Aprendiendo a vivir con uno mismo
¿INTENTARÍA usted levantar una roca de diez toneladas con solo sus manos? ¿O trataría de memorizar una enciclopedia de treinta tomos? No hay duda de que cualquiera de los dos intentos sería impráctico. Prontamente reconocemos que tenemos limitaciones físicas y mentales... por lo menos cuando se trata de tareas tan colosales.
Sin embargo, el reconocer las limitaciones en otros asuntos de la vida diaria, no siempre es fácil. De hecho, uno de los mayores problemas que tienen muchas personas es el de aprender a reconocer sus propias limitaciones. No obstante, a menos que una persona lo haga, no puede experimentar satisfacción y felicidad verdaderas.
Por ejemplo, debemos comprender que la cantidad de descanso y sueño que nosotros necesitamos puede diferir considerablemente de la de otros. Algunos adultos tienen suficiente con dormir seis horas por noche, o menos, mientras que otras personas necesitan nueve horas o más. Pero, prescindiendo de lo que necesitemos personalmente, ciertamente es prudente obtener descanso y sueño suficientes. De otro modo, podemos experimentar pérdida de energía o ponernos nerviosos y hallar que aun el realizar la actividad normal se nos hace difícil y desagradable.
De igual manera, no todos se sienten a sus anchas al comer todos los manjares que otros disfrutan. También difiere la cantidad de alimento que necesitan los individuos. Por eso, tanto en estos asuntos como en otros, actuamos prudentemente si conocemos nuestras propias necesidades y cuidamos de nosotros mismos, en vez de hacer las cosas sencillamente porque otros las hacen. Solo si procedemos así hay buena probabilidad de que disfrutemos de la vida.
En cuanto a habilidades personales, hay muchas oportunidades para desarrollarlas, y todos podemos aprender de otros. Pero permanece el hecho de que no todos sobresalimos en todo lo que hacemos. ¿Cómo le afecta este hecho real? Por ejemplo, uno puede conocer a alguien que sea un músico consumado y uno mismo no lo sea. Le da gran placer oírlo tocar, ¿no es cierto? Pero ¿hay alguna razón para desanimarse si uno no puede igualar la habilidad musical de su amigo? Pues, ni siquiera bajo la influencia del espíritu santo de Dios pudieron todas las personas en la congregación cristiana primitiva hacer las mismas cosas.—1 Cor. 12:27-31.
En realidad, el hecho de que no todos los individuos sobresalen en las mismas cosas provee una base para apreciar, para estimar en grado sumo, a nuestro prójimo. Podemos disfrutar del trabajo de un carpintero o albañil experto, de una costurera o cocinera excelente, o de un músico consumado, y mostrar gratitud por lo que hacen aunque nosotros no podemos hacer las mismas cosas que realizan éstos. ¡Cuán plena y satisfactoria es la vida cuando estimamos apropiadamente las excelentes cualidades y habilidades de otras personas!
Por el contrario, si constantemente insistimos en apremiarnos a lograr más de lo que nos permiten nuestras capacidades, podemos arruinar nuestra salud y así imponernos aun mayores limitaciones. Esto se podría ilustrar por lo que a veces les sucede a las personas muy ambiciosas. Al empeñarse en llegar a ser rico, un hombre bien pudiera trabajar cual esclavo por años, solo para descubrir que en el proceso ha arruinado su salud. Quizás ahora pueda comprar alimentos ricos en abundancia. Sin embargo, como dice la Biblia: “El Dios verdadero no lo habilita para comer de ello . . . Esto es vanidad y es una enfermedad mala.” (Ecl. 6:1, 2) ¿Qué satisfacción y felicidad verdaderas puede tener una persona si se ha abrumado de trabajo al punto de enfermarse solo por cosas que son materialistas?
