Los hijos en un ambiente de violencia
“CADA año, hasta 6,5 millones de niños son maltratados por padres u otros miembros de la familia. . . . Cada año a miles de niños sus padres les pegan tan brutalmente que requieren tratamiento médico. Otros 700.000 se ven privados de alimento, ropa y abrigo, y entre 60.000 y 100.000 son maltratados sexualmente”—“U.S. News & World Report,” 15 de enero de 1979.
El maltrato de los niños es un problema verdaderamente desconsolador. En algunos casos, los niños víctimas simplemente son objetos débiles, disponibles, en los cuales los padres desahogan sus frustraciones, celos y cólera. Pero en muchos otros casos se trata de que los padres llevan a un extremo dañino algo que los niños sí necesitan... disciplina. El sabio y amoroso Originador de la vida de familia nos dice: “Castiga a tu hijo mientras existe esperanza.” “La vara y la censura son lo que da sabiduría, pero el muchacho que se deja a rienda suelta le estará causando vergüenza a su madre.”—Pro. 19:18; 29:15.
Al estudiar el problema del maltrato de los niños, el sicólogo D. J. Madden halló que “los niños pueden sentirse oprimidos por demasiada disciplina o abandonados por demasiada lenidad.” Explica: “Los hijos esperan que los padres tomen decisiones. Cuando éstos no las toman, los niños dudan de que puedan depender de sus padres. Y si el niño toma las riendas del control, puede convertirse en la parte disciplinaria.”
“¡Despertad!” del 22 de noviembre de 1976 trató extensamente sobre el maltrato de niños, incluso lo que los padres pueden hacer para asegurarse de que, aunque dan a sus hijos la disciplina que éstos necesitan, no se convierten en golpeadores de niños.
Sin embargo, demos atención aquí a cómo son afectados los niños que viven en un ambiente de violencia entre esposo y esposa. ¿Es posible que los niños que vean tal maltrato aprendan lecciones importantes de él y de este modo, al crecer, tengan mayor móvil para no llegar a ser individuos que golpean a su esposa o esposo?
Si un niño ve que maltratan a su madre o padre, él almacena ese cuadro mental. Más tarde, al llegar a ser adulto, cuando él o ella se encoleriza, fácilmente puede volver al patrón que vio en la juventud. Dicho sencillamente, la violencia engendra violencia. Considere el ejemplo de Juan, un esposo de 26 años de edad que admitió a los consejeros que le había pegado a su esposa repetidas veces durante su matrimonio de siete años. De niño la violencia en la familia era cosa común. El padre de Juan bebía y a menudo atacaba a la madre de Juan, a veces con un cuchillo. Al recordar a su padre, Juan sollozó: “Cuando yo me interponía, me empujaba contra la pared. Dije que eso nunca sucedería en mi casa. Gracioso, ¿eh?” Recuerde también el caso del esposo y el hijo de Sara que se relató en la página 5.
Sí, la investigación muestra que los niños criados en un ambiente de violencia en el hogar a menudo llegan a ser personas violentas ellos mismos. Desde un punto de vista negativo esto confirma el axioma bíblico que dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.”—Pro. 22:6.
En un artículo escrito para “The Canadian” del 1 de abril de 1978, el Dr. Elie Cass declara: “Cuando la vida hogareña es infeliz, violenta, el niño o niña al crecer usa el modelo de violencia que aprendió como miembro de la familia para resolver problemas cuando llega a ser padre o madre.” El fundador de un asilo para mujeres golpeadas, en Londres, Inglaterra, dice: “Al repasar las historias de estos hombres, comprobamos que les daban palizas cuando eran niños o veían darlas . . . de modo que la violencia pasa de una generación a la siguiente. Se convierte en la norma.”
Aun si el ver violencia en la casa durante la niñez no resulta en que más tarde uno maltrate a su esposa, esposo o hijo, tiene efectos trágicos. Un estudio efectuado en Carolina del Norte, EE. UU., de “niños que no son maltratados físicamente pero que viven en familias [con] padres violentos . . . halló depresión crónica entre 37 por ciento de los niños. . . . Otro 40 por ciento sufría de ansiedad, mientras que 25 por ciento había recibido terapia para desórdenes sicológicos.”
Es claro, pues, que las familias que tienen hijos tienen una razón adicional para efectuar acción positiva con el fin de resolver el problema de la violencia o evitarla en el hogar. Si los padres pasan por alto esta necesidad y los hijos se ven obligados a vivir en un ambiente de violencia en el hogar, es muy posible que esto les cause daño emocional y muy bien pueden transmitir este azote terrible a la próxima generación.