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  • ¿Aprender música a los dos años de edad?

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  • ¿Aprender música a los dos años de edad?
  • ¡Despertad! 1980
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¡Despertad! 1980
g80 8/7 págs. 25-28

¿Aprender música a los dos años de edad?

¡Quizás usted esté criando un genio!

“PROFESOR, ¿cree usted que mi hijo tiene suficiente edad para tomar lecciones de piano?” ¡Con cuánta frecuencia se ha preguntado esto a maestros de música! Pero, desafortunadamente, demasiado a menudo se le ha dicho a la madre o al padre: “Tráigalo de nuevo cuando tenga seis años de edad, y entonces estará listo para aprender.”

Lo que el maestro realmente quiere decir es que entonces él mismo estará listo para enseñar, pues la idea de aceptar como estudiante a un niño en tierna edad, por ejemplo, de dos años de edad, horroriza a muchos maestros (de piano, violín o cualquier otro instrumento musical). Pero la verdad es que la investigación se combina con la evidencia para mostrar que el mejor tiempo para comenzar a enseñar música a un niño es durante los primeros años de su vida. Una renombrada autoridad en educación infantil, Masaru Ibuka, dice lo siguiente en su interesante libro Kindergarten Is Too Late! (¡Esperar hasta la escuela de párvulos es demasiado!):

“Sin embargo, por fin el estudio de la fisiología cerebral por un lado y la sicología infantil por el otro ha hecho posible mostrar que la clave para el desarrollo de la inteligencia está en la experiencia del niño durante los primeros tres años... es decir, durante el período del desarrollo de las células cerebrales. Por lo tanto, ningún niño nace genio, y ninguno nace tonto. Todo depende del estímulo que reciban las células cerebrales durante los años críticos.”

“Pero lo más probable es que un niño tan joven no pueda entender nada acerca de la música,” objeta el padre cuya actitud negativa es provocada por la pequeñez de su hijito. A estos padres se les pudiera hacer la siguiente pregunta: “¿Cuándo comienza el niño a aprender su lengua nativa? ¿A los cinco años de edad o a los seis?” ¡No lo permita Dios! Desde el momento en que viene al mundo, el niño comienza a oír sonidos del habla, y cosas maravillosas comienzan a suceder en su cerebro: las células comienzan a unirse, se forman circuitos; y antes de cumplir dos años de edad los bebés empiezan a hacer algo que sigue causando asombro... hablan su lengua nativa.

Si usted, el lector, es adulto, ¿qué cree usted que es más fácil, aprender a tocar en el piano varias piezas musicales sencillas, o hablar con fluidez un idioma extranjero? En realidad lo segundo es mucho más difícil, y testigos de ello pueden ser un sinnúmero de personas que han intentado aprender otro idioma... no solo la pronunciación de varias palabras, sino hablarlo con cierto grado de fluidez. A los tres años de edad la mayoría de los niños pueden hacer eso fácilmente. Es cierto que su vocabulario quizás sea limitado, pero aun así hablan con fluidez. Si se puede vencer la dificultad de aprender un idioma, ¿por qué no se habrá de poder aprender música?

Los estudiantes del mundialmente renombrado docto e instructor de violín Dr. Shinichi Suzuki han demostrado muchísimas veces que niñitos entre las edades de dos y cuatro años pueden tocar música muy sobresalientemente. A los dos años de edad, los niñitos son llevados a las clases que él conduce, y, cuando tienen cuatro años de edad, dejan boquiabiertas a las personas cuando ejecutan hermosamente las obras de Bach y Vivaldi.

De modo que no es sabio subestimar la capacidad de aprender del infante. Al llegar a este punto, a los estudiantes de la Biblia se les pudiera recordar lo que el apóstol Pablo dijo a Timoteo: “Desde la infancia has conocido los santos escritos.”—2 Tim. 3:15.

Cómo comenzar

La instrucción musical del estudiante infantil no comienza tanto con enseñarle algo específico, sino con exponerlo a la música, especialmente a la que es melodiosa. Si la madre decide proveer tal música para su infante por medio de cantarle diariamente, debe asegurarse de que la elevación de su voz y su entonación sean buenas, puesto que tal como el bebé imita lo que es bueno, también imita lo que es malo. Aun si la madre tiene inclinación musical, quizás no siempre sea conveniente tocar el piano o cantar al bebé, debido a las muchas otras tareas domésticas que necesitan la atención de ella.

