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  • ¿Son generosos sus hijos?
  • ¡Despertad! 1978
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¡Despertad! 1978
g78 8/1 págs. 16-20

¿Son generosos sus hijos?

“¡DAME eso! ¡Es mío!” ¿Le son familiares esas palabras? ¿Expresan los sentimientos de sus hijos cuando se les pide que compartan cosas con otros? Muy bien pudiera ser éste el caso, si su hijito da señales de ser egoísta y posesivo con sus pertenencias.

Es natural que los padres se preocupen cuando sus hijos desarrollan y manifiestan estas tendencias indeseables. Pero, ¿qué pueden hacer los padres para refrenar estos rasgos? ¿Cómo es posible enseñar a los hijos a ser liberales, dadivosos y generosos?

Hay que enseñar la generosidad

Para el recién nacido sus deseos y necesidades son las cosas más importantes. Ni siquiera se da cuenta de las muchas noches que sus padres pasan sin dormir, esforzándose por mantenerlo bien alimentado, seco y suministrándole la atención que él tanto anhela. Por supuesto, con el tiempo el niño llega a estar más consciente de los demás. Pero hay que enseñarle la generosidad, así como otras admirables cualidades.

La edad en que el niño puede absorber tal instrucción es diferente en cada niño. Para cuando llegan a la edad escolar, algunos niños son sociables y están listos para las amistades y todo lo que éstas traen consigo. Sin embargo, otros niños de la misma edad quizás no se hayan ajustado de esta manera. Se aferran a los rasgos de la primera infancia. La tarea de enseñar a estos niños es más difícil, especialmente si el pequeñuelo es hijo único.

Muchos niños de familias grandes forzosamente aprenden que sus necesidades y deseos individuales no son la cosa más importante. A una edad temprana aprenden a compartir alimento, ropa y otras cosas materiales, si acaso no sus ideas, con sus hermanos, hermanas y otros miembros de la familia. Y por lo general estos niños llegan a ser seres humanos bien ajustados, equilibrados y maduros.

¿Qué hay de sus hijos? ¿Son generosos o egoístas, dadivosos o posesivos, afables o tacaños? Bueno, ¿los ha contemplado objetivamente alguna vez? “¿Cómo,” pregunta usted, “puede hacerse esto mientras todavía son jóvenes y dóciles?” Una manera sencilla es observarlos mientras juegan con otros niños. A menudo un niño que tiene tendencias egoístas es muy posesivo con sus juguetes, y no deja que otros niños siquiera los toquen. Sin embargo, quiere jugar con los juguetes de estos niños, y hasta se encoleriza si no se sale con la suya. En contraste, el niño generoso por lo general está muy dispuesto a compartir sus cosas con los demás. Algunos hasta se afanan por hacerlo. Se percatan de las necesidades de niños menos afortunados y comparten sin que se les inste a hacerlo.

Es interesante que a menudo se nota que este tipo de niño por lo general se ha criado en un hogar en el que los padres ponen un buen ejemplo en el dar. También recibe mucho amor en la casa. Por eso la seguridad que él siente no depende de las cosas materiales a las cuales se puede aferrar. Siente la seguridad que le imparte el amor de sus padres y sabe que está libre de peligro en el amoroso arreglo familiar. ¿Es eso cierto de sus hijos?

Lo que los padres pueden hacer

Un factor importante que contribuye a que los niños sean generosos y amigables es que los padres continuamente los estimulen a serlo. Considere, por favor, a una madre que tiene cuatro hijos y que ha tenido buen éxito en este asunto. Tan pronto como sus hijos pueden comprender ella les empieza a hablar de este asunto. La madre amorosamente ayuda a cada uno a apreciar que el arreglo de familia de hermanos y hermanas es un don preciado de Dios y que ellos tienen que cuidarse unos a otros a medida que crecen. Los mayores entonces ayudan a los más jóvenes a medida que aumenta la familia. Ella les señala la actitud desamorada y violenta de los niños que los rodean y muestra a sus pequeñuelos cómo ellos pueden ser diferentes. Cuando sus hijos se apartan del proceder apropiado, pacientemente se los recuerda. Esta madre joven también les deja resolver los problemas que tienen unos con otros siempre que esto sea posible. Dice: “No me parece que los celos entre hermanos sean algo natural. No veo razón alguna por la cual hermanos y hermanas siempre tengan que estar peleando y discutiendo unos con otros. He tratado de desarraigar esas acciones de nuestra familia suministrando a cada hijo todo el amor y atención que él o ella requiere. No ha sido fácil, pero nos ha dado resultados.” Este enfoque ciertamente surte efecto, pues se nota que las peleas que existen entre algunos hermanos y hermanas por lo general no ocurren en esta familia en particular.

