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  • g78 22/8 págs. 21-23
  • Venga y escale el pasado de Egipto

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  • Venga y escale el pasado de Egipto
  • ¡Despertad! 1978
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¡Despertad! 1978
g78 22/8 págs. 21-23

Venga y escale el pasado de Egipto

“¿CÓMO se dice ‘pirámides’ en árabe?” pregunté mientras me acomodaba detrás del conductor en un taxi del Cairo. “¿Cuántas pirámides?” replicó él. Puesto que lo que quería era información, y no un duelo verbal, le respondí: “¡Cualquier pirámide!” “En árabe no podemos decir, como ustedes en inglés, una pirámide o pirámides o dos pirámides o tres pirámides,” explicó. “Ustedes tienen una palabra en singular y otra en plural. Pero en árabe hay una palabra en singular, una en plural para dos y otra para tres o más.”

Para ahora el taxi se abre paso a través del flujo cada vez menor de vehículos, hombres con largos mantos y mujeres cubiertas con velos que llevan niñitos a horcajadas sobre un hombro. Note los perros, cabras y los remolinos de polvo. Nos dirigimos hacia la llanura de Giza.

¡De súbito, aparecen! Saco la cabeza, los hombros —mi cuerpo entero de la cintura para arriba— por la ventana abierta del taxi. Me asombra ver con mis propios ojos la única de las siete maravillas del mundo antiguo que todavía existe... las pirámides. Las tres pirámides de Giza fueron edificadas por Keops, Kefrén y Micerino.

Contando torpemente las extrañas piastras egipcias, le pago al chofer, y me hallo bajo la única sombra disponible. Es una pequeña sombra arrojada por un alto guía árabe. Me promete llevarme a las cámaras de la Gran Pirámide y subirme hasta la cima exterior de ésta. Rápidamente comienza a andar sobre la arena. Le sigo los pasos, aceptando su ayuda a medida que subimos hasta la entrada a 55 metros sobre el nivel del terreno.

Dentro de la pirámide

La súbita oscuridad que encontramos en el interior no está acompañada de frescura. El aire es caliente y viciado. Descendemos agazapándonos por un túnel que se conoce como pasadizo descendente. El pasadizo, que solo tiene poco más de un metro de ancho y casi 1,2 metros de alto, baja en declive en un ángulo de 26 grados. Lo seguimos por aproximadamente 20 metros y entonces súbitamente asciende en el mismo ángulo de 26 grados por otros 39 metros.

De súbito todo lo que puedo ver ante mí —el trasero inclinado hacia adelante del guía— desaparece. Él ha entrado en la sala a la que ahora yo entro. A través de los siglos se le ha nombrado impropiamente la “cámara de la reina.” Sin embargo, ninguna reina jamás yació aquí ni era éste el propósito de la cámara. De hecho, ésta es la segunda de las tres cámaras funerales que se construyeron en la pirámide para el faraón. La primera se encuentra en el lecho de roca bajo la pirámide. Pero, ¿por qué hay tres cámaras funerarias? Una buena conjetura parece ser que durante los 23 años de su reinado Keops decidió que ni el plan original ni el segundo plan funerario satisfacían sus crecientes normas majestuosas. Así es que, esta segunda sala, que mide 5,7 metros por 5,2 metros, quedó sin terminar mientras que los albañiles trabajaban sobre ella en una sala que al fin recibiría la momia del rey.

Después de desandar nuestros pasos bajando por el mismo pasadizo por el cual habíamos subido, nos dirigimos hacia arriba, desde nuestro angosto pasadizo a la gran galería inclinada. Me yergo, alegre de poder enderezar la espalda. El sudor me quema los ojos y mancha mis ropas. La comparativa amplitud de la gran galería (8,5 metros de alto y 46,6 metros de largo) da la apariencia engañosa de que el aire inerte se ha refrescado.

El guía se echa hacia atrás para ayudarme a subir el alto escalón en el límite superior de la galería. De nuevo, en fila india, nos agazapamos al entrar en un pasadizo estrecho. Al llegar a aproximadamente la tercera parte de su longitud, el pasadizo se ensancha hacia arriba y hacia afuera para formar una antecámara.

