Nuestro bebé nació en casa
¿LE SORPRENDE esa declaración? Quizás sí, especialmente si usted vive en una parte del mundo como la América del Norte donde casi todos los bebés nacen en los hospitales. Sin embargo, ¿sabe el lector que la mayor parte de los bebés del mundo —aproximadamente el 98 por ciento— vienen a la vida en el hogar?
¿A qué se debe que algunos de los llamados países adelantados hayan abandonado esta costumbre? ¿Es la práctica norteamericana de dar a luz en los hospitales verdaderamente ventajosa para las madres y los bebés? Si es así, ¿por qué escogería alguien que su bebé naciera en casa?
Sin embargo así están decidiendo más y más padres en países donde el dar a luz en casa va en contra de las tendencias médicas y sociales. Aquí en el Canadá, donde la mayor parte de los bebés son parteados por equipos médicos enmascarados bajo las brillantes luces de hospital, nuestra hija nació en casa.
No por accidente, ¡sino porque nosotros lo planeamos de ese modo!
Nuestra decisión
Nuestros otros tres hijos nacieron en un hospital. Mi esposa y yo estuvimos juntos en cada ocasión hasta que la llevaron en camilla a los internos y enfermeras. ¡En el excitante momento de dar a luz, ella estaba sola con extraños mientras yo estaba fuera en el pasillo!
Algo faltaba. Así es que cuando nos enteramos de que nuestro cuarto hijo estaba en camino, decidimos compartir su nacimiento juntos.
Muchos hospitales respetan, hasta estimulan, esa clase de deseo de parte de los padres por medio de permitir que el padre esté en la sala de parto cuando nace el bebé. Sin embargo, un hospital es una institución, no un hogar. Esperábamos proveer algo más amoroso y personal para el nuevo miembro de nuestra familia.
Además, en algunos casos de hospitales funcionarios mal aconsejados o con prejuicios les han dado a la fuerza tratamientos médicos no deseados a infantes recién nacidos. No queríamos correr ese riesgo.
¡Decidimos tener nuestro bebé en casa!
¿Una decisión precipitada?
No según los registros de mejor supervivencia de países donde la mayor parte de los nacimientos ocurren en la casa en comparación con los registros de los países donde los excitados futuros-papás se apresuran a los hospitales con sus esposas.
Según un reciente ejemplar de Scientific American: “Los Estados Unidos continúan ocupando un lugar inferior entre los países industrializados en lo que respecta a la mortandad infantil. Las más recientes estadísticas ponen a este país en decimoquinto lugar,” detrás de varios países en los cuales la mayor parte de los bebés nacen en casa.
La autora norteamericana Sra. Lester D. Hazell informa, en su libro Commonsense Childbirth: “Al tiempo de escribir esto [1969] perdemos dos veces más madres en los alumbramientos que Inglaterra, cuatro veces más que los Países Bajos. . . . Legítimamente las norteamericanas temen tener un bebé. El modo en que lo hacemos es espantoso.”
De las pérdidas canadienses en los alumbramientos, un reciente informe de un Consejo de Ciencia en el Canadá declara: “El Canadá no tiene ni la menor base para sentirse complacido con su desempeño.”
Sin embargo, el hallar a un médico que partee a un bebé en casa puede ser una tarea ardua en la América del Norte. La mayor parte de ellos prefieren las comodidades de los hospitales. Por otra parte, hay unos pocos como el médico de California que dijo: “Hay una demanda de [alumbramientos en el hogar]. Desde el punto de vista médico sería una irresponsabilidad el no responder a esa demanda.”
Resolvimos nuestro problema con la ayuda de una amiga enfermera que es una partera capacitada. A diferencia de muchos países con mejores proporciones de supervivencias, el Canadá no reconoce a la partería como una profesión. Sin embargo, es legal que los bebés nazcan en casa en el Canadá cuando se han adoptado precauciones razonables para la salud y la seguridad de la madre y el hijo. Una amiga puede actuar como partera. La ley canadiense meramente prohíbe a la partera cobrar por sus servicios como profesional.
