Lo que los músculos pueden hacer, y lo que no
Sus movimientos más simples son maravillas que damos por sentadas. Con entrenamiento, ejecutan hazañas de fuerza y aguante que son sorprendentes. ¡Pero hay otra clase de entrenamiento que es mucho más importante, que puede hacer lo que los músculos nunca pueden lograr!
USTED ve una caja llena de plumas. Desea levantarla. Su mente da órdenes al grupo de músculos que han de efectuar la tarea, y usted levanta la caja de plumas. Ahora la caja está llena de barras de plomo. Su mente da órdenes al mismo grupo de músculos que levantó las plumas para que los músculos ahora levanten el plomo, y lo hacen. ¿Sencillo? De ninguna manera.
La fibra de un músculo esquelético no se contrae con menos o más fuerza según los objetos de poco o mucho peso que se quiera levantar. Cuando una terminación nerviosa le dice a la fibra que se contraiga, ésta lo hace completamente. Si se contrae de modo alguno, se contrae en su totalidad. Entonces, ¿cómo es que en respuesta a un mandato los músculos ejercen solo la fuerza necesaria para levantar plumas, y en respuesta a otro mandato esos mismos músculos hacen acopio de mayor fuerza para levantar plomo?
El músculo se compone de muchos haces de diminutas fibras musculares, y a cada haz se le llama una unidad motora. Cada unidad tiene un nervio motor, que se ramifica en su extremo de modo que cada fibra muscular tiene su propia terminación nerviosa que la estimula. Sustancias químicas transmiten el impulso electroquímico desde la terminación nerviosa a la fibra, donde vuelve a hacerse electroquímico. La fibra se contrae. Todas las fibras del haz o unidad motora se contraen.
Ahora bien, no todos los haces de fibras de un músculo se contraen cuando se utiliza ese músculo. Si la mente sabe que solo hay que levantar plumas, el sistema nervioso central envía señales a solo el comparativamente pequeño número de haces que se necesita para levantar las plumas. Pero, si hay que levantar plomo, entonces se estimula a muchos más haces para que se contraigan