Desastre en Darwin
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia
DARWIN, Australia, era una ciudad comparativamente nueva. Su población creció rápidamente, de 8.071 habitantes en 1954 a 43.000 el año pasado. Aunque Darwin había sobrevivido a 68 ataques aéreos durante la II Guerra Mundial, murió en unas pocas horas el 24 y 25 de diciembre de 1974. El asesino fue el ciclón Tracy.
Cuando los vientos del Tracy, que llegaron hasta 240 y 320 kilómetros por hora, finalmente se calmaron, el 95 por ciento de los hogares de Darwin yacían en ruinas. La tempestad dejó más de 50 muertos y unos 30.000 sin hogar.
Se dan repetidas advertencias
Si bien las tempestades ciclónicas (llamadas huracanes y tifones en otros sitios) son muy comunes en la “estación de las lluvias” en esta parte de Australia, por lo general pasan por alto a Darwin. Esto, junto con las festividades de nochebuena, aparentemente insensibilizó a la mayoría de los residentes de Darwin a las repetidas advertencias de parte del servicio meteorológico en cuanto a la furia del ciclón. Se dieron por lo menos quince advertencias, pero pocas personas las tomaron en serio.
El ciclón Tracy fue único. Al acercarse a la ciudad, el ojo de la tempestad pareció haberse reducido. Esto aumentó la ferocidad de los vientos y evidentemente produjo algunos tornados con sus característicos embudos, pues después que la tempestad amainó, se halló una refrigeradora sobre una torre de agua a unos veinticuatro metros de altura. Los ciclones no causan esos movimientos ascendentes.
¿Ha estado el lector alguna vez en un ciclón? Consideremos el relato de un testigo presencial del desastre en Darwin.
“No esperábamos que la tempestad atacara hasta las 4 de la madrugada y que los vientos no iban a exceder de 136 kilómetros por hora. Sin embargo, a eso de las 11 de la noche las grandes ráfagas impulsaban en forma horizontal las gotas de lluvia. Rápidamente estos vientos llegaron a 150 km. por hora.
“Mi esposa y yo tratamos de evitar que los 5 cm. de agua que había en el piso aumentaran aljofifando continuamente el agua y escurriéndola en el fregadero. Nadie podía dormir, así que nuestra hija mayor vino a ayudarnos.
“Al volver mi esposa a la antesala de uno de sus viajes al fregadero de la cocina, oímos un fuerte estrépito. Las persianas de vidrio de la ventana de la cocina habían volado. Si esto hubiera sucedido precisamente unos segundos antes mi esposa hubiera recibido cortadas serias.
“Desde ese momento en lo único que pensábamos era en la seguridad. Corrí por el agua fangosa a sacar a mis dos hijas menores del dormitorio. Las dos estaban aterradas. Volvimos a la antesala y toda la familia se juntó en cuclillas entre dos sillones grandes, arrimando un tercer sillón para mayor protección. Podíamos oír volar por todos lados la loza y las ollas mientras el viento causaba estragos en la cocina. Entonces me di cuenta de que había desaparecido la pared occidental de la casa.
“De repente hubo un fuerte sonido desgarrador. Mientras se derrumbaba el cielo raso ¡qué agradecidos estábamos por la protección de esos sillones de respaldo alto! Los vientos, ahora de hasta 190 km. por hora, siguieron destrozando lo que quedaba de la casa. Orábamos y hablábamos juntos para mantenernos animados, aferrándonos siempre unos a otros para estar seguros de que nadie había sido succionado por el viento. Las horas parecían interminables. El agua sobre el piso tenía varios centímetros de profundidad; pero no nos atrevíamos a movernos debido a la masa de vidrios rotos esparcidos a nuestro alrededor.
“Entonces se aquietaron las cosas. El ojo de la tempestad había llegado.”
“Más fiera que antes”
“La calma era hermosa en cierto modo, aunque inspiradora de temor. El cielo oscuro resplandecía con relámpagos azulados. Extrañas formas grotescas aparecían de entre el resplandor de los relámpagos. No obstante, el bramido de los vientos remolineantes, que sonaban como un interminable tren de carga, nos recordaban que pronto volvería la furia del ciclón. Y así fue.
“En pocos minutos nos azotó la otra parte del ciclón; y fue más fiero que antes. Esta vez los vientos nos arrebataron nuestros tres sillones de protección, dejándonos completamente expuestos a la furia de la tempestad. Nos las arreglamos para taparnos con algunas mantas empapadas, pero estas fueron de poca ayuda.
“Cuando el viento de Tracy se aquietó a eso de las 6 de la mañana, me puse de pie con cuidado y eché un vistazo alrededor. ¿Había sido este nuestro hogar? Trepé por encima de aparadores, paredes caídas y maderas para llegar a la escalera exterior que conduce al nivel de la calle. Debajo de nuestra casa a nivel del suelo había un cobertizo de las herramientas, un lavadero y un lugar de estacionamiento. Uno a uno ayudé a mi familia a pasar sobre muebles rotos y bajo vigas con clavos salientes, hasta que todos estuvieron a salvo en el cobertizo de las herramientas.
“Como para entonces estaba yo temblando incontrolablemente, mi hija mayor salió con un consejo sorprendente: ‘Sencillamente relájate y dejarás de temblar.’ Para mi gran sorpresa dio buenos resultados. Pero después de unos segundos empezaba a temblar nuevamente y tenía que repetir el proceso.
