Millones de estadounidenses inoculados contra el “swine flu”... ¿por qué?
EN EL trimestre final de 1976 los residentes de los Estados Unidos tuvieron la oportunidad de participar en lo que posiblemente fue la mayor campaña de salud pública realizada hasta la fecha en ese país. El 12 de agosto el presidente de la nación, Gerald Ford, firmó un proyecto de ley que autorizó las medidas necesarias para efectuar un programa de vacunación de alcance nacional contra el “swine flu,” o sea, la influenza porcina. A principios de abril el gobierno aprobó el gasto de 135 millones de dólares en la campaña y empezó a hacer planes para comprar la vacuna a los elaboradores y luego hacer disponibles estas inoculaciones a los 215 millones de estadounidenses.
Es interesante considerar algunas de las preguntas que el programa hizo surgir.
¿Por qué vacunar contra el “swine flu”?
En el FDA Consumer para mayo de 1976 se hizo la siguiente declaración: “A menudo sucede que cuando se descubre una nueva variedad del virus de la gripe, ocurre un grave brote en la siguiente ‘temporada de la gripe.’ Y cuando parece que la nueva variedad es un pariente cercano del virus que reinó en 1918 a 1919 y mató a unos 20 millones de personas, hay motivo para preocuparse... y tomar acción. Por eso la FDA [Administración de Alimentos y Drogas] lleva la delantera en un esfuerzo sin precedente para valerse de los medios y conocimiento del gobierno, la industria y las profesiones de sanidad para producir, distribuir y administrarle al pueblo norteamericano una vacuna que pueda prevenir una epidemia de gripe potencialmente peligrosa.”
El propósito de inocular a la gente con esta vacuna fue prevenir que contrajera el “swine flu,” que en los Estados Unidos recibió como nombre oficial un virus de la gripe “A/New Jersey/76.” Se explicó que la inoculación haría que el cuerpo del recipiente aumentara la producción de anticuerpos para luchar contra la enfermedad y que la protección habría de empezar unas dos semanas después de la inyección. Algunos peritos decían que el 85 por ciento de estas vacunaciones serían eficaces, pero otros decían que solo el 20 por ciento lo serían. Es de interés saber que hay diferentes tipos de gripe, de modo que al inocularse el individuo contra una variedad no se hacía inmune contra las otras.
La Biblia exige que el cristiano se abstenga de comer sangre o de usarla para nutrir el cuerpo o para sostener su vida. (Hech. 15:28, 29) Sin embargo, las vacunas no se hacen de la sangre. Si desea información detallada sobre los sueros y vacunas, sírvase ver ¡Despertad! del 8 de diciembre de 1965, páginas 18 y 19.
¿Qué incitó la adopción del programa?
El 4 de febrero de 1976, un recluta de diecinueve años de edad, el soldado raso David Lewis, que estaba en Fort Dix, una base militar de Nueva Jersey, se quejó de sentirse calenturiento y que padecía de congestión nasal, dolor de la garganta y de la cabeza. Aunque se le dijo que se quedara en el cuartel por cuarenta y ocho horas y luego se presentara para un examen, este miembro de la infantería participó en una marcha la noche siguiente. Desfalleció durante la marcha y murió poco después de llegar al hospital de la base. La muestra de la materia que se tomó de su garganta reveló la presencia de un virus que se parecía a una clase de virus que por lo general solo se halla en los puercos. Además, las muestras de la sangre de sobrevivientes de la “gripe española” de 1918 a 1919 indicaron que el virus actual se parecía al virus que causó aquella epidemia desastrosa.
Se dice que hubo doce casos confirmados del “swine flu” en Fort Dix. Sin embargo, se tomaron muestras de la sangre de 10 por ciento del personal militar allí y se prosiguió con el análisis. Un médico de la Universidad de Michigan informó: “Hubo evidencia serológica de que en un período de seis semanas más de 500 casos del ‘swine flu’ habían ocurrido en los reclutas de Fort Dix.” De modo que el virus se había extendido, y más de 500 individuos hicieron evidente que habían estado expuestos a él.
El brote en Fort Dix hizo que los peritos federales, estatales y otros dieran atención al asunto. El 24 de marzo de 1976, después de haber considerado las recomendaciones que se hicieron en una reunión que celebró con peritos médicos y de sanidad, el presidente Ford anunció el programa de vacunación. Aunque se expresaron incertidumbres respecto al virus, el Dr. Edwin D. Kilbourne, eminente perito en la virología, dijo que la experiencia había demostrado que la aparición de una seria mutación en la gripe “anuncia una pandemia,” o una epidemia de alcance mundial. Dijo además: “La identificación de una nueva variedad de la influenza en Fort Dix nos ha proporcionado la oportunidad, por primera vez en la historia, de dar pasos de antemano respecto a una pandemia.”
