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¡Despertad! 1975
g75 22/3 págs. 13-15

¿Se expresa usted claramente?

“¡QUISIERA poder expresarme como él lo hace!” ¿Ha dicho eso el lector alguna vez? Si es así, el suyo no es un caso único, porque a muchos les es difícil expresarse bien.

Pero ahora, como nunca antes, es necesario expresarse con claridad. Los comerciantes y sus empleados deben convencer a sus clientes de las ventajas de ciertos productos o servicios. Los discursos públicos deben mantener la atención de sus oyentes con material que sea tanto informativo como interesante. Los padres y los hijos necesitan comunicar sus sentimientos unos a otros.

¿A qué se debe que tantas personas tengan dificultad en expresarse claramente? ¿Qué se puede hacer para superar este problema?

Obstáculos a la expresión clara

De vez en cuando las emociones constituyen un obstáculo para la expresión clara. Por ejemplo, un niño que irrumpe en la casa gritando después de haber recibido una herida peligrosa al jugar no podrá aclarar lo que sucedió sino hasta que se haya calmado. Una persona excitada por alguna información recién adquirida quizás trate de “decirlo todo de golpe,” con la resultante confusión. Las personas que hablan a auditorios presentes quizás hallen que a veces su mente se “queda en blanco” debido a la nerviosidad. La expresión clara incluye tener las emociones bajo control. Pero eso no es todo.

Lo que pensamos puede ser otro impedimento para la expresión clara. Porque lo que una persona dice meramente es una expresión de lo que piensa. Si una idea está borrosa en la mente de una persona, saldrá borrosa al hablar. La expresión clara, por otra parte, brota de un pensar claro y ordenado. Eso puede ser un desafío. ¿Por qué?

Porque cuando pensamos en un tema para disertar una horda de detalles entran a raudales en nuestra mente. Las personas envueltas, las cosas que sucedieron, el tiempo, el lugar... todo se puede mezclar. Si no somos cuidadosos quizás lo único que hagamos es “pensar en voz alta,” resultando en una conversación que divaga por medio de frases inconexas, digresiones y regresiones. Los pensamientos desordenados también causan “muletillas” como “ah,” “y ah,” “así es que ah.” Muchas personas, al oír una grabación de sus propias conversaciones, se han entristecido al darse cuenta de que la impresión dominante de su habla era una serie prolongada de “aaahhhs.” ¿Le ha sucedido esto alguna vez?

Ordenando sus pensamientos

¿Cómo puede uno desarrollar el modelo de pensamientos ordenados que produce una expresión clara? Tenga en mente que el que usted sencillamente declare pedacitos de información a medida que éstos le vienen a la mente no le será útil a sus oyentes. La expresión clara requiere pensar por adelantado cuidadosamente. La Biblia, en Proverbios 15:28, señala: “El corazón del justo medita para responder.” Con respecto a la oratoria pública, el profesor William G. Hoffman escribe en el libro How to Make Better Speeches (Cómo preparar mejores discursos): “Los mejores oradores hacen su verdadera meditación fuera de la plataforma —en el hogar, en la oficina, en las aceras— en cualquier lugar menos en la plataforma. Saben que las buenas conferencias son el producto de la contemplación, la reflexión y el planear.”

Esta meditación de antemano no debe extenderse en todas las direcciones a la vez, sino que debe seguir un patrón definido. El profesor Hoffman continúa diciendo: “Las buenas conferencias no se extienden. Ahondan en el tema. Tratan de contestar la pregunta, ‘¿por qué?’ No hablan de un punto tan solo para abandonarlo de inmediato y pasar a otra cosa.”

¿Cómo puede uno reunir esa información específica? Muchos oradores y escritores de éxito sugieren dividir los hechos bajo seis encabezamientos que fueron descritos por el escritor inglés Rudyard Kipling como siguen:

“Tengo seis honrados servidores

(Ellos me enseñaron bien);

Sus nombres son Qué y Por Qué y

Cuándo

Y Cómo y Dónde y Quién.”

Estas seis preguntas conducen a hechos. Si uno desarrolla separadamente estos aspectos con anticipación (hasta el grado en que esto sea posible), su presentación desplegará orden y claridad. Por supuesto, la mayoría de las personas no están acostumbradas a pensar cabalmente en un asunto, meditando solo en un aspecto a la vez. Pero uno puede desarrollar esa habilidad. Con el tiempo el pensar y el expresarse claramente vendrán casi automáticamente. Sin embargo esto de por sí no garantiza que sus oyentes entenderán lo que les dice. ¿Por qué no?

Informe a SU auditorio

La expresión clara también toma en cuenta la clase de auditorio a la que uno se dirigirá. Personas diferentes se pueden interesar en aspectos diferentes de un tema y esto influye en cómo uno desarrollará ese tema. Si se desea destacar un acontecimiento, algunas personas quizás estén satisfechas sencillamente con “qué” sucedió. Pero cuando se trata de persuadir a alguien a adoptar cierto proceder, es probable que haya que enfatizar el “por qué.” Otros quizás quieran saber el lugar, el tiempo y otras circunstancias.

