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  • La Biblia... víctima de ataque salvaje

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  • La Biblia... víctima de ataque salvaje
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  • Ataque brutal en el Imperio Romano
  • Un libro vivo entre los primeros cristianos
  • La apostasía religiosa casi destruye la Biblia
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¡Despertad! 1980
g80 22/4 págs. 7-13

La Biblia... víctima de ataque salvaje

¿CÓMO se puede destruir un libro? De varias maneras. Para ilustrarlo, considere cómo se podría arruinar un vaso de agua pura. Uno podría (1) tomar una piedra y hacer añicos el vaso o (2) sencillamente añadir alguna suciedad u otra inmundicia al agua, y de ese modo cambiar el contenido del agua.

Un violento ataque por dos flancos, de naturaleza semejante al que se explica arriba, amenazó con dar un golpe mortal a la Biblia. No solo hubo ataques feroces contra el libro, sino que también se hicieron esfuerzos por alterar el contenido del libro, a fin de cambiar su mensaje. Si uno de esos dos esfuerzos hubiera tenido éxito, hubiera inutilizado el libro y probado que Dios no puede preservar su propia Palabra.

Pero, ¿por qué?

Quizás a usted le parezca muy extraño que haya habido una oposición tan intensa en contra de la Biblia. Puesto que ésta enseña una moralidad elevada y amor, ¿por qué debería alguien querer destruirla? Además, a menudo las personas que lanzaron los ataques más feroces contra la Biblia afirmaban que la apreciaban mucho. Es casi como si algún poder, más alto que la humanidad, hubiera estado manipulando los asuntos.

Eso es precisamente lo que la Biblia muestra. La Biblia identifica a una criatura inicua de la región de los espíritus como aquel que no repara en nada en su esfuerzo por impedir que la Palabra de Dios llegue a los corazones que muestran aprecio por esa Palabra. Sin duda este opositor de Dios, a saber, Satanás el Diablo, fue la mente que dirigió el entero proyecto de suprimir la Biblia.—2 Cor. 4:4.

Por supuesto, es posible que algunos lectores pongan reparos a tal conclusión. Pero, ¿qué otra cosa podría explicar la lucha en que se persistió por siglos para impedir que el hombre común usara la Biblia e hiciera de ella una fuerza viva en su vida, o para desanimarlo en cuanto a hacer estas cosas? Ningún otro libro de la historia ha sido sujeto a ataques tan prolongados y violentos.

Ataque brutal en el Imperio Romano

Aunque Roma había perseguido a los cristianos durante muchos años, la primera acometida contra los escritos sagrados de los cristianos vino en el año 303 E.C. En ese entonces el emperador Diocleciano decretó que se entregaran todos los libros cristianos para ser quemados. ¡Negarse a obedecer resultaría en muerte! Es un hecho lamentable que montones de preciados manuscritos bíblicos hayan sido quemados en las calles. Sin embargo, algunas personas, como Félix de Thiabara (África), rehusaron entregar las Escrituras. Él dijo: ‘Prefiero que me quemen a mí a que quemen las divinas Escrituras.’ Pagó con la vida.

Por casi más de una década se dio rienda suelta a este ataque violento contra la Biblia. Sin embargo, a pesar de haber usado todo su poderío en el empeño, el Imperio Romano no pudo destruir este libro. Se guardaron copias cuidadosamente hasta que la persecución cesó. Pero esto sencillamente fue una vista por anticipado de lo que habría de venir.

Un libro vivo entre los primeros cristianos

Los primeros cristianos mantuvieron la Biblia viva por medio de usarla extensamente en sus reuniones religiosas y en sus hogares. A ciertos judíos que más tarde llegaron a ser cristianos se les encomió por ‘examinar con cuidado las Escrituras diariamente.’ Hasta en el siglo segundo, Ireneo recomendó a todos los cristianos que ‘leyeran diligentemente las Escrituras.’ Y Clemente de Alejandría aconsejó a todos los cristianos que tuvieran “lecturas de las Escrituras antes de las comidas.”—Hech. 17:11; 1 Tim. 4:13; 2 Tim. 3:15.

