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  • Llenos de ansiedad, pero bendecidos de muchas maneras

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  • Llenos de ansiedad, pero bendecidos de muchas maneras
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¡Despertad! 1976
g76 8/11 págs. 22-24

Llenos de ansiedad, pero bendecidos de muchas maneras

UNA enfermedad súbita, un accidente o un desastre “natural.” ¡Cuán rápidamente pueden cambiar estas cosas el entero curso de la vida de uno..., como dice la Biblia: “No saben lo que será su vida mañana”! (Sant. 4:14) Pero, si le sobreviniera uno de estos cambios drásticos, ¿cuál sería su reacción? Permítame compartir con usted lo que le pasó a nuestra familia.

Mi esposo David nació en Saskatoon, Canadá, allá en 1919. De joven fue bautizado como testigo de Jehová y pronto se inició en la obra de predicación de tiempo cabal. David tuvo el privilegio de asistir a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y fue asignado como misionero a Singapur. Más tarde vino a Australia, y aquí fue donde nos conocimos.

Después de nuestro casamiento en 1950, mi esposo fue asignado a servir de ministro viajero, y juntos visitamos las congregaciones de los testigos de Jehová. Pero, en marzo de 1954, nació nuestro hijo Shannon. Esto trajo aparejados cambios. David fue nombrado superintendente en una congregación local. Mi hijo y yo siempre nos beneficiamos de su amorosa jefatura como esposo, padre y superintendente. Cuando Shannon comenzó a ir a la escuela, David me estimuló a volver a la obra de predicación de tiempo cabal. Después, al completar sus estudios, Shannon participó conmigo en la obra de tiempo cabal, un hecho que nos produjo a todos mucha felicidad.

Allá en el Canadá, la madre de David tenía para entonces más de ochenta años y su salud estaba decayendo. De modo que en mayo de 1972 David viajó al Canadá para visitarla. Los eventos que sucedieron allí cambiaron por completo nuestra vida. Mi esposo súbitamente cayó enfermo. En cuarenta y ocho horas quedó totalmente paralizado. Se le pudo salvar la vida gracias a una operación de emergencia mediante la cual se le colocó un tubo en la tráquea, lo que posibilitó que una máquina le ayudara a respirar. ¡Qué golpe fue para Shannon y para mí recibir un cable en el que se nos informaba en cuanto a la condición en que se encontraba David! No obstante, obtuvimos fuerzas de la certeza de que Jehová Dios estaba atento a nuestra ansiedad y nos ayudaría.

Al llegar al Canadá, la familia de David nos llevó directamente al hospital. Fue muy penoso verlo tan enfermo. El único movimiento que podía hacer era parpadear. Pero nos reconoció y el alivio que notamos en sus ojos nos hizo sentir agradecidos por encontrarnos allí. Estuvimos juntos como familia y oramos por el apoyo de Dios para poder enfrentarnos al futuro y poder soportar lo que nos deparara.

Los seis meses siguientes fueron meses difíciles que nos pusieron a prueba tanto física como mentalmente. Por semanas enteras David tuvo que recibir atención constante. No podíamos verlo sino hasta la 1:30 de la tarde, porque durante todas las mañanas se le sometía a exámenes. Parece que su enfermedad fue causada por algún tipo de infección por virus semejante al de la polio. Shannon y yo pasábamos las mañanas en la predicación pública, pero estábamos con David todas las tardes hasta el anochecer. Esto era un factor contribuyente a su paz mental. Trate de imaginarse por un momento cómo se sentiría usted si fuera un individuo fuerte y saludable y, de un día al otro, se viera atacado por una enfermedad que lo dejara incapaz de hacer cosa alguna sino pensar.

La mente de David estaba activa, pero él no podía hablar. De manera que Shannon dibujó el alfabeto en tarjetas y, cuando tocábamos la letra apropiada, David parpadeaba. Pacientemente agrupábamos las letras para formar palabras. Después de algunas semanas, gradualmente recuperó el uso de los músculos faciales y pudo formar palabras con sus labios. Aprendimos a leer los movimientos de sus labios, pero a menudo no podíamos menos que reírnos de nuestros errores. El sentido del humor que tenía David lo ayudó enormemente a través de muchos momentos difíciles.