Relacionado con esto está la necesidad de averiguar cuánto sabe ya su auditorio acerca de su tema. Para ilustrarlo: Si una persona nos preguntara cómo llegar a cierto lugar, podríamos comenzar por preguntar: “¿Sabe usted dónde queda la calle Principal?” Si lo sabe uno comenzaría a dirigirla partiendo de ese punto. Si no, sería necesario hacer alguna explicación previa. De manera similar, al esforzarse por ser claro es bueno preguntarse: ¿Cuánto saben ya mis oyentes en cuanto a este tema? ¿Qué base debo poner antes de aclarar estos puntos?

Estableciendo el punto

¿Lo ha interrumpido alguien alguna vez, rogándole: “Sería tan amable de ir al punto”? Esto toca otro aspecto importante de la expresión clara, a saber, conocer exactamente cuál punto quiere uno establecer al hablar. Algunas personas han hallado útil al preparar un discurso u otra clase de presentación pública escribir el punto principal en una sola frase. Dividen el material en secciones y colocan el resumen de cada sección en una sola frase a su comienzo. Esto le recuerda al orador qué es lo que especialmente quiere establecer.

La secuencia es otro factor importante para que sus oyentes entiendan el punto. ¿Qué aspecto debería venir primero? ¿Cuál el último? ¿En qué orden debería colocar uno sus puntos principales? Esto, también, depende de su auditorio y del efecto que se desee lograr. Al describir a un policía un accidente automovilístico, uno pudiera relatar los detalles en el orden en que acontecieron los sucesos (una secuencia cronológica). Pero es muy probable que relate los mismos detalles en un orden completamente diferente (una secuencia lógica) al advertir a un hijo a permanecer apartado de las intersecciones peligrosas.

Es importante comprender, también, que la gente piensa mucho más rápidamente de lo que uno puede hablar. La mente tiende a vagar y si esto se deja sin control, pueden perderse el punto de su presentación. ¿Qué se puede hacer?

Emplee repetición. A medida que uno progresa en su material, repita los puntos principales que haya considerado, relacionándolos con el tema central. Algunas personas han hallado eficaz el incorporar un resumen conciso de todos los puntos principales en la conclusión de un discurso. La repetición sirve tanto para enfatizar los puntos claves como para mantener al auditorio escuchando hasta el mismo fin.

Las ilustraciones son otra ayuda para establecer un punto. Cuando uno usa ilustraciones, graba cuadros significativos en la mente de sus oyentes. Las ilustraciones bien escogidas aúnan la atracción intelectual con el impacto emocional. Suscitan los procesos mentales y hacen más fácil captar las ideas nuevas. Pero las ilustraciones pueden hacer tanto daño como provecho si no se seleccionan cuidadosamente. Asegúrese de que la que escoge es sencilla y que el auditorio comprende por qué la usa. Escoja ilustraciones que apoyan sus puntos principales y los hagan más fáciles de comprender. Y no use demasiadas.

Ahora para la conclusión. Esta es de máxima importancia en establecer un punto. Frecuentemente lo último que uno dice es lo que se recuerda primero. Aunque su conclusión puede incluir un resumen de lo que usted haya dicho, sería poco sabio limitarse exclusivamente a esto. Es aquí donde hay que mostrar a su auditorio lo que éste debe hacer. El libro intitulado “Public Speaking—As Listeners Like It!” (“La oratoria pública... ¡del agrado de los oyentes!”) dice: “El fin de su discurso, igual que el extremo de su lápiz, debería terminar en un punto. . . . Debe contestar la pregunta del auditorio: ‘¿Y ENTONCES QUÉ?’ . . . En la conclusión de su discurso, pida de su auditorio alguna acción específica.”

Se puede aprender el arte de la expresión clara

Algunas personas hallarán que la expresión clara les viene relativamente fácil. A otras puede parecer como una meta elusiva. Pero si una persona realmente quiere expresarse con claridad y está dispuesta a trabajar duro en ello, es seguro que progresará. ¿Está usted dispuesto a empeñar el esfuerzo requerido? Aquí hay un método sencillo para practicar:

Piense en un tema que valga la pena. Entonces trace seis columnas sobre una hoja de papel, encabezándolas con las palabras susodichas halladoras de hechos (quién, qué, por qué, cuándo, dónde y cómo). Considere un aspecto y escriba lo que pueda averiguar acerca de ello. Llene los detalles en tantas columnas como le parezca práctico. Haga lo mismo con otro aspecto y así sucesivamente. El resultado será un arreglo ordenado de los hechos.

El paso siguiente es determinar cómo usar esta información. Será útil tomar otra hoja de papel y escribir (si es posible, en una sola oración) la idea principal que uno desea grabar en sus oyentes. Entonces señale brevemente la clase de auditorio al que se dirigirá y qué acción quiere que adopten. Puede apartar otro espacio para ejemplos o ilustraciones.

El tener estas cosas anotadas sobre el papel le ayudará a desarrollar un bosquejo de lo que quiere decir. Después de practicar de esta manera por un tiempo, hallará que puede llevar a cabo gran parte de este procedimiento en su mente. El pensar claro y la expresión clara entonces llegarán a ser parte de uno.

El arte de la expresión clara está a su alcance. Pero requiere tiempo, paciencia y trabajo duro. ¿Está usted dispuesto a empeñar el esfuerzo necesario? Se sentirá feliz de haberlo hecho... y lo mismo se sentirán sus oyentes.

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