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  • g78 22/1 págs. 6-8
  • “Mamá, no puedo pasarme sin ti”

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  • “Mamá, no puedo pasarme sin ti”
  • ¡Despertad! 1978
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¡Despertad! 1978
g78 22/1 págs. 6-8

“Mamá, no puedo pasarme sin ti”

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Suecia

NACER es toda una revolución en la vida del niño. El infante sale de un medio fluido y oscuro al aire y a la luz. Comienza la respiración. El control de la temperatura empieza a funcionar. El cerebro comienza a recibir impresiones enteramente nuevas que es preciso clasificar y archivar. Los ojos tienen que acostumbrarse a la luz, y los oídos a sonidos completamente nuevos. Ahora es preciso ingerir el alimento por la boca.

Antes del nacimiento, el desarrollo del bebé es regulado por las leyes que lo conectan con su madre. ¿Es razonable asumir que de súbito estas leyes cesan de aplicar inmediatamente después de nacer el infante? Muchos investigadores concuerdan en que durante la primera etapa de la vida del niño hay entre la madre y el bebé recién nacido una acción recíproca y armoniosa que parece seguir cierta ley. Esto es muy importante para el desarrollo continuo del infante.

La ley de la acción recíproca

La ley de la acción recíproca comienza a aplicar inmediatamente después del nacimiento. Se manifiesta en el deseo instintivo de la madre de abrazar al niño tiernamente y por el hecho de que el niño busca el pecho de la madre. Cuando el mentón del niño toca el pecho, el infante comienza a mover la cabeza hasta que la boca encuentra el pezón. El niño abre la boca, comienza a mamar usando la lengua como una bomba, y entonces cierra la boca. Comienza a funcionar el mecanismo de tragar. El mamar del bebé inicia una acción refleja en la madre que hace que el útero y la cerviz se contraigan. Esto contribuye a que esos órganos regresen a su forma original.

Los recién nacidos no son, como muchos creen, pasivos o perezosos. Tan ansiosamente como el infante chupa la leche, así de activamente asimila información del mundo que lo rodea. Las células de su sistema nervioso son moldeadas por la información que el cerebro recibe y procesa. Es vital que el infante reciba precisamente la cantidad correcta y la clase de información correcta. Esto se debe a que el período más importante en el desarrollo del cerebro viene durante los últimos tres meses de la preñez y los primeros quince meses de la vida.

Especialmente durante la lactancia, el infante recibe mucha información importante acerca del mundo exterior. Todos los sentidos del niño reciben estímulos durante ese tiempo. El infante percibe el calor moderado y el olor de la piel de su madre. Él siente a su madre con el sentido del tacto. Casi continuamente el bebé mira el rostro de ella a medida que ella lo alimenta. Escucha su voz y los latidos de su corazón. La posición al amamantar estimula el sentido del equilibrio —el fluido en el oído interno se pone en movimiento— uno de los muchos estímulos que se necesitan para que el cerebro se desarrolle apropiadamente.

Además, el niño tiene que trabajar duro para obtener alimento del pecho. Esto pone un fundamento para el poder de concentración y perseverancia del niño, habilidades que tienen que ser desarrolladas. El niño lactante que desiste sin esforzarse mucho pone en peligro su vida. En esto verdaderamente se necesita la madre.

La vista del infante

El poder visual de un pequeñuelo es mucho mayor de lo que se creía antes. Experimentos recientes muestran que el mundo del recién nacido no es una niebla difusa y gris, desprovista de contornos. Un examen de los infantes recién nacidos ha mostrado que su mirada se fija preferiblemente en superficies con diseños complejos más bien que en superficies sencillas. Una vista frontal del rostro humano resulta ser el objeto visual más estimulante y atractivo para el infante.

A fin de hallar lo que captaba el interés visual de los infantes, el sicólogo R. L. Fantz hizo una prueba cabal de 49 bebés con edades que variaban de cuatro días a seis meses. Les dio a ver varios objetos, entre éstos un rostro humano. ¿Con qué resultados? Los infantes de todos los niveles de edad mostraron el mayor interés en el modelo del rostro. Fantz llegó a la siguiente conclusión: “El conocimiento innato del ambiente se demuestra . . . por el interés de los jóvenes infantes en formas de la clase que más tarde les ayudarán a reconocer objetos, responder en lo social y orientarse espacialmente.” Así, parece que desde que nacemos buscamos el importante, estimulante y significativo rostro humano.

Puesto que en las personas la actividad de las pupilas resulta ser una medida de la actividad intelectual y emocional del cerebro, se ha estado haciendo mucha investigación acerca de los reflejos de la pupila en los niños pequeños. Un investigador halló que la vista del rostro de la madre producía la mayor dilación de las pupilas aun en infantes de menos de un mes de edad. A menudo es el rostro de la madre lo que ocasiona la primera sonrisa, una reacción que solo se ve en los seres humanos y una señal de buena actividad emocional en el cerebro. Así, es posible que una función muy importante de la madre sea el proveer estímulos que contribuyen a madurar el sistema nervioso del niño.

