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¡Despertad! 1980
g80 22/10 págs. 16-19

El Vaticano vuelve a encender el infierno

POR EL CORRESPONSAL DE “¡DESPERTAD!” EN FRANCIA

“FIRME recordatorio desde el Vaticano.” “Nueva atención al infierno.” “¿Falla infernal?” “Las enseñanzas de la Iglesia sobre la vida después de la muerte tienen que ser protegidas... aflicción entre los cristianos.”

Esos son solo unos cuantos de los titulares de periódicos y revistas que aparecieron en respuesta a la carta sobre el infierno publicada el año pasado por la Congregación del Vaticano para la Doctrina de la Fe. Fue debidamente aprobada por el papa Juan Pablo II.

Esta carta oficial recordó a todos los prelados y teólogos católicos la “necesidad de desplegar completa fidelidad a las verdades fundamentales de la fe.” Entre éstas la carta incluyó el que el “alma” sobrevive a la muerte, “felicidad para los justos” y “castigo para los condenados” por la eternidad en “el infierno.”

Comentando sobre este documento del Vaticano aprobado por el papa, en Le Monde, diario de París, se escribió: “Con relación al infierno, la Congregación Romana nos ofrece un recordatorio de que tal castigo es real y dura ‘para siempre.’ Indudablemente este dogma es el que más problemas hace surgir en la mente moderna. . . . Es el más deprimente e improbable de todos los dogmas. La Congregación Romana que ha reemplazado al Santo Oficio nos lo ha recordado, sin ningún comentario y sin el mínimo esfuerzo por explicarlo.”

“El frío infierno” de los últimos años

Este brutal recordatorio de la ‘realidad del infierno’ fue más sorprendente y perturbador aún para los católicos sinceros. ¿Por qué? Debido a que en los últimos años el clero católico ha estado restando vigor al tema del fuego del infierno. El semanario francés L’Express hizo resaltar esto cuando escribió:

“El infierno ha vuelto a estar en las noticias después de haber sido más o menos olvidado a propósito por muchos años. . . . Es prácticamente material virgen. Treinta años han pasado desde las predicaciones sobre el infierno en las iglesias. No les ha ido mejor al cielo y el purgatorio. La nueva generación de católicos ha recibido poca educación, o ninguna, acerca de la vida eterna.”

El clero católico se ha dejado llevar por los vientos del cambio. El adelanto en la ciencia y la tecnología, el fin del antiguo colonialismo, el desarrollo de los derechos humanos, y la educación para las masas... todo esto hizo conveniente para los sacerdotes predicar más acerca de la actualidad aquí sobre la Tierra que acerca de vida después de la muerte, particularmente con relación al infierno.

Llegó a estar en boga en países católicos como Francia el que sacerdotes y católicos instruidos “enfriaran” el infierno. Despidieron tal enseñanza con sus explicaciones de que nadie cree que Dios atormente a las personas para siempre en un fuego literal. En vez de esto, se dijo que los condenados traen sobre sí mismos el sufrimiento eterno al privarse eternamente de la presencia de Dios.

Este concepto “frío” del infierno se reflejó en obras de consulta católicas que se publicaron pocos años atrás. Por ejemplo, A Catholic Dictionary declara:

“Los teólogos dividen el castigo de los condenados en lo que éstos pierden y lo que sienten. La primera categoría se indica en las palabras del Señor ‘Apártense de mí, malditos,’ y consiste en que se les prive de la visión de Dios. . . . Es de estar conscientes de la felicidad que han perdido de lo que viene el sufrimiento principal.”

Sin embargo, el papa Paulo VI ya había comenzado a calentar este infierno “frío” allá en 1968. En aquel entonces, en su “Profesión de Fe,” él afirmó que los pecadores que continúan rechazando el amor de Dios “pararán en un fuego inextinguible.” Y ahora esta carta más reciente, aprobada por el papa Juan Pablo II, profundiza en los católicos el recuerdo de que el infierno todavía es un lugar al que hay que temer.

¿Espantapájaros medieval, o dogma actual?

“Abandonad toda esperanza, vosotros que aquí entráis.” Tal era la inscripción colocada sobre las puertas del infierno en el Infierno de Dante. Este poema del siglo catorce pinta el infierno como un hoyo profundo dividido en nueve círculos que conducen al centro de la Tierra, donde mora Satanás. Cada círculo representaba un grado mayor de sufrimiento y castigo.

Aquel poeta italiano medieval describió con palabras un cuadro imaginario de lo que entonces era el dogma católico que se aceptaba, que había sido igual desde los tiempos más remotos de la Iglesia Romana. Los pintores también han representado, a través de los siglos, los horribles sufrimientos del infierno. Se pueden ver pinturas del “juicio final” en muchas iglesias católicas y museos de todo el mundo. La más famosa es probablemente el enorme fresco de Miguel Ángel que se encuentra en la capilla Sixtina del Vaticano, de la cual se dice que espantó terriblemente a Pablo III, uno de los papas que había comisionado la pintura.

Aterradores también son los portales esculpidos en muchas catedrales románicas y góticas de Europa. Por ejemplo, millones de turistas que visitan a París se estremecen cuando observan las terribles escenas del “juicio final” grabadas en piedra sobre la entrada central de la catedral de Notre Dame. No hay manera de negar que lo que se pinta en estas diferentes obras de arte es doloroso tormento físico de tipo literal.

“Pues, seguro,” contestaría un católico instruido de la actualidad, “pero esas representaciones artísticas meramente muestran que el dogma del fuego del infierno se usó en la Edad Media para asustar a las ‘almas simples’ a fin de que sirvieran a Dios. En la actualidad, los católicos entendidos saben que esas escenas de un ‘juicio final’ simbolizan la angustia mental de los condenados, a quienes se priva de estar en la presencia de Dios.”

