El papel de la limpieza en la salud
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Filipinas
EL HOMBRE ha luchado por mantenerse saludable casi desde el principio de la historia. Pero no ha podido salir victorioso en su batalla contra las enfermedades, plagas y epidemias. A pesar de los adelantos en la ciencia y la medicina, la gente continúa enfermando y muriendo.
En un tiempo se creyó que los malos espíritus ocasionaban las enfermedades, y los médicos contrarrestaban esta influencia con conjuros o encantamientos y hasta con sangrías. A veces se usaban hierbas, sin duda con mayor beneficio. Sin embargo, fue el descubrimiento de los gérmenes lo que más contribuyó al éxito en el tratamiento de los enfermos. Y esto llevó a un entendimiento de la relación entre la buena salud y la limpieza.
Hoy día se entiende que muchas dolencias —las enfermedades transmisibles— se producen como resultado de tres factores: El agente, el ambiente y el huésped. El agente es la causa original de la enfermedad. Entre los agentes patógenos se encuentran las bacterias (que ocasionan dolencias como la fiebre tifoidea y el cólera), los protozoos (que producen enfermedades como la disentería amebiana), los virus (que ocasionan poliomielitis, hepatitis infecciosa y así por el estilo), los parásitos (que producen el paludismo y así por el estilo), y los hongos (a los cuales se deben problemas como la tricotifosis de los pies, conocida comúnmente como el pie de atleta). También hay agentes no microbianos, como el plomo y el mercurio, que pueden causar envenenamiento.
El agente patógeno existe en lo que se conoce como reservorios. Estos pueden ser una persona que ya está enferma, un portador (persona que lleva el agente, pero que no muestra síntomas de la enfermedad), un animal, o hasta parte del ambiente inanimado. Cuando el agente es expulsado del reservorio —por medio de toser, estornudar o de alguna otra manera— puede ser recogido y transportado a un huésped potencial. Es decir, alguien que no sea inmune a esa enfermedad. Si el agente halla la manera precisa de entrar al huésped, éste enfermará. La importancia de la manera en que el agente entra se ve en el caso del tétano. Si el germen entra por la boca, es inofensivo. Sin embargo, si se introduce a través de una cortadura profunda en la piel, es probable que el huésped contraiga la enfermedad.
Hoy día los hombres tratan de romper esta cadena de transmisión patógena por medio de la higiene. De esta manera se esfuerzan por controlar el ambiente a fin de impedir que el agente patógeno sea transportado a un nuevo huésped. El éxito relativo de este método se ha visto en muchos países en los cuales el gobierno se deshace de la basura de manera apropiada, trata las aguas de alcantarilla y ha podido proveer un abastecimiento de agua limpia. En esos países enfermedades como la fiebre tifoidea, el cólera y la plaga casi han sido eliminadas. Sin embargo, aun en las naciones más desarrolladas la gente sigue siendo víctima de enfermedades transmisibles como la influenza. Esto es especialmente cierto durante períodos de crisis, en los que los servicios públicos se trastornan y las enfermedades pueden volver a presentarse. Estos hechos recalcan el punto de que la higiene no es responsabilidad solamente del gobierno. Todos nosotros deberíamos estar conscientes de cómo se transporta la enfermedad y lo que nosotros podemos hacer individualmente para prevenirla.
Transmisión por medio del roce
El mundo hoy día está en las garras de una pandemia de enfermedades venéreas, las cuales se han transmitido casi enteramente por medio del contacto directo en las relaciones sexuales. Estas infecciones que se transmiten sexualmente se encuentran entre las principales enfermedades que se propagan por transmisión de contacto.
El control de las enfermedades venéreas en mayor parte es asunto de limpieza moral, mientras que la limpieza física contribuye a prevenir la propagación de muchas otras dolencias. (1 Cor. 6:9, 10) Acerca de esta última, un médico dijo: “Lavarse las manos después de usar el retrete y antes de comer debería ser algo tan automático como respirar.” De hecho, las enfermedades que se transmiten por medio del contacto deberían ser las más fáciles de evitar.
Alimento y agua
Los seres humanos usan automóviles o autobuses como vehículos de transporte. Semejantemente, los agentes patógenos pueden viajar en vehículos... en el agua, la leche o hasta en los alimentos. Esto se conoce como la transmisión por vehículo. La leche, que es tan buena para los niños en la etapa del crecimiento, puede portar la enfermedad si viene de un animal sucio o infectado, razón por la cual, en los países occidentales, se exige pasterizar la leche. Muchas personas prefieren hervir la leche si hay duda en cuanto a ella. El alimento puede transmitir enfermedades si se prepara con manos sucias o si ha estado en contacto con roedores o insectos. Pero quizás el material que más comúnmente está contaminado es el agua. No podemos vivir más de cuatro o cinco días sin ella, pero si nuestra agua potable está contaminada, sirve de vehículo de entrada a nuestro cuerpo para innumerables millones de agentes patógenos. ¿Y qué agentes patógenos pueden ser transportados en el agua? Las bacterias, protozoos, gusanos, virus y venenos no microbianos.