Por supuesto, nadie puede decir con certeza que habrá una pandemia de una enfermedad. Por eso al tiempo de iniciarse el programa de inoculación contra la influenza porcina en los Estados Unidos, el médico encargado del programa comentó que esencialmente era asunto de contingencia, basado en la posibilidad de que algo sucediera sin la garantía de que sucediera, pero agregó: “Creo que el pueblo norteamericano se sentirá más cómodo al tener la oportunidad de vacunarse.”
El Times de Nueva York informó que Inglaterra, Francia y la Unión Soviética habían almacenado grandes cantidades de la vacuna, pero no se dijo nada acerca de vacunación en masa. Es de interés que en el hemisferio austral, después que ya había entrado el tiempo en que acostumbra azotar la influenza, el director de la División de Enfermedades Contagiosas de la Organización Mundial de la Salud señaló que los centros de influenza en Nueva Zelanda, Australia y Singapur no habían notado casos de la influenza porcina.
¿Había vuelto la “gripe española”?
Cuando ocurrió el brote de influenza en Fort Dix, algunos de los primeros informes periodísticos lo asociaron con “el espectro de 1918,” la llamada “gripe española” que causó la muerte de millones de personas. El Post de Nueva York publicó este comentario: “Se ha demostrado que existen ciertas semejanzas, pero nadie tiene muestras del microbio de 1918, de modo que nadie realmente sabe.” Luego el 23 de julio de 1976 se leyó lo siguiente en el Times de Nueva York: “Hasta algunos de los oficiales y científicos de afuera que participaron en la decisión que se tomó de inmunizar ahora dicen que la especulación que se hizo al principio de que el virus de Fort Dix era parecido al virus de 1918 carecía de base y debiera haberse refutado con mayor vigor.”
¿Realmente mata el “swine flu”?
Se había asociado una muerte que ocurrió en Fort Dix con la influenza porcina. Pero es de interés lo siguiente escrito por Arnold Chanin, un médico de Los Ángeles, California: “Como sabemos nosotros los médicos, la gripe no mata. Las ‘500.000’ muertes relacionadas con la gripe y que ocurrieron en los Estados Unidos durante la epidemia de 1918 se debieron, lo mismo que todas las muertes relacionadas con la gripe desde entonces, a complicaciones, principalmente bronconeumonía, neumonía viral y otras formas de infección en la parte inferior del sistema respiratorio.”
Refiriéndose al recluta que murió en Fort Dix el Dr. Chanin dijo: “El joven murió de neumonía viral.” Luego añadió: “El cuadro completo en este caso no es el de que la gripe pueda matar, sino que factores múltiples, combinados con la gripe, pueden causar morbosidad y mortandad. En este caso la tríade fue: agotamiento debido a la marcha, infección de gripe, y neumonía viral. Puede que haya habido otros factores que, hasta la fecha, no se han revelado en la prensa.”—Medical Tribune, 1 de septiembre de 1976.
Por supuesto, no se puede decir que una epidemia de gripe no resultaría en muertes. Al tiempo de iniciarse el programa de vacunación ciertos científicos disputaban la posibilidad de que ocurriera una epidemia de la influenza porcina en ese tiempo. Pero parece que el siguiente sentimiento expresado por el director del programa en el estado de Ohio es el que prevaleció: “Es mucho mejor hacer algo y habernos equivocado que no hacer nada y hallarnos frente a una terrible epidemia.” Y el caso es que, con algunos abogando por la inoculación contra la influenza porcina y otros oponiéndose a ella, el programa se emprendió.
¿Se hizo peligroso comer cerdo?
Las autoridades dijeron que si estuviera presente el virus en el cerdo, solo estaría en el tejido de sus pulmones, no en la carne que comen las criaturas humanas. Además, el virus sería destruido al cocinar la carne, aun a temperaturas inferiores a 77 grados Celsius, o centígrado (170 grados Fahrenheit).
¿Cuándo y dónde habría de realizarse la inoculación?
Cuando se formuló el programa de inmunización en los Estados Unidos, se anunció que empezaría a fines de septiembre y continuaría hasta durante diciembre de 1976 El programa disponía que los departamentos de sanidad locales y estatales fijaran los lugares y horas para la inoculación y también permitía que médicos particulares administraran la vacuna. La vacuna había de suministrarse gratis, aunque en algunos casos quizás pudiera pedirse una donación. A los médicos particulares se les permitía cobrar por la visita a su oficina o por administrar la inoculación, pero en tal caso no tendrían la protección contra reclamos que el Congreso de los Estados Unidos aprobó a principios de agosto.
