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  • No hallé felicidad en las riquezas
  • ¡Despertad! 1977
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No hallé felicidad en las riquezas

AUNQUE probablemente usted no me conozca personalmente, es posible que haya estado de visita en el hogar de mis padres. Eso es, si usted es parte de esos auditorios que han visitado aquí mediante la televisión. La casa ha sido usada para filmar películas cinematográficas y programas de televisión, incluso un programa que recientemente ganó varios premios Emmy.

Las compañías cinematográficas por lo general pagan entre 1.500 y 2.500 dólares al día de arrendamiento. La casa, construida más o menos a la entrada del siglo, y situada en California del sur, contiene aproximadamente cincuenta cuartos. El construirla hoy día probablemente costaría entre un millón y dos millones de dólares.

Ciertamente es un ejemplo relevante de elegancia en todo sentido... llena de antigüedades inapreciables y alfombras orientales, muchos cuartos adornados de hermosos entrepaños de caoba, algunos recubiertos de oro puro. Tiene una sala de bailes formal de veintitrés metros de largo, una piscina natatoria interior y muchos cuartos de dormir. Afuera hay jardines formales y un campo de tenis privado.

Una vida temprana favorecida

Mis padres siempre fueron muy generosos conmigo, desde niño hasta hombre; en cuanto a las cosas materiales, tenía más de lo que realmente necesitaba. Me compraban automóviles hermosos y me costearon una educación académica extensa, incluso instrucción completa en una escuela de derecho. Fueron igualmente generosos con mi hermano menor. ¡Él era dueño de veinte automóviles aun antes que fuera de suficiente edad para poder conducirlos!

Mi padre trabajó muy duro desde joven para proveernos lo que él consideraba “las cosas más excelentes de la vida.” Me instruyó cabalmente en las inversiones, pues era su deseo que yo llegara a ser millonario. De modo que ésa era mi meta, y no había duda alguna en mi mente de que con el tiempo la lograría.

Éramos una familia muy estrechamente unida y hacíamos muchas cosas juntos. A menudo pasábamos el fin de semana en uno de los yates de nuestra familia. Pero a mis padres también les interesaba que yo recibiera instrucción religiosa. De modo que los domingos me enviaban a la iglesia luterana.

Uno pudiera pensar que por estar cercado de toda esta abundancia material seguramente debiera haber estado muy feliz. En realidad, precisamente lo contrario era cierto.

Fuentes de infelicidad

Una cosa que me perturbaba era que muchos de mis amigos me admiraban por lo que tenía materialmente, y algunos trataban de asociarse conmigo solamente por esa razón. Aunque disfrutaba del reconocimiento que se me otorgaba por ser hijo de un rico, nunca me interesé en el “mundo social.” Odiaba el esnobismo de tantas de estas personas.

Puesto que sufría terriblemente de un complejo de inferioridad, tenía dificultad en relacionarme con la gente. Para tratar de vencer esto, me interesé mucho en la actividad física. Más tarde tuve éxito al competir en la lucha y otros deportes. Con el tiempo participé en concursos de figuras masculinas y fui usado como modelo en clases de arte. Disfrutaba de toda la atención que recibía.

Con el tiempo mi complejo de inferioridad fue reemplazado por presunción y arrogancia. Consideraba a las muchachas como simplemente objetos que debería usar para mi propio placer egoísta, y esto incluía el vivir inmoralmente.

Desilusionado por el mundo, llegué a desconfiar por completo de todos menos los de mi propia familia. Me parecía que necesitaba algo que no estaba recibiendo, aunque no sabía qué era. Con cada día que pasaba me daba cuenta más intensamente del gran abismo que existe entre “placer” y “felicidad.” La gente pudiera pensar en lo “afortunado” que era yo, y que con gusto cambiarían de lugar conmigo, pero no podía imaginarme a alguien más infeliz que yo.

