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¡Despertad! 1974
g74 8/12 págs. 3-6

Enfrentándose a la creciente marea de vandalismo

EN UNA escuela de Filadelfia los jóvenes destrozaron 170 ventanas, cortaron las líneas telefónicas y derramaron pintura en las aulas. La reparación del daño costó 10.000 dólares y obligó a la escuela a cerrar por un día.

Los estudiantes de la escuela primaria de Saint Louis se alborotaron, arrojaron más de cien escritorios por las ventanas y empujaron un piano por las escaleras.

En Toronto, Canadá, un oficial de la policía dijo concerniente a la destrucción enloquecida que ocurrió en una escuela de esa ciudad: “Parecía un edificio bombardeado, sacado directamente de una película de guerra.”

Sería bastante malo si estos fueran incidentes poco comunes. Pero no lo son. Según un informe especial presentado por el personal de Education U.S.A., el vandalismo escolar ha cobrado “la magnitud de un dilema nacional.”

No solo las escuelas

Los vándalos también estropean y destruyen tiendas, casas, bibliotecas, museos, iglesias, bancos, parques, patios de recreo, cementerios, teléfonos públicos, automóviles, autobuses, trenes subterráneos, trenes... prácticamente toda clase de propiedad privada y pública.

La mayor parte de la destrucción la hacen las pandillas errantes de jóvenes. El Examiner de San Francisco las llama “jaurías de ratones.” Rompen las ventanas, quiebran las antenas de los automóviles estacionados, saquean los patios de recreo, inician incendios, rocían pintura y causan estragos de casi todo modo imaginable.

“Estamos bajo constante ataque,” dijo un representante de la Compañía de Transporte Suburbano de Filadelfia. “No importa que los muchachos tengan siete o diecisiete años de edad... orinan en las estaciones, las adornan con svásticas y palabras obscenas, juegan con las señales y rompen los vidrios. Cuando instalamos las luces de mercurio inastillables sobre altos postes, las apagaron a disparos.”

En la ciudad de Nueva York prácticamente todos los 7.000 vagones del tren subterráneo han sido manchados con pintura, y tienen muchas ventanas rotas. Los actos de vandalismo resultaron en más de 560 lesiones en los subterráneos y autobuses de la ciudad en un año reciente, en su mayor parte debido a vidrios rotos. Los objetos que se arrojan o se dejan caer sobre los automóviles matan anualmente a unas 100 personas en los Estados Unidos.

Pero los jóvenes no son los únicos vándalos. En 1971 se abrió para el público el nuevo Centro John F. Kennedy para las Artes Interpretativas. En tres meses los vandálicos buscadores de recuerdos se llevaron virtualmente todo lo “alcanzable y desarmable,” se lamentó el senador Charles Percy. Cortaron las alfombras, arruinaron las arañas, se llevaron cuadros y macetas con plantas, destornillaron los grifos de los cuartos de baño, y así por el estilo. Los jóvenes y los viejos por igual, también destruyen los hermosos parques nacionales.

Un costo que da vértigos

Es gigantesca la cuenta total del vandalismo. ¡Tan solo en un año en las escuelas de la ciudad de Nueva York se rompieron 243.652 ventanas! Se calcula que las pérdidas nacionales anuales para las escuelas norteamericanas ascienden a 200 millones de dólares debido a la rotura de ventanas, el robo y los incendios premeditados. Pero otras autoridades dicen que esta cantidad es “muy inferior a la real,” puesto que hay otras pérdidas.

Por ejemplo, en 1969 se informó que las pérdidas debido al vandalismo en las escuelas de la ciudad de Nueva York fueron de 2.266.025 dólares. Pero Hugh McLaren, hijo, principal director de la Oficina de Edificios Escolares de la ciudad de Nueva York, señaló que en esta cifra no se incluían los gastos de reparación de paredes y escritorios estropeados, ni muebles ni artefactos rotos. Él dijo que, si se incluían esos gastos, “el total sobrepasaría el triple de la cantidad citada en el informe.”

Pero hay otro gasto más de importancia: La mantención de una fuerza de seguridad escolar. En 1971 las escuelas de la ciudad de Nueva York aumentaron a más del doble la cantidad de su fuerza de seguridad a un costo de un millón de dólares. Las escuelas de Los Ángeles, también, gastan más de un millón de dólares por año en agentes de seguridad. En las escuelas de Nueva York los funcionarios policíacos a veces se inscriben como estudiantes y asisten a las clases.

Prescindiendo del costo del vandalismo escolar —algunos dicen que está “cerca de los 500 millones de dólares al año”— la cuenta no se puede calcular sencillamente en dólares y centavos. El temor y la tensión creados por la destrucción, o la amenaza de destrucción, interfiere con la educación y hasta puede contribuir a enfermedades. Todo este costo para las escuelas es solo parte de la cuenta total que hay que pagar por el vandalismo.

