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  • ¡Despertad! 1978
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¡Despertad! 1978
g78 8/11 págs. 9-12

La hospitalidad en un África cambiante

POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN KENIA

NOS acercamos a una puerta en el África Oriental y a la vez pronunciamos la acostumbrada palabra suahilí (swahilí o suahíli) Hodi!, que se puede traducir por “¿Puedo pasar?” Oímos la respuesta desde adentro Karibu, que quiere decir “¡Acérquense!” A medida que avanzamos, alguien con una sonrisa amigable viene del interior de la casa. En cosa de segundos nuestros maletines han sido llevados dentro de la casa.

Pasamos a una pequeña sala. El anfitrión se sienta y espera que le expliquemos el propósito de nuestra visita. Le decimos que nuestro mensaje se basa en las Escrituras y que se lo agradeceríamos si pudiéramos tener las Biblias que están en nuestros maletines. Inmediatamente envía a un niño a traer los maletines que están en el dormitorio, donde los habían colocado para seguridad en conformidad con la tradición tribual de hospitalidad.

Esta solo es una de las variadas expresiones de hospitalidad comunes en el África que impresionan profundamente a los visitantes de ultramar. El tratar bondadosamente a los extraños se considera una gran virtud en este continente.

La hospitalidad de muchos africanos no está limitada a los parientes, amigos o convidados. Manifiestan gran cortesía a los extraños también. El saludo no es apresurado ni simplemente una formalidad. Más bien, el anfitrión se da tiempo para manifestar sinceridad e interés. Al extraño también se le considera como portador de noticias. Se le hacen muchas preguntas acerca de los lugares y la gente que dejó, así como de los que pasó en camino. Aunque tenga poco el anfitrión, le ofrece al visitante lo mejor que tiene de comer. En caso de necesitarse alojamiento, éste se provee gustosamente. Aunque el anfitrión solo tenga un colchón o una frazada, en casi todo caso pondrá éstos a la disposición del visitante. El amo de casa y sus hijos pasarán la noche sin estas comodidades. El que uno sea huésped en una aldea también significa seguridad, porque el anfitrión protegerá al visitante y sus pertenencias. Un buen visitante a veces recibe un regalo al partir, como, por ejemplo, un pollo vivo. Además, el anfitrión considera un privilegio el acompañar al viajante parte del camino a su destino.

Una tradición muy respetada

A casi todos los africanos se les enseña la virtud de la hospitalidad desde la niñez. Hasta a los pequeñuelos se les llama para que saluden al visitante y le rindan algún pequeño servicio. Algunas tribus construyen sus aldeas de tal modo que los hombres jóvenes de la comunidad viven en una casa separada en el centro de la aldea, donde pueden brindar hospitalidad a los extraños que van pasando. Otras tribus tienen hombres de más edad estacionados en centros de esa clase para recibir a los extraños. Si un extraño tratara de pasar por el exterior de una aldea se le miraría con sospecha; se espera que él pase por la aldea y dé a conocer su presencia. En algunas zonas tiene que llegar a conocer el jefe de la aldea o a su representante.

En muchas sociedades tribuales no solo se le sirve al visitante alimento, bebida, y agua para lavarse, sino, como cosa rutinaria, se le permite usar la mayoría de las cosas que el anfitrión tiene a su disposición. Por eso en el África se puede ver a personas hacer un viaje de centenares de kilómetros, por días o semanas, sin casi nada de equipaje. El viajante depende de que se le extienda hospitalidad a lo largo del camino. Es ventajoso no llevar una carga pesada bajo el sol caluroso y en las veredas angostas. Además, a veces hay ríos que vadear o cruzar a nado. La hospitalidad hace mucho más fácil el habérselas con estas incomodidades.

A los ojos de la mayoría de los africanos, muchas costumbres del mundo occidental son insensibles, abruptas y descorteses. Les es inconcebible el que alguien coma en la presencia de visitantes y les pida que lo esperen, como a veces hacen los occidentales. El dar algo casual o apresuradamente, o usar la mano izquierda para volverle a uno menudo, le da a uno mal aspecto a los ojos de los africanos. El entrar de sopetón en una casa y presentar un asunto estando de pie, habiendo rehusado sentarse primero, tampoco se aprecia, a menos que haya buena razón para portarse así. El que un visitante no quiera sentarse o rehúse el alimento que se le ofrece, se puede considerar como un insulto. Por otra parte, los africanos aprecian mucho los esfuerzos que los visitantes de ultramar hacen por manifestar respeto a estas costumbres relacionadas con la hospitalidad.

Hospitalidad bajo tensión

Sin embargo, la hospitalidad en el África está sufriendo cambios rápidos. El egoísmo humano, el amor al dinero, los elementos criminales y la vida urbana con su actividad precipitada y falta de tiempo han apagado la hospitalidad de muchos. No son pocos los anfitriones sinceros que han tenido experiencias amargas, pues no todos los visitantes han venido en paz. Con el transcurso del tiempo vinieron los traficantes de esclavos, los aventureros avarientos y enemigos tribuales. En tiempos recientes los extraños a menudo han resultado ser criminales. Cuando llegó la industria al África, la vida urbana creó nuevos deseos; y, para muchos, la rivalidad reemplazo la cooperación, y a la vez surgieron sentimientos de desconfianza respecto a los extraños.

