¿Le gustaría a usted estar en el Paraíso?
Pocas personas pensarían que hay conexión alguna entre un cementerio y un paraíso global. Pero tenga ambas cosas presentes a medida que considera lo que se dice aquí.
COMO si fuera una pequeña ciudad que estuviera ubicada en el regazo de Hamburgo, Alemania, Ohlsdorf crece a la velocidad de unas 220 personas por semana. Está adornado con unos 10.000 árboles y arbustos que ostentan una abundancia de flores de muchos colores y variedades.
Centenares de miles de personas visitan Ohlsdorf cada año. Y me aventuro a decir que es un lugar que a usted quizás le gustaría visitar, pero en el cual difícilmente le gustaría quedarse. El hecho es que, en primer lugar, sus más de 1.200.000 residentes permanentes hubieran preferido no haber tenido que ir allí. Sí, a pesar de ser un lugar tan hermoso, en realidad no es un lugar donde vivir. ¿Por qué? ¡Porque Ohlsdorf es un cementerio! Con las 403 hectáreas que tiene, es uno de los cementerios más grandes de Europa. ¡Si todos sus más de 1.200.000 “habitantes” hubieran sido enterrados en sepulcros de tamaño normal que hubieran sido colocados uno al lado del otro, formarían una franja de dos metros de ancho que se extendería por 1.100 kilómetros; desde Hamburgo, Alemania, hasta Viena, Austria!
Pero Ohlsdorf no tenía mucho significado para mí hasta un soleado día de septiembre, cuando fui en auto hasta allí para pronunciar un discurso de funeral en la ocasión de la muerte de la madre de un buen amigo mío. El sermón había de darse en la funeraria número 10, y recuerdo que yo me preguntaba: “¿Podrá ser tan grande el cementerio que se necesiten por lo menos 10 funerarias?” Al llegar allí me sorprendí. Y mientras más veía, más me sorprendía. Era como estar en un hermoso parque; en un paraíso.
Comienzos del “paraíso” de Ohlsdorf
¿Y cómo llegó a existir este “paraíso”? El cementerio regional que había en Hamburgo a finales del siglo diecinueve ya no era suficientemente grande para las necesidades de una población que aumentaba. Así que se hicieron planes para situar un cementerio municipal para diferentes confesiones religiosas en los campos de Ohlsdorf, cerca de una aldea del mismo nombre, a unos 10 kilómetros de Hamburgo. En años posteriores aquella aldea llegó a ser parte de Hamburgo, pero el cementerio ha llegado a ser tan conocido que cuando los habitantes de esta zona hablan de las personas que han muerto dicen que “están en Ohlsdorf.”
Johann Wilhelm Cordes, el fundador y diseñador de ese cementerio, pensaba que en un cementerio, como él mismo lo expresó: “La belleza debe cautivar la vista y las plantas deben ocultar el sepulcro.” En este sentido él tuvo éxito, porque la belleza de Ohlsdorf no se puede negar, ni se puede pasar por alto la vida vegetal que hay allí. Para fines del siglo los planes de Cordes sirvieron de modelo para construir cementerios de tipo similar en muchas otras ciudades de Alemania.
En el cementerio hay más de 300 diferentes clases de árboles, algunos oriundos de Norteamérica y Asia, y tienen plaquitas explicativas, lo cual hace que el lugar tenga un gran parecido a un jardín botánico. Cada 29 de junio florecen diferentes tipos de grandes arbustos de rododendros a ambos lados de la principal vía pública del cementerio, la “Avenida de Cordes,” y éstos la convierten en una vista impresionante.
El parque tiene 2.500 bancos, 650 sillas y 660 fuentes de agua. Hay cientos de pavos, gansos y cisnes negros en los estanques que están esparcidos por toda la zona. Así que uno puede descansar junto a un estanque o fuente y escuchar un concierto presentado por esos “músicos plumados.” Sí, uno no puede menos que disfrutar del ambiente sosegado y calmante. Estas condiciones tan bellas y apacibles me hicieron pensar en el paraíso.
Reflexiones sobre el paraíso
Un paraíso para los vivientes sería muy bien acogido, pero ¿por qué un paraíso para los muertos? Sin duda una de las razones por las cuales Cordes y otros individuos como él han construido cementerios de este tipo ha sido para ayudar a mitigar la tragedia de la pérdida ocasionada por la muerte. Ciertamente la muerte es enemiga del hombre, como claramente lo dice la Biblia. (1 Cor. 15:26) En tiempos de mucha aflicción, la belleza puede ayudar a uno a apreciar que, a pesar de la pérdida que se haya sufrido, la vida todavía vale la pena. Pero ninguna clase de belleza física puede borrar por completo el sentimiento de pérdida que en esos momentos siente una madre que ha enviudado o un esposo que sufre desconsuelo.
Al hablar de lo universal e inevitable de la muerte, la revista Stern dice: “Llega o demasiado temprano o demasiado tarde, pero sin falta llega, y a la larga siempre gana. Su nombre es la muerte.” Al enfrentarse con esa clase de fatalidad, ¿es el estar en la clase de paraíso que representa Ohlsdorf lo óptimo que podemos esperar? Si así es, eso difícilmente es consuelo para uno. ¿Quién realmente desea ser un residente permanente en esa clase de paraíso?
Comencé a pensar en lo extraño que es el que para mucha gente de hoy día parezca que el caminar por un hermoso parque ha de ser lo más que se acercarán a estar en un paraíso. ¿Es cierto eso de usted? Si es así, ¿a qué se debe? Con todas las capacidades técnicas y creativas del hombre, ¿a qué se debe que parezca tan increíble el que toda la Tierra llegue a ser un paraíso? Sin embargo, ¿qué hay si el entero globo terráqueo fuera un paraíso, quizás algo como el jardín de Edén que se menciona en el registro bíblico de Adán y Eva? ¿Está Dios —quien en primer lugar hizo la Tierra— interesado en restaurar el paraíso? Y, de particular importancia para nosotros, ¿tenemos alguna razón sólida para esperar que quizás él haga que toda la Tierra llegue a ser un paraíso durante nuestra existencia?