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¡Despertad! 1976
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Gitanos marinos de Mindanao

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Filipinas

CUANDO oímos hablar de gitanos, posiblemente lo primero que venga a la mente sea el pueblo errante, de tez y ojos oscuros de Europa continental con sus costumbres exóticas y vestido colorido. Pero, ¿ha oído hablar alguna vez de sus dobles navegantes, los gitanos marinos del Oriente?

Puede verlos aquí en las Filipinas en la hermosa Zamboanga, o más al sur entre las islas asoleadas del archipiélago Sulú o Joló. Aquí están, los bajaus (orang laut, o sea, gente del mar), uno de los ochenta y un grupos étnicos de este país. Se les llama románticamente gitanos marinos debido a su modo de vivir flotante, nómade. Por siglos sus únicas moradas han sido los barcos viviendas y casas balanceadas sobre postes elevados a lo largo de las playas arenosas y arrecifes coralinos.

Los gitanos marinos también se encuentran en Malasia, Indonesia y Birmania, y se cree que los que están aquí en las Filipinas también son de origen indo-malayo. Los antropólogos creen que sus antepasados migraron de las llanuras costeras de Borneo. El bajau típico tiene el aspecto de estar curtido por la intemperie. La prolongada y constante exposición al sol ha decolorado su cabello a un castaño rojizo. Su cara es delgada, de pómulos altos y alto caballete de la nariz.

Se dice que en 1521 Fernando de Magallanes, en busca de nuevas rutas al Lejano Oriente, avistó aldeas flotantes entre Borneo y nuestras islas. Pero aun antes de ese tiempo los bajaus se habían estado mudando de fondeadero en fondeadero, remando a la costa solo para vender o trocar pescado y perlas y conseguir sus simples necesidades: mandioca, arroz, caña de azúcar, cocos o algunas frutas tropicales. En la actualidad algunos de ellos permanecen en tierra seca por solo unas cuantas horas; otros, por semanas o meses, así se desarrolla una comunidad temporaria.

Edificadas en aguas poco profundas, sus chozas con patas de cigüeña están conectadas unas a otras por medio de frágiles y provisorios puentes, hechos a menudo de un solo tablón o de bambú sin barandillas. Las escaleras son raras... basta un simple tronco o madero inclinado hacia la puerta de entrada desde el puente comunal o colocado para que sobresalga de la superficie acuosa. Alrededor y debajo de estas chozas hay canoas, que localmente se conocen como lipalipa, así como batangas, piraguas y otras embarcaciones que en sí mismas son casas. Los bajaus son un pueblo íntimamente unido. Una choza o una simple barca vivienda puede albergar todo un clan, que incluye los padres, los hijos casados y los nietos.

Los niños, a menudo desnudos, nadan y retozan con la marea baja. Las mujeres se lavan ellas y la ropa, cocinan y pasan el tiempo a las puertas en medio de animadas charlas. Otras cuidan los niños, remiendan las redes de pesca o tejen esteras. Algunas se van a buscar conchas, algas marinas, erizos de mar y otros productos de mar comestibles. En cambio, los hombres están ocupados construyendo o reparando barcas o preparando sus aparejos de pesca. Requiere tres meses para construir una piragua, y quizás en tres años sea necesario reemplazarla. Sus implementos son rudimentarios... escoplos o cinceles de madera, herramientas parecidas a hachas y otras de diseño primitivo. A veces los hombres salen de pesca en grupo. Unos diez botes forman una línea horizontal y cuando se avista un banco de peces, se hacen sonidos para arrearlos a un arrecife rocoso u otro lugar conveniente para arponearlos fácilmente. Su pesca a menudo incluye tiburones, rayas, pulpos y atún.

En cuanto a su temperamento, los bajaus son un pueblo pacífico, y prefieren que se les deje en paz. A la primera señal de problemas o intromisión de parte de las personas de tierra firme, simplemente se hacen a la mar. El mar es para ellos un asilo, un amigo. Cuando se marchan, desaparece toda la comunidad.

Hijos del mar

La mayoría de los bajaus nacen en casa. La “casa” es una casa flotante, una barca posiblemente hecha de un tronco grande que se obtuvo en Borneo o se arrancó del mar, y entonces con paciencia fue tallada a mano, cincelada y luego techada con frondas de palmeras. Pontones de bambú, como los patines de un trineo, se arquean en los costados para reducir la posibilidad de volcar.

Las narraciones cuentan que los niños bajaus, a una edad muy tierna, son arrojados al agua. Si flotan, los consideran verdaderos hijos del mar. Su habilidad para nadar los hace los mejores pescadores de perlas de la zona. Pueden sumergirse más que otros nativos, y pueden permanecer bajo agua durante minutos sin la ayuda de equipo de bucear.

Navegantes expertos

Para los bajaus las vías marinas del archipiélago Sulú les son tan familiares como las líneas de la palma de su mano. La distancia y la oscuridad no son obstáculos para estos navegantes. En cualquier momento pueden determinar la posición. No usan la brújula ni otros instrumentos de navegación similares. Simplemente siguen las estrellas, sumergen la mano en el agua y la prueban. ¿Cómo ayuda esto? Bueno, se explica que el contenido de sal del agua varía de lugar en lugar y por conocer su sabor pueden determinar su localización. Luego, calculando la velocidad de la corriente en el canal, pueden calcular la distancia a tierra y estimar la hora de llegada.