¿Qué se puede hacer? Suministre al bebé música grabada, quizás por medio de usar un tocacintas de tipo “cassette.” Aunque no se obtengan resultados positivos inmediatamente, el estudiante infantil absorberá y llegará a apreciar hasta música bastante compleja. En el libro que se citó anteriormente, Kindergarten Is Too Late!, Masaru Ibuka relata la siguiente experiencia:

“Un matrimonio que ama la música clásica hizo arreglos para que, poco después de haber nacido su bebé, este escuchara la “Suite” Núm. 2 de Bach durante varias horas cada día. En tres meses el bebé comenzó a mover su cuerpo animadamente de acuerdo con el ritmo. A medida que el ritmo aligeraba su paso hacia la culminación, los movimientos del bebé se hacían rápidos y más vivos, y cuando la música terminaba, el bebé parecía disgustado por ello. A menudo, cuando el bebé estaba enfadado o llorando, los padres ponían esta música y él se calmaba inmediatamente.”

De modo que un padre no debe apresurarse a decidir lo que su bebé puede o no puede absorber y apreciar. La capacidad del infante en cuanto a comprender cosas muy complejas, como el idioma, es tremenda.

Entrenamiento más formal

Supongamos que el niño tiene ahora unos dos años de edad y está listo para recibir educación musical más formal, ¿es necesario llevarlo a un maestro de música capacitado o hacer arreglos para que un maestro venga al hogar? Parece que eso dependería mucho del instrumento que se escogiera para los estudios. El violín es un instrumento excelente para comenzar a enseñar a los pequeñuelos, pero debido a la naturaleza de ese instrumento, la manera en que éste produce música, el uso del arco del violín, el colocar el instrumento bajo la barbilla, y así sucesivamente, desde el mismo principio sería mejor tener un experimentado instructor de violín.

En comparación, el piano es mucho más sencillo. Para tocar cualquier nota musical, sencillamente se presiona una tecla, y el tono que se escuche, suponiendo que el piano haya sido apropiadamente afinado de antemano, siempre será el correcto, de modo que no se pone en peligro el “oído” del estudiante. Se requiere más esfuerzo para hacer lo mismo con el violín, y a menos que un maestro capacitado esté presente para corregir las notas que salen algo desafinadas, se puede causar bastante daño al sentido de tono del niño.

Dicho sea de paso, es durante esta tierna edad que un niño puede lograr “perfecta detección tonal.” El Harvard Dictionary of Music (Diccionario de música de Harvard) señala, en su consideración de esta expresión, que es “la capacidad que tiene una persona para identificar inmediatamente un sonido musical por su nombre sin tener que referirse a una nota diferente que se haya tocado previamente.” Esa habilidad, aunque no es indispensable, puede ser útil al músico más tarde en su vida.

Entonces, si la madre aparta tiempo para tomar varias lecciones de piano para establecer bien en su mente la secuencia de las notas desde “do” hasta “do” (do, re, mi, fa, sol, la, si, do), al igual que algunas sugerencias en cuanto a la posición apropiada de las manos al tocar el piano, no hay razón para que no pueda impartir amorosamente alguna instrucción formal a su hijo durante esa etapa inicial. De modo que vayamos al piano, al cual está sentada la madre con el bebé en la falda.

Notamos que no hay música, y no habrá ninguna por algún tiempo. ¿Aprendió usted a hablar porque su madre se sentara con usted y repasara las partes del habla y la estructura de la oración? Difícilmente. Usted aprendió por medio de imitar, y así es como el bebé podrá aprender a tocar el piano. La madre toca varias notas lentamente, y canta las sílabas simultáneamente (solo si entona apropiadamente): do-re-mi, do-mi-sol, do-do-fa, do-fa-mi, y así sucesivamente. Permite que el bebé la imite lo mejor que pueda. Él golpea con sus puños el teclado. La madre continúa pacientemente su labor y muy pronto han pasado los diez minutos asignados para esta sesión.

Pero aunque la madre quizás haya terminado, ¡el bebé quizás esté tratando de caminar sobre el teclado! No se desespere. Sin duda habrá otras sorpresas de índole positiva en el futuro. Recuerde, el entrenamiento tiene que continuar sin interrupción.

Mantenga vivo el interés

Algo que es de muchísima importancia al principio es mantener vivo el interés y la atención del pequeñín. Parece que los bebés se desarrollan más rápidamente y hablan más pronto cuando alrededor de ellos hay otros niños que hablan mucho y juegan. Lo mismo sucede con la música. Si en la familia hay otros niños que toquen el piano, debe permitirse que el bebé se siente a escuchar durante la lección que el hijo de más edad va a tomar (si el maestro lo permite), siempre y cuando no interrumpa la clase. Quizás el pequeñín no muestre ningún interés al principio, pero es posible que al pasar el tiempo la música capte considerablemente su atención. Por supuesto, en los casos en que varios miembros de la familia sean músicos, quizás se pueda hacer algún tipo de conjunto (tocar música como grupo), de modo que algunos miembros canten, otros toquen instrumentos, y así sucesivamente.

