La causa de los fracasos matrimoniales
¿CUÁL es la causa fundamental del raudal de fracasos matrimoniales que experimentamos hoy? ¿Por qué está el matrimonio en tan grande dificultad?
Pudiéramos ilustrar la respuesta de esta manera: Cuando una computadora compleja sufre una avería, ¿a quién llaman para repararla? No a otra computadora. Más bien, se llama a una mente superior, a un técnico bien versado en las computadoras, preferiblemente al diseñador o fabricador, alguien que realmente sabe.
¿A quién, pues, debemos llamar para efectuar la “reparación” cuando sufren “averías” las relaciones humanas en el matrimonio? ¿A otros seres humanos cuyo conocimiento también está limitado? No. Como en el caso de la avería de la computadora, se mostraría mucho más sentido si se consultara a una mente superior, a alguien que realmente sabe, preferiblemente al diseñador o fabricador.
¿Quién sería ése? El Creador de las criaturas humanas y el Originador del matrimonio, Jehová Dios. Puesto que él diseñó a la humanidad y al matrimonio, él sabe mucho mejor que cualquier otro por qué las cosas no marchan bien y lo que se requiere para que las relaciones humanas den buen resultado.
Causa fundamental
Esto nos trae, pues, a la causa más básica, la causa fundamental, de los fracasos matrimoniales. Es ésta: Un cónyuge, o ambos, pasan por alto las leyes y principios que Jehová Dios, el que hizo a las criaturas humanas y al matrimonio, ha establecido para la felicidad marital.
Cuando las parejas cooperan dentro de la estructura de estas leyes y principios prudentes y prácticos, el resultado es éxito en el matrimonio. Pero cuando estas leyes y principios se pasan por alto, las dificultades no tardan en llegar.
Esa fórmula para la felicidad marital no se deja a nuestra imaginación. Está registrada en la guía que el Creador ha provisto para nuestro bien: la Biblia.
Objeciones
Sin embargo, muchos se oponen, diciendo: ‘Pero hace muchísimo que la Biblia y la creencia en Dios han existido en países “cristianos,” y esto no ha detenido los fracasos matrimoniales.’
Eso es cierto. No obstante, el simplemente vivir en un país que dice ser cristiano no hace cristiano al país; tampoco hace cristiano al individuo que vive allí. El simplemente poseer una Biblia no quiere decir que uno viva por sus normas. La verdad es que la mayoría de los que poseen una Biblia no aplican sus leyes y principios.
Algunos expresan otra objeción: ‘Pero, ¿no es cierto que hay matrimonios felices en los cuales ni un cónyuge ni el otro usan la Biblia como guía, y posiblemente ni uno ni el otro siquiera creen en Dios?’
Eso, también, es cierto. Entonces, ¿a qué se debe su felicidad? Se debe a que, a pesar de hacerlo sin intención, los cónyuges se apegan a una norma parecida a la que está expuesta en la Biblia. Sépanlo o no, han obrado en conformidad con la conciencia dada por Dios y han adoptado un modo de vivir que armoniza en gran manera con las leyes y principios de Dios para el matrimonio.—Rom. 2:14, 15.
Pero el confiar en que uno adopte accidentalmente las fórmulas correctas para el matrimonio pudiera compararse a viajar en un barco sin timón o navegador y esperar que accidentalmente la corriente lo lleve al destino correcto. Pudiera suceder, pero no sería prudente confiar en ello. Hay mucha más probabilidad de que el barco con timón y navegador experto siga un rumbo exacto y llegue a su destino.
Así mismo, ¿cuál de éstos le parece preferible: ¿El ir por un yermo extenso por caminos peligrosos y desconocidos sin mapa de caminos? O ¿el usar un mapa de caminos preparado por el ingeniero que construyó el camino, un mapa que ya les ha resultado confiable a muchos otros que han hecho el viaje?
Dios es el gran Navegador del matrimonio y ha provisto el timón de dirección en su Palabra. Él es el gran Ingeniero del matrimonio y es quien hizo el camino que lleva al éxito. Y él ha provisto el mapa de caminos confiable.
