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¡Despertad! 1977
g77 8/8 págs. 16-21

¿Podemos confiar en las profecías de la Biblia?

DIRIJAMOS nuestra atención allá al tiempo del primer siglo de nuestra era común, cuando Nerón todavía era emperador del Imperio Romano. Es el año 66 E.C. El lugar es Jerusalén.

La información que los registros históricos nos suministran acerca de lo que sucedió allí en aquel tiempo es bastante fidedigna. Es cierto que no tenemos muchos detalles acerca de alguna familia en particular que haya estado viviendo en Jerusalén en aquel entonces. No obstante, de la información disponible, podemos concluir con un grado apreciable de certeza qué clase de actitud abrigaban algunas personas.

El siguiente relato está basado en los sucesos que cumplieron una profecía de Jesucristo. Como se ve de las notas al pie de las páginas, los hechos básicos se han extraído de la Biblia y de otros registros históricos. La familia de Pasur y Abigaíl es imaginaria, pero la manera en que respondió ante la crisis reinante bien pudiera haber sido típica de muchas familias que vivieron en aquel entonces.

UNA PROFECÍA IMPORTANTE

Las calles bulliciosas de Jerusalén están atestadas de gente. Los sacerdotes en sus ricas vestiduras se abren paso atropellando a los trabajadores comunes vestidos sencillamente. Los ricos, satisfechos de sí mismos, también se abren paso, atendidos por sus criados. Las voces fuertes de los que regatean los precios de los géneros en las muchas tiendas hacen resaltar el hecho de que la prosperidad es general. Entre la muchedumbre vemos a Pasur, un comerciante de telas. Es un converso del judaísmo al cristianismo. Un discípulo que había conocido personalmente a Jesucristo estudió las Escrituras con él, y como resultado llegó a ser cristiano.

Pasur había sido un joven hace treinta y tres años cuando Jesús murió. Lo único que recordaba era que se hablaba mucho acerca de Jesús, y que era una figura sobre la cual había gran controversia. Fue solo después de examinar las pruebas bíblicas que Pasur quedó convencido de que Jesús era el Mesías prometido. Por ser residente de Jerusalén, Pasur se interesó muchísimo en la profecía de Jesús acerca de la destrucción de la ciudad. Refiriéndose a copias de los rollos bíblicos escritos por Mateo y Lucas como comprobación, el discípulo que estudió con Pasur le había explicado:

“Un día cuatro de los apóstoles se acercaron a Jesús en el monte de los Olivos. Querían saber la señal por la cual reconocerían cuándo iba a acontecer la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, también querían saber acerca de la presencia de Cristo y la conclusión del sistema de cosas. Las respuesta que Jesús dio a su pregunta trató sobre más que la desolación de Jerusalén y el fin del sistema de cosas judío; él habló acerca de la conclusión del entero sistema mundial.”a

Llegado a este punto el discípulo citó las siguientes palabras de Jesús, según las registró el discípulo cristiano Lucas:

“Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella; porque éstos son días para hacer justicia, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. ¡Ay de las mujeres que estén encintas y de las que den de mamar en aquellos días! Porque habrá gran necesidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo; y caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será pisoteada por las naciones.”b

Una ruina merecida

En cuanto a Pasur, él convenía en que Jerusalén merecía ese destino. Testigos oculares le habían contado como la gente había clamado por la ejecución de Jesús, diciendo: “¡Quítalo! ¡Quítalo! ¡Al madero con él!” Y cuando el gobernador romano preguntó: “¿A su rey fijo en un madero?” fueron los principales sacerdotes mismos los que contestaron: “No tenemos más rey que César.”c ¡Cómo le había repugnado a Pasur esta acción asesina de los líderes religiosos!

