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¡Despertad! 1974
g74 22/7 págs. 22-26

Beneficiándose de la historia

SEGÚN una definición, la historia es un registro de los acontecimientos del pasado del hombre. Por supuesto, hay más de una manera de considerar esa historia. Por una parte, se dice que los que rehúsan aprender del pasado están condenados a repetirlo. Por otra parte, muchos ahora aseguran que la ‘historia es palabrería vana.’

Hay algo de verdad en ambas opiniones. Si una persona puede aprender del pasado para evitar errores y dirigir su vida de un modo prudente, la historia le ha sido de beneficio. Sin embargo, la historia puede usarse para extraviar. Hace una generación los nazis usaron una versión tergiversada de la “historia” para tratar de fortalecer su mito acerca de una “raza superior” germánica. Esto contribuyó al desastre y a la muerte de millones.

Para beneficiarse de la historia uno tiene que tener una perspectiva apropiada del pasado. ¿Cómo se obtiene?

Fuentes de la historia

Muy primordialmente, por medio de considerar la fuente verdadera de la información que se lee. ¿Por qué decimos eso? Porque por lo general lo que está escrito en un libro de historia moderno se refiere a cosas que sucedieron mucho antes que naciera el autor de ese libro. Él tiene que depender de información del pasado transmitida de un modo u otro. Puede aprender unas pocas cosas de la arqueología o geología. Pero por lo general la fuente ideal de información es un registro escrito, y, preferiblemente, uno compilado por un testigo presencial de los acontecimientos que relata.

Por ejemplo, si un historiador moderno alude a la vida de cierto César romano, uno podría preguntarse: ¿De dónde obtuvo su información? Tal vez vino del biógrafo romano del siglo segundo Suetonio. Suetonio mismo vivió bajo los Césares y también parece que tuvo libre acceso a los archivos imperiales y senatoriales, así como a otros documentos contemporáneos. Por medio de leer personalmente las obras de Suetonio, por supuesto, se aprende lo que ese antiguo escritor dijo en realidad. Por medio de ello uno probablemente va a la fuente más cercana disponible de historia acerca de muchos Césares.

Pero la mayor parte de los registros concerniente a gente y acontecimientos del pasado distante son escasos. Por lo tanto, para hacer un relato coherente de la información disponible es necesario llenar los espacios y de alguna manera hay que unir todo el cuerpo del material. ¿De dónde obtiene el escritor moderno lo que se necesita para ‘llenar los espacios’?

Si es un experto en su materia, podrá hacer conjeturas en cuanto a cómo pueden juntarse en un todo relacionado fragmentos de información aparentemente aislados. ¿Es esto incorrecto? No necesariamente. Facilita la lectura de los libros de historia a la persona de término medio, proveyendo fluidez y coherencia de ideas. Con tal que el historiador informe claramente a sus lectores que tal y tal acontecimiento “quizás” o “posiblemente” o “probablemente” se haya llevado a cabo de tal y tal manera, está siendo sincero y, en un sentido, útil.

Sin embargo, algunos escritores meramente aceptan la interpretación de algún otro de lo que pasó en el pasado y la incorporan en su propio material como un hecho real. No verifican con fuentes más antiguas, de primera mano. Equivocaciones acerca del pasado, sí, falsedades se transmiten de este modo por décadas y se llegan a aceptar como un hecho real, sencillamente porque muy pocos se han tomado el tiempo o se han preocupado lo suficiente como para examinar la autenticidad de las declaraciones.

Considere un ejemplo. A los antiguos babilonios que vivieron hace diez o más siglos antes de la era común a veces se les presenta fascinantemente como poseedores de gran habilidad astronómica. Frecuentemente se les hace parecer como poseedores de un detallado conocimiento de los movimientos planetarios debido a su observación de los cielos. Como resultado a toda la cultura babilonia se le da la apariencia de haber sido altamente desarrollada y complicada. Los pueblos circundantes, por el contrario, se describen como más lentos y se asevera que progresaron solo cuando entraron en contacto con los babilonios. Pero, ¿justifican las fuentes originales esta opinión?

Bueno, no hay duda de que los antiguos babilonios tenían algún conocimiento del tema de la astronomía. El aspecto astrológico de la religión babilonia refleja esto claramente. Sin embargo, el material verídico disponible en lo que respecta a la astronomía de Babilonia se halla sobre tablillas de arcilla. ¿Qué revelan estas tablillas? Un erudito, O. Neugebauer, quien, en su profesión, trata no con lo que otros hombres aseguran acerca de los antiguos documentos de arcilla sino con los mismos documentos reales, dice en The Exact Sciences in Antiquity:

“Difícilmente hay otro capítulo en la historia de la ciencia donde exista una brecha igual de profunda entre la descripción de un período generalmente aceptada y los resultados que han emergido lentamente de una investigación detallada de la fuente del material. . . . La astronomía primitiva de Mesopotamia parece ser imperfecta . . . muy parecida a la astronomía egipcia contemporánea.”