Se exhortaba a todos a obtener sus propios ejemplares. Los cristianos más acaudalados hasta regalaban las Escrituras a otras personas, como hizo cierto Pánfilo, del cual Eusebio relata lo siguiente:

“Además, siempre estaba listo para distribuir a otras personas ejemplares de las Sagradas Escrituras no solo para que los leyeran, sino hasta para que se quedaran con ellos. No solo a hombres, sino hasta a las mujeres en las que hallaba interés en leerlas. Así, preparó muchos ejemplares a fin de poderlos obsequiar.”

No obstante, con el tiempo hubo un desenvolvimiento que afectó adversamente la influencia que la Biblia ejercía en la vida de las personas que afirmaban tener fe en ella.

La apostasía religiosa casi destruye la Biblia

El apóstol Pablo predijo un alejarse del cristianismo verdadero, una “apostasía,” y la formación de un “hombre de desafuero,” un grupo religioso que se exaltaría a sí mismo en gran manera. (2 Tes. 2:3, 4) Mostró que ese “hombre de desafuero” se desarrollaría de entre algunos ancianos o superintendentes (“obispos,” Valera) que ‘se levantarían y hablarían cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.’—Hech. 20:28-30.

Conforme a la profecía, después de la muerte de los apóstoles fieles de Jesús se puso de manifiesto “la mala hierba,” los cristianos falsos, de imitación. (Mat. 13:24-30, 36-43) Algunos formaron grupos que se separaron, y torcieron el significado de las Escrituras. (2 Ped. 3:16) Esto llevó a lo que algunas personas pudieran considerar como una maniobra sin importancia, pero fue una que tuvo efectos desastrosos.

“Las Santas Escrituras por sí mismas, que nos inspiran la fe, que es precursora del conocimiento, de nada le sirven a uno a menos que las entienda correctamente,” dijo Agustín, un líder eclesiástico del siglo cuarto. Orígenes, en su obra De Principiis, dijo lo siguiente:

“Puesto que aún se conserva la enseñanza de la Iglesia, que ha sido transmitida en sucesión ordenada desde los apóstoles y permanece en las iglesias hasta el día actual, como verdad solo se debe aceptar aquello, que en ningún aspecto difiere de la tradición eclesiástica y apostólica.”

A fin de evitar las herejías o la enseñanza de supuesto error religioso, se colocó la “enseñanza de la Iglesia” y la “tradición eclesiástica y apostólica” en un mismo nivel con las Escrituras.

Al mismo tiempo, se dio énfasis a las ceremonias y los ritos de la iglesia. Se creyó que los miembros de ésta se beneficiarían más de éstos que de examinar las “cosas profundas de las Santas Escrituras,” lo cual los confundiría. A los magníficos edificios eclesiásticos, en cuyas paredes había escenas bíblicas esculpidas y en los cuales había imágenes de personajes bíblicos, se les consideraba los ‘libros de los ignorantes.’

Algunos líderes religiosos, como Crisóstomo del siglo cuarto, todavía continuaban abogando por lectura bíblica personal por parte de todos. ¡Pero ya no había remedio! La gente misma, en su mayor parte, ya no veía la importancia de leer y estudiar personalmente la Biblia. Algunos individuos arguyeron con Crisóstomo, y dijeron:

“No somos monjes. Tengo que prestar atención a asuntos públicos; tengo un oficio; debo cuidar de mi esposa e hijos y siervos; en pocas palabras, soy un hombre del mundo; no es asunto mío leer la Biblia; eso es asunto de la gente que ha renunciado al mundo y se ha dedicado a una vida solitaria en las cimas de las montañas.”

Así, gradualmente llegó a prevalecer la creencia de que la lectura y el estudio de la Biblia eran solo para el clero y para intelectuales de alta educación.

