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¡Despertad! 1978
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¿Qué debería leer su hijo?

¡FANTASÍA! ¡Ficción científica! ¡Romance! ¡Pasatiempos y aficiones! ¡Aventuras! ¡Cuentos de hadas! Todos éstos compiten por la atención de su hijo. “¡Cómprame ese libro!” “¡Quiero leer esa historieta!” ¿Les oye usted decir esas palabras a sus pequeñuelos? ¿Los anima usted a leer? Si así es, ¿leer qué?

Esto no quiere decir que todos los niños y niñas estén ansiosos de abismarse en un libro. Los estudios indican que debido a la televisión muchos niños ya no leen. Hablando acerca de la TV, un investigador hizo notar: “Las experiencias visuales de los niños influyen de maneras críticas en sus hábitos de lectura, afectando cuánto leen, qué leen [y] su parecer para con la lectura.” Es por esto que muchos maestros y sicólogos recomiendan menos televisión, más lectura.

Y la mayoría de los padres desean que a sus hijos les guste la lectura. Saben que ésta es una habilidad que debe atesorarse. Un libro de texto de enseñanza lo resumió de manera excelente, al decir: “El leer ejerce una influencia directa en nuestra vida. La clase de trabajo que hacemos, las habilidades que desarrollamos, nuestro disfrute de la vida y nuestro crecimiento espiritual están conectados con nuestra habilidad de lectura. Sin esta habilidad de leer uno se ve privado de gran parte de la riqueza del aprendizaje y la experiencia.”

Por otra parte, ¿significa esto que usted debe sentirse tan agradecido de ver a su hijo leer que le suministraría cualquier clase de material que el pequeñuelo desee? ¿O debería usted controlar lo que sus hijos leen?

¿Cuál es su objetivo?

Hoy día se imprime una gran variedad de literatura para niños. Actualmente tan solo en los Estados Unidos y el Canadá hay más de 150 publicadores de libros de niños y más de 250 revistas para niños. ¿No afectará el tipo de material con el cual el niño alimenta su mente sus expectativas, sus relaciones con otras personas y el punto de vista que tiene de sí mismo? Pregúntese: ¿Qué opinión de la gente debería presentar ante mi hijo como la opinión correcta? ¿Qué normas de moralidad debería yo fomentar?

Hoy día es popular adoptar la filosofía de dejar que el niño lea y observe lo que quiera, y así permitir que el niño ‘establezca sus propios valores morales.’ Sin embargo, en realidad, este parecer permite que otras personas amolden la perspectiva que su hijo tendrá en cuanto a la vida.

Pero, ¿no esperan todos los padres que sus hijos sean saludables, equilibrados y estables? ¿No desean ver que su prole tenga éxito y por eso los animan a desarrollar sus aptitudes? ¿Cómo se logra esto? Un proverbio bíblico responde: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” (Pro. 22:6) Es obvio, pues, que los padres deben decidir lo que han de permitir que sus hijos lean y en lo que mediten. Esto se hace aun más evidente cuando uno considera el poder que un relato tiene sobre la mente juvenil.

Leer es creer

Una madre estaba observando a su hijito a medida que éste leía un relato acerca de cómo “la araña sabia” salva de la muerte al “cerdito tonto.” ¡El niño quedó tan emocionado al final que besó la ilustración que mostraba a la araña! ¿Hay duda alguna de lo mucho que la historia lo conmovió o de lo “real” que ésta fue para él?

Un escritor de historietas para niños reconoció este poder al decir: “La verdad del caso es que los hijos leen con todo su corazón. Al principio quizás pregunten: ‘¿Es eso cierto?’ No obstante, aun si usted dice: ‘No, solo es un cuento,’ para ellos nunca es solo un cuento. Es una vida que vivir, una vida entera y muy real que vivir.” Recalcando aún más lo mucho que las historietas afectan a los niños, la autora Alice Dalgliesh declara: “Los adultos a veces no reconocen el punto sumamente importante de que para los niñitos los libros a menudo se convierten en acción... el niño se representa, o dramatiza lo que se le lee, o lo incorpora en su habla.”

¡Qué fuerza tan asombrosa! Por medio de las historietas el niño de súbito puede estar en la selva africana, o en el espacio sideral, o viajar con el príncipe a medida que éste busca a la princesa.