La evidencia muestra que la astronomía babilonia no fue perfeccionada cuidadosamente como una ciencia sino hasta unos pocos centenares de años antes del comienzo de la era común.

Cuando se despoja a los babilonios del aura fascinante de oropel con la cual los han popularizado muchos escritores modernos, los hechos verdaderos se hacen valer. Aunque se sigue mostrando a los babilonios antiguos como civilizados, pierden algo de su supuesto lustre cultural a los ojos de los lectores de historia de la actualidad.

Ese mismo proceso de embellecer el pasado también distorsiona los acontecimientos y relatos biográficos antiguos. Solo por medio de ir a las fuentes más tempranas de historia antigua puede uno estar seguro de hallar los mejores hechos disponibles acerca del pasado. Pero se necesita más que sencillamente hallar registros antiguos para beneficiarse del pasado.

¿Es la fuente correcta?

Aun si actualmente un escritor puede llegar a fuentes antiguas y traducirlas apropiadamente, el punto de vista de la historia que presenta el hombre actual todavía puede ser algo altisonante. ¿Por qué? Porque las fuentes antiguas de las que él mismo depende pueden en sí estar equivocadas.

Recuerde, esos escritores antiguos posiblemente vivieron en un período muy posterior al período en el cual se llevaron a cabo los acontecimientos que describen. O, quizás hayan habitado en una parte completamente distinta del mundo. Así es que, al igual que los escritores de hoy día, ellos, también, se veían obligados a aceptar información de otra gente, ninguna de la cual era perfecta.

Además, hay que notar que los escritores antiguos tenían los prejuicios nacionalistas, las lealtades y sentimientos religiosos que son comunes a todos los hombres. Estos, también, seguramente influyeron en lo que se escribía.

Como un caso que sirve de ejemplo, considere a Tácito, que tiene la reputación de estar entre los más exactos hombres de letras de la antigüedad. Sus cultas opiniones romanas muestran decididamente fuertes prejuicios. Como resultado, parte de la información que él presenta es engañosa.

Así es que, él escribe acerca de los judíos en The Histories (Libro V):

“Algunos dicen que los judíos eran fugitivos de la isla de Creta, que se establecieron en la costa más cercana de África alrededor del tiempo cuando Saturno fue expulsado del trono por el poder de Júpiter. Se trata de hallar evidencia de esto en el nombre. Hay una montaña famosa en Creta que se llama Ida; la tribu vecina, los idaei, llegaron a llamarse judaei por un alargamiento bárbaro del nombre nacional.”

La documentación de los mismos judíos, que revelaba claramente que eso no era cierto, estaba disponible cuando Tácito escribió en el primer siglo de la E.C. Sin embargo en esta consideración él ni siquiera la menciona.

Otro ejemplo de cómo los prejuicios de estos escritores afectaban sus escritos es la controversia que hay acerca de un relato de Josefo. Este escritor judío del primer siglo de la E.C. dice que Alejandro Magno vino a Jerusalén después de su conquista de las ciudades de Tiro y Gaza. Fue recibido con gran pompa y le mostraron las profecías de Daniel acerca de ‘un griego que destruiría el imperio de los persas.’ Se dice que Alejandro se aplicó esta predicción a sí mismo. Por estas razones, Josefo muestra, la ciudad de Jerusalén no fue saqueada por los ejércitos griegos. Por otra parte, Arriano, el más notable biógrafo de Alejandro, no menciona ese acontecimiento. ¿Por qué tal discrepancia entre los dos escritores?

Algunos han argumentado la posibilidad de que se haya debido a un fuerte sentimiento antijudío de parte de Arriano. Por supuesto, el que no mencionara la visita de Alejandro a Jerusalén (si es que ocurrió del todo) no hace a Arriano inexacto; una omisión no es necesariamente un error.

Pero, hay que recordar también que no era extraño que Josefo exagerara la verdad para glorificar a su propia nación judía. Puesto que se considera que cada hombre, Josefo y Arriano, tenía algo de prejuicio, actualmente no podemos afirmar con seguridad si Alejandro visitó a Jerusalén o no.

Debido a las inseguridades relacionadas con parte del material presentado por los escritores antiguos, algunas personas hoy día quizás declaren que todos son intolerantes y completamente inútiles, de ningún beneficio a los estudiantes modernos. Pero ése no sería un análisis completamente apropiado.

No hay razón para creer que sus motivos al escribir eran necesariamente malos. Sin duda frecuentemente escribieron lo que realmente aprendían, sin ninguna intención de falsificar sus informes. Pero aun cuando es obvio que los escritos antiguos están llenos de prejuicios y lealtades personales, cierto material descriptivo y evidencia circunstancial pueden ser correctos y muy valiosos.

En vez de echar toda la historia a un lado como inútil, uno tiene que desarrollar esa importante cualidad... discernimiento.