Es un anticlímax el entrar en la gran sala (10,4 metros por 5,2) que en un tiempo recibió el cadáver cubierto de vendas y preparado con ungüento de Keops. El sarcófago de granito sin tapa no ocupa el centro de la sala.

¿Es eso una brisa? No precisamente, sino una diferencia en el aire. ¿Detecta mi nariz, que por tanto tiempo se ha estado rebelando contra este aire viciado, algo más fresco? Mi guía corre al otro lado de la sala haciéndome señas para que lo siga. Señala hacia un respiradero. Me sonrío. Mi nariz también lo haría, si pudiera hacerlo.

Desandamos nuestra ruta por la gran galería. Fue construida con bloques “tapones” que se almacenaron allí para sellar el pasadizo ascendente que se encuentra directamente debajo de ella. Los obreros, después que el faraón fue enterrado, y después que los lamentadores y sacerdotes se marcharon, soltaron los bloques precipitándolos por el estrecho pasadizo ascendente. De hecho, ese estrecho túnel se convirtió en un inmenso “cerrojo,” pues los bloques taparon la entrada. ¿Cómo salieron los obreros? Había un tosco túnel por medio del cual podían salvar los bloques tapones. Este pasadizo fue sellado con un revestimiento de piedra a fin de que el “túnel de escape” no fuera descubierto.

El ascenso

Una vez en el exterior, ya estamos listos para subir la pirámide. A pesar de su apariencia escalonada, la estructura no es una escalera. Cada bloque tiene aproximadamente un metro de alto. Sin embargo, los remolinos de arena han desgastado muchos bloques y, con el transcurso de los siglos, los vándalos han cercenado otros. Los guías han trazado rutas serpentinas, aprovechándose de estos declives. Pero aun así, en muchos niveles, no puedo hacer otra cosa sino poner la rodilla sobre un bloque y, usándola como apoyo, alzarme hasta la próxima terraza. Pausamos muchas veces. La vista del Cairo en el horizonte y del desierto abajo es deslumbrante. El viento, caliente y seco circunda la pirámide como una bufanda de gasa. Aun así, la proporción a la que sudo sobrepasa un poco a la proporción en que el sudor se evapora.

¡Al fin, una hora más tarde, estamos en la cima! Al levantar mi cámara, mi guía se para con los brazos en jarra y los pies separados, mientras el viento hincha su prenda de vestir. En mi visor veo detrás de él la capa de piedra caliza de la pirámide de Kefrén. No solo el remate ha sido removido, sino también unas 10 hileras de bloques. Así, la pirámide se ha “encogido” de una altura de 146,6 metros a 138,7 metros. Mucho más abajo, la esfinge parece un pisapapeles acomodado en la arena. ¡Mi pequeña plataforma en la cúspide se originó allá abajo como una plataforma de 5,3 hectáreas!

¿Por qué una pirámide? No se tenía el propósito de que fuera una tienda de piedra. Tal parece que los obreros petrificaron los rayos oblicuos del sol. Las inscripciones que hicieron los obreros, y los cálculos del día actual, parecen indicar que la obra no se efectuó por medio de una fuerza de esclavos, sino que alrededor de 4.000 obreros egipcios reclutados bajo compulsión trabajaron en el sitio.

El descenso

Pero ya es hora de descender. Estoy sentado, y las piernas me cuelgan. Mis pies buscan la hilera inferior, a medida que me deslizo hacia abajo. Más o menos, así es como se hace. Treinta minutos después estoy en la base de la pirámide, sacudiéndome los fondillos muy gastados de mis pantalones. ¡Y vaya sed que tengo!

Para mi deleite, ya he hallado que la limonada egipcia no es el líquido descolorido que se pasa de uno a otro en los Estados Unidos durante el verano. Es jugo de limón al que solo se le ha añadido un poco de agua y bastante azúcar. Después de tomar más o menos un litro, suspiro con gran satisfacción. Aunque me siento muy tentado a tomar más limonada, resisto la tentación y me dirijo hacia la parada de taxis.

Me subo en el taxi agotado. Nos dirigimos hacia el Cairo en un pequeño tornado de polvo y escape de gases hecho por el hombre. ¿Debo preguntar: ¿Cómo dice usted hotel en árabe?... ¿un hotel?—Contribuido.

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