¿Una reliquia sagrada?

Con el transcurso del tiempo la Biblia se tradujo al latín, la lengua del hombre común. Las autoridades religiosas decidieron que se considerara el latín como lengua sagrada. La Biblia permanecería en latín. Pero más tarde fue ocurriendo gradualmente un cambio, y llegó el tiempo en que pocas personas sabían leer latín. A muchas personas, porque ya no estaban dispuestas a hacer el esfuerzo por entender la Biblia, se les hizo más fácil sencillamente reverenciar sus páginas. La Biblia llegó a usarse como amuleto mágico. Si alguien estaba a punto de participar en alguna empresa arriesgada importante, abría la Biblia e interpretaba el primer pasaje que saltaba a la vista como si éste fuera un mensaje divino para él. Se hicieron ejemplares de la Biblia magníficamente encuadernados, escritos en papel de pergamino muy lucido, con letras de plata y oro. Pero, lamentablemente, aquellos libros se convirtieron en obras para exhibición solamente, y apenas se leían. Sí, poco a poco la Biblia estaba convirtiéndose en una “reliquia sagrada” más bien que un libro vivo, lleno de significado.

Sin duda usted puede ver que la Biblia corría peligro. Hasta algunos de los sacerdotes o ministros ya no podían leer la Biblia en latín. Lo que sucedió a algunos escritos “sagrados” de la Roma antigua ilustra lo que podía suceder en el caso de la Biblia. The New Catholic Encyclopedia explica lo siguiente:

“Por siglos en la Roma pagana se preservaron ciertos textos sagrados antiguos, hasta cuando el sacerdote ya no los entendía.” (Las bastardillas son nuestras.)

Sí, nadie podía leerlos. Se les consideraba sagrados y se les tenía en alta estima... ¡pero estaban muertos! ¿Podría pasarle lo mismo a la Biblia?

Traducciones en las lenguas del hombre común

Aunque por muchos siglos la Iglesia Católica Romana hizo traducciones en las lenguas locales, éstas no se hacían para las masas. En cuanto a la actitud de las autoridades eclesiásticas durante la Edad Media, el libro The Lollard Bible (La Biblia de los lolardos) dice lo siguiente:

“Si aquella traducción era para algún rey o para algún personaje eminente, o si la hacía algún estudiante solitario, y permanecía como volumen reverenciado pero casi sin uso en alguna biblioteca real o monástica, no se objetaba a dicha traducción; pero si la traducción se usaba para popularizar el conocimiento del texto bíblico entre el pueblo lego [común], inmediatamente venía la prohibición de ésta.”

No se hizo una traducción de esta última índole sino hasta el siglo 12. Y cuando eso sucedió, ¡se armó la gran contienda!

Los valdenses de Francia

En los hermosos valles del sur de Francia vivía un grupo religioso al que se dio el nombre de valdenses. Se informa que poco antes de 1180 un miembro sobresaliente de ese grupo, Pedro Valdo, pagó a dos sacerdotes para que tradujeran porciones de la Biblia a la lengua vernácula. Los que leyeron aquellas porciones hicieron cambios verdaderos en su vida. Hasta uno de los enemigos más feroces del grupo reconoció que había un contraste sorprendente entre la conducta de ellos y la conducta de la gente en general. Dijo:

‘A los herejes [valdenses] se les conoce por sus modales y palabras; pues son ordenados y modestos en sus modales y comportamiento. En ellos no hay falsedad ni engaño. Son castos, ecuánimes, sobrios, y se abstienen de la ira.’

Imbuidos de celo a causa de su lectura personal de las Escrituras, iban de un lado a otro por la campiña francesa, en parejas, leyendo y enseñando a otras personas las Escrituras. Tan celosos eran, que se informa que uno “cruzó a nado un río por la noche y en invierno, a fin de llegar hasta [cierta persona] e impartirle enseñanza.” ¡Lo que se hallaba en la Biblia se había convertido en algo ‘vitalmente activo’ en ellos!