Hoy en día muchas ciudades modernas cuentan con un abastecimiento de agua que ha sido tratada químicamente; pero nunca debe darse por sentado el agua potable, especialmente en períodos de inundación, terremoto o crisis similares. En caso de duda, es prudente tratar el agua tal vez con cloruro de cal, o, si esto no está disponible, con tintura de yodo. Si no se puede obtener estas sustancias, es posible esterilizar el agua hirviéndola por un mínimo de diez minutos. Recuerde, sin embargo, que se puede contaminar el agua tanto después de hervirla como antes. De modo que se debe guardar o poner el agua esterilizada en un lugar limpio y protegido hasta el momento de usarla.
En los distritos rurales, particularmente en los países en desarrollo, las familias dependen de diferentes fuentes de agua que es preciso proteger de la contaminación. Por ejemplo, los que usan el agua de lluvia deben asegurarse de que no entre polvo alguno en el tanque de almacenamiento junto con el agua de lluvia. Además, hay que proteger el tanque de insectos, roedores y otros animales. Es casi seguro que las personas que se valen del agua superficial, como riachuelos o arroyos, están tomando agua contaminada. Es casi imposible evitar que los animales o el agua de desagüe (el agua de lluvia que entra de la superficie del terreno) contaminen éstos. La única excepción pudiera ser una corriente bastante veloz que proceda de un manantial en la cual el agua luzca limpia y cristalina y en la cual ningún residente cercano vierta contaminación.
Los manantiales naturales son mejores, aunque muchas familias edifican una cubierta de concreto alrededor de éstos para protegerlos de los animales y de los desagües de agua superficial. Sin embargo, es posible que las mejores fuentes sean los pozos, en particular los pozos profundos. Si no son profundos, hay que examinarlos para asegurarse de que la letrina de algún vecino no los esté contaminando. El desagüe del agua superficial puede contaminar hasta los pozos profundos. Por eso muchos dueños de pozos construyen una plataforma pequeña alrededor del pozo para evitar que el agua superficial entre en el pozo.
Recuerde, también, que el agua limpia se puede contaminar fácilmente. Aunque venga de un pozo limpio, no debe beberse si ha sido transportada en un recipiente sucio o si ha llegado a estar en contacto con manos sucias.
Otra clase de vehículos en los cuales pueden viajar los gérmenes se conocen como fomes o fomites. Estos son objetos (como toallas o tazas) que llegan a estar en contacto con una persona enferma, y entonces con otro individuo. Este último al tocar o usar el objeto hereda todo el cargamento de agentes patógenos que dejó el individuo anterior. Es preciso lavar los fomites en agua hirviente para asegurarse de que sean inofensivos.
Insectos y sabandijas
Entre los años 1347 y 1350 de la E.C., entre la cuarta parte y la mitad de la entera población de Europa murió debido a la peste negra. Esta enfermedad, que también se conoce como la peste bubónica o la peste europea del siglo XIV, es una de las muchas dolencias que se propagan por lo que se llama vección, o sea, transmisión por vector. “Vector” significa “portador,” y en el campo de la higiene se refiere a un animal o insecto que transporta el agente patógeno al nuevo huésped. En su mayor parte, los vectores son insectos. Algunos de ellos, como las pulgas de las ratas que propagan la peste bubónica y los mosquitos que transmiten el paludismo, en realidad inyectan la enfermedad al nuevo huésped mordiendo o perforando la piel. Otros, como las moscas y las cucarachas, pasan sobre zonas contaminadas, particularmente sobre el excremento humano, y entonces pasan sobre el alimento, o sobre zonas en que se está preparando alimento. Así se propagan el cólera y la fiebre tifoidea.
En los trópicos, a fin de protegerse de mosquitos transmisores del paludismo, muchas personas duermen bajo mosquiteros. Los gobiernos han tratado de limitar la multiplicación de esos mosquitos eliminando sus criaderos. Las familias pueden cooperar con esos esfuerzos removiendo los ‘criaderos’ potenciales que se encuentran dentro de sus casas o cerca de ellas... cosas como botellas con agua en el fondo, charcos de agua estancada o hasta desagües que no hayan sido cubiertos.
Ciertos insectos presentan un problema mayor. En ciertos lugares, criaturas como las cucarachas y las moscas no se consideran como enemigas, sino solo como molestias. Pero en realidad son amenazas a la salud, y el movimiento de éstas en el hogar debe evitarse tanto como sea posible. Sin embargo, las cocinas sucias, en las que hay rendijas y hendiduras en las que los insectos pueden esconderse, son como un “patio de recreo” para ellos. El dejar la basura sin taparla apropiadamente es una invitación abierta a las moscas, cucarachas y sabandijas. También, el criar puercos cerca de la casa contribuye a que las moscas se congreguen. Es preciso mantener los insectos y roedores alejados de la familia y del alimento.
