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  • Cuando temblor y marea se combinan

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  • Cuando temblor y marea se combinan
  • ¡Despertad! 1977
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¡Despertad! 1977
g77 8/6 págs. 13-15

Cuando temblor y marea se combinan

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Filipinas

“DE REPENTE sentimos una sacudida, y nuestra habitación se meció suavemente, pero la mecedura cobró fuerza con cada segundo que pasaba hasta que la agitación se hizo frenética.

“Quedamos estupefactos a medida que el cuarto giró ante nuestros ojos aterrados. De repente las luces se apagaron, seguido por los ruidos estruendosos de paredes que se rajaban y vidrio roto que se caía por todo el edificio. . . . Gritos de angustia resonaban en la oscuridad.”

Este fue el relato de un sobreviviente del terremoto que sacudió por dos minutos a Mindanao, la isla más meridional de las Filipinas, el martes 17 de agosto de 1976 a las 12:13 a.m.

Este terremoto que registró 7,8 en la escala Richter fue el más poderoso, más destructivo y más espantoso que ha azotado a las Filipinas en toda su historia registrada. Fue de origen tectónico, es decir, fue causado por un movimiento o deformación de la corteza terrestre. Las estaciones estadounidenses para medir los terremotos fijaron el epicentro en el golfo Moro, un brazo del mar de Célebes, a unos 1.049 kilómetros al sur y sudeste de Manila.

Sufrieron el mayor azote la Ciudad de Cotabato (con una población de 80.000) y los pueblos costaneros de Zamboanga. Un gran porcentaje de los edificios comerciales de la Ciudad de Cotabato se desplomaron, ya sea total o parcialmente. Familias enteras fueron enterradas al desmoronarse los edificios. Terrenos agrícolas fueron sumergidos en agua de mar. Los pescadores perdieron sus medios de ganarse la vida cuando las aguas embravecidas barrieron sus buques de pesca.

Según un periódico intitulado “Bulletin Today,” el terremoto y las olas sísmicas que lo siguieron dejaron 3.373 muertos, 9.149 lesionados, 2.938 desaparecidos y más de 119.000 sin hogar. Se calculó el daño inicial entre 100 millones y 135 millones de dólares.

Olas sísmicas arruinadoras

El terremoto fue seguido por enormes olas, olas sísmicas. Algunas de éstas alcanzaron alturas de nueve metros y viajaron a velocidades de hasta 719 kilómetros por hora. Realmente costó caro en víctimas y ruina material. Un pescador que sobrevivió al siniestro informa:

“Mi casa estaba situada en el litoral. Por lo general pesco de noche. Fue después de la medianoche el 16 de agosto, mientras trabajaba en mi red, que nuestra casa empezó a temblar y crujir. Luego el movimiento cesó por un momento.

“De repente oí otro sonido, como de trueno, que se precipitaba hacia nosotros. Nuestra familia, ya despierta, se puso a correr frenéticamente a una colina cercana. Las aguas espumosas nos alcanzaron. Nadamos como nunca lo habíamos hecho antes. Aunque tragamos una cantidad de agua de mar en nuestro esfuerzo, llegamos sin daño.”

Desde la colina donde se refugiaron, los de esta familia observaron mientras el agua arrastró su casa al mar como si fuera un fosforero flotante. No todos fueron tan afortunados. Parados estupefactos ante el embestidor muro de agua, muchos fueron arrollados.

Cerca de la isla Sacol, en la vecindad de la Ciudad de Zamboanga, un pescador que estaba en un buque como a 100 metros de la costa vio desplomarse unas cincuenta casas ante un solo golpe severo de las olas gigantes. Cuando las olas se volvieron atrás, él se halló encima de un cocotero. Una señora de otra zona contó que vio el mar llevarse a su padre y luego traerlo de nuevo en la próxima ola, todavía vivo. Otro individuo contó acerca del niño de su vecino, que se había agarrado bien de un refuerzo de madera cuando se lo llevó el mar. También en este caso las aguas devolvieron el niño y lo dejaron vivo en la playa.

En algunos casos, el deseo de salvar bienes materiales resultó en la pérdida de vida. Un individuo dejó a un niño al cuidado de la criada mientras él volvió a la casa para conseguir una maleta. El niño murió. Otro hombre perdió su vida cuando volvió para acerrojar sus puertas porque sabía que habría saqueadores, pero éstos no vinieron.

Un sobreviviente de la isla Olutanga en el golfo Moro recuerda: “Cuando cesó el terremoto, me dirigí al muelle y vi cuatro casas derrumbadas. Entonces noté a alguien que señalaba hacia el mar y gritaba: ‘¡Oleada!’ Corrí a una colina lo más rápidamente posible. Las casas que el terremoto dejó en pie fueron hechas trizas por las olas colosales. Al estrellarse las oleadas en la playa, las gallinas volaron por el aire, los perros aullaron, los cerdos chillaron y la gente gritó. Se oyó dirigir frenéticas invocaciones a muchos dioses. Fue una escena que partía el corazón.”