Llenos de entusiasmo, fueron a Roma, Italia, para conseguir la aprobación oficial del papa Alejandro III a fin de usar la Biblia para enseñar a otras personas. ¡El permiso les fue negado! Uno de los dignatarios religiosos presentes en este Tercer Concilio de Letrán, Walter Map, exclamó:

“Pues, ¿no sería el dar la Palabra a los indoctos como perlas ante cerdos?”

¡Imagínese! ¡Se consideraba que el hacer posible que la persona común leyera la Biblia en una lengua que pudiera entender era como ‘arrojar perlas a los puercos’!

El papa Inocencio III organizó una cruzada para “exterminar” a los herejes. Los informes de los que dirigieron aquella cruzada indican que centenares de hombres, mujeres y niños fueron cruelmente asesinados y que ejemplares de sus Biblias fueron quemados porque, como explicó entonces un juez religioso o inquisidor:

“Han traducido el Viejo Testamento y el Nuevo Testamento a la lengua vulgar [común], y de ese modo lo enseñan y aprenden. He oído y visto a cierto campesino ignorante que recitaba a Job, palabra por palabra; y a muchos que conocían perfectamente el entero Nuevo Testamento.”

Se propaga la Biblia en la lengua común

A sangre y fuego se obligó a los valdenses a huir a otros países. Al poco tiempo aparecieron traducciones de la Biblia que el hombre común podía leer en España, Italia, Alemania y otros países. Dondequiera que éstas aparecían, por lo general venían proscripciones y cruel persecución. En la página anterior se muestran varias prohibiciones oficiales de la Biblia. ¡A menudo el violar esas leyes religiosas y seglares significaba muerte en la hoguera!

En Inglaterra, para 1382, Juan Wiclef y sus asociados terminaron la primera Biblia completa en inglés. Pero muchas de las personas comunes no sabían leer. De modo que él organizó un grupo de hombres llamados lolardos, o lollardos, para que fueran a leer la Biblia a la gente.

Espantosa persecución

Aquellos “hombres de la Biblia,” como a veces se les llamaba, crearon una gran conmoción. Las autoridades religiosas de Inglaterra respondieron con una persecución increíble. En 1401 el Parlamento Inglés declaró que cualquier persona que poseyera la Biblia en la lengua común debería ser “quemada en un lugar alto ante la gente, para que tal castigo infunda temor en la mente de otros.”

¡Y ciertamente aquel método infundió ese temor! El propietario de una Biblia en inglés, por temor de que esto lo incriminara, declaró que “preferiría quemar sus libros a que sus libros lo quemaran a él.” Sin embargo, muchos no se desanimaron tan fácilmente de leer la Palabra de Dios. Centenares de aquellas personas fueron quemadas vivas por la única razón, como muestran los registros del tribunal, de “tener cierto librito de textos en inglés.” A menudo a aquellas personas se les quemó “con los libros de su enseñanza [las Escrituras] colgando de ellas.”

Aquella persecución rabió furiosamente de un país a otro. En algunos países se mató en masa a los residentes de aldeas enteras en las que las personas persistían en leer la Biblia en la lengua vernácula. Ningún hombre estaba a salvo de sus vecinos, sus empleados o hasta sus propios hijos, pues todos, bajo el temor de represalias severas, se sentían apremiados a informar acerca de cualquier persona a quien se viera leyendo la Biblia en su propia lengua. Huelga decir que, a fin de que no se les descubriera, muchas personas leían la Biblia a medianoche.

¿Qué habría hecho usted en tales circunstancias? ¿Habría atesorado el mensaje de la Biblia hasta el grado de arriesgar su vida para leerla?