La reparación de automóviles, hogares privados, negocios, iglesias, y otros establecimientos destruidos también cuesta muchos millones de dólares. Solo el quitar los escritos y las manchas de pintura es un gasto mayor. El costo tan solo para el sistema de trenes subterráneos de Nueva York es de aproximadamente medio millón de dólares al año. Filadelfia calcula que anualmente gasta cuatro millones de dólares para hacer frente al problema. En un artículo de fondo The Christian Century señaló: “El quitar los escritos y los lemas de las paredes y rocas es una empresa inútil de mil millones de dólares tan solo en los Estados Unidos.”

¿Por qué es que esta marea de vandalismo parece crecer cada año?

¿A qué se debe?

Se han dado muchas explicaciones. “El crimen en general está aumentando en todas partes y esto solo es parte de ello,” dijo un funcionario del transporte en Chicago.

“Vandalismo y violencia,” un informe especial presentado por el personal de Education U.S.A., señala a la instrucción inapropiada y al comportamiento de los adultos como factores contribuyentes: “El tea party de Boston se señala frecuentemente a los estudiantes como un ‘acto patriótico,’ una especie de castigo a los ingleses en desquite por un impuesto oneroso al té. Sin embargo lo que sucedió fue puro vandalismo perpetrado por hombres adultos.”

Cuando se consideran juntas las varias razones que se dan parecen indicar que el vandalismo frecuentemente es una protesta. El profesor Philip G. Zimbardo de la Universidad de Stanford explica: “El vandalismo es una rebelión con una causa.” La causa, dice él, es “la indiferencia social, la apatía, la pérdida de valores de la comunidad, del vecindario y de la familia.”

Es cierto que prácticamente en todas partes los jóvenes ven la pérdida de valores... el mentir, hacer trampas y la hipocresía están desenfrenados, aun entre los líderes mundiales. Esto engendra la hostilidad juvenil en contra del ‘establecimiento,’ y el vandalismo es un modo de desahogar sus sentimientos.

Además, los padres contribuyen al vandalismo. El juez John Forte de Concord, Massachusetts, indica cómo: “Uno ve a los muchachos sentados junto a sus padres, esperando ser juzgados en nuestra nueva sala de tribunal. Están grabando sus iniciales en los bancos mientras sus padres lo pasan por alto, despreocupados. Los desdichados muchachos tienen padres cuyo interés por ellos no los impulsa ni a notar lo que los muchachos hacen, mucho menos a instruirlos.”

Padres indiferentes y despreocupados tal vez sean la causa principal del vandalismo. Y esta abdicación de la responsabilidad por parte de los padres se nota prácticamente en toda comunidad. Como resultado, los jóvenes ricos, pobres, de clase media, negros y blancos están profundamente implicados en el vandalismo. ¡Un estudio de más de 3.100 adolescentes de “todo sector principal de la población adolescente de Illinois” reveló que casi uno de cada tres había participado en la destrucción de propiedad!

¿Cómo se puede detener esta creciente marea de vandalismo?

Se están haciendo muchos esfuerzos para hacer retroceder la marea. En las ventanas de las escuelas el plástico difícil de romper está reemplazando al vidrio. En las paredes interiores se están usando pinturas resinosas con un acabado áspero que repele las marcas de los marcadores de fibra, lápiz labial y barritas de color. Las nuevas escuelas se construyen como fortalezas, con pocas si es que algunas ventanas exteriores. Se han empleado alarmas, cercas, alumbrado nocturno, perros guardianes... todas estas medidas y aun más. Sin embargo el vandalismo aumenta.

Esto no significa que la situación sea irremediable. Hay una solución. Un artículo de fondo la señaló cuando dijo: “La verdadera solución es modificar la conducta de nuestros jóvenes.” Pero, ¿cómo?

Se ha tratado de hacer por medio de la legislación. Treinta y ocho estados han aprobado leyes que ahora hacen responsables a los padres por la conducta vandálica de sus hijos. El hacer que los padres paguen los daños causados por sus hijos ha ayudado, pero de ninguna manera ha resuelto el problema. Se requiere más.

Un funcionario para jóvenes indicó esto diciendo: “El pago de dinero no terminará con el vandalismo... solo empapela esta enfermedad con billetes de dólares. Cuando los padres dediquen suficiente tiempo y atención a sus hijos debido a que lo quieran hacer —no porque teman las cuentas o multas futuras— el problema del vandalismo comenzará a disminuir.”

En realidad los niños requieren más que sencillamente el tiempo y la atención de sus padres. Necesitan que los padres los instruyan en cuanto a por qué es correcto mostrar obediencia a la ley y respetar la propiedad ajena. Pero, ¿quién puede decir lo que es correcto? No son sencillamente algunos humanos. Es nuestro Creador, el Dios Todopoderoso, y él dice lo que es correcto en su Palabra, la Biblia.

Los padres que crían a sus hijos con amor y respeto a su Creador y sus requisitos justos hallan que entre su prole se puede contener eficazmente la creciente marea de vandalismo.

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