Los hábitos de limpieza, pues, contribuyen a romper esta cadena de infección. Otra manera de reducir el potencial de peligro que presentan los vectores es el deshacerse apropiadamente del desperdicio o excremento humano. Para las personas que viven en ciudades que tienen buenos sistemas de alcantarillas, esto quizás no parezca difícil. Pero en muchas partes del mundo, enfermedades como el cólera, la fiebre tifoidea y la disentería se propagan debido a la falta de sistemas apropiados para deshacerse de los desperdicios. A este respecto, cuando los israelitas vagaban por el desierto, se les mandó que fueran a un lugar privado fuera del campamento, y que, con una estaca, cavaran un hoyo y enterraran en él su excremento. (Deu. 23:12-14) Podemos mencionar que cuando uno cava en el terreno, el primer metro más o menos rebosa de pequeños organismos que rápidamente se ponen a trabajar sobre el desperdicio y lo hacen inofensivo. Sin embargo, si el desperdicio se deja sobre la superficie, los insectos pueden arrastrarse sobre él y transportar enfermedades de regreso a la casa. Además, si se deja sin tratar y se usa como abono, agentes patógenos como las amebas y los gusanos probablemente sean transferidos a la cosecha de alimento que se está abonando.
Así es que, si no hay alcantarillado la mejor manera de tratar este problema es el enterrar el excremento. Por supuesto, si una familia vive en un lugar fijo y no se está mudando de un sitio a otro como los israelitas, ¡se precisa algo un poco más refinado que una pala o vara para cavar un hoyo! Sin embargo, es sorprendente la facilidad con la que se puede hacer un retrete o servicio sanitario. Solo hay que cavar un hoyo de aproximadamente dos metros de profundidad y de un metro en cuadro, hacerle un borde elevado todo alderredor para impedir que se desagüe en él el agua superficial, ponerle una cubierta al terreno y hacer un asiento que se pueda tapar para impedir la entrada de insectos y roedores, y esto servirá satisfactoriamente a la familia por algunos años. Por supuesto, se pueden usar aparatos más refinados si se tiene el dinero. Pero, estos equipos deben construirse bien lejos de cualquier fuente de agua (y a un nivel más bajo).
Transportados por el aire
Después del trauma producido por la primera guerra global, el mundo se enfrentó a otra experiencia siniestra en 1918. Durante la influenza española, en un solo año murieron diez millones de personas más que el número de personas que habían muerto durante toda la guerra. La mayoría de los que padecieron la enfermedad probablemente la contrajeron del mismo aire que respiraban. La influenza es una de esas enfermedades que se comunican por medio de lo que se conoce como transmisión aérea. Cuando una persona infectada estornuda o tose, esparce en el aire gotitas de agua rebosantes de gérmenes a la espera de introducirse en un nuevo huésped. Afortunadamente la luz solar y la sequedad tienden a matar la mayor parte de los gérmenes. Sin embargo, mientras todavía están vivos, es posible inhalarlos del aire. Aparte de la influenza, algunas enfermedades que pueden propagarse de esta manera son la tuberculosis, el sarampión, la pulmonía, la escarlatina y la tos ferina. Sin embargo, es posible aminorar grandemente la propagación de estas enfermedades por medio de los hábitos de limpieza personal, como usar un papel de seda o un pañuelo al estornudar (y deshacerse del papel de seda de una manera sanitaria) y no escupir en cualquier lugar descuidadamente.
Sí, ciertamente, los hábitos de limpieza o sanitarios desempeñan un papel en la salud y nos ayudan a mantenernos saludables. Por supuesto, en muchos casos nuestros buenos hábitos quizás eviten que nuestra enfermedad se propague a otra persona, mientras que otros quizás no sean tan considerados. Sin embargo, el principio de ‘amar a tu prójimo como a ti mismo’ ciertamente guiará al cristiano en este asunto. (Mat. 22:39) Cierto, algunas personas se hacen fanáticas en el asunto de la limpieza y la higiene; así es que se necesita un espíritu de buen juicio también. Podemos ser higiénicos, pero no podemos vivir en un ambiente antiséptico. Además, Jehová Dios ha provisto un poder maravilloso dentro de nuestros propios cuerpos para vencer los ataques de la mayoría de las enfermedades. No obstante, es prudente y amoroso el ser razonablemente limpios e higiénicos, y así no propagar gérmenes innecesariamente.
El dar atención a la higiene y a la limpieza es útil, aunque no puede eliminar la enfermedad de la Tierra. Por eso, los cristianos aguardan pacientemente el nuevo orden de Dios en el cual Jehová removerá las enfermedades y otras aflicciones que acongojan a la humanidad. En ese entonces se realizará plenamente la promesa bíblica de que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo.’” (Isa. 33:24) Entonces, finalmente, la lucha del hombre por mantenerse en buena salud se habrá ganado.