¿Qué esperanza hay para el recobro económico de Gran Bretaña?
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Islas Británicas
“DE UN día para otro la situación de la Gran Bretaña parece haberse agravado aun más,” escribió el Kurier austriaco acerca del resultado de las recientes elecciones generales en la Gran Bretaña. Estas son palabras duras, pero pocos negarán que la Gran Bretaña ha estado en una grave situación económica desde hace algún tiempo. ¿Cómo surgió esto, y qué le depara el futuro?
La Gran Bretaña, isla que sirve de hogar a cincuenta y cuatro millones de personas, es en su mayor parte un país industrial. Importa alrededor de la mitad de sus alimentos, además de muchas materias primas. Para pagar por esto hay que exportar por lo menos el valor equivalente en sus propios productos y servicios. Como pasa con una familia, pasa con un gobierno, el no pagar los gastos resulta en enfermedad financiera, deuda y las posibilidades de ruina. La Gran Bretaña se ha enfrentado a una serie de crisis económicas desde la II Guerra Mundial, debido a un fracaso bastante consistente en saldar su presupuesto y pagar su deuda. La más reciente crisis económica inglesa fácilmente ha sido la más grave de todas, debido a una variedad de factores.
Antecedentes de la crisis
Aunque los ingleses han aprendido a vivir con crisis, pocos estaban preparados para la brusquedad y el impacto de ésta. El verano de 1973 vio empleo completo por todo el país, a medida que el gobierno conservador se dedicó de lleno a la expansión económica, asegurando a la gente que la solución a sus problemas estaba apenas a un paso, con tal de que hubiera restricción de salarios para mantener bajos los precios de las mercancías que la Gran Bretaña tiene que vender en el extranjero. El otoño de 1973 vio la introducción de la tercera etapa de la norma de salarios del gobierno para impedir que los aumentos sobrepasaran el porcentaje permitido. Sin embargo, pronto se hizo claro que los sindicatos principales no estaban dispuestos a aceptar esta restricción. Afirmaron que los precios estaban subiendo mucho más rápidamente que los salarios y que su nivel de vida estaba disminuyendo. No hay duda de que los precios estaban subiendo rápidamente, como lo sabía cada ama de casa. En enero de 1974 el costo de los alimentos volvió a subir 2,9 por ciento, después de haber subido 20 por ciento durante el año anterior; 53 por ciento desde que el gobierno había tomado el poder en 1970.
Los mineros de carbón, maquinistas de tren, ingenieros, todos exigían grandes aumentos de salario... más grandes de lo que permitía la norma gubernamental. Fue evidente que la Gran Bretaña iba rumbo al familiar modelo invernal de acción industrial.
El petróleo entra a la fuerza
Entonces, apareció un factor completamente nuevo en la escena... uno que iba a tener una influencia muy poderosa. ¡Petróleo!
Los países árabes productores de petróleo anunciaron que usarían el petróleo como un arma política. La producción bajaría, y los precios subirían. Esta nueva política petrolera estremeció toda la tambaleante economía británica.
La industria británica ha estado estrechamente relacionada con el petróleo barato desde la II Guerra Mundial. La producción industrial y el transporte dependen casi completamente del petróleo. Este calienta muchos hogares y la mayor parte de las fábricas. Un aumento grande de los precios del petróleo podría arruinar la economía inglesa.
Siguieron escaseces de petróleo, pero no fueron desastrozas. Los precios, sin embargo, fueron un asunto diferente. Para enero de 1974 el precio del petróleo crudo había aumentado 400 por ciento y los jeques del petróleo del Oriente Medio prometían más aumentos. Aunque el precio de la gasolina para los automóviles y el combustible diesel para los camiones ha aumentado un 20 por ciento y el petróleo para la calefacción un 75 por ciento, la economía inglesa aún no ha recibido todo el impacto de los aumentos de precio del petróleo. Su apretón sin duda se sentirá cada vez más en los meses venideros, a medida que los precios de todas las mercancías que se producen o se transportan por medio de la energía del petróleo aumenten. Tan solo las importaciones de petróleo causarán un déficit en la balanza de pagos de unos £2.000 millones (4.600.000.000 de dólares) este año.
La crisis de energía
A medida que el otoño dio paso al invierno, el problema del petróleo y la disputa de los mineros acarreó una crisis de energía que apretó a la Gran Bretaña como entre dos tenazas.
