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  • ¡Despertad! 1977
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¡Despertad! 1977
g77 22/11 págs. 11-12

Cómo nos preparamos para el alumbramiento

¿Espera usted un bebé? ¿Cuánto saben usted y su esposo acerca del alumbramiento que se avecina? Para muchos matrimonios el alumbramiento representa un cuadro vago, salpicado de falacias que causan temor innecesario, hasta pánico.

CUANDO me hallé encinta, mi esposo y yo decidimos hacer todo lo posible en preparación para el día en que nuestro niño o niña entraría en el mundo. Asistimos a ocho clases que suministraron instrucción sobre el desarrollo del feto y la serie de sucesos que llevan al nacimiento. El curso incluyó películas y consideraciones prácticas.

Permítame compartir con usted algunas de las cosas que aprendimos.

Temprano en el curso repasamos la sobresaliente importancia de buena y equilibrada alimentación durante la preñez. El hierro es especialmente importante, porque en su claustro materno el bebé está almacenando suficiente hierro para durarle unos seis meses después de nacer. Por eso, miembros de la clase sometieron recetas en que se usaba ese alimento que a pocos les gusta pero que está rico en hierro... hígado. Otra cosa que necesitaba hacer, según nos enteramos, era ingerir más leche y queso, puesto que el bebé estaba usando mucho calcio para edificar huesos. Y era necesario que limitara la cantidad de hidratos de carbono en mi dieta para no engordar demasiado.

Cooperando con los dolores de parto

Las diapositivas y películas nos ayudaron a aprender acerca del desarrollo de la nueva criatura humana en el útero y el procedimiento del nacimiento. El parto puede dividirse en tres etapas. Primero, hay una serie de contracciones de los músculos del útero, o matriz, que van aumentando. Estas hacen que el cuello uterino, o boca de la matriz, se abra gradualmente sobre la cabeza del bebé. La segunda etapa es el pasar el bebé por el conducto de nacimiento al mundo exterior. La tercera etapa es la expulsión de la placenta, que había sido el vínculo del bebé con la madre para alimentarse y deshacerse de los desperdicios.

Lo que se considera más difícil es el fin de la primera etapa. Esto es cuando el cuello uterino alcanza su mayor diámetro o dilatación... alrededor de 10 a 12 centímetros. Si la madre entiende que los dolores de parto son pasos progresivos que contribuyen a la llegada del bebé que ha esperado por largo tiempo, eso debe moverla a cooperar con las contracciones por medio de relajarse entre los dolores. El que ella ponga tensos los músculos voluntarios solo causa un choque con los músculos involuntarios del útero que están en contracción, y aumenta su malestar. Por lo tanto, aprendimos el valor de la relajación total y de ciertas técnicas de la respiración. Así toda la energía de la madre está disponible para que la usen los músculos uterinos.

El esposo puede desempeñar un papel especialmente importante como entrenador, especialmente durante la transición de la primera etapa a la segunda etapa del parto. Puede seguir recordando a su esposa a relajarse y a apegarse al prescrito patrón de respiración, mientras que le da masajes suaves. Aprendimos que era necesario empujar durante la segunda etapa, jadeando entre los dolores para evitar el rompimiento de los tejidos debido a un parto demasiado rápido.

¿Qué se puede decir acerca de la anestesia? Nuestro curso de instrucción enfatizó el hecho de que cada mujer tendría que tomar su propia decisión en cuanto a esto. Muchas mujeres pueden dar a luz sin anestesia. Por otra parte, si una mujer la pide durante el alumbramiento no se le considera un fracaso. Hallamos esto muy confortante.

“¡Es una niña!”

A medida que mi bebé se acercó a completar su pasaje por el conducto de nacimiento, di una última empujada suave. Apareció la cabeza de la criaturita, lo cual resultó en especulación excitada. “Se parece a la cabeza de un niño,” exclamó mi esposo. “No, se parece a la cabeza de una niña,” replicó la enfermera-partera. Entonces llegó el momento emocionante... “¡Es una niña!” ¡Qué maravilloso y deleitable fue ese momento!

Poco después de eso nuestra preciosa infanta se acomodó a mi pecho y recibió su primera comida, un líquido singular que se llama “calostro.” Recuerdo haber aprendido que éste es especialmente bueno para el recién nacido. Hay tres razones: (1) Porque el calostro tiene un contenido muy bajo de grasa e hidrato de carbono se le hace más fácil al recién nacido digerirlo. (2) Es más rico en factores de inmunidad que la leche verdadera. (3) El calostro tiene un efecto ligeramente laxante y elimina el “meconio” (una acumulación de células, moco y bilis) que se junta en los intestinos del infante antes de nacer.

Sabía que dentro de unos días nuestro bebé estaría recibiendo mi leche verdadera. Esta es muy superior a cualquier sustitutivo. Le es mucho más fácil al bebé digerir la leche de la madre y además le suministra inmunidad de ciertas enfermedades virales. El amamantar a mi niña me ayudaría a mí también. La acción de mi bebé de mamar ayudaría al útero a contraerse, lo cual regularía la pérdida de sangre. Ciertos estudios han indicado que en algunos casos, aunque no en todos, si la lactancia materna es completa puede retrasar la reanudación de la ovulación, un medio natural de espaciar a los niños.

La instrucción que recibimos en nuestras clases también nos ayudó a rechazar ciertas creencias infundadas. Por ejemplo, se le había dicho a una mujer que estaba encinta que no extendiera las manos arriba de la cabeza, puesto que esto envolvería el cordón umbilical alrededor del cuello del niño y lo estrangularía. Sin embargo, nuestro instructor explicó que los movimientos de la madre no tienen que ver con la posición del feto ni del cordón. En el caso de nuestro bebé, tenía el cordón envuelto dos veces alrededor del cuello, no obstante nació sana y llena de vida.

Algunos afirman que pueden predecir el sexo de la criatura por la forma del vientre de la madre. Dicen: “Si lo lleva bajo y redondo, es una niña.” Estas creencias, sin embargo, son infundadas. La única manera de determinar con anticipación el sexo de un bebé es tomando una muestra del líquido amniótico del útero y examinando las células en éste.

Después del parto pasé tres días en un “centro de maternidad” especial que le facilitó al nuevo bebé una estrecha relación de familia. No me entregaban mi hijita solo a ciertas horas metódicas para luego llevársela de repente, de modo que su papá solo lograra una ojeada de ella de vez en cuando. En vez de eso, estábamos a la disposición la una de la otra. El uso de una camita en ruedas facilitó el transporte de ella a mi cuarto y de él. Otra cosa muy agradable fue que se le permitió a mi esposo estar con nosotras a la hora que deseara. Para mi esposo y para mí, los preparativos que hicimos para el alumbramiento ciertamente valieron la pena.—Contribuido.

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