Son especialmente poderosas las “parábolas” o relatos que recalcan un punto. Una madre de varios hijos relata acerca de cómo sus hijitos, que a menudo tenían la tendencia de ser tacaños unos con otros, fueron conmovidos por el relato acerca de un árbol y un niñito. El árbol repetidas veces le dio parte de sí mismo al niño hasta que por fin lo único que le quedó fue el tocón. Respecto a la manera en que los muchachos respondieron, la madre declaró: “Claro está que todos mis hijos se identifican no con el niño sino con el árbol, quien, según ellos perciben, ha hallado más contentamiento en su dar que el que el niño pudo hallar en su tomar.”

Sí, se pueden aprender lecciones en cuanto a cómo vivir la vida. Se puede despertar la imaginación y la actitud creativa. El pequeñuelo puede captar más acerca del ‘mundo más amplio’ más allá de su vecindario. Puede desarrollarse un entendimiento de los tiempos pasados... historia. Pero, ¿son igualmente ventajosos todos los libros en la sección de niños de la biblioteca o de la librería? Tal vez no. No se debe pasar por alto los cambios recientes en la literatura infantil. Una breve ojeada al desarrollo de la literatura escrita para los pequeñuelos pone de manifiesto la nueva tendencia.

Desarrollo de los libros para niños

Desde que un francés publicó “Cuentos de mi madre la oca” para fines del siglo dieciocho, los publicadores han tratado de satisfacer a los lectores juveniles. En el siglo diecinueve los hermanos Grimm, Jacobo y Guillermo, comenzaron a escribir los cuentos populares alemanes. Alrededor de ese mismo tiempo, en Dinamarca, Juan Cristián Andersen empezó a escribir relatos que por generaciones han continuado siendo populares. Mientras tanto, en Inglaterra, Lewis Carroll produjo Alicia en el país de las maravillas.

De estos principios se desarrolló una extensa variedad de material. Muchos relatos son adaptaciones de las tradiciones o leyendas populares de la antigüedad... a menudo una mezcla de historia exagerada y mito. Otros tratan con situaciones del día actual. Hoy día, la literatura de los niños por lo general se divide en cuatro categorías:

(1) La que no es ficción. Esta incluye enciclopedias para los niños y libros que enseñan el “cómo.” Estos libros pueden ayudar al niño a vencer el temor de tratar cosas nuevas. ¡Esta literatura que no es ficción incluye libros para niños que enseñan cómo se planta un huerto, cómo trabaja el motor de gasolina, cómo se arreglan las flores y hasta cómo se administra el dinero!

Los libros que enseñan el alfabeto y “palabras nuevas” realmente pueden ayudar a los pequeñuelos a esforzarse por obtener un vocabulario más amplio y contribuyen a la comprensión de la lectura.

(2) Cuentos de hadas. Estos son relatos populares acerca de hadas, enanos, magos y personajes similares. En estos cuentos la solución a menudo se produce por medios sobrenaturales o mágicos. Allá en 1697, Charles Perrault publicó cinco cuentos de hadas, incluso favoritos de la actualidad como “Caperucita roja” y “La Cenicienta.” En realidad, puesto que muchos cuentos de hadas originalmente existieron como relatos orales, a menudo sus orígenes son desconocidos.

(3) Fantasía. Estos libros son obra de autores conocidos. Pero como los cuentos de hadas describen seres y sucesos que en realidad no existen. Las aventuras de Pinocho son un ejemplo excelente de este estilo de libro. A menudo las fantasías modernas ocurren en el espacio sideral o en otros planetas.

(4) Ficción. Esta categoría abarca los libros que describen al mundo tal como lo conocemos, aunque los personajes y situaciones descritos han sido inventados por el autor. Un ejemplo famoso es Heidi.

En esta última categoría se han producido los cambios más drásticos en los últimos años. Jane Yolen, una escritora de libros para niños describe la nueva tendencia de la siguiente manera: “Ya no hay tabúes en los libros para niños, excepto lo que sea de mal gusto. . . . Lo que en un tiempo ni siquiera se susurraba en el salón de recibo, y solamente se mencionaba disimuladamente en la cantina, ahora es el régimen legítimo para los lectores juveniles. El punto de vista anticuado de que ciertas cosas deben ser tabú para los niños sencillamente porque son jóvenes ya ha pasado de moda.”—The Writer, abril de 1975, pág. 12.

