¿Se puede cambiar el mundo?
MUCHAS personas tienen la idea de que se podría crear un mundo mejor. Y en el pasado, los jóvenes se han empeñado en tratar de hacerlo. Por ejemplo, durante los años sesenta los jóvenes comúnmente aparecían en los titulares de las noticias debido a sus esfuerzos por reformar al sistema. Miles de ellos protestaban en masa en contra de lo que ellos consideraban ser una sociedad racista, desaforada y cruel. Pero, más recientemente, casi todos esos esfuerzos por cambiar el sistema han cesado.
Hace pocos años, cuando las prácticas corruptas de algunos de los hombres más poderosos del mundo fueron expuestas a vista del público, a los jóvenes casi no se les oyó hacer ni un sonido de indignación. ¡Esto fue un silencio asombroso en vista de los esfuerzos de reforma de los jóvenes tan solo unos pocos años antes! ¿Por qué?
En su libro The Conspiracy of the Young, los maestros Paul Lauter y Florence Howe comentan acerca de lo que produjo el cambio de actitud en los jóvenes en tiempos recientes: “[Hace años] había una creencia fundamental, llámese optimismo de la clase media quizás, de que se podrían reconstruir las instituciones . . . Pero la guerra [de Vietnam] cambió todo eso.”
Los concentrados esfuerzos de los jóvenes en los años sesenta por reformar el sistema los enfrentó a duras realidades. Llegaron a comprender algo que no habían comprendido antes, algo ante lo cual muchas personas mayores desean cerrar los ojos. Y es esto: el mundo es corrupto básica y fundamentalmente, y lo ha sido todo el tiempo. Un joven activista de los años sesenta hizo saber que reconocían esto cuando escribió lo siguiente recientemente para el Times Magazine de Nueva York: “Habíamos llegado a la conclusión, correctamente, de que vivíamos en un sistema podrido, corrupto, moralmente en bancarrota, brutalmente explotador, lo único que no habíamos comprendido era que esto simplemente significaba que el mundo seguía funcionando como de costumbre.”
Por consiguiente, ¿a qué conclusión han llegado muchos jóvenes? A la conclusión de que no pueden hacer nada para cambiar la corrupción que existe; el sistema está totalmente podrido, incluso su política, su comercio, y las religiones. No puede ser cambiado en un mundo mejor. Y según escribió otro joven activista de los años sesenta respecto a sus esfuerzos por mejorar el mundo: “De estas experiencias percibí que no se podía reformar el sistema. Abandoné el tratar de cambiarlo... ‘come, bebe y diviértete’ vino a ser mi filosofía.” Y, juzgando por lo que vemos, millones de otros jóvenes han adoptado esta misma actitud.
“Eso es lo que pasa con muchos jóvenes hoy,” quizás se quejen algunas personas mayores. “Son tan negativos y pesimistas.” Pero es muy probable que los jóvenes repliquen: “No somos negativos; simplemente nos apegamos a la realidad.” Y, ciertamente, cada vez más personas que han considerado la evidencia estarían de acuerdo. Por ejemplo, en la recopilación del ampliamente publicado Segundo Informe al Club de Roma, intitulado “La humanidad en el punto de viraje,” se llegó a la conclusión de que: “Estamos en un derrotero fatal. . . . Las probabilidades no parecen favorecer al hombre.”
Además, los profesores Dennis C. Pirages y Paul R. Ehrlich prevén un desastre mundial y lo explican como sigue en la conclusión de su libro Ark II: “Lo que está sucediendo y lo que ha estado sucediendo en los Estados Unidos y por todo el mundo son síntomas de un inminente derrumbe masivo del orden industrial. Todos nos hallamos actualmente atrapados en una gigantesca tragedia del vulgo; cada persona, cada familia y cada nación está luchando para mantener la delantera mientras que todo el sistema está al borde del derrumbe.”
Sin embargo, aunque la mayoría de las personas mayores no disputan que el mundo está en una condición mala, argumentan que éste es el único mundo que tenemos. Por lo tanto, dicen ellas, en vez de rendirnos y planear su derrumbe, deberíamos estar haciendo todo lo que podamos para salvarlo, para reformarlo. Pero los jóvenes hoy ven esos esfuerzos de reforma en general como una pérdida de tiempo, como tratar de vaciar el océano con un dedal.
¿Están en lo cierto los jóvenes que sostienen esas opiniones? ¿No tiene remedio la situación? ¿Tiene sentido el adoptar la filosofía de ‘comer, beber y divertirnos, porque mañana quizás muramos’?
¿Hay algún futuro?