Otra pareja con muchos hijos, incluso uno retardado, también ha tenido buen éxito al criar a sus hijos en un ambiente amoroso y generoso. Contrario a lo que pudiera ocurrir en familias semejantes, se anima al niño retardado a ser generoso con sus hermanos y hermanas mayores y menores, y se espera que lo sea. Sin embargo, él no es el centro de toda la atención. Pero los otros no lo pasan por alto ni lo hacen sentirse inferior. La naturaleza amorosa del niño, en particular su interés por niños que ni siquiera ha conocido, se gana el afecto de los individuos que lo conocen. Su madre dice que ella y su esposo esperan que sus hijos sean amorosos unos con otros. En vez de manifestar sorpresa cuando los hijos manifiestan tal amor, y darles recompensas o hasta sobornos, estos padres manifiestan sorpresa y consternación silenciosa cuando sus pequeñuelos no se tratan unos a otros de una manera amorosa. Esta actitud ‘se les pega’ a los niños sin tener que dar sermones largos ni reprensiones ásperas.

¿Es así como usted trata a sus hijos? O, ¿supone usted que cualquier egoísmo que nota en ellos es sencillamente una fase por la cual están pasando y de la cual se librarán? Son muchos los padres que han opinado así, y cuando por fin han visto la necesidad de hacer algo, han hallado que el egoísmo está demasiado arraigado en el niño para poder cambiarlo.

Cuando los padres notan por primera vez tal tendencia mala, deben esforzarse por desarraigarla prontamente. Las madres en particular tienen que hacer esos esfuerzos, pues por lo general pasan más tiempo con el niño que el padre. Pero deben estar en armonía con sus esposos a fin de que los niños se sientan seguros. Nada puede hacer más ansioso al niño, y más posesivo, que el no sentirse seguro del amor que sus padres se tienen el uno por el otro. Si el pequeñuelo se da cuenta de que sus padres no están unidos, es probable que confíe cada vez más en los objetos materiales... cosas con las cuales se siente seguro y a las cuales se puede aferrar. Además, el niño se hace muy retraído en su personalidad y tratos con otros.

A veces los padres se desaniman debido a que, prescindiendo de lo que hagan, no obtienen buenos resultados. O, por lo menos así parece. No obstante, las cosas que hacen los padres se graban en la mente del hijo. Por ejemplo, al contar los recuerdos de su niñez, un hombre recordó con placer algo que sucedió cuando tenía unos ocho años de edad. Dijo: “Recuerdo que había ahorrado mis centavitos y comprado varias pastillas de mi chocolate favorito. Me proponía sentarme bajo un árbol y sencillamente comerme todo el chocolate yo solo. Bueno, en cuanto compré el chocolate, me topé con mi madre. Por supuesto, ella me mandó a que les ofreciera algunas pastillas a mis hermanos y hermanas. Recuerdo lo horrorizado que quedé ante tal idea porque tenía más hermanos y hermanas que pastillas de chocolate. Después de unos cuantos momentos de ansiedad en los que actuaron como si fueran a devorarse todo mi chocolate, me devolvieron la mayor parte, y con eso me fui volando. Pero recuerdo que después de eso pensaba más en ellos cuando compraba algo.”

También recordaba una disputa que había tenido con un hermano menor acerca de una porción de pastel y quién iba a recibir la porción más grande. Su padre zanjó el asunto estableciendo una regla. Desde entonces, uno cortaba el pastel y el otro escogía primero. ¿El resultado? Los dos desarrollaron la habilidad de cortar porciones iguales. Sin embargo, con el tiempo se hicieron menos exigentes el uno con el otro y prevaleció un espíritu más generoso.

El hijo único

Puesto que un hijo único no tiene hermanos y hermanas con los cuales asociarse y compartir cosas, a menudo se hace codicioso y egocéntrico. Si no se le refrena, esta tendencia se manifestará en la vida adulta. Esos niños pueden llegar a ser personas que siempre quieren el mejor asiento, lo mejor del alimento, y así por el estilo.

