de la violación. Y debería fortalecer su mente con la firme resolución en cuanto a qué hacer al enfrentarse con tal prueba. La Biblia y la literatura que la explica, como la que distribuyen los testigos de Jehová, son muy útiles en este asunto. Como declaró una de las tres mujeres que se mencionaron anteriormente: “Estuvimos tan agradecidas a Jehová Dios por la ayuda y fortaleza que nos dio. También apreciamos lo que su organización visible hizo al instruirnos en cuanto a cómo comportarnos en una situación como ésa.”

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