Un problema fue la cuestión de cómo adaptar la hospitalidad tradicional a la vida urbana y a una economía basada en dinero. En las ciudades, el espacio de las viviendas por lo general está bastante limitado, lo cual resulta en alquileres elevados y condiciones atestadas. Los sueldos son bajos, y hay que comprar el alimento porque, por lo general, éste no se puede cultivar. Al mismo tiempo, las personas que quedan en las aldeas oyen de la vida urbana y sus atracciones. Sienten un impulso creciente de ir a visitar la ciudad y ver por sí mismos, o hasta de empezar a vivir allí. ¿A dónde van estos individuos cuando llegan a la ciudad? Sin duda alguna, sus parientes o hasta conocidos lejanos de la misma zona tribual tienen que mostrarles hospitalidad.

Esto fácilmente lleva a abusos. La mayoría de los africanos nunca le preguntan a un pariente cuánto piensa quedarse. Por lo tanto, algunos se quedan indefinidamente. Al principio, el anfitrión gustosamente comparte con el visitante su alimento y su esposa le lava la ropa. Al pariente o conocido le parece muy normal dejar que lo “mimen” sin participar en el trabajo. Puesto que el visitante se siente como en su casa, quizás empiece a ponerse la ropa de su anfitrión.

Entonces un día puede que un taxi se detenga enfrente de la casa, y salga de él otro joven. Él también ha venido de una aldea para estar en el pueblo. Puesto que entró en el taxi sin un centavo en el bolsillo, le pide al anfitrión que pague la tarifa del viaje. Es posible que el anfitrión ni siquiera lo conozca personalmente. Pero, debido a que el joven es de la misma aldea o porque lo conoce por medio de un conocido lejano, la hospitalidad lo mueve a pagar, a veces con un suspiro. ¡Cuando el anfitrión mira a su esposa e hijos que le dicen que tienen hambre y necesitan ropa, puede que dé más suspiros! Algunos obreros metropolitanos están alojando hasta 10 y más parientes o vecinos lejanos que han venido en busca de enseñanza o empleo.

El vivir en el centro de la ciudad, especialmente cerca de una parada principal de autobús, puede causar otros problemas. La conveniencia incita a muchos a llegar de paso al tiempo de las comidas, pues cuentan con la hospitalidad. Y el anfitrión africano rara vez dice: “¡No!” A fin de resolver su problema de fondos menguantes algunos se han visto obligados a mudarse quietamente y sin decir a otros a dónde van.

Aun en las aldeas se nota un cambio de disposición. A menudo los extraños que van de paso han resultado ser ladrones. Algunos aldeanos confiesan que cuando se acerca un extraño esconden lo que tienen de comer, o solo ofrecen cosas de venta. A veces, en el bosque ecuatorial, las personas que viajan en vehículos han hallado el camino obstruido por un árbol macizo. Al salir del vehículo y considerar el obstáculo, los conductores han notado un grupo de aldeanos en la cercanía, listos para considerar el precio que cobrarán por quitar el árbol del camino. Sin embargo, una vez que haya pasado el vehículo, se vuelve a poner el árbol a través del camino para que los aldeanos puedan sacar la misma ganancia de otros que quieran pasar por allí. Se ve, pues, que en muchas zonas remotas los extraños ya no pueden contar con la hospitalidad tradicional. Tienen que estar preparados para pagar, y a veces pagar cantidades grandes.

¿Está desapareciendo la hospitalidad?

Como sucede en el caso de muchas otras cualidades humanitarias, la hospitalidad está perdiendo terreno en gran parte del mundo, incluso el África. Esto es parte de una condición que según la Biblia predijo marcaría los “últimos días” del actual sistema de cosas. Según las Escrituras, en los últimos días habría grandes cantidades de personas por todo el mundo que llegarían a ser “amadores de sí mismos, amadores del dinero, . . . desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, . . . sin amor de la bondad.” (2 Tim. 3:1-3) ¿Le ha puesto fin a la hospitalidad en el África este espíritu general de egoísmo y falta de confianza?

Aunque eso puede haber sucedido en el caso de algunos, de ninguna manera es cierto de la mayoría de las personas que viven en este continente. En un África cambiante todavía hay muchos, especialmente entre los de más edad, que consideran la hospitalidad de gran importancia. Además, hay un acrecentado número de personas de toda edad cuyo despliegue de hospitalidad ha aumentado debido a haber recibido educación bíblica. Entre los mandatos bíblicos que estimulan a la hospitalidad están éstos: “El superintendente por lo tanto debe ser . . . hospitalario.” “No olviden la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles.” “Sean hospitalarios los unos para con las otros sin rezongar.” (1 Tim. 3:2; Heb. 13:2; 1 Ped. 4:9) Sin embargo, jamás debe el cristiano abusar de la hospitalidad de otra persona. Más bien, debe obedecer el consejo inspirado: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga lo suficiente de ti y ciertamente te odie.”—Pro. 25:17.

Gracias al estímulo que les proporciona la Palabra de Dios, muchos africanos siguen manifestando hospitalidad a pesar de que el mundo actual va haciéndose cada vez menos amigable. Los creyentes de la Biblia tienen buena razón para seguir manifestando hospitalidad, pues reconocen que pronto Dios va a introducir un nuevo sistema de cosas.—2 Ped. 3:13; Rev. 21:1-5.

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