¿A quiénes se les recomendó vacunarse?
Se recomendó la inoculación especialmente para las personas pasadas de los sesenta y cinco años de edad, así como para las que tenían diabetes o enfermedades crónicas, y para individuos que padecían de enfermedades del corazón, pulmones o riñones. Se recomendó que estas personas recibieran una vacuna preparada para protegerlas de ambas variedades de influenza, la victoria y porcina. Los médicos dieron a conocer que la inyección no encerraba peligro al feto en los casos de mujeres que estuvieran encinta. Se recomendó que toda persona que tuviera más de veinticinco años de edad se vacunara contra la influenza porcina, y solo precisarían una inyección. Los más jóvenes quizás necesitaran una inyección de refuerzo además de la vacuna.
¿Había posibilidad de reacciones adversas?
Se anunció que había algunas personas que no deberían recibir esta vacuna. Las personas con fiebres no habrían de recibir la inoculación. Tampoco deberían recibirla los individuos que son alérgicos a los huevos, porque es posible que produzca urticaria o asma en ellos, o que sufran un choque severo. Se aconsejó que todos los que no estuvieran seguros en cuanto a recibir la vacuna debido a cierta condición física consultaran con su médico personal.
Entre los efectos secundarios que se podían esperar de la vacuna se mencionó tener el brazo dolorido y rojura alrededor de la parte donde recibieran la inyección. También se dijo que posiblemente tuvieran fiebre por unos cuantos días. Las pruebas indicaban que las reacciones adversas pudieran ocurrir dentro de 48 horas después de la inoculación, pero que estos efectos secundarios no serían peores que la influenza misma. Otra fuente declaró que no había peligro de contraer la influenza porcina de la inoculación ni de llegar a ser agente transmisor de la enfermedad debido a la vacunación.
Un artículo periodístico que se publicó el 29 de julio de 1976 informó sobre estudios que se habían hecho de la hipersensibilidad. Se explicó que hipersensibilidad quiere decir que si una persona recibe una vacuna contra la influenza y más tarde está expuesta a la influenza, padecerá de un caso más severo de la influenza que el que hubiera sufrido si no hubiese recibido la vacuna. Según se le citó en el artículo, un médico dijo:
“Tan solo en un estudio que se realizó en 1968, el 54 por ciento de los que recibieron la vacuna contra la gripe enfermaron de casos severos durante la próxima epidemia de gripe, mientras que solo el 25 por ciento de los que no recibieron la vacuna contrajeron la gripe.”
Se ve pues que hubo una variedad de opiniones y puntos de vista entre los médicos. A mediados de agosto, antes de iniciarse el programa, se había probado la vacuna contra la influenza porcina en más de 5.000 individuos. Se anunció oficialmente que los estudios indicaban que la vacuna era segura y daría buenos resultados en el caso de la mayoría de los adultos.
Las compañías de seguros rehusaron dar a los elaboradores de la vacuna seguros contra reclamos por daños que resultaran del programa. Pero el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley que especificaba que todos los reclamos de daños resultantes del programa se presentaran contra el gobierno federal. El gobierno, a su vez, podría entablar juicio contra el elaborador de la vacuna u otro participante acusado de negligencia en el litigio original.
¿Cómo se hace esta vacuna?
Se cultiva el virus de esta vacuna en los huevos de gallina. Por eso se anunció que las personas alérgicas a los huevos no recibieran la vacuna contra la influenza porcina.
Los métodos empleados por los elaboradores varían. Sin embargo, en todo caso el huevo que se va a usar para la vacuna tiene que ser probado al trasluz, para asegurarse de que contenga un embrión vivo. De modo que la vida animal es un factor en la hechura de esta vacuna. Pero el hombre tiene el derecho de usar la vida de estas criaturas para su provecho.—Gén. 9:3, 4.
Luego estos huevos que tienen once días de edad son inoculados con germen del virus. Después de un período de incubación, se abren los huevos mecánicamente, se recoge el fluido cargado de virus derivado de la alantoides, y se usa formaldehído para matar el virus. Falta más elaboración para que quede completa la producción de la vacuna. Antes de empezar la campaña de inoculación se calculó que se necesitarían hasta 100 millones de huevos fértiles para la producción de la vacuna contra la influenza porcina.
Una decisión personal
Puesto que la inoculación con esta vacuna fue absolutamente voluntaria en los Estados Unidos, la decisión de recibirla o no fue personal. Quedó con cada individuo considerar tanto los beneficios como los daños que podrían resultar y entonces tomar su decisión de remangarse y recibir la inoculación, o no.