Discerniendo historia provechosa

Por necesidad, la mayor parte de los lectores modernos tienen que apoyarse en lo que otros han aprendido de la lectura de antiguas fuentes históricas. La persona corriente no tiene tiempo para desenterrar todas las fuentes y compararlas una contra la otra, para determinar la verdad del asunto. Aún así, ella se quiere beneficiar de la historia. Por lo tanto, al leer obras históricas, el individuo discernidor tendrá en mente preguntas como éstas:

¿Cómo usa el escritor los hechos (los cuales pueden ser correctos)? ¿Tiene él algún ‘fin interesado’? ¿Se le pide que crea algo que uno sabe por su propio sentido de justicia que es incorrecto? O, ¿se le dice que acepte como veraces asuntos que uno sabe por experiencia propia que van contra la naturaleza humana? ¿Usa el escritor el pasado de algún modo para glorificar un sistema religioso o político o algún modo de vivir que ya se ha demostrado completamente incapaz de hacer frente a los problemas a los que se enfrenta la humanidad? ¿Hay un esfuerzo de glorificar a una nación o raza indebidamente o rebajar a otra? Si es así, el que tiene discernimiento sabe que definidamente se necesita precaución al leer esas historias.

Sin embargo, hay una fuente de historia antigua a la cual uno se puede dirigir con plena confianza.

La Biblia como historia

Esa historia honrada se halla en la Biblia. Cuanto más intensamente una persona temerosa de Dios estudia la historia más aprecia el valor de las narraciones históricas de la Biblia. Es la historia coherente más antigua a la que el hombre tiene acceso. El historiador H. E. Barnes reconoce: “El honor de haber sido los primeros en producir una verdadera narración histórica de extensión considerable . . . debe asignarse a los hebreos de la antigua Palestina,” los cuales fueron usados para compilar la Biblia.

Pero, algunos preguntan, ¿cómo puede decirse que la historia bíblica es tan sobresaliente? ¿No glorifica a una nación, Israel? ¿No nos pide que creamos lo increíble, aun lo milagroso?

Es cierto que mucho de la Biblia está relacionado con la historia de Israel. Pero, ¿quién puede negar que la presentación que la Biblia da de Israel es honrada? Se reconocen francamente las características malas de Israel, no solo las buenas. Se usa a la nación y a su pueblo para ilustrar las penalidades que sobrevienen a cualquiera que rehúsa vivir según las normas elevadas de Dios. La historia de la Biblia muestra como Dios castigó severamente a Israel, y que con el tiempo desechó completamente a la nación como su pueblo del pacto especial.

No, la historia bíblica no glorifica a ninguna nación o raza terrestre. Más bien, declara llanamente: “En toda nación el que le teme [a Dios] y obra justicia le es acepto.”—Hech. 10:35.

Es verdad, también, que en su historia hay elementos milagrosos. Pero antes de desecharla por esa razón, tenemos que recordar que los marcos en los cuales se hallan estos milagros son definitivamente históricos y creíbles. ¿De qué modo? En que se declara el tiempo y lugar.

Esto se puede ilustrar con el relato histórico de la Biblia acerca de cuando se abrió el mar Rojo para permitir que la nación de Israel saliera de Egipto. Algunas personas hallan este relato, escrito por un testigo presencial, Moisés, difícil de aceptar. Frecuentemente las personas que lo rechazan en realidad nunca han leído el relato atentamente por sí mismas.

Pero el que considera cuidadosamente este material (que se halla en Éxodo capítulos 12-15 hasta el 15) observa que se registran los nombres de las personas y los lugares.—Compare con Números 33:1-8.

El tiempo cuando la permanencia de Israel en Egipto estaba llegando a su fin también se declara: “La morada de los hijos de Israel, que habían morado en Egipto, fue de cuatrocientos treinta años. Y aconteció al cabo de los cuatrocientos treinta años, sí, aconteció en este mismo día que todos los ejércitos de Jehová salieron de la tierra de Egipto.”—Éxo. 12:40, 41; compare con 1 Reyes 6:1.

Así es que, en la historia de la Biblia se incluye un marco plausible de tiempo y lugar para el incidente del mar Rojo. ¿Qué más podía cualquier historiador, prescindiendo del tiempo y lugar en que viva, posiblemente proveer en su relato para probar que él había escrito lo que realmente vio? Nada. ¿Hay base alguna, entonces, para descartar este relato bíblico como no histórico? ¡Por supuesto que no!

Los relatos históricos de la Biblia son confiables. Como ninguna otra historia, enfatizan correctamente la seguridad de la Palabra profética de Dios, la superioridad de sus leyes morales y su continuo interés en la creación. Los hombres que se familiarizan con los tratos del Dios de historia, que se halla en la Biblia, reciben los más grandes beneficios.—Rom. 15:4.

[Ilustración de la página 22]

Suetonio

[Ilustraciones de la página 24]

Tácito

Josefo

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