Una persona como la que se acaba de describir ha pasado por alto algo muy importante: El hecho de que la vida humana tiene que tener algo espiritual. Para disfrutar de la felicidad, el contentamiento y satisfacción verdaderos, las criaturas humanas necesitan tener una relación apropiada con Dios. Se ha dicho: “El hecho de que el hombre, en todas partes y en todo tiempo, desde el comienzo hasta el día actual, haya sentido el impulso de recurrir a algo que él cree que es superior y más poderoso que él mismo, muestra que la religión es innata y debería reconocer se científicamente. . . . deberíamos estar sobrecogidos, asombrados y reverentes al ver la universalidad tanto de la búsqueda del hombre por un ser supremo como su creencia en él.” (Man Does Not Stand Alone, por A. Cressy Morrison) Por lo tanto, en cuanto a aprender a vivir con uno mismo, una parte vital tendría que consistir en adquirir y aplicar el conocimiento de Dios en su vida. Jesucristo dijo certeramente: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.”—Mat. 5:3.
La persona que realmente ha aprendido a vivir consigo misma reconoce que, tal como ella necesita alimento y descanso, así también tiene necesidades espirituales. Como resultado, no permite que las búsquedas materiales ahoguen los intereses espirituales. Tal persona está de acuerdo con lo que Jesucristo dijo de que “aun cuando uno tenga en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.” (Luc. 12:15) Y la persona con inclinaciones hacia lo espiritual puede testificar de la veracidad y sabiduría de la siguiente declaración del apóstol Pablo: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene. Porque nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas.”—1 Tim. 6:6-8.
¿Podría hallar uno contentamiento al ir en pos de tal derrotero? Es verdad que los individuos difieren en cuanto a necesidades personales, y Jehová Dios no es insensible a ello. Reconoce que hay diferencias entre los que lo adoran. Dios no espera que todos sean iguales o que logren lo mismo en su servicio. El apóstol Pablo ‘trabajó laboriosamente mucho más que todos los apóstoles.’ (1 Cor. 15:9, 10) Evidentemente tenía buena habilidad mental, una apropiada medida de energía física y libertad de responsabilidades de familia. Otros no pudieron hacer tanto, quizás debido a varias obligaciones, limitaciones de salud y cosas similares. ¿Qué es lo que Dios requiere de cada uno? Que como individuos verdaderamente lo amen y que fielmente hagan la voluntad de Dios de todo corazón.—Efe. 6:5, 6; Luc. 10:26-28.
Se ve, pues, que podemos servir a Dios aceptablemente a pesar de nuestras limitaciones. Pero eso no descarta la necesidad de hacer un esfuerzo extraordinario en algunas ocasiones para lograr y mantener una relación satisfaciente con Jehová Dios. Así es que el hombre de sesenta años de edad que deseaba bautizarse en símbolo de su dedicación a Dios se sometió a la inmersión en agua con ese propósito, sentado en una silla de ruedas. Otro testigo de Jehová se enfrentó a numerosas pruebas durante muchos años de enfermedad antes de morir de cáncer en 1974. Sin embargo, a pesar de estar parcialmente incapacitado, ayudó a construir un Salón del Reino, una casa de adoración. Más tarde, al estar confinado en su casa debido a su condición, participaba en la Escuela del Ministerio Teocrático de la congregación por medio de grabar sus discursos bíblicos, los que entonces se pasaban en las reuniones. Este cristiano enfermo también halló modos para predicar las buenas nuevas del reino de Dios a otros, y su ánimo era tal que los visitantes a menudo decían que él los edificaba más de lo que ellos esperaban edificarlo a él.
El aprender a vivir con nosotros mismos, entonces, implica factores significantes. Incluye reconocimiento de nuestras limitaciones, así como el cuidar de nosotros mismos. Es especialmente vital el comprender nuestras necesidades espirituales y aun el hacer esfuerzos excepcionales que nos permitan disfrutar de una relación apropiada con el Creador. Seguramente, el proceder así resultará en el mayor contentamiento, satisfacción y felicidad.