Pero esta excusa coloca a la Iglesia Católica en un dilema. Si todas estas obras artísticas que pintan el infierno son una exposición falsa, ¿por qué fue comisionada por dos papas (Clemente VII y Pablo III) la más famosa de ellas, en el mismo Vaticano? Si, por otro lado, representan un cuadro verídico del dogma oficial de la Iglesia, ¿por qué se ha permitido que los sacerdotes católicos hayan restado vigor por tan largo tiempo a una doctrina tan vital? Católicos sinceros se están preguntando esto.

¿Es una mejora el “tormento mental”?

Otra pregunta que muchos católicos sinceros se están haciendo es si hasta la versión del infierno “frío,” que limita el sufrimiento a una angustia mental causada por estar eternamente separados de Dios, es compatible con el amor de Dios. Así, el escritor religioso francés Henri Fesquet escribió en Le Monde: “¿Es un torturador el Dios adorado por los cristianos? . . . ¿Es un Dios sádico, que ponga el placer de recibir obediencia por encima del sufrimiento de sus criaturas desobedientes?”

L’Express hizo los siguientes interesantes comentarios: “No hay calderas. Pero el infierno continúa. Se dice que es ‘un estado en que el hombre se coloca a sí mismo al rechazar a Dios.’ El infierno es aislamiento. . . . Aun en las prisiones terrestres el aislamiento sensorio se considera la peor de las torturas.” “El infierno, como lo explican los teólogos modernos, es tan inspirador de temor como el infierno que pintaron los artistas medievales.”

Según A Catholic Dictionary cita al católico “San” Agustín, éste dijo que el dolor de la pérdida es “castigo tan grande que ningún tormento que conozcamos se puede comparar con ello.”

Por lo tanto, ¿es una mejora sobre el clásico “infierno de fuego y azufre” el decir que el pecador que no se arrepiente será castigado eternamente por una incesante angustia mental? Muchos católicos sinceros estarán prestos a concordar en que, desde el punto de vista moral, es tan cruel atormentar a alguien mentalmente como físicamente. Ninguna de las dos formas de castigo está en armonía con el concepto bíblico de un Dios de justicia y amor.

El artículo de L’Express ya citado plantea la pregunta: “‘¿Cómo pudiera un Dios bondadoso hacer que sus criaturas sufrieran eternamente?’ Ese es un problema fundamental. Los teólogos contestan que, paradójicamente, el infierno es la consecuencia final del amor de Dios a la libertad del hombre.” ¿Suena lógico eso?

¿Qué dice la Biblia?

Es interesante que, en su artículo: “¿Falla infernal?,” publicado en Le Monde después que el Vaticano reafirmó el dogma del infierno, H. Fesquet también declare: “Para creer que existe el infierno y que no está vacío, hay que vencer muchos obstáculos, entre los cuales el primero obviamente es el de la supervivencia después de la muerte.” Sí, si no hay un alma inmaterial que sobreviva a la muerte del hombre, tales doctrinas de “vida después de la muerte” como las del limbo, el purgatorio y el infierno se desploman por no haber almas que habiten en esos lugares.

¿Qué dice la Biblia? Dejemos que la contestación venga de doctos católicos:

“Una distinción entre el cuerpo y el alma no se declara distintamente en ninguna parte de las Escrituras.”—Dictionnaire de la Bible, publicado por F. Vigouroux.

“El concepto del ‘alma,’ con el significado de una realidad puramente espiritual, inmaterial, separada del ‘cuerpo,’ . . . no existe en la Biblia.”—Georges Auzou, Profesor de Sagradas Escrituras, Seminario de Ruán, Francia.

La Biblia afirma claramente: “El alma que pecare, ésa perecerá.” (Eze. 18:4, 20, Versión Nácar-Colunga, católica) Esto no solo muestra que el alma humana no es inherentemente inmortal; también muestra que el castigo por el pecado incesante no es el tormento (sea físico o mental), sino la muerte. La Biblia dice además: “El salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna.” (Rom. 6:23, Biblia de Jerusalén, católica) Vida eterna o muerte eterna... éstas son las alternativas que Dios pone delante de sus criaturas.—Juan 3:16, 36; Deu. 30:19, 20.

Las palabras hebreas y griegas que se han traducido erróneamente “infierno” en algunas versiones de la Biblia significan o el sepulcro común de la humanidad muerta (heb., seol; gr., hades), del cual habrá una resurrección, o destrucción eterna (gr., gehena).a Una lectura cuidadosa de la Biblia convencerá a cualquier persona honrada de que el “fuego eterno” preparado para el Diablo, sus ángeles y los hombres inicuos (Mat. 25:41, 46) es un símbolo de destrucción, “la muerte segunda,” de la cual no habrá resurrección.—Apo. o Rev. 20:9, 10; 21:8.

“Dios es amor.” (1 Juan 4:8) El dogma de un tormento eterno en el infierno es una crasa tergiversación del Dios justo y amoroso a quien adoran los cristianos verdaderos. El factor motivador en la adoración verdadera es el amor, no el temor mórbido. (1 Juan 4:16-19) Al volver a encender la idea de un infierno que difiere del de la Biblia, el Vaticano ciertamente está deshonrando a Dios.

[Nota a pie de página]

a Para más detalles y evidencia bíblica, sírvase ver el libro ¿Es esta vida todo cuanto hay?, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract.

[Ilustración en la página 17]

Una sección del “Juicio final” de Miguel Ángel dentro de la Capilla Sixtina

[Ilustración en la página 18]

Escultura sobre el Juicio final, en la Catedral de Reims, Francia

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