Llega el bebé
En el día en que llegó el bebé, nuestros hijos mayores estaban en casa de los abuelos, esperando noticias de su nuevo hermano o hermana. Mi esposa se mantuvo ocupada en la casa, permaneciendo en pie hasta poco antes del nacimiento del bebé. A las 6:35 de la tarde llegó nuestra hija con el acostumbrado anuncio vocal de un recién nacido que espera ser bien recibido.
Después de más de doce horas de dolores de parto, mi esposa se sentía mejor de lo que se había sentido después de cualesquiera de los partos anteriores. Una incisión para agrandar el orificio de nacimiento es un procedimiento que se considera normal en los partos de hospital, pero las diestras manos de nuestra partera entrenada hicieron innecesario esto.
Tuvimos el deleite de compartir a nuestra diminuta hija desde el momento en que nació. Menos de una hora después de haber nacido, llamamos a nuestros tres hijos a casa. Corrieron al dormitorio, se detuvieron, y entonces respetuosamente entraron en punta de pie para hallar a mamá sentada en la cama con una radiante sonrisa en su rostro y un envoltorio de ojos claros en sus brazos.
El asombro de nuestros hijos le añadió un tierno significado a las palabras del salmista: “¡Miren! Los hijos [e hijas] son una herencia de parte de Jehová . . . un galardón.”—Sal. 127:3.
Esa noche nuestras hijas mayores, de nueve y cuatro años, y nuestro hijo de seis años de edad se arrodillaron uno por uno sobre la pequeña camita del bebé y con un beso le dieron las buenas noches a su dormida hermanita. Entonces todos nos acomodamos para una buena noche de descanso.
Beneficios para el bebé
Desde el comienzo, nuestra hijita fue parte de la familia. Comió cuando tuvo hambre, durmió cuando tuvo sueño, y pronto se familiarizó con el sonido de nuestras voces. Nunca tuvo que pasar por el aislamiento al que por lo general se somete a los bebés en los hospitales.
Respondió bien al amor que siempre estaba disponible cuando lo necesitaba. A los cinco días de edad pesaba más que al nacer. Todos nuestros bebés anteriores bajaron de peso durante su primera semana de vida.
Mi esposa estaba más tranquila en el hogar de lo que había estado en un hospital. Además no padeció de la “melancolía del bebé”... un sentimiento de depresión que frecuentemente aqueja a las madres unos pocos días después de dar a luz. Otras madres informan que ellas tampoco padecieron de la “melancolía del bebé” después de dar a luz en casa en contraste con sus alumbramientos en el hospital.
Las palabras del Dr. John S. Miller, jefe de obstetricia en un hospital de San Francisco nos suministran materia en que pensar: “El hábito de separar a la madre y al bebé al nacer por la mayor parte de los próximos días es casi un descuido criminal de las necesidades más fundamentales de los dos.”
Reconociendo estas necesidades, algunos hospitales proveen un servicio en la habitación para mantener a la madre y al bebé juntos.
Sin embargo, los alumbramientos en casa brindan beneficios que los hospitales no pueden igualar. Nuestros hijos mayores aceptaron a su nueva hermana el día que nació. Ella nunca cargó con el estigma de haberse llevado a mamá por una semana al hospital.
Frecuentemente los hijos mayores y los padres tienen que esperar hasta que el bebé llega a casa para desarrollar amor por el pequeñito. ¡En nuestra casa no hubo espera!
¿Es seguro?
En una parte del mundo donde la gente depende casi completamente de los médicos y los hospitales para supervisar el alumbramiento, algunos quizás piensen que el dar a luz en casa es arriesgado, hasta peligroso.
Pero, ¿lo es?
“¿Deberían los bebés nacer en casa?” pregunta el autor Dr. Ashley Montagu. “¡Qué pregunta! ¿En qué otro lugar deberían nacer, si no en casa? ¿En el hospital? Pero yo había pensado que el hospital era un lugar donde uno va para aliviarse de una enfermedad o una lesión. . . . ¿Es el embarazo una enfermedad? ¿Es el nacimiento de un niño una dolencia?”