Defecto fatal
Muchas personas creen que el matrimonio es de origen humano, que de algún modo u otro evolucionó a través de las edades para llenar una necesidad humana. Hay otros que aunque dicen creer en un Creador, hacen poco o ningún esfuerzo por enterarse de su voluntad.
Se ve pues que en el caso de estos vastos números de personas el defecto fatal es que recurren a la sabiduría humana como su única guía para el matrimonio. Pasan por alto la sabiduría superior que proviene de Aquel que sabe lo que más conviene, el Originador del matrimonio.
En la Biblia se compara al individuo que solo se apoya en la sabiduría humana como su guía a “un matorral en el desierto,” en el sentido de que “nada bueno jamás le sucede.” Pero el que acude a su Hacedor en busca de dirección es “como árbol plantado junto a las aguas, que echa raíces hacia las corrientes, no teme cuando llega el calor, su follaje está siempre verde, en año de sequedad no se inquieta ni deja de dar fruto.”—Jer. 17:6, 8, Today’s English Version; Franquesa y Solé; Sal. 1:1-3.
Sin embargo, muchos no quieren a Dios en su vida. Quieren proceder ‘por su propia cuenta.’ En realidad, dicen lo que dijeron aquellos que se describen en Job 21:14-16: “Los inicuos le dicen a Dios que los deje en paz; no quieren saber acerca de la voluntad de él para su vida. Creen que no hay necesidad de servir a Dios ni ventaja alguna en orarle. Afirman que logran éxito por su propia fuerza.”—Today’s English Version.
Pero, ¿“logran éxito”? No cuando por todas partes de la sociedad humana vemos regados los restos de los matrimonios arruinados. Y esta ruina resulta de pasar por alto la sabiduría que proviene de Dios. Es por eso que la Biblia dice: “Existe un camino que es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después.”—Pro. 14:12.
En lugar de eso, el consejo de Dios es: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas.” Sí, “el temor de Jehová es el comienzo de la sabiduría.”—Pro. 3:5, 6; 9:10.
Encarándose a la realidad
La verdad sobre este asunto de éxito en el matrimonio coincide con lo que dijo un funcionario de un gobierno del África occidental: “El tenerle respeto a los principios de la Biblia es lo único que puede hacer que los matrimonios tengan buen éxito.”
Así fuimos creados nosotros los seres humanos. Si pasamos por alto los principios que se originan con Dios, las consecuencias serán malas. Es parecido a lo que sucede si pasamos por alto otros principios, o leyes, que controlan a los seres humanos. Por ejemplo, si pasamos por alto la ley de la gravedad y saltamos de un lugar alto, el resultado será lesiones o muerte. Si pasamos por alto las leyes físicas del cuerpo que exigen la ingestión de alimento, agua y aire, también pagamos un precio. De modo parecido, si pasamos por alto los principios del matrimonio procedentes de Dios —principios que cuadran con la manera en que fuimos creados mental, emocional y físicamente— pagaremos el precio, a saber, el fracaso.
Segamos lo que sembramos. (Gál. 6:7) Si queremos segar trigo, no podemos sembrar hierbas malas. Si deseamos un matrimonio realmente feliz, no podemos proceder en oposición a las leyes y principios que Dios ha provisto para el éxito. Y mientras más nos apeguemos al arreglo según lo diseñó el Hacedor del matrimonio, más felices seremos.
De hecho, cuando los cónyuges se adhieren fielmente a las normas de Dios, el matrimonio nunca termina en fracaso total. Se puede hallar la prueba de esto en la vida de multitudes de parejas que realmente se adhieren a esas normas, y que están hallando tanta felicidad en el matrimonio como sería razonable esperar hoy día.
Pero, ¿precisamente cómo obran esas leyes y principios de la Biblia? ¿Qué es lo que realmente se necesita para un matrimonio feliz?
[Comentario de la página 15]
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