Como resultado, hubo un tiempo en que pensamientos de suicidio preocupaban mi mente. En un cuarto remoto de la mansión lloraba y le oraba a Dios pidiendo que me ayudara a hallar lo que más necesitaba. Tenía una educación buena, buena salud física y ofertas para empleos bien remunerados. Tenía las “llaves” para abrir muchas puertas a lo material, pero la “llave” que me faltaba era la “llave a la felicidad.”

¿La religión una respuesta?

Había renunciado a la religión organizada como medio que conduzca a la felicidad, puesto que podía ver claramente su hipocresía. Durante años se me había hecho patente que las iglesias habían mantenido a la gente en ignorancia a fin de quitarle lo que podían materialmente. También me parecía que mucho de lo que las iglesias hacían era contrario a la Biblia. Por ejemplo, ¡en una ocasión asistí a un casamiento de una pareja desnuda que fue presidido por un ministro desnudo! Pensé: “Este hombre es aún más hipócrita que yo.”

No obstante, me interesaba mucho la Biblia y a menudo la leía privadamente. Un día un muchacho joven llegó a mi casa con las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Las acepté, y más tarde envió a dos señoras para que me hablaran. Las invité a pasar con la intención de exponer lo disparatado de sus creencias. En vez de eso, tuvimos una consideración muy placentera. Al terminar nuestra conversación, me preguntaron si podían enviar a un joven de mi edad a visitarme, propuesta que yo recibí de buena gana.

El joven llegó la noche que habíamos convenido y se le dirigió a esperarme en la biblioteca de arriba. Yo había estudiado libros contra los testigos de Jehová y creía que estaba bien preparado para exponer la falsedad de su religión. Sin embargo, después de hablar con él unos treinta minutos, quedé asombrado por lo mucho que sabía acerca de la Biblia. Hablaba con autoridad pero mostraba humildad excepcional e interés sincero en mi bienestar. Aunque no tenía la educación formal que yo tenía, me explicó el superior programa educativo de que disfrutaba por medio de su religión. Esto me impresionó muchísimo, y empecé a tenerles más respeto a los testigos de Jehová.

Rápidamente confirmó mi propia idea de que la Biblia realmente era el producto de inspiración divina, y más tarde me ayudó a entender muchas enseñanzas bíblicas. Debido a mi instrucción previa en la Iglesia Luterana, yo creía que la Biblia enseñaba que existía una Trinidad... que el Dios Altísimo consistía en tres personas en un solo Dios. También creía que las criaturas humanas tenían un alma inmortal. Durante unos tres meses el joven y yo consideramos la Biblia cada semana y examinamos todos los textos que según mi parecer apoyaban estas enseñanzas.

Después de una comparación cuidadosa quedé convencido de que yo había sido una víctima de la enseñanza falsa en mi iglesia anterior. Otro punto que se me hizo difícil aceptar tenía que ver con la responsabilidad del cristiano de mantenerse neutral en asuntos políticos. (Juan 17:16; 18:36) Me parecía que los ciudadanos de un país deberían defender su bandera hasta el extremo de estar dispuestos a morir por ella. Pero en cuanto a esto yo realmente había sido un hipócrita, puesto que yo no tenía deseo alguno de participar en lo militar y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para evitarlo.

Indecisión, luego el cambio

Aunque estudié la Biblia por algún tiempo y podía ver lo razonable que eran sus enseñanzas, vacilé en cuanto a hacer algo acerca de ello. El hacerlo hubiese exigido que renunciara a mi vida inmoral. De modo que una batalla se había iniciado dentro de mí.

Entretanto llegué a conocer a una muchacha hermosa de quien me enamoré. A diferencia de mí, ella era tímida y considerada y me trataba muy bien. Por otra parte, yo la trataba muy mal y le dije que solo me casaría con ella si no se oponía a que yo tuviera otros intereses femeninos. A pesar de eso, nos casamos y fuimos a Europa en nuestra luna de miel.