Su oído

Las impresiones visuales que se originan con la madre no son lo único que hace que el infante se sonría o responda de otras maneras importantes; el sonido también es importante, y es la voz femenina la que provee el mejor estímulo. ¡Qué vital, pues, que la madre hable afectuosa y quedamente con su bebé, o le cante su dulce canción de cuna!

Cuando el bebé llora, la madre instintivamente lo carga y por lo general se lo lleva al pecho izquierdo. Esto permite que el bebé escuche los latidos del corazón... algo que es de gran importancia en el desarrollo del infante. Los experimentos con niños indican que los infantes a los cuales se les permitió escuchar latidos de corazón normales aumentaron de peso, lloraron menos y durmieron mejor que los niños a los que no se les permitió escuchar tales sonidos.

Contacto con la piel y estimulación

El roce de la piel de la madre evidentemente también contribuye al desarrollo del niño. La sicóloga de niños Anne-Marit Duve declaró: “Puesto que la actividad de las pupilas muestra claramente el grado de actividad del cerebro, tenemos razón para creer que un alto grado de estimulación de la piel, un alto grado de contacto —en los cuales es muy importante el contacto relacionado con el amamantar— puede estimular la actividad mental, lo cual a su vez puede producir mayor capacidad intelectual en la edad adulta.” De modo que, cuando se carga al niño, se le da golpecitos, se le baña y seca, el roce de la madre estimula la piel del niño de una manera que puede ser de gran importancia en su vida posterior.

El padre y la madre igualmente importantes de maneras diferentes

Muchos investigadores concuerdan en que el niño debe estar vinculado a una persona por lazos estrechos y que debe establecer una relación de “uno a uno” con alguien a fin de poder continuar desarrollándose en todos los aspectos de la vida. Lo más natural, y lo más correcto desde el punto de vista biológico es que esta relación se establezca con la madre. Sin embargo, se concuerda en que el papel del padre, aunque diferente, por lo menos es de igual importancia. El papel del padre, entre otras cosas, consiste en usar su fuerza física, que por lo general es superior, y sus facultades mentales constructivas para edificar las condiciones necesarias que contribuyen a que la relación estrecha entre madre e hijo sea lo más eficaz posible.

Reconocemos este modelo desde tiempos antiguos. En el pasado, la madre casi siempre llevaba al niño consigo dondequiera que iba. A menudo lo cargaba, tal vez en su espalda, mientras trabajaba. Lo levantaba, lo mecía, lo acariciaba, le cantaba y lo arrimaba a su pecho. El padre, por otra parte, proveía materialmente para la familia y traía del mundo exterior la información que sus hijos necesitaban.

Este es el modelo de vida que según la Biblia existía entre los hebreos. Había una intimidad especial entre la madre y los hijos. Las madres hebreas amamantaban a sus hijos hasta que éstos tenían unos tres años de edad, o hasta los cinco años de edad. Después que el niño era destetado, el padre empezaba a encargarse de su crianza y educación.

Sin embargo, hoy día, los niños a menudo están al cuidado de niñeras, o en sitios donde cuidan niños de día y en escuelas de párvulos. Pasan muchas horas de la parte activa del día con personas que no son sus padres. Pero, cuando las circunstancias no lo exigen, ¿es prudente que esto sea así? Muchas personas se preguntan si este modelo de vida no ha aumentado los problemas mentales, incluso la depresión, entre los niños. La sicóloga de niños Anne-Marit Duve declara: “La experiencia clínica me ha llevado a sugerir que mucho del dolor que yace y se fermenta en muchas mentes jóvenes se debe a que sus portadores, temprano en la vida, perdieron su más importante fundamento en la vida... su madre.”

La investigación reciente parece indicar que la mujer que desea tener hijos debe aceptar su papel como madre tanto por su propio bienestar como por el de su hijo. No es sencillamente un asunto de embarazo físico y entonces dar a luz. Evidentemente otro “embarazo,” que los investigadores llaman “embarazo mental,” comienza inmediatamente después del nacimiento y continúa hasta que el niño está plenamente desarrollado. Este “embarazo” también está relacionado con la madre.

¡Cuán verdaderamente importante es el papel de la madre! La declaración: “Mamá, no puedo pasarme sin ti,” no es una exageración. Está claro que nuestro Creador, Jehová Dios, se proponía papeles diferentes para el hombre y la mujer. Cuando los padres estiman debidamente sus papeles respectivos, pueden dar a su prole la mejor base posible para un buen comienzo en la vida.

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