Su notable conocimiento del mar está basado en hechos acumulados, en la familiaridad con las olas, los vientos y la marejada, que se trasmiten de una generación a otra. Se dice que debido a este conocimiento saben con días de anticipación acerca de tormentas que amenazan. Por eso aunque el cielo esté despejado, el viento quieto y el mar en calma, el que corran a puerto en busca de abrigo les sirve a los moradores de tierra firme como señal de tormenta.

Creencias religiosas

Los bajaus no son ni “cristianos” ni musulmanes y no se adhieren a ninguna creencia o modo de adorar en particular. Algunos ancianos profesan algún conocimiento de la Biblia y un poco del Corán y la opinión general es que ambos son excelentes. Sus respuestas a preguntas concernientes a Dios, Sus propósitos y cosas semejantes son variadas. Algunos isleños locales creen que los bajaus reverencian incondicionalmente al mar, y, por ende, son irresistiblemente atraídos a él.

A los testigos de Jehová en Mindanao y Sulú les da mucho gusto compartir con los bajaus “estas buenas nuevas del reino.” (Mat. 24:14) A veces, cuando anclan en Joló o en el puerto de Zamboanga, los Testigos jóvenes aprovechan esta rara oportunidad de hablar con ellos. Saltan de un bote habitación a otro, hablando en imperfecto tausog y ofreciendo literatura en árabe. A menudo la barrera del idioma queda franqueada por señas y sonrisas, y se acepta la literatura.

Costumbres matrimoniales

Abdul Mari Imao, respaldado por el Centro de Investigaciones para las ciencias, Humanidades y Cultura de la Universidad del Este, realizó un estudio de esta tribu minoritaria. Su informe, publicado en el Chronicle Magazine del 28 de septiembre de 1968, es un relato gráfico sobre el matrimonio y otros ritos. Cuenta que el matrimonio se realiza a una edad temprana entre los bajaus, hasta a los trece o catorce años de edad. O quizás una muchacha se case antes, pero la familia no permite el uso del sexo hasta la edad de la pubertad. Se hacen los arreglos para el compañero matrimonial de antemano y la elección es de los padres.

Los matrimonios siempre se celebran en la residencia del jefe durante los “meses de altar” de octubre y noviembre y especialmente en plenilunios. Las actividades anteriores a la boda incluyen el tradicional baño matrimonial o “ducha de la novia.” El imam, o sacerdote nativo, ejecuta los ritos de la ducha de la novia ayudado por una muchacha que lleva una sombrilla adornada con borlas sobre la cabeza de la novia. Se recitan oraciones, se derrama agua y se ejecutan danzas rituales.

Al acercarse el novio a la entrada de la casa de la novia en el día de bodas, se encienden triquitraques para saludar a la pareja. Los ritos iniciales tienen lugar en medio de incienso ardiente. Entonces el imam bendice al novio y pide el anillo. Un mediador corre entonces a la novia y le pregunta si acepta al hombre como marido casado legal. Si la respuesta es Sí, se pone el anillo del novio en el dedo de ella. Entonces se comunica la información al novio, a quien, a su vez, se le pregunta si acepta todas las responsabilidades de un marido. Si conviene en aceptarlas, el imam conduce al novio y dirige la mano de éste a la frente de la novia. Esto los pronuncia marido y mujer.

Las bodas no son costosas. La frugalidad, no la prodigalidad, las hace insólitas. No se le da a la novia panulong, o regalo de dinero. No se sirve comida y no se envían invitaciones para una recepción, sino para participar en un desfile fluvial. Este desfile tiene lugar antes de la ceremonia de bodas. La barca va alrededor de la aldea en medio de sonidos de un kulintanga que anuncia las bodas. Se recoge a los invitados a lo largo del camino. Se mide el éxito de la función en términos de la asistencia de personas que figuran prominentemente en la clase social de la aldea, así como la de las aldeas vecinas y distantes.

El divorcio es común. Puede que algunas muchachas, de solo dieciséis o diecisiete años de edad, se hayan casado trece veces. Algunas veces los matrimonios naufragan en el término de dos semanas; otros duran un mes o dos. Las causas de las rupturas son variadas: pereza y el no poder el marido proveer para su esposa, el aprovecharse de la riqueza de la esposa, crueldad mental y física y otras causas.

Futuro incierto

A pesar del progreso del siglo veinte y de más atención de parte del gobierno, los bajaus son una raza que desaparece. Las duras realidades de la ignorancia, la enfermedad y la nutrición defectuosa continúan atacando a este pueblo, costando caro en víctimas. Aun en Tawitawi y Si Tangkay, los últimos bastiones de este singular modo de vivir flotante, esta fugaz cultura étnica lentamente está derrumbándose y los baluartes de resistencia al mundo exterior, que han conservado sus costumbres y tradiciones durante siglos, están desmoronándose. La generación más joven de bajaus se está civilizando. Su mundo del mar, puestas de Sol esplendorosas, aves marinas volando y el aparentemente interminable azul del horizonte bien pueden permanecer, pero puede que pronto desaparezca para siempre la belleza de su modo de vivir en el mar, una vida simple, sin apresuramientos y modesta.

[Nota]

a Un instrumento percuciente que consiste en ocho gongs de latón de tamaños graduados dispuestos en fila. Acuñado en un bastidor parecido a bote de motivos intrincados, se toca golpeando los gongs con un par de percusores de madera adornados con borlas coloridas.

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