A mediados de noviembre los mineros proscribieron todo trabajo extra, reduciendo la producción de carbón en un 30 por ciento. Con el carbón como la fuente del 60 por ciento de la energía, y el petróleo proveyendo el resto, la perspectiva era deprimente en el frente de energía de la Gran Bretaña. Al gobierno le pareció que había una posibilidad de una falla total de energía. Apenas dos años antes, una resuelta y unida acción de los mineros en una huelga de siete semanas había obligado al gobierno a capitular. Esta vez el gobierno estaba determinado a ajustarse a su política de ingresos y a no ceder. Los mineros estaban igualmente resueltos a lograr sus aumentos de salarios.
Para principios de diciembre los suministros de petróleo eran inciertos. Se distribuyeron cupones para el racionamiento de la gasolina. Eran corrientes los rumores de que el racionamiento comenzaría con el año nuevo. Se apeló a los conductores para que cancelaran viajes innecesarios; se redujo en todo el país el límite de velocidad de 110 a 80 kilómetros por hora. Aumentaron las escaseces y se formaron largas hileras de automóviles frente a las estaciones de gasolina, las cuales rápidamente vendieron lo que tenían y cerraron. La caza del petróleo se convirtió en cosa de todos los días para muchos motoristas.
En este ambiente de incertidumbre y presagio, el país esperó que el gobierno hallara una solución. El Primer Ministro Edward Heath decidió que se necesitaban medidas severas para conservar las existencias de carbón en las centrales de energía. La industria y el comercio tendrían que establecer una semana laboral de tres días a partir del 1 de enero de 1974. Se hicieron fuertes llamados para economizar en el consumo doméstico. Se pidió a la gente que solo calentara una habitación y que usara menos iluminación. Se dio un nuevo significado a la señal de socorro SOS inventando el lema “Switch Off Something” (desconecte algo).
La industria fue duramente afectada, pero emergió un nuevo espíritu de cooperación entre los patronos y los trabajadores. Los patronos, por una parte, estaban ansiosos de evitar la quiebra de sus compañías, mientras que los trabajadores, por otra parte, querían conservar sus trabajos. Aunque la energía se redujo a un 60 por ciento de lo normal, muchas industrias, por medio del ingenio y el esfuerzo unido, se las arreglaron para mantener la producción en 70 por ciento o más. Por supuesto los trabajadores sufrieron la pérdida de salarios; y los patronos, pérdidas de ganancias. Cientos de miles de trabajadores dejaron de trabajar dos días por semana. Las señales visibles de la crisis de energía se hicieron evidentes a medida que el alumbrado de las calles se reducía a un 50 por ciento en muchos lugares. Las calles oscurecidas recordaban a la generación más vieja de los oscurecimientos de la Gran Bretaña en tiempos de guerra. Aunque parecía que la Gran Bretaña se estaba preparando para un sitio, era un sitio que en realidad nadie quería.
Las discusiones entre el gobierno y los mineros se prolongaron desde diciembre hasta enero. El señor Heath permaneció firme en que no se podía llegar a ningún acuerdo en contra de su norma de ingresos. Los mineros fueron igualmente firmes en que había que satisfacer sus pedidos. Dijeron que, la naturaleza dura, peligrosa y minadora de la salud de su trabajo justificaba su petición. Puesto que los precios ahora por las nubes del petróleo hacían que en comparación el carbón pareciera barato, éste claramente era un tiempo muy favorable para insistir en su demanda.
Durante enero ganó terreno la especulación de que el gobierno buscaría una solución por medio de llamar a elecciones generales. Los mineros rehusaron participar en más discusiones a menos que se les ofreciera más dinero. El gobierno todavía buscó una solución en conversaciones con el Congreso de la Unión de Sindicatos y la Confederación de la Industria Inglesa. Pero el partido laborista de la oposición denunció estas conversaciones como meras maniobras políticas en preparación para una elección, movimientos diseñados para mostrar al gobierno bajo una luz favorable, y a los mineros como militantes obstructivos.
El golpe de gracia
Aunque un invierno templado había mitigado la crisis de energía, se estaba vislumbrando ahora otra crisis... la crisis del acero. Las existencias de carbón en las fundiciones de acero estaban desapareciendo rápidamente y la producción estaba bajando, con la predicción de un cierre total para abril. Así es que, aunque la industria quizás tuviera suficiente energía para trabajar tres días a la semana, pronto llegaría a detenerse por completo debido a la falta de acero.
El golpe de gracia le llegó al gobierno cuando los mineros, insatisfechos con la falta de resultados por su proscripción de diez semanas de todo trabajo extra, votaron, en una vasta mayoría de casi 90 por ciento, declararse en huelga total a partir de la medianoche del 9 de febrero. Incapaz de conceder el pedido de los mineros, debido a su devoción a su norma de ingresos, el señor Heath llamó a una elección general para el 28 de febrero.