“Entonces oímos la voz de un vecino que nos invitaba a su casa, que había permanecido básicamente intacta. Allí nos recobramos gradualmente de nuestro estado de choque.”
“Igual que Hiroshima”
Al salir arrastrándose de sus lugares de escondite los pasmados residentes de Darwin, apenas podían creer lo que veían sus ojos. Ningún semáforo quedó en pie. Los postes telefónicos de acero en forma de H fueron doblados y retorcidos como varillas de regaliz. Los violentos vientos pulieron con arena partes de automóviles hasta mostrar el metal desnudo. Algunos encontraron que sus coches habían sido llevados por el aire hasta casi un kilómetro y medio de su hogar o estaban sumergidos en la piscina de natación de alguien. Muchos vehículos habían chocado contra edificios, demoliéndolos. Y el techo del hospital voló entero mientras se estaban dando a luz a quince bebés, aunque todos sobrevivieron. También la prisión fue destruida, y alrededor de la mitad de sus presos quedaron puestos en libertad.
“Si han visto fotos de Hiroshima después de la bomba atómica, . . . entonces saben cómo luce Darwin,” comentó un piloto que realizó el primer vuelo en misión de socorro a Darwin el día siguiente. El Primer Ministro interino declaró a la ciudad zona de desastre. Cinco mil refugiados se apresuraron a buscar abrigo en una escuela secundaria construida para 1.100 alumnos.
Los riesgos de salud eran considerables, también, pues unas 43.000 personas carecían de alcantarillado, energía eléctrica y agua potable. La falta de refrigeración acrecentó el problema, porque la temperatura en Darwin excede los 32°C. En menos de una semana el alimento que había estado almacenado al frío o en los supermercados se puso tan fétido que los obreros tuvieron que ponerse dispositivos de respiración antes de entrar para removerlo.
Evacuación en gran escala
Poco después de la tempestad, la gente empezó a apiñarse en los aeropuertos. Los heridos que podían caminar fueron evacuados primero, luego los casos hospitalizados que podían ser tratados en otra parte. Esto creó espacio para emergencias en el hospital de Darwin. Después fueron las madres en espera, matrimonios de ancianos y familias (esposas e hijos solamente).
En el término de seis días, unas 22.000 personas fueron evacuadas por avión de Darwin. Cada vuelo estuvo lleno hasta el límite de su capacidad. Un avión coloso, diseñado para transportar unos 420 pasajeros, llevó más de 690 mujeres y niños a Sydney. En el viaje de regreso cada avión transportó algún tipo de ayuda material. Se calcula que unas 6.000 personas dejaron Darwin por carretera.
Los testigos de Jehová están bien
Había en Darwin unos 160 testigos de Jehová. Tan pronto como fue posible después de la tempestad, nos informamos sobre el bienestar de todos los que estaban asociados con la congregación. Los Testigos que conducían estudios de libro fueron asignados a buscar a todos los miembros de su grupo. Con el tiempo se dio cuenta de todos.
Los Testigos de la zona de Sydney inmediatamente hicieron arreglos para comprar provisiones para sus hermanos cristianos de Darwin. La oficina de sucursal de la Sociedad Watch Tower en Sydney recibió más de 116.000 dólares de compañeros Testigos de toda Australia para ese propósito.
Se hicieron arreglos para efectuar una reunión regular de congregación para estudio bíblico para el domingo 29 de diciembre, solo cinco días después de la tempestad. ¡Qué gozosos estuvieron todos después que, solo unos minutos antes de que empezara el programa, llegaran dos camiones procedentes de la ciudad de Mount Isa, a mil seiscientos kilómetros de distancia! La Sociedad Watch Tower había conseguido permiso especial para que se les permitiera pasar a través de las líneas policiales que bloqueaban la entrada a la ciudad. Después de la reunión, todas las personas disponibles ayudaron a sacar las sillas del salón y a descargar tiendas, equipos de cocina, alimentos y otras cosas. Después de esto los hermanos visitantes partieron para ayudar a reparar los techos de algunas casas que fueron seriamente dañadas.
Base para una consideración seria
El desastre de Darwin tuvo un efecto profundo en sus habitantes. Es interesante el hecho de que unió a gente que no habían podido llevarse bien durante algún tiempo. Un testigo presencial informa: “Vecinos que se habían tratado friamente durante mucho tiempo se hicieron íntimos amigos en un día. Matrimonios a punto de separarse se volvieron a unir.” ¿No parece extraño que tenga que azotar el desastre antes que muchas personas traten a otras con bondad humana?
Digno de notarse, también, es el hecho de que varios de los entrevistados por periodistas de la radio y televisión dijeran: “No podía creer que tal cosa jamás pudiera suceder.” Es evidente que en la mayoría de los casos no se prestó atención a quince advertencias separadas. ¡Qué imprudente no hacer caso de las advertencias que vienen de una fuente competente!
Durante mucho más de sesenta años los testigos de Jehová han dirigido la atención del prójimo a una “grande tribulación” que va a azotar a toda la Tierra dentro de esta generación. Esto eliminará el actual sistema de cosas y preparará el camino para un nuevo sistema paradisíaco de paz y justicia. (Mat. 24:21, 34; Rev. 7:14; 21:1, 4, 5) ¿Por qué no deja que el desastre de Darwin le impulse a tomar en serio la advertencia de esta venidera destrucción de parte de Dios? El hacerlo así le ayudará a sobrevivir.—Pro. 2:21, 22.