La vendimia en la isla de Creta
Según fue relatado al corresponsal de “¡Despertad!” en Grecia
“¡OH, LEVÁNTATE! ¡Date prisa! ¡Rápido! Los demás ya empezaron y no podremos alcanzarlos,” dijo mi madre.
Era temprano por la mañana, el crepúsculo antes del amanecer. Pero ya todos los de la aldea habían emprendido la marcha... iban en líneas caminando rápida y gozosamente por los estrechos caminos rurales de mi isla nativa de Creta.
Todavía recuerdo que me levanté de un salto y corrí al patio de nuestro pequeño hogar rústico para lavarme. Entonces me monté sobre nuestro joven asno y me apresuré a unirme a nuestros compañeros aldeanos. ¿Pero a qué se debía toda esta prisa?
Era la vendimia. Para mi pequeña aldea en esta isla del Mediterráneo, era un período de actividad y gozo, el período de cosechar los frutos de todo un año de labor. Era el mes de septiembre, la temporada de la recolección de la uva.
A medida que nos aproximábamos a nuestra viña, vimos a nuestros compañeros aldeanos esparcidos por toda la campiña en otras viñas. Parecían un enjambre de abejas, al ir felizmente de un lugar a otro recogiendo las uvas.
A medida que el día progresaba, el Sol se puso bien alto, pero estábamos protegidos por nuestros sombreros de paja. Los gritos, risas y canciones continuaron llenando el aire a medida que las jovencitas iban por las viñas y cortaban con cuchillos afilados los racimos de la fruta blanca y madura y los echaban en los cuévanos.
Los hombres entonces cargaron sobre sus hombros los cuévanos llenos y los llevaron hasta grandes telas de lino sobre las cuales los vaciaron. Las mujeres, sentadas en cuclillas alrededor de las telas quitaban cualesquier uvas podridas, hojas o zarcillos. Y, después de cortarlos en pequeños racimos, volvían a colocar las uvas en los cuévanos.
Otros hombres entonces tomaron estas uvas limpias y las sumergieron en grandes tinas que contenían una solución de lejía sobre la cual flotaba cierta cantidad de aceite de oliva. De aquí transportaron las uvas a un escampado y las esparcieron para que se secaran bajo el caliente Sol de septiembre, que las arruga y convierte en pasas.
La mañana ha pasado rápidamente, aligerada por el espíritu festivo de todos, y el Sol llega al cenit... hora en que tenemos nuestro intermedio del mediodía y nos reunimos bajo un olivo al borde de la viña. ¡Cómo disfrutamos del alimento que habíamos traído y del agua fresca en jarras de barro a medida que descansábamos a la sombra! Entonces, con fuerzas y espíritu renovados, reanudamos nuestra faena hasta bien entrada la noche.
La vendimia
Como se mencionó, la temporada de recolección de la uva aquí en la isla de Creta es un período de mucha alegría; es también un período de gran actividad y esfuerzo. Comienza temprano en agosto cuando se maduran las uvas tempranas, que disfrutamos de comer frescas. Sin embargo, un poco más tarde, para fines de agosto, es preciso hacer la primera parte de la vendimia. Primeramente recogemos las uvas negras destinadas a hacer ese maravilloso vino tinto que tradicionalmente hacen todas las familias de mi pequeña aldea.
Los cuévanos llenos de racimos de uvas se transportan (en su mayor parte por burros jóvenes) de la viña al lagar de cada hogar. Allí, los obreros pisan las uvas descalzos. Si usted está en la isla como turista durante esta temporada, usted también puede tener el deleite especial de participar en este trabajo.
¡Pero espere un momento! Antes de pisar las uvas, los aldeanos siempre se lavan los pies, y se requiere que los turistas hagan lo mismo si quieren participar en esta actividad deleitable.
De las tinas de jugo, el líquido, o “mosto,” se vierte en grandes barriles de madera a fin de fermentarlo, lo cual lo transforma en el delicioso vino de color rubí que es un complemento tan indispensable en las comidas de la mayoría de las familias cretenses. Pero el producto de la fértil uva no termina aquí.
No se usa todo el mosto para hacer vino. Parte de éste se usa para preparar varias golosinas... jalea de mosto, salchichas de jalea de mosto y otros dulces. Además, del vino obtenemos un maravilloso vinagre natural, que se usa para cocinar. Y las hojas frescas de la vid resultan en un delicioso plato cuando se usan para envolver un relleno de carne picada y arroz.
Los aldeanos usan hasta el residuo u “orujo,” el hollejo de la uva que queda después que se les ha exprimido el jugo. Los hollejos se pueden convertir en forraje para animales, o en abono. Pero también pueden formar la base para otra parte deleitable de la vendimia. En octubre o noviembre, en un ambiente festivo, se cocinan los hollejos en caldero.
Los labradores tradicionalmente llevan sus calderos a las afueras de la aldea. Erigen hogares toscos, usando rocas grandes sobre las cuales colocan los calderos llenos de hollejos para hervirlos. Al caer la noche, los aldeanos comienzan a preparar los fuegos, y se reúnen para disfrutar del calor que templa el frío de las noches otoñales.
Se hacen chistes y bromas a medida que se relatan cuentos de hazañas y aventuras ficticias, que excitan la imaginación de los jóvenes, y que escuchan encantados los niños que se sientan alrededor. Cuando empezamos a sentir hambre, disfrutamos de las deliciosas patatas emparrilladas sobre los carbones. Pero la espera nocturna de los hombres también es recompensada con un sorbo del primer fluido destilado que sale de los calderos... una bebida muy fuerte que los cretenses llaman tsikudia.
Así, con estas ocasiones festivas, culmina todo un año de esfuerzo, trabajo y cooperación entre los aldeanos. El trabajo comienza allá en enero, con la poda y el quitar los sarmientos viejos, cortándolos para dejar que los nuevos, más fructíferos, crezcan en vez de ellos. Entonces hay que excavar, gradar o azadonar hasta bien entrado marzo, cuando las vides comienzan a florecer.
Más tarde, cuando el fruto se hace firme, se cortan las extremidades de los botones en fruto a fin de evitar el consumo innecesario de la savia de la vid, y así obtener más fruto. Mientras tanto hay que atender la irrigación, el abono, el azufrado, y el rocío, así como poner espalderas a las vides o parras.
Las condiciones del tiempo pueden presentar un gran peligro a la vid, como una helada al tiempo del florecimiento. Y es preciso vigilar constantemente debido a los ataques de diversas enfermedades, langostas y avispas.
Pero, para los que se han afanado por cuidar de sus vides, bien vale la pena cuando ven su trabajo coronado por las uvas maduras y a la comunidad participar en la alegría de la vendimia.
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