¿Cómo ve usted a su semejante?
“LLEGUÉ a tenerle tanta aversión a la gente y a la vida en general que lo único que esperaba con anhelo eran las bebidas alcohólicas y las drogas,” dijo una joven que se crió en Los Ángeles. La manera en que ella veía a otros había influido definitivamente en su modo de vivir. Aunque usted nunca haya llegado al punto en que otra gente le haya afectado tan adversamente, sin duda aprecia el hecho de que una actitud tan negativa hacia otros puede privar a uno de su gozo.
Para estar felices, nos es preciso sentir que otros nos necesitan, aprecian y aman. Necesitamos amigos que se interesen profundamente en nosotros, porque pueden hacer mucho para enriquecer nuestra vida. Sin embargo, si hemos sufrido una desilusión amarga debido a conocidos que resultaron ser desleales y egoístas, quizás temamos esforzarnos por hacer amistades. Es natural no querer que se nos lastime otra vez. No obstante, esto no provee una solución verdadera. Para protegerse contra daño emocional, puede que el individuo se meta en su concha y, al hacerlo, llegue a ser aislado y solitario. Entonces tal vez trate de escaparse de las realidades ásperas de la vida recurriendo al alcohol o a las drogas.
Esto ilustra la importancia de no dejar que las experiencias malas hagan que uno se dé por vencido y deje de hacer más esfuerzos por hallar amigos genuinos. El hecho de que hay muchas personas egoístas y faltas de bondad no significa que todas son así.
Por supuesto, la posibilidad de tener experiencias desagradables puede aumentar si uno trata de escoger sus amigos de un círculo muy pequeño. Tal vez limite su selección a personas de un grupo de cierta edad, o de cierta posición social o de ciertos antecedentes nacionales, raciales o tribuales. Debido a ciertos prejuicios, tal vez rehúse extender la mano de amistad más allá de estos límites. Quizás vea con desconfianza y sospecha a las personas que no son del grupo que él contemple como merecedor de su amistad. Entonces, cuando tiene experiencias desagradables con aquellos que él pensaba que serían buenos amigos, puede que mire con aún más desconfianza y sospecha a los “de afuera.”
Claro está que es mucho mejor tener un punto de vista sano de nuestro semejante. Y la Biblia es muy útil en cuanto a esto porque muestra lo que debe ser nuestra actitud para con otros.
Aprendemos de las Escrituras que nuestro Creador no es parcial. Leemos: “Dios no es parcial, sino que en toda nación el que le teme y obra justicia le es acepto.”—Hech. 10:34, 35.
Por consiguiente, esperaríamos hallar a amigos fidedignos y leales entre los que temen a Dios y son obreros de justicia de toda tribu, nación y raza. Y es precisamente así. Por eso, el hecho de que la gente difiera en disposición, costumbres y hábitos no debe hacer que nos alejemos de ellas atemorizados y recatados. A veces los contrastes en personalidad pueden dar por resultado un equilibrio complementario, haciendo resaltar las mejores cualidades de ambos. Puede que el pensar sea estimulado, se presenten nuevos horizontes a la vista, y resulte en aumentar la conciencia que tienen de las necesidades de otras personas.
Cuando uno escoge sus compañeros guiado por el modo imparcial que Dios tiene de ver a la gente, no trata de granjearse amigos sobre la base de lo que la gente tiene. Más bien, da atención a lo que son como personas. ¿Son bondadosas, consideradas, comprensivas y compasivas? ¿Edifican a otros por palabra y acción? Cualidades como éstas son una base mucho mejor para la amistad que lo que una persona pudiera tener a manera de posesiones o influencia.
El discípulo cristiano Santiago señaló que el fijar el valor de una persona por las apariencias exteriores es un acto realmente inicuo. Ciertos cristianos habían caído en esta trampa y, por eso, Santiago les dijo: “Si entra en una reunión de ustedes un varón con anillos de oro en los dedos y con ropa espléndida, pero entra también un pobre con ropa sucia, pero ustedes miran con favor al que lleva la ropa espléndida y dicen: ‘Tú toma este asiento aquí en un lugar excelente,’ y dicen al pobre: ‘Tú quédate de pie,’ o: ‘Toma tú ese asiento allá debajo de mi escabel,’ tienen distinción de clases entre ustedes mismos y han venido a ser jueces que dan fallos inicuos.”—Sant. 2:2-4.
El favorecer a otros simplemente porque son eminentes, tienen antecedentes educativos superiores o posición financiera estaría en desacuerdo con este excelente consejo. Además, ¿podría una relación radicada en factores como ésos realmente soportar la prueba del tiempo? ¿Qué hay si el individuo llegara a ser desacreditado o perdiera sus riquezas? ¿Qué hay si él también solo se interesara en lo que él pudiera sacar de una amistad en particular? Un proverbio bíblico declara francamente: “Hasta a su semejante le es objeto de odio el que es de escasos recursos, pero son muchos los amigos del rico.” (Pro. 14:20) Sí, las amistades que se basan en consideraciones materiales pueden disolverse rápidamente.
Otro factor que no debe pasarse por alto es que una actitud áspera y desamorada a menudo es común entre personas ricas e influentes. Ciertamente estos individuos no merecen atención especial simplemente debido a lo que poseen. Por otra parte, si muestran que son bondadosos y amorosos como personas temerosas de Dios, se les debe tratar consideradamente como a cualquier otro hombre o mujer piadoso.
Si una persona mira a sus semejantes desde el punto de vista de lo que puede hacer para ellos, en vez de lo que les puede sacar es mucho menos probable que sufra desilusión. Una razón básica para esto es que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.
Por lo tanto, el individuo que se interesa activamente en el bienestar de otros, prescindiendo de lo que puedan o no puedan hacer para él, no se amarga. Adicionalmente, tiene la satisfacción de saber que su verdadero galardón no vendrá del hombre, sino de Dios. Jesucristo dio esta seguridad: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagártelo. Pues se te pagará en la resurrección de los justos.”—Luc. 14:13, 14.
Con el tiempo, la mujer amargada que se crió en Los Ángeles llegó a apreciar que el seguir las pautas bíblicas puede cambiar el punto de vista de uno y hacer que tenga mejor opinión de sus semejantes. Ella ya no deja que otras personas la perturben indebidamente, sino que está haciendo lo que puede para ayudarlas a entrar en una relación aprobada con Jehová Dios. Esta mujer se regocija por haber hallado a amigos genuinos entre los que tratan de vivir en armonía con la Palabra de Dios.
¿Ha sido ésta la experiencia de usted? Si no, ¿por qué no se entera de lo que la Biblia dice y ve por sí mismo si su vida puede llegar a ser más rica y más significativa?