Porque las condiciones del mundo no parecen tener remedio muchos jóvenes comenzaron a vivir sencillamente para la gratificación sensual. Pero pronto muchos de ellos pudieron ver que esto no les proporcionaba gozo o felicidad verdaderos. Al contrario, a menudo resultaba en angustia. Una indicación de esto es la elevadísima proporción de suicidios entre los jóvenes. Por ejemplo, en los Estados Unidos se vio un aumento horripilante de 250 por ciento desde 1955 a 1975 para las personas de quince a veinticuatro años de edad.
“Entonces, ¿cuál es la solución? ¿qué es lo que están insinuando?” quizás inquiera el lector joven. “¿Nos van a decir que si solo somos buenos y vivimos según la ‘regla áurea’ esto solucionará nuestros problemas y seremos felices? ¿Quieren decirnos que esto mejorará al mundo, y que así se evitarán todas esas calamidades nefastas que se han predicho?”
No, absolutamente no estamos tratando de decir eso. De hecho, el que uno viva una llamada ‘vida buena’ probablemente tendrá poco efecto, o ninguno, en el curso del mundo. Jesucristo vivió una vida ejemplar en la Tierra, pero eso no reformó al mundo. Tampoco tuvieron éxito los primeros discípulos de Jesús en reformar al mundo. Pero, el caso es que no esperaron hacerlo ni trataron de hacerlo. ¿Le sorprende eso a usted?
Cuando consideramos lo que Jesús y sus discípulos enseñaron acerca de este mundo, no nos sorprende. Jesús comprendió que el sistema mundial era corrupto, y que era irreformable. Por eso señaló a la única solución apegada a la realidad y explicó que este sistema tendría que ser destruido. Él comparó la destrucción a la destrucción de los días de Noé, diciendo:
“Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres dándose en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.”—Mat. 24:37-39.
Los discípulos de Jesús estuvieron profundamente interesados en sus enseñanzas acerca de este asunto. De hecho, acababan de preguntarle: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3) Aceptaron lo que Jesús enseñó acerca del fin del sistema de cosas, y más tarde uno de ellos escribió: “El mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.
Quizás usted se pregunte: ¿Podría el fin del mundo, acerca del cual Cristo y sus discípulos hablaron, estar cerca? Es de interés consultar la respuesta que Jesús dio a sus discípulos cuando le pidieron una “señal” de la conclusión del sistema de cosas. Su respuesta está registrada en la Biblia, principalmente en los capítulos 24 de Mateo, cap. 13 de Marcos y cap. 21 de Lucas.
Allí Jesús proveyó una “señal” compuesta de muchos rasgos. Todos estos diferentes acontecimientos, dijo él, estarían ocurriendo precisamente antes de la destrucción del mundo. ¡Y lo notable es que estas mismísimas cosas que él predijo están sucediendo ahora por todo el mundo! ¡Según la profecía de Jesús, esto significa que la destrucción del sistema está cerca!
“Si eso es cierto,” quizás diga alguien, “¿por qué no tratar de sacar de la vida todo lo que uno pueda antes que ésta prontamente llegue a su fin? ¿Qué futuro hay?”
El punto es que el fin de este sistema de cosas abrirá el camino para el futuro más brillante, un futuro que supera aun lo mejor que podemos imaginarnos. Esto se debe a que el fin de este sistema de cosas corrupto no significa el fin de toda la vida sobre la Tierra. Porque recuerde que la promesa bíblica anteriormente citada dice: “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” Y la vida de que entonces se disfrutará sobre la Tierra será de la más elevada calidad. Podemos estar seguros de eso porque la Biblia dice de nuestro Creador: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.”—Sal. 145:16.
“Pero eso suena como castillos en el aire,” quizás digan algunos. Y sin embargo es más que eso. Hay fuertes razones para que seamos optimistas acerca de las perspectivas para un futuro duradero y feliz en un mundo mejor. Considere por qué decimos esto.
[Recuadro de la página 6]
TEMOR POR EL FUTURO
Temiendo un derrumbe inminente, muchas personas están tomando medidas para salvarse. La revista “Time” del 4 de agosto de 1975 informó de uno de esos planes: “El aguardar al Armagedón es, de un modo curioso, una de las preocupaciones mórbidas de nuestro tiempo que da placer. . . . Un grupo de urbanizadores californianos ha fundado algo que se llama Scott Meadows Club... 288 hectáreas de fértil tierra inculta en la Sierra en el condado de Siskiyou en California del Norte, apartado como un retiro secreto, una vez que la civilización como la conocemos se haya desintegrado.”