Algunos países en los que la mayoría de los partos se efectúan en el hogar tienen mejores proporciones de supervivencia que los de la América del Norte, en los que la mayoría de los nacimientos se efectúan en el hospital. ¡Nuestra enfermera partera ha parteado a cientos de bebés y no ha necesitado a un médico, ni siquiera debido a un desgarrón en una madre!
Obviamente, el concepto popular de los problemas del parto está muy exagerado en la América del Norte.
“En este país hay indicaciones de que el alumbramiento en casa, aunque no está de moda, es, de hecho, más seguro,” informa la Sra. Hazell en Commonsense Childbirth.
¡En la década de 1950 cuando los Estados Unidos estaban perdiendo, en promedio, una madre por cada 1.000 alumbramientos, un centro de maternidad ayudó a dar a luz a 8.339 bebés en casa en los barrios bajos de Chicago sin perder una sola madre!
Por tres años, desde 1960 a 1963, cuando en el condado de Madera, California, funcionó un servicio de enfermeras que servían de parteras, el promedio de la mortandad infantil se redujo a la mitad, a 10,3 por cada 1.000 nacimientos vivos de un nivel anterior de 23,9. ¡Menos de un año después que los casos de alumbramiento fueron devueltos a un sistema que giraba alrededor de médicos y hospitales, la mortandad infantil en el condado se triplicó, a 32,1 por cada 1.000 nacimientos!
Los partos en casa tienen menos probabilidad de implicar caprichos médicos, los cuales frecuentemente se confunden con adelantos verdaderos. Como un ejemplo, hubo el auge de los calmantes de partos, que produjo proporciones ascendentes de complicaciones asociadas con falta de oxígeno al cerebro del bebé. Las madres y los bebés no están expuestos a las infecciones o enfermedades presentes en los hospitales.
Cuando los bebés nacen en casa, el médico que asiste o la partera es un invitado en la casa. La primera preocupación son la comodidad y conveniencia para mamá y el bebé. No se descarta al padre como un mueble inútil en un pasillo vacío sino que permanece como el cabeza y protector de la familia.
Como lo expresó un médico del departamento de sanidad pública en California: “Vemos la partería como una manera de humanizar los partos.”
Otras consideraciones
Los padres cristianos quizás tengan otra consideración seria. Quieren médicos que respeten sus deseos cuando el tratamiento médico corriente es inaceptable debido a que viola la ley de Dios acerca de la sangre.—Hech. 15:28, 29.
En muchos hospitales, un médico asiste en el parto del bebé y otro lo cuida después del nacimiento. Los padres prudentes querrán que todos los médicos implicados les den la seguridad de que respetarán sus deseos.
En ocasiones, los infantes recién nacidos han sido sometidos a transfusiones de sangre a pesar de la petición de los padres de usar otro tratamiento médico sano y más seguro. Los padres han transferido a sus hijos de hospitales que no cooperan para evitar esas tragedias. Otros han hecho arreglos para el alumbramiento en casa.
La gente se olvida que no son los médicos, ni las enfermeras, ni los hospitales los que dan a luz. Son las mujeres. Y su habilidad fue diseñada por un Creador sapientísimo. Un buen cuidado prenatal de la madre por lo general puede detectar y reducir los problemas en los pocos casos de alumbramiento que requieren atención especial debido a la imperfección humana.
Más que aprender
Nuestra niña nació en casa, y estamos convencidos de que esto trajo bendiciones especiales para la madre, la niña y toda la familia.
Pero también sabemos que nuestra experiencia y otras similares no representan la última palabra en alumbramientos. Hay mucho que aprender.
Sin embargo, qué privilegio disfrutamos. Ni siquiera los ángeles en el cielo pueden procrear. Con nuestro privilegio viene la responsabilidad. Los padres que comparten la experiencia del nacimiento tienen presente la responsabilidad que ellos comparten.
¿Está usted esperando un agregado a su familia? ¿Estará el padre presente en el momento del nacimiento? ¿Nacerá el bebé en casa o en un hospital? La decisión es de ustedes.
Prescindiendo de su elección, que hallen verdadera recompensa en ver a su pequeño responder al entrenamiento que le impartan de la Palabra de Jehová, ‘para que le vaya bien y dure largo tiempo sobre la tierra.’ (Efe. 6:3)—Contribuido.