¿Qué puede hacerse para ayudar a un hijo único? Una madre a quien el asunto tenía preocupada adoptó lo que para algunos fue un modo drástico de abordar el egoísmo creciente de su hijo de seis años de edad. El hablar con él no dio resultados. De modo que emprendió un plan diferente. Ella, junto con su madre (los tres vivían juntos), decidieron hacerlo consciente de lo mucho que dependía de ellas para su alimento, hogar, ropa y cosas por el estilo. Cada vez que usaba algo que les pertenecía a ellas, ella y la abuela le recordaban que aquello no era de él. Pronto llegó a apreciar que lo que era “suyo” en realidad era algo que ellas le habían regalado. Era la propiedad de ellas y meramente se le concedía permiso para usarlo. En breve, el pequeñuelo entendió bien el punto. Sin que fuera necesario que ellas lo instaran, comenzó a compartir con ellas más y más de lo que era “suyo.” Esta actitud se propagó al círculo creciente de sus amigos. Al observar a su hijo jugar, esta madre notó su actitud nueva, aunque al principio un poco renuente, en cuanto a compartir cosas con sus compañeros de juego. En breve, la generosidad se hizo cada vez más una parte de su personalidad, especialmente al ver lo mucho que esto complacía a su madre, abuela y otros. Y, ¿no desean todos los niños recibir afecto y ser aceptados? Seguramente, y un hijo único no es la excepción.

Es importante la actitud apropiada

Se entiende que ningún padre o madre quiere criar a un hijo egoísta. Pero, aunque parezca extraño, los padres a veces contribuyen al egoísmo de sus hijos. La actitud de los padres puede fomentar el egoísmo en sus hijos e hijas. Algunos progenitores quieren que sus hijos tengan todas las cosas que ellos mismos no tuvieron en su niñez. Si tuvieron que trabajar duro de jovencitos, quieren que sus hijos tengan una vida fácil. ¿Ha oído usted expresiones como ésas? Bueno, visto superficialmente este modo de pensar pudiera parecer completamente inofensivo. Pero un examen más profundo revela algunas fallas graves en este modo de razonar. Los padres que tienen esta actitud no se dan cuenta de que, por lo general, el trabajo duro, los sacrificios y privaciones que ellos experimentaron temprano en su vida fueron factores que contribuyeron a hacer de ellos individuos maduros que confían en sí mismos. El negarles a sus hijos por lo menos algunas de estas experiencias pudiera impedir que ellos desarrollen esas mismas buenas cualidades.

No hay duda de que cuando los padres dan a sus hijos todo lo que quieren cuando lo quieren, estos pequeñuelos crecen creyendo que todo el mundo los tratará de la misma manera. Si a los niños se les da todo el dinero para gastar que quieren, quizás nunca crean que es necesario ganar nada por su propia cuenta. Tampoco estarán propensos a dar a otros. Si los padres lo hacen todo por sus hijos, rara vez tomará la iniciativa la prole. Más bien, esperarán que otros lleven las responsabilidades por ellos. Mucho depende de cómo los padres entrenan y disciplinan a sus hijos mientras éstos son pequeños. ¿No concuerda usted?

Los padres que igualan las cosas materiales con la felicidad enseñan a sus hijos a ir en pos de lo opuesto... la infelicidad y la frustración. ¡Qué triste legado dejan a sus hijos!

Por otra parte, los padres amorosos desean que sus hijos crezcan y lleguen a ser hombres y mujeres que se basten a sí mismos, que sean confiables, amorosos y afables. Y el papel que ellos desempeñan como padres es vital para lograr esa meta. Por lo general, los niños hacen una de dos cosas: lo que se les enseña a hacer, o lo que se les permite hacer. No se hacen egoístas y malcriados debido a que recibieron amor, afecto y disciplina solícita. Por lo general, los niños se hacen egocéntricos y egoístas cuando no reciben estas cosas o no las reciben a grado suficiente.

Por lo general los hijos, al llegar a ser adultos, son el producto del entrenamiento, disciplina y amor (o falta de éstos) que recibieron de sus padres. Si los hijos salen bien, los padres pueden ‘aceptar los aplausos,’ por decirlo así. Si no salen bien, dolorosamente deben aceptar gran parte de la culpa. Si se hace el esfuerzo mientras los niños son jóvenes, por lo general se producen buenos resultados. Como dice la Biblia: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” (Pro. 22:6) Por supuesto, ese principio también aplica a las niñas.

Seguramente, los padres que se interesan en sus hijos quieren que salgan bien. Por eso, como padre o madre haga el esfuerzo necesario y muy probablemente sus hijos llegarán a ser generosos. Llegarán a apreciar que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.

[Ilustración de la página 19]

‘Papá nos enseñó a compartir con igualdad’

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