Probablemente usted note que el bebé —quizás no al principio— trata de copiar a las otras personas por medio de abrir la boca para tratar de cantar. Esta tendencia debe recibir estímulo, puesto que esa participación temprana en un conjunto ayuda al niño a crear un fuerte sentido de ritmo y comprensión de cómo acoplarse musicalmente a otras personas.

¿Qué hay de niños mayores?

Ciertamente el hecho de que un niño tenga más de tres años de edad no significa que ya sea demasiado tarde para enseñarle música, o cualquier otra materia. Muchos músicos excelentes no recibieron ninguna dirección musical sino hasta bastante tarde en su niñez. De hecho, el fenecido compositor armenio Aram Khachaturian comenzó a estudiar música cuando tenía 19 años de edad.

Algo que debe tenerse presente en el caso de niños más crecidos es lo necesario de que haya un ambiente alegre durante la clase, y que ésta sea sencilla. Muchos maestros impacientes se desesperan desde la primera clase cuando tratan de enseñar a los pequeñuelos las notas que están sobre las líneas (del pentagrama) y las que están en los espacios. Generalmente ese método es un desastre. Es demasiado académico y no va al grano en cuanto a tocar música inmediatamente; y esto es lo que el joven estudiante quiere.

Hace unos años, cierto maestro de piano tuvo una experiencia que parece confirmar esto: El maestro había dedicado la mayor parte del tiempo de una clase de 45 minutos (demasiado larga para la mayoría de los niños de tierna edad) a tratar de grabar en la mente y memoria del niño que la nota “si” está localizada en la tercera línea del pentagrama en clave de sol, pero era en vano. Finalmente, con la paciencia y la resignación casi al punto de desaparecer, condujo a su estudiante a la cocina y señaló a una caja de galletitas en la tercera tablilla de una alacena. Entonces volvieron al piano para repasar otras notas, líneas y espacios. El niño de seis años de edad no podía recordar nada. Súbitamente el maestro le preguntó: “¿En qué lugar está la caja de galletitas en la alacena?” Sin vacilar, el pequeñín contestó: “En la tercera tablilla.” ¡Por fin el maestro había captado su interés!

La mayoría de los niños no quieren detenerse en detalles. Quieren hablar como mamá habla, tocar el piano o cantar como mamá canta, o hacer estas cosas de la misma manera que su hermano o hermana mayor lo hace. ¡Y ellos solo recordarán las cosas que les interesen!

De modo que las clases deben planearse con cosas que capten y retengan la atención del niño. El maestro tiene que desplegar amor, no agresividad. Parece que los niños disfrutan más de canciones cortas que usen dos o tres notas musicales diferentes y alguna clase de ritmo que tienda a “pegársele” a uno. También la sesión debe estar impregnada de un espíritu de “imitar al guía.” Averigüe lo que al niño le gusta jugar, y trabaje en armonía con ello. Sea creativo, porque los niños ciertamente lo son. El establecer un método de enseñar rígido para los niños no es obrar de acuerdo con la realidad; esto no toma en cuenta que ellos varían grandemente en lo que tiene que ver con temperamento y gusto.

El maestro, sea el padre o alguna otra persona, tiene que llegar a conocer la personalidad del joven estudiante. Cuando éste toca el piano, ¿muestra más interés en el ritmo que en la melodía? ¿Trata de tocar varias notas a la vez, manifestando así interés en la armonía? El maestro debe discernir inclinaciones de esa índole si quiere tener éxito con niños muy jóvenes.

Dos palabras de advertencia

Aunque es loable que un padre (o madre) quiera envolverse al mayor grado posible en la educación elemental de su hijo, tal persona debe reconocer sus propias limitaciones en lo que tiene que ver con asuntos como la instrucción musical. Aunque no es difícil tocar los grupitos de notas que ya se han mencionado ni demostrar la posición apropiada de las manos cuando se toca algún instrumento, antes de lo que usted quizás se imagine el niño estará listo para pasar a algo más avanzado. Quizás sea el tiempo de buscar un buen maestro. El seguir adelante, con posibles presentaciones erróneas de asuntos más técnicos, pudiera causar daño permanente al estudiante novato. Por lo tanto, sea modesto y admita sus limitaciones.

La música, como tantas otras cosas de las cuales disfrutamos, es un don de Dios. Ha traído felicidad y regocijo a un sinnúmero de personas. Hágala disponible a sus hijos. ¿Cuándo? ¡Desde la infancia!—Contribuido.

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