Aun así, las Biblias en los idiomas locales eran destruidas más rápidamente de lo que se podían hacer, puesto que había que copiarlas a mano. Aquella ardua tarea también hacía que la Biblia fuera extremadamente costosa, y que de seguro estuviera más allá del alcance de toda persona excepto los acaudalados. Se informa que una Biblia alemana completa costaba 70 florines de oro. En aquel tiempo, por uno o dos florines se podía comprar una res cebada. ¡De modo que una Biblia costaba lo que una manada de reses! Según el historiador John Fox, algunas personas pobres hasta ‘daban un cargamento de heno por unos cuantos capítulos de Santiago o Pablo en inglés.’

Parecía que la Biblia moriría lentamente como fuerza viva entre la gente en general. Pero una invención cambió el cuadro.

Imprenta con caracteres móviles

Con la imprenta se pudo reproducir la Biblia a una velocidad mayor que la velocidad con la que las copias de ésta estaban siendo destruidas. Se informa que el primer libro que se imprimió fue la Biblia en latín. Pero pronto se comenzó a imprimir en la lengua común.

Debido a que entonces se pudo comenzar a producir la Biblia en grandes cantidades, el precio de un ejemplar se hizo tan barato que el hombre medio podía poseer su propio ejemplar. Martín Lutero y William Tyndale, que basaron sus traducciones en las lenguas originales, no simplemente en el latín, facilitaron la lectura de la Biblia. Tyndale usó palabras que hasta ‘el muchacho que conduce el arado’ podía entender. En vez de “caridad” usó “amor”; en vez de “iglesia,” “congregación”; en vez de “penitencia,” “arrepentimiento.” Esto contribuyó a que la Biblia cobrara vida para el ‘hombre de la calle.’

Sin embargo, la lucha en contra de aquellas Biblias estaba lejos de haber terminado. Por décadas después que la primera Biblia comenzó a producirse en la imprenta allá en 1456, se efectuó una verdadera guerra para destruir los ejemplares producidos en las lenguas vernáculas. El obispo de Londres quemaba las Biblias de Tyndale tan rápidamente como podía incautarse de ellas. ¡Tan empeñado estaba aquel clérigo en destruir todas las Biblias de Tyndale que se informa que pagaba para obtener ejemplares a fin de poderlos quemar! En una ocasión, por medio de un amigo, Tyndale le vendió algunos ejemplares defectuosos y usó el dinero para terminar su revisión. ¡Aquello resultó en que muchos más ejemplares de su versión entraran en Inglaterra!

Por años Tyndale fue perseguido como si fuera un animal. Por fin, fue traicionado y lo capturaron. Sus esfuerzos le costaron la vida, pues fue estrangulado y quemado en la hoguera.

Por qué se oponían a las traducciones

¿Se le hace difícil entender por qué muchos funcionarios religiosos se oponían a la traducción de la Biblia en la lengua del hombre común? No era que todos aquellos hombres se opusieran directamente a la Biblia. Algunos la tenían en gran estima. Equivocadamente, éstos temían que personas no autorizadas hicieran traducciones erróneas y que, por lo tanto, abusaran de la Palabra de Dios. El mantenerla en latín, una lengua estable y digna, era el modo en que protegían la Biblia de ser “profanada” por traducciones inexactas a las lenguas locales que estaban desarrollándose.

¿Por qué, pues, no produjeron una traducción “autorizada”? Con el tiempo lo hicieron. Se publicó una versión alemana por Emser alrededor de 1527, y el Nuevo Testamento de Rheims, en inglés, se publicó en 1582. La razón que se dio para la lentitud con la que se efectuó la obra la expresó el funcionario católico romano Geiler de Kaysersberg (Alemania), quien, para 1500, dijo lo siguiente:

“Es peligroso poner cuchillos en las manos de niños, para que ellos corten el pan por sí mismos, pues pudieran cortarse. Así también, la santa escritura, que contiene el pan de Dios, la deben leer y explicar solamente las personas que ya estén lo suficientemente adelantadas en conocimiento y experiencia, las cuales pueden presentar el significado indudable. Los inexpertos pueden causarse daño fácilmente por su lectura de la Biblia. . . . Por lo tanto, si usted desea leer la Biblia, tenga cuidado de no caer en el error.”