Según ella las razones para este cambio son (1) niños con una educación seglar más elevada, (2) la abundancia de revistas en la casa que describen el mundo de la actualidad y (3) especialmente la televisión con sus “repeticiones instantáneas” de “sublevaciones estudiantiles, el asesinato de personajes políticos, las batallas por el control de la natalidad, el cambio en las costumbres sexuales.”

Aunque muchos quizás no concuerden con el modo de razonar de ella en cuanto a por qué existe el “estilo” actual, lo cierto es que ahora se incluyen muchos temas en la literatura de los niños que no se incluían hace 10 ó 15 años. Una ojeada a los títulos recientes pone de manifiesto consideraciones sobre la borrachera, el divorcio, el sexo premarital, el embarazo, el aborto, la homosexualidad y la senilidad.

Además, hoy día algunos escritores para niños tienden a pensar que es mostrar prejuicio o estrechez el escribir con un “propósito moral”... es decir, apartar a los pequeñuelos del mal y dirigirlos hacia el bien. Esto, arguyen ellos, es “propaganda.” En su opinión, no es cuestión de presentar a “buenos” contra “malos”... héroes en contra de villanos. Afirman que el escritor no debe predicar a los jovencitos. Más bien, sencillamente debe narrarles una historia convincente.

Ha ocurrido otro cambio reciente en la actitud que algunos autores de libros para niños tienen para con la Biblia. Por ejemplo, uno de éstos dijo: “Muchos de los relatos del Viejo Testamento se basan en la concepción primitiva de Jehová como un Dios vengativo que castiga de manera terrible (como el relato del Diluvio) o un Dios que demanda evidencia detallada de sumisión a su voluntad (como en el relato de Abrahán e Isaac.).”

En realidad esto no es lo que la Biblia misma enseña. Por el contrario, ésta continuamente representa a Jehová como un Padre amoroso que insta a sus hijos descarriados a volver a hacer lo que es bueno. (Mal. 3:6-10) No obstante el escritor que tenga una posición tan antagónica para con el Dios de la Biblia ciertamente no animará a sus pequeños lectores a acudir a Éste. El padre o madre cristiano que cree que una relación estrecha con Dios es el mayor don que le puede dar a su hijo o hija querrá estar alerta a este punto de vista extremado.

Por lo tanto, padres, después de considerar la confusión en el mundo de la literatura infantil, la pregunta nuevamente es: ¿Qué hay en cuanto a las muchas clases diferentes de libros? ¿Qué dejará usted que Juanito o Carmencita lea?

¿Qué pueden hacer los padres?

Es obvio que no es prudente clasificar toda la literatura en cualquiera de las anteriores cuatro categorías como “totalmente mala” o “totalmente buena.” Tanto el padre como la madre deben tener claramente presente las necesidades emocionales de su hijo, según la edad, y según la manera en que cualquier literatura puede afectar a ese niño en particular.

Por ejemplo, consideremos la categoría de los cuentos de hadas. Algunos arguyen que el niño es enriquecido... se incita la imaginación, por lo general el bien triunfa sobre el mal. Otros razonarían que estos cuentos inculcan la superstición y promueven un punto de vista malsano de lo sobrenatural. Además, pueden hacer que el niño trate de vivir en un mundo de ensueños, y que espere soluciones mágicas a los problemas de la vida en vez de apreciar que es preciso hacer un esfuerzo a fin de alcanzar las metas deseadas.

Los padres tienen que decidir. Pero sea cual sea la inclinación de su modo de razonar, ¿no le parece importante considerar a cada uno de sus hijos como a un individuo? Es posible que un niño ya tenga la tendencia a pasar mucho tiempo “soñando despierto” de modo que sería prudente el apartar su mente joven en otras direcciones.

“Pero, ¿cómo puedo saber el efecto que el libro de historietas tiene en él?” quizás pregunte usted. No siempre es fácil. Hay muchas otras cosas que influyen en la vida de un pequeñuelo además de la lectura. Pero hay un modo de abordar las cosas que le permitirá aprender mucho acerca de lo que verdaderamente conmueve el corazón de su pequeñuelo.

Lean la historieta juntos. A los niños les gusta mucho que les den esta atención. Provee una salida emocional para los niños que aman la lectura, mientras que anima a los que no son tan amigos de leer. De hecho, algunos maestros declaran que si los padres les leen a sus pequeños bebés cuando ellos todavía no pueden leer, esto forma dentro del niño una impresión temprana favorable o “tendencia” hacia la lectura.