Mi esposa era de una familia muy religiosa y de continuo conversábamos sobre las cosas que yo había estado aprendiendo. Empezó a ver que mi interés en la Biblia no era pasajero, puesto que todos los días dedicaba varias horas a estudiarla. Poco a poco empecé a hacer cambios, tratando de llevar una vida moralmente limpia y tratando de dominarme y no enojarme o perder la paciencia. Uno naturalmente esperaría que mi esposa y familia aprobaran esos cambios. Pero precisamente lo contrario fue el caso.

A medida que me interesé más en los testigos de Jehová, mi esposa expresó por primera vez que le pesaba haberse casado conmigo. Aun mi propia familia se puso de parte de ella, y parecía que el resultado iba a ser un matrimonio roto. Mi padre me dijo que si yo le hacía esto a mi esposa —queriendo decir si me hacía testigo de Jehová— me desheredaría, dejándome sin un centavo.

No obstante, yo estaba resuelto a no cejar y abandonar la sabiduría bíblica que estaba consiguiendo, que era la posesión más valiosa que jamás había adquirido. Por primera vez en mi vida, empezaba a sentirme verdaderamente feliz. Vez tras vez leía Proverbios 3:13-15, que declara: “Feliz es el hombre que ha hallado sabiduría, y el hombre que consigue discernimiento, porque el tenerla como ganancia es mejor que tener la plata como ganancia y el tenerla como producto que el oro mismo. Es más preciosa que los corales, y todos tus otros deleites no pueden ser igualados a ella.”

Logrando verdadera felicidad

Andando el tiempo, mi esposa decidió estudiar la Biblia conmigo, y empezó a aceptar y aplicar las cosas que aprendía. Felizmente, ambos nos bautizamos como testigos de Jehová el 21 de noviembre de 1970, simbolizando así nuestra dedicación a Jehová Dios. Poco después mi esposa emprendió la obra de testificación de tiempo cabal. Como un año después yo decidí hacer lo mismo, más bien que empezar a trabajar de tiempo cabal en una oficina de derecho.

Puesto que mis padres estaban opuestos a mi decisión, me pareció que sería mejor mudarnos de la mansión a un pequeño apartamiento. Dado que esto representó un cambio drástico en nuestro modo de vivir, tuvimos que aceptar una norma de vida personal más módica. Vendí mi colección de automóviles, y compramos un auto económico y una bicicleta.

A menudo el tiempo atenúa hasta las desilusiones más penosas. Por fin mi familia pudo ver que mi esposa y yo realmente nos sentíamos felices y que nuestros amigos, que eran Testigos, parecían ser personas decentes y morales que se interesaban en ayudar a otros. Resaltaba el hecho de que, por ser personas estables, los testigos de Jehová no sufren de alcoholismo, que es común entre los ricos.

Después de algún tiempo mis padres convinieron en estudiar la Biblia conmigo, y de vez en cuando hasta vienen al Salón del Reino de los Testigos de Jehová cuando tengo el privilegio de oficiar en un casamiento o pronunciar un discurso público. Además, he podido conducir estudios bíblicos con varias criadas que han trabajado en la casa de mis padres. El señor de ochenta y nueve años de edad que cuida de la casa y vive en ella asiste actualmente con regularidad a las reuniones cristianas. Esto me hace muy feliz, puesto que él ha sido como un abuelo para mí.

Tanto mi esposa como yo hemos aprendido a estar satisfechos con poco de lo material, así como ahora pudiéramos sentirnos satisfechos con una abundancia, puesto que hemos hallado la “llave a la felicidad.” Actualmente tenemos abiertas ante nosotros “puertas” que no lo estaban antes. Tenemos paz mental y amigos que nos aman como si fuéramos miembros de su propia familia. Pero lo de mayor importancia, nos sentimos felices porque sabemos que tenemos una buena relación con nuestro Creador.—Contribuido.

[Comentario de la página 22]

“La ‘llave’ que me faltaba era la ‘llave a la felicidad.’”

[Comentario de la página 23]

“Parecía que el resultado iba a ser un matrimonio roto.”

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