“Cuando la primera luz del alba empezó lentamente a penetrar y esclarecer el cielo oscuro,” recordó un sobreviviente, la zona costanera “fue un campo de casas arrasadas y niños que lloraban. Por todos lados había muertos. . . . El lamento de los que habían perdido a personas amadas cedió a un silencio angustioso.”

Poco después de apaciguarse el desastre, agencias militares y de otras clases lanzaron un esfuerzo total de rescate, socorro y rehabilitación. Una gran cantidad de ayuda, tanto técnica como material, empezó a llegar. Un noticiero informó que en las zonas azotadas, los que podían hacerlo habían “trabajado unidamente para cavar y sacar a vivos y muertos de los escombros caídos.”

Actividades de los testigos de Jehová

Hay más de 76.000 testigos de Jehová en las Filipinas. Naturalmente todos se interesaban en saber cómo les fue a sus compañeros cristianos. Lo más pronto posible después del terremoto e inundación, los ancianos de las congregaciones por toda la zona afectada emprendieron una búsqueda de todos los compañeros Testigos. Un representante especial de la Sociedad Watch Tower escribe:

“Pensamos en varias familias de testigos de Jehová que vivían en una laguna de troncos en el litoral. No esperamos la luz del día, sino cuanto antes nos dirigimos a esa zona. Al llegar se nos hizo difícil creer lo que veíamos. ¡Lo que había sido una comunidad densamente poblada y bulliciosa había desaparecido!” Pero, felizmente, ninguno de los testigos de Jehová de esa localidad murió o sufrió daño grave, aunque todos perdieron sus casas.

En Malangas escombros de toda clase estaban regados por dondequiera. Unas cuantas casas todavía estaban intactas, pero casi todas habían sido arrasadas. Algunas personas estaban usando gasolineras para remolcar sus casas y volverlas a la playa. Un anciano de una congregación de esa localidad informa: “Logré recobrar mi casa remolcándola; solo perdimos nuestra ropa. Pero fue grande la pérdida de vidas, tanto de criaturas humanas como de animales. No obstante, aunque los testigos de Jehová que viven aquí sufrieron la pérdida de muchas posesiones y daño a su propiedad, ni siquiera uno de ellos murió.”

A las cuatro de la mañana después de la catástrofe, después de cesar el toque de queda en la Ciudad de Cotabato, un siervo ministerial de los testigos de Jehová consiguió un yip y salió a visitar los hogares de sus compañeros Testigos. Aquí, también, todos los testigos de Jehová habían salido vivos del desastre y sin sufrir daños serios. Sin embargo, dado que la pérdida de propiedad fue en grande escala, algunos tuvieron que quedarse en centros de refugio que el gobierno había arreglado. Otros asentaron tiendas o erigieron chozitas a corta distancia de su hogar porque se decía que habría numerosos movimientos sísmicos secundarios.

“Terremotos en un lugar tras otro”

Este terremoto fue uno de tres que sacudieron a Asia durante la misma semana. El comisionado Gregorio Andal de la Comisión Sobre Volcanismo dijo: “La corteza terrestre está en una condición turbulenta en este punto y terremotos pueden suceder en cualquier parte del mundo, en cualquier momento.” Otro grupo de científicos cree que tal vez esté aconteciendo algún procedimiento sísmico, que no se entiende cabalmente en la actualidad.

A este respecto, Jesús predijo un rasgo interesante de una “señal” que identificaría la “conclusión” del sistema actual de cosas. Además de guerras, persecución de cristianos, el aumento del desafuero y otras angustias, Jesús predijo: “Habrá . . . terremotos en un lugar tras otro.” (Mat. 24:3-8; Mar. 13:4-8) El historiador bíblico Lucas agrega que Jesús dijo: “Habrá grandes terremotos.”—Luc. 21:11.

Durante los pasados sesenta y dos años los testigos de Jehová le han señalado a su prójimo que todas las facetas de la señal que Jesús dio se han cumplido desde 1914. En cuanto a los terremotos como un rasgo de esa señal, desde ese año más de 900.000 personas han muerto debido a terremotos. Contando desde unos mil años atrás, antes de 1914 el promedio anual de muertes debido a terremotos fue 3.000; pero desde entonces el promedio anual ha subido a 15.000. ¡Las profecías de Jesús acerca de terremotos aplican actualmente!

Por eso, los testigos de Jehová de las Filipinas están muy ocupados visitando a los sobrevivientes de este terremoto, el más devastador que han experimentado. Los consuelan con el mensaje alegre de que se acerca un nuevo sistema en el cual la gente nunca volverá a sufrir muertes accidentales causadas por desastres naturales.—2 Ped. 3:13; Rev. 21:3-5.

[Ilustración de la página 13]

‘La zona costanera fue un campo de casas arrasadas y niños que lloraban’

[Mapa de la página 13]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

ISLA MINDANAO

MAR DE JOLÓ

Isla Olutanga

Cotabato

Zamboanga

Isla Sacol

GOLFO MORO

EPICENTRO

MAR DE CÉLEBES

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