Y a usted quizás le sorprenda algunas de las conclusiones que su jovencito pueda sacar o qué aspecto del relato le fascina a él o a ella. Pregúntele al niño: “¿Qué piensas de esa persona?” “¿Qué fue lo que más te gustó del relato?” Tomando en cuenta las respuestas, quizás usted desee hacer ajustes, tal vez equilibrando la cantidad de material de ficción con más material que no sea de ficción. Esto tiene el beneficio adicional de animar a sus hijos no solo a leer acerca de las aventuras de otros sino también a aprender a hacer cosas.

Por supuesto, este modo de abordar no elimina la necesidad de determinar qué libros permitirá en su casa. Por ejemplo, probablemente usted desee examinar las historietas modernas en la categoría de ficción. ¿No debería usted decidir precisamente cuándo desea que su hijo aprenda acerca del sexo, el embarazo y el aborto? Igualmente, aunque es cierto que a los jóvenes se les debe enseñar que las personas buenas pueden cometer errores, ¿contribuye verdaderamente al desarrollo de su personalidad el leer acerca de villanos victoriosos?

Semejantemente, ¿quiere usted que su hijo crea que “la fuerza [el poder] siempre tiene la razón”? Más bien, ¿no debería enseñarse al niño que se pueden tomar procederes justos e injustos y que los principios son importantes? Muchos creen que las historietas cómicas que presentan a “superhéroes” que destruyen todo lo que se les interpone son un “modelo” o ejemplo peligroso para los jovencitos.

Hasta en la zona de los libros que no son ficción, es posible que los padres encuentren que vale la pena ojear el libro antes de dárselo al niño. Algunos libros presentan ciertas razas o nacionalidades bajo un aspecto desfavorable. Otros contienen declaraciones muy dogmáticas.

Por ejemplo, un libro sobre ciencia quizás presente los asuntos como si fueran cuestión de hecho. Quizás declare que toda la vida en la Tierra evolucionó de formas inferiores y así implique (o hasta declare) que el relato bíblico de la creación sencillamente es un ‘mito religioso.’ Esto pudiera contradecir el entrenamiento religioso que el jovencito está recibiendo. Mientras que el padre o la madre quizás decida que el valor total del libro justifica el que el niño lo lea, es posible que los padres primero quieran considerar con el niño ciertas opiniones que se presentan en el material.

Todo esto toma tiempo. Pero muestra que usted esta interesado en su hijo. Usted quiere que su hijo aprenda, pero quiere que él sepa lo que es para su propio bien y felicidad. Uno no puede escapar de las realidades de este mundo. Con cada niño hay un tiempo y un modo de abordar éstas. No obstante, puesto que esta nueva vida pequeña —por lo general llena de curiosidad y ansiosa de aprender— se le ha confiado a usted, no menosprecie lo mucho que su guía, su amor, puede contribuir al desarrollo mental y emocional de su jovencito.

Además, el padre o madre prudente reconoce que todos nosotros —incluso los niños pequeños— tenemos una necesidad espiritual. A menudo los pequeñuelos están llenos de preguntas; a veces hacen preguntas muy difíciles. La Palabra de Dios, la Biblia, es una fuente abundante de sabiduría. Puede “dar a los inexpertos sagacidad, al joven conocimiento y habilidad para pensar.” (Pro. 1:4) El leer la Biblia con su hijo naturalmente lo hará entrar en consideraciones acerca de las cosas que verdaderamente son importantes. La mayoría de los que han persistido en usar la Biblia como una guía moral han llegado a verla no solo como literatura excelente, sino como una “luz” necesaria en la vida.—Sal. 119:105, 160; 36:9.

Hoy día hay más literatura para niños que nunca antes. Además, muchas cosas compiten para obtener el tiempo de su hijo... la televisión y cada vez más posibilidades de recreación. Usted está en lo correcto al animar a sus hijos a leer. Pero el proceder de la prudencia es interesarse en lo que ellos leen, para guiar su energía juvenil.

Tal vez al fin y al cabo sea como escribió el filósofo Bacon: “Algunos libros deben saborearse, otros deben tragarse, y unos pocos deben masticarse y digerirse.”

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