Muchos seguidores de Jesús habían recibido tratamiento parecido. Más de veinte años después de la muerte de Jesús, el apóstol Pablo había sido atacado por una chusma en Jerusalén.d Y recientemente, Santiago, el medio hermano de Jesús, y otros cristianos fieles habían sido muertos a pedradas en Jerusalén.e A medida que Pasur sigue hacia su casa por las calles llenas de actividad, piensa: “¡La ciudad ciertamente se ha portado en conformidad con su reputación!” Recuerda las palabras de Jesús: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella.”f

No hay duda alguna en la mente de Pasur: Jerusalén verdaderamente merece lo que Jesús ha predicho para ella. “Vendrán días sobre ti,” dijo Jesús, “en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados, y te arrojarán al suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba.”g

“Pero, ¿cuándo?” Esa pregunta tiene preocupado a Pasur, especialmente ahora que una rebelión ha estallado en Jerusalén contra la ocupación romana.

Difiriendo su venida

Él y su familia esperan que la destrucción no venga demasiado pronto. Después de años de trabajo duro, su negocio de telas empieza a rendir buena ganancia. Ahora que sus hijos han crecido, su esposa, Abigaíl, dedica todo su tiempo a trabajar en el negocio. Además, sus hijos están participando a tal grado en el atletismo y música que hasta están pensando en hacer de estas actividades su carrera.

“Ah,” musita Pasur al acercarse a su casa, “No importa cuánto lo merezca, no puedo ver cómo Jerusalén puede ser destruida ahora.”

Se detiene en la entrada y mira hacia el templo. Los ejércitos romanos casi lo habían tomado recientemente. Habían venido para reprimir la rebelión. Pero entonces su líder, Cestio Galo, dio órdenes para que sus hombres empezaran a retirarse.

“¿Quién sabrá por qué?” Pasur reflexionaba. “Bueno, eso ya no importa. Solo sé que miles de romanos que iban retirándose fueron muertos.h ¡Qué victoria para Jerusalén... y qué escape milagroso para nosotros!”

Pasur, consolado por este pensamiento, emite un suspiro de alivio y entra en su casa. Allí están algunas personas con quienes se asocia en la congregación cristiana. Saluda a todos calurosamente a la vez que se pregunta por qué habrán venido.

“¡Tenemos que salirnos de Jerusalén inmediatamente!” dice el anciano del grupo.

“¿Por qué? No es muy probable que Roma envíe otro ejército tan pronto después de la derrota que sufrió el último,” responde Pasur con cierto grado de convicción en su voz.

“Jesús dijo que cuando viéramos a Jerusalén cercada por ejércitos acampados huyéramos a las montañas. Bueno, lo hemos visto. Ahora que se han ido los ejércitos podemos huir.”

“A mí me parece que ha terminado la amenaza que presentaron los romanos.”

“Pero, Pasur, parece que no comprendes el verdadero sentido de lo que ha sucedido. Jehová ha maniobrado los ejércitos romanos para que los cristianos podamos escapar de Jerusalén antes que la ciudad sea destruida. Recuerda las instrucciones de Jesús: ‘Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas.’”i

“Jesús no quiso decir precisamente ahora,” contesta Pasur. “Ese tiempo vendrá más tarde. Y cuando venga mi familia y yo nos saldremos de Jerusalén.”

Por más que tratan de hacerlo, no pueden persuadir a Pasur a reunir su familia y viajar con los otros cristianos a la región cerca de Pela en las montañas de Galaad.j Las numerosas visitas de sus hermanos cristianos no logran hacer a Pasur o a su familia ver la necesidad de abandonar a Jerusalén en un período cuando las cosas marchan tan bien para ellos materialmente. Además, tienen la confianza en el ejército de Jerusalén.

Cuando Pasur les dice adiós a los últimos cristianos que están abandonando a Jerusalén, piensa para sí que regresarán tan pronto como la situación se calme o se ponga estable, y decide que cuando vuelvan será magnánimo; no los reprenderá.

Durante los años 67, 68 y 69 la situación en Jerusalén no vuelve a ponerse estable. Deteriora. Por fin, las facciones guerreantes de los judíos impiden el huir de la ciudad. Lo peor es que Pasur y su familia están sin la asociación espiritual de los cristianos que han huido al otro lado del río Jordán a las montañas de Galaad.