Sabíamos que si lográbamos mantenerlo espiritualmente fuerte y feliz, podría soportar su terrible aflicción. Por lo tanto preparamos un programa de estudio diario. Incluía material bíblico tomado del Anuario de los testigos de Jehová y artículos de La Atalaya y ¡Despertad! Más tarde, David nos dijo que fue debido a usar las provisiones de Jehová que pudo mantenerse calmado espiritualmente. Por otra parte, las muchas cartas que recibimos de nuestros hermanos espirituales de Australia y el Canadá fueron una fuente de gran consuelo y estímulo.

David mejoró un poco, pero el respirador le impedía hablar y comer. Y los doctores consideraron improbable que volviera a caminar. En noviembre, regresamos con David en avión a Australia, acompañados de su excelente especialista canadiense.

Gracias a la maravillosa terapia que se le aplicó en los hospitales, con el tiempo David pudo recobrar el uso de los dedos de la mano derecha. Así pudo manejar una silla de ruedas eléctrica especial. Y aprendió a escribir a máquina con la mano suspendida sobre una máquina de escribir, también eléctrica. ¡Qué emocionada me sentí al recibir de él un hermoso ramillete de flores con una breve nota escrita a máquina en que expresó aprecio por nuestro cuidado!

Todas las tardes lo llevaban al gimnasio para que hiciera ejercicio con sus extremidades. Esto era bueno y muy necesario, pero la mejor terapia mental para David eran las conversaciones que tenía con otros acerca de Jehová y las bendiciones que Su reino traería. Tuvo experiencias maravillosas y hasta inició algunos estudios bíblicos. Su fe les sirvió de ejemplo a todos aquellos con quienes se puso en contacto, y era una expresión de alabanza a Jehová.

Estos no fueron tiempos fáciles para ninguno de nosotros. Toda nuestra vida cambió. Shannon y yo pasábamos las primeras horas del día en la predicación pública, y nos reuníamos con David tan pronto como terminaba la terapia. Entonces lo alimentábamos y leíamos juntos. Finalmente, se le permitió venir a casa los sábados, lo que hizo que ése fuera el día más feliz de la semana para nosotros. Todos los familiares que podían hacerlo venían a visitarlo, y como familia celebrábamos nuestro acostumbrado estudio de La Atalaya. Al recordar esos meses, aunque fueron muy angustiosos, no podemos dejar de reconocer que fuimos bendecidos de muchas maneras y que tuvimos mucho por lo cual estar agradecidos. Recibimos el cuidado y la bondad del personal del hospital y el amor expresado por nuestra familia y nuestros hermanos y hermanas espirituales. Nos sentimos agradecidos por las muchas horas felices que pudimos pasar con David cada día. Él seguía siendo nuestro amoroso cabeza de familia.

No obstante, ¡qué prueba fue para David! Siempre había sido muy fuerte y saludable. A pesar de todo, continuó sirviendo a Jehová, recordándose a sí mismo que muchos otros cristianos habían sufrido más. Entonces, el 30 de agosto de 1973, quince meses después de haber quedado paralizado, nuestro querido David se durmió en la muerte, solo cuatro horas después de haber muerto mi madre. Sin lugar a dudas ése fue un día triste, porque la muerte ciertamente es uno de nuestros peores enemigos. No obstante, nadie puede privarnos del gozo que tenemos de saber que David mantuvo su integridad a Dios hasta la muerte. Vivió su vida en fidelidad como siervo de Jehová y, debido a la resurrección que esperamos, solo dormirá un ratito. Nos sentimos agradecidos a Jehová por haberle dado las fuerzas para soportar su enfermedad y para usarla como medio para dar un testimonio a muchos que nunca antes habían hablado con un testigo de Jehová.

Shannon y yo aprendimos muchas cosas valiosas de este tiempo de prueba. Aprendimos lo necesario que es demostrar amor y compasión a los enfermos, porque les es tan importante a ellos, tanto mental como espiritualmente. Aprendimos a apreciar cuánto necesitamos a nuestros amados. Y llegamos a comprender más profundamente lo que es el privilegio y el poder de la oración.

Es mi deseo que, de alguna manera, de leer esto le ayude a soportar las dificultades personales cuando éstas le sobrevengan, sea usted el paciente obligado a aguantar el dolor físico y la angustia mental, o uno de los miembros allegados de la familia que tenga que sobrellevar la ansiedad y la tensión de ver sufrir a una persona amada.—Contribuido.

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