La campaña
Los conservadores (Tories), conducidos por Heath, hicieron la campaña bajo el lema publicitario: “¿Quién gobierna a la Gran Bretaña?” Afirmaron que los militantes extremistas de los sindicatos estaban decididos a imponer su voluntad sobre el país en desafío del Parlamento. Heath pidió a los votantes del país que lo volvieran a poner en poder con una fuerte mayoría en el Parlamento, que le diera autoridad para resolver el problema de la inflación.
Sus oponentes del partido laborista, conducidos por Harold Wilson, no perdieron tiempo en llamarla una elección falsa, diciéndole al señor Heath que, a pesar de que había tenido una mayoría en el Parlamento desde 1970, él había fracasado notablemente en resolver la inflación. Criticaron severamente su campaña en contra de los militantes sindicales como una campaña de “rojos bajo la cama” que se proponía asustar a los desprevenidos para decidirlos a seguir la opinión política.
Durante toda la campaña de tres semanas una interminable corriente de censos de opiniones consistentemente pusieron a los conservadores de Heath a la cabeza, con los laboristas unos pocos puntos de porcentaje detrás. Un elemento inesperado fue el resurgimiento constante del partido liberal, el cual, después de cincuenta años en el desierto político, mostró estar ganando un apoyo sustancial.
El resultado
El país, acostumbrado a una política de dos partidos por más de cuarenta años, esperaba que uno de los “dos grandes,” el conservador o el laborista, ganara su acostumbrada victoria bien definida. Hubo gran sorpresa cuando se hizo claro que ningún partido por sí solo obtendría una mayoría. Los laboristas tomaron 301 asientos, con poca diferencia de los conservadores que tomaron 297. Por primera vez desde 1931 ningún partido podría formar un gobierno mayoritario no discutido. El señor Heath intentó una coalición con los 14 liberales en el nuevo Parlamento, pero renunció cuando no pudo obtener su apoyo.
Esto preparó el camino para el señor Wilson, el 5 de marzo, para formar el primer gobierno minoritario en más de cuarenta años. La primera prioridad fue terminar la disputa con los mineros para despejar los obstáculos a la vuelta del trabajo total. Liberados de la norma de ingresos del gobierno anterior, las conversaciones entre la Junta del Carbón y el sindicato de mineros produjo fruto en dos días. Los mineros recibieron la mayor parte de sus demandas; la semana laboral de tres días concluyó a la medianoche del 8 de marzo. Toda la Gran Bretaña respiró con alivio.
¿Qué había logrado la elección? ¿Estaba ahora preparado el camino para un recobro rápido de la enfermedad económica de la Gran Bretaña? La mayor parte de los observadores responden No. Es evidente que los electores habían rechazado a la política del señor Heath. Por otra parte, no le dieron un mandato al señor Wilson. Más de seis millones, el 20 por ciento del total de los votantes, habían apoyado al partido liberal, indicando su desilusión de los dos partidos principales.
Los países europeos vieron el resultado con consternación. “Un gobierno con una minúscula mayoría no puede exigir del país los sacrificios que se necesitan para dominar la situación,” dijo Le Figaro de París. “Los resultados apenas hubieran podido ser peores,” fue el comentario del Frankfurter Allgemeine Zeitung. Il Giorno de Italia declaró que “la misteriosa enfermedad de la Gran Bretaña” ahora no solo era económica sino institucional.
Los comentarios periodísticos ingleses también consideraron sombríamente el futuro. Dijo el Daily Express: “Quienquiera que sea escogido para guiar a la Gran Bretaña a partir de hoy solo podrá saborear su éxito por unas pocas horas. . . . Tendrá que hacer frente a una lista de problemas sin precedentes en los años posbélicos.” El Sunday Telegraph pronosticó un sombrío futuro económico. Señaló: “Acerca de una cuestión no puede haber dudas, a saber, que todos los partidos han enfatizado la condición desesperada de la economía inglesa y la necesidad de apretarse el cinturón y hacer sacrificios en todas partes.”
Los problemas económicos desesperados de los ingleses no son únicos. Se pueden ver en muchas naciones por todo el mundo. La solución no yace en las manos de los políticos o economistas, por muy ansiosamente que la busquen. Jesucristo predijo hace mucho los problemas insuperables del mundo. Él dijo que las naciones ‘no conocerían la salida’ y que los hombres desmayarían “por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada.” (Luc. 21:25, 26) Pero la Biblia sí muestra la salida. Si el lector ansía un fin a las crisis económicas y de otras clases, ¿por qué no se dirige a sus palabras de guía?