Se cumple la profecía

Viene la primavera de 70 E.C. y con ella una fuente de terror enteramente diferente. Los ejércitos romanos vuelven bajo el mando de Tito, el mismo hijo del nuevo emperador, y cercan a Jerusalén. Cortan los árboles por kilómetros en derredor, hacen de ellos estacas puntiagudas y construyen una empalizada sólida alrededor de la ciudad. ¡Ahora el escape es una imposibilidad!k

Bajo el sitio, los días llenos de temor pasan uno por uno. A Pasur se le acaban los víveres almacenados. Hambre despiadada azota a su casa. Afuera los soldados desenfrenados saquean todo lo que hallan de comer. Para no aumentar la inquietud constante de Pasur, Abigaíl no menciona el hambre que la aflige, pero ni ella ni su esposo pueden ocultar su angustia el uno del otro.

Un día, a medida que el hambre los oprime cada vez más despiadadamente, una conmoción extraordinaria hace que Pasur salga a investigar. Cuando regresa, Abigaíl discierne en el acto que ha visto algo horrible. “María, hija de Eleazar de Betezub, se ha comido a su hijo infante,” dice Pasur.l “Vuelve a suceder lo que sucedió en el día de Jeremías. Nosotros también pereceremos, Abigaíl.”a

Jerusalén no sufre por mucho tiempo. Para el verano de 70 E.C. los romanos finalmente toman la ciudad y la destruyen. Durante el sitio, se da muerte a más de un millón de judíos; se toma como cautivos a unos 97.000.b Entre los muertos están Pasur y su familia. Se habían enterado de la profecía de Jesús y de las instrucciones que él había dado para la salvación. Pero, porque habían rehusado obrar en armonía con ese conocimiento, pagaron el precio de la desobediencia.c

UNA LECCIÓN PARA HOY DÍA

Sí, se cumplió esta profecía de la Biblia. Lo mismo será cierto de todo lo que está predicho o prometido en la Palabra de Dios. Como dijo Josué, líder en la antigüedad de Israel, la nación de Dios: “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado.”—Jos. 23:14.

Por supuesto, como se hizo notar al principio de nuestro relato, la Biblia no dice acerca de las vidas individuales de los que vivieron precisamente antes de la destrucción de Jerusalén en 70 E.C. o durante esa catástrofe. Ni siquiera nos dice acerca de la destrucción de Jerusalén; la historia seglar nos dice acerca de ella. No obstante, probablemente hubo familias parecidas a la que hemos descrito, que dejaron de obrar en armonía con el conocimiento y huir a las montañas en obediencia a las instrucciones de Jesús.

Pero, ¿de qué importancia es todo esto para nosotros que vivimos hoy día? No nos enfrentamos a una situación parecida... o ¿acaso sí?

¡La realidad es que sí nos enfrentamos a una situación parecida! La profecía de Jesús indentificó más que simplemente el fin del sistema de cosas judío allá en 70 E.C. Esa profecía también identificó el tiempo de la “presencia” de Cristo en el poder del Reino, el tiempo en que se habría acercado el fin del sistema de cosas de este mundo entero. Una razón por la cual sabemos que esto es cierto es que Jesús dijo: “Cuando vean suceder estas cosas, conozcan que está cerca el reino de Dios.”—Luc. 21:31.

Bueno, ¿qué predijo Jesús que marcaría el fin de todo este sistema, y cuándo se habría acercado el reino de Dios? Entre otras cosas que estarían ocurriendo, Jesús dijo: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento.”—Luc. 21:10, 11.

¡El hecho es que éstos son sucesos que realmente hemos visto acontecer hoy día! En este siglo, desde 1914, la humanidad ha sido precipitada en dos guerras mundiales catastróficas, y hoy día las naciones están al borde de iniciar una guerra nuclear aún más devastadora. Además, los terremotos, pestes y escaseces de alimento ocurren más extensamente que en cualquier otro tiempo de la historia.

Por lo tanto, cuando se compara la profecía completa de Jesús con los sucesos del día actual, resalta el hecho de que esta profecía está cumpliéndose de modo notable ahora mismo. ¿Qué significa esto?

Significa que el fin de este sistema entero se ha acercado, tal como el cercar a Jerusalén los ejércitos romanos bajo Cestio Galo fue una señal de que el fin de Jerusalén se había acercado. Y así como se necesitó acción especial para conservarse la vida entonces —el huir a las montañas para la seguridad— así se necesita acción apropiada hoy día a fin de salvarse de la destrucción global que está a punto de venir al ejecutar Dios su juicio contra los inicuos.

La acción que se necesita

El huir a un lugar geográfico en particular no es lo que salvará a uno. Jesús mismo mostró esto. Concluyó su profecía hablando específicamente acerca del tiempo del fin de este entero sistema de cosas, al decir:

“Presten atención a ustedes mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso y por las inquietudes de la vida, y de repente esté aquel día sobre ustedes instantáneamente como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que moran sobre la haz de toda la tierra. Manténganse despiertos, pues, en todo tiempo haciendo ruego para que logren escapar de todas estas cosas que están destinadas a suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre.”—Luc. 21:34-36.

Sí, lo que es esencial ahora no es el huir a alguna montaña literal, sino el estar espiritualmente alerta. Tenemos que estar vivamente atentos al cumplimiento actual de la profecía de Jesús, y tener presente que el cumplimiento de su profecía significa que el fin de este sistema está cerca. Por lo tanto, necesitamos tener mucho cuidado en cuanto a nuestra conducta, así como escribió el apóstol Pedro:

“Puesto que todas estas cosas así han de ser disueltas, ¡qué clase de personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y hechos de devoción piadosa, esperando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová . . . ! Por eso, amados, ya que ustedes están esperando estas cosas, hagan lo sumo posible para ser hallados al fin por él inmaculados y sin tacha y en paz.”—2 Ped. 3:11-14.

Esta es la acción que se requiere. Hoy logramos nuestra huida a un lugar de refugio conformando nuestra vida a los justos requisitos de Dios. Sí, al hacer la voluntad de Dios escaparemos la destrucción que le sobrevendrá al entero mundo de la humanidad, como escribió el apóstol Juan: “El mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.

¡No dude por un momento que estas profecías bíblicas se cumplirán! Tan seguramente como se cumplió la profecía de Jesús acerca de la destrucción de Jerusalén en el primer siglo, también se cumplirán las profecías acerca del fin del actual sistema de cosas. Sí, tenemos toda razón para creer en la confiabilidad de las profecías de la Biblia y para obrar en armonía con esa creencia.

[Notas]

a Mat. 24:1-3; Mar. 13:3, 4; Luc. 21:5-7.

b Luc. 21:20-24.

c Juan 19:15.

d Hech. 21:26-32.

e Antigüedades judaicas por Flavio Josefo, Libro XX, cap. IX, §1.

f Mat. 23:37, 38.

g Luc. 19:43, 44.

h Guerras de los judíos por Flavio Josefo, Libro II, cap. XIX.

i Luc. 21:20, 21.

j The Ecclesiastical History of Eusebius Pamphilus, traducida del griego al inglés por C. F. Cruse (1894), página 75.

k Guerras de los judíos por Flavio Josefo, Libro V, cap. XII.

l Guerras de los judíos por Flavio Josefo, Libro VI, cap. III, §4.

a Deu. 28:53; Lam. 2:20.

b Guerras de los judíos por Flavio Josefo, Libro VI, cap. IX, §3.

c Mat. 7:24-27.

[Ilustración de la página 17]

“Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados.”—Luc. 21:20.

[Ilustración de la página 19]

Los cristianos salen de Jerusalén

[Ilustración de la página 20]

El Arco de Tito en Roma muestra a los judíos llevados en cautiverio en 70 E.C. Esto confirma la veracidad de la Palabra profética de Dios

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