Pero, ¿era el temor de que el lector indocto ‘cayera en el error’ la única razón que había para no animar a la gente a leer la Biblia? No, pues Erasmo, un famoso docto católico, cándidamente ofreció otras razones, en las siguientes palabras:

“La mujer que se ocupa en leer los volúmenes sagrados desatiende sus deberes domésticos, . . . ¡y tal vez el soldado no esté tan dispuesto a ir a la batalla! ¡y eso sería un gran peligro! . . . En muchos pasajes de los libros sagrados se censuran los vicios de pastores y príncipes, y si la gente los leyera, murmuraría contra los que han sido colocados sobre ellos.”

Fuera cual fuera la razón, el efecto fue que la Biblia fue casi destruida como fuerza viva en la vida del hombre común. Si aquellas actitudes hubieran prevalecido, prescindiendo de lo bien intencionadas que hayan sido, la Biblia ciertamente hubiera llegado a ser una “reliquia sagrada.”

¡Qué agradecidos podemos estar de que por medio de los esfuerzos de algunos hombres sumamente devotos, así como por el uso de la imprenta, la Biblia se publicara en una lengua viva y estuviera disponible para el uso del hombre común! Y a un precio que la mayoría podía pagar. Sí, la Biblia resistió un ataque verdaderamente salvaje.

Pero, ¿qué hay en cuanto al segundo método de ataque... el de alterar su contenido? El añadir suciedad a un vaso de agua pura puede arruinar el agua. ¿Cómo le fue a la Biblia en contra de ese ataque sutil?

[Comentario en la página 8]

¿Qué explicación pudiera tener la lucha en que se persistió por siglos para impedir que la gente común tuviera la Biblia?

[Comentario en la página 13]

¿Qué habría hecho usted si, por leer la Biblia, se hubiera visto en peligro de perder la vida?

[Comentario en la página 13]

‘Los inexpertos pueden causarse daño fácilmente por su lectura de la Biblia,’ explicó un funcionario eclesiástico. Pero el docto Erasmo declaró cándidamente: “En muchos pasajes de los libros sagrados se censuran los vicios de pastores y príncipes, y si la gente los leyera, murmuraría contra los que han sido colocados sobre ellos.”

[Ilustración en la página 8]

El emperador romano decretó la incautación y quema de Biblias

[Ilustración en la página 9]

Se producían Biblias magníficas, costosas, pero se les trataba como si fuera “reliquias sagradas”

[Ilustración en la página 9]

Se llegó a pensar que la lectura de la Biblia era solo para el clero

[Ilustración en la página 12]

Hubo funcionarios que decretaron la quema de todo el que poseyera una Biblia en la lengua común

[Recuadro en la página 10]

SE PROHÍBE LA BIBLIA

‘Nadie poseerá libros del Antiguo o Nuevo Testamento en romance [la lengua común].’ . . . JAIME I, REY DE ARAGÓN (ESPAÑA), 1223 A.C.

“Los legos [la gente común] no tendrán libros de escritura, . . . además prohibimos que se permita a los legos tener libros del Antiguo o Nuevo Testamento.” . . . SÍNODO RELIGIOSO DE TOLOSA (FRANCIA), 1229 A.C.

‘Por lo cual, a todo arzobispo obispo y todo clérigo, y a todo duque, príncipe, etc., damos estricto mandato de ayudar a dichos inquisidores e incautarse de tales libros escritos en la lengua vulgar, que se hallen en manos de cualquier hombre. Y todos éstos han de ser quitados a toda persona, seglar y principalmente a los legos [la gente común] (y más especialmente, puesto que no es legal, según la ley canónica el que legos de cualquier sexo lean libro alguno de las Sagradas Escrituras escrito en la lengua vulgar).’ . . . EL REY CARLOS IV, EMPERADOR DE ALEMANIA, 1369 A.C.

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