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¡Despertad! 1977
g77 8/4 pág. 26

¿Cuándo se estableció el contenido de la Biblia?

“LA Iglesia Católica,” escribió un sacerdote a una señora que estudiaba la Biblia con los testigos cristianos de Jehová, “fijó de una vez y para siempre todo el contenido y la interpretación de la palabra de Dios.” La declaración del sacerdote concordaba plenamente con la New Catholic Encyclopedia, que declara: “Según la doctrina católica, el criterio próximo del canon bíblico es decisión infalible de la Iglesia. No se tomó esta decisión sino hasta bastante tarde en la historia de la Iglesia (en el Concilio de Trento).”—Tomo 3, pág. 29.

El Concilio de Trento se celebró en el siglo dieciséis. ¿Realmente tuvo que esperar el establecimiento del contenido de la Biblia hasta esa fecha tardía?

Jesucristo y sus discípulos del primer siglo ciertamente no tuvieron dificultades para determinar qué libros eran inspirados de Dios. Al igual que sus paisanos, Jesucristo aceptó las tres divisiones básicas de lo que hoy día corrientemente se llama el “Viejo Testamento” —la Ley, los Profetas y los Salmos— como la Palabra de su Padre. Por ejemplo, después de su resurrección, les dijo a dos de sus discípulos: “Estas son mis palabras que les hablé estando aún con ustedes, que tenían que cumplirse todas las cosas escritas en la ley de Moisés y en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.” (Luc. 24:44) Las Escrituras Griegas Cristianas (o, el “Nuevo Testamento”) usan expresiones como “las Escrituras,” “las santas Escrituras,” y “los santos escritos.” (Hech. 18:24; Rom. 1:2; 2 Tim. 3:15) Es obvio que estas denominaciones tenían un significado específico para la gente que vivía entonces. Precisamente lo que esas “santas Escrituras” eran no permaneció en dudas hasta el tiempo en que los clérigos afirman haberlas definido en el siglo dieciséis.

Es notable el hecho de que el Concilio de Trento no concordó con Jesucristo y sus discípulos primitivos, de modo que solo aceptara los libros del canon establecido de las Escrituras Hebreas. Ese concilio aceptó los libros apócrifos. Respecto a estos libros el erudito Jerónimo, traductor de la Vulgata latina, escribió lo siguiente a cierta dama en relación con la educación seglar de la hija de ella: “Hay que evitar todos los libros apócrifos; pero si ella desea leerlos alguna vez, . . . se le debe decir que no son las obras de los autores por cuyos nombres se distinguen, que contienen mucho que es defectuoso, y que es una tarea que requiere gran prudencia hallar oro en medio de barro.”

Al declarar que ciertos libros apócrifos o deuterocanónicos formaban parte del canon de la Biblia, el Concilio de Trento también hizo caso omiso de las siguientes palabras del apóstol Pablo: “Los judíos son el pueblo a quien el mensaje de Dios fue encomendado.”—Rom. 3:2, Jerusalem Bible, católica.

¿Qué hay en cuanto a las Escrituras Griegas Cristianas? Los escritos que forman esta sección de la Biblia fueron aceptados como inspirados desde el principio. En ese entonces había cristianos que tenían el don milagroso del discernimiento de expresiones inspiradas. (1 Cor. 12:10) Así, el apóstol Pedro podía clasificar las cartas del apóstol Pablo entre el resto de las Escrituras inspiradas. Leemos: “Nuestro amado hermano Pablo según la sabiduría que le fue dada les escribió, hablando de estas cosas como también lo hace en todas sus cartas. En ellas, sin embargo, hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también hacen con las demás Escrituras.”—2 Ped. 3:15, 16.

Otra confirmación del temprano establecimiento del canon de las Escrituras Griegas Cristianas la suministran las listas de los libros inspirados que datan del segundo y cuarto siglos E.C.

A fin de cuentas, pues, los creyentes aceptaron como inspirado cada libro de la Biblia desde el mismo principio. Cuando la escritura de la Biblia terminó en el primer siglo E.C. no quedó nada en cuanto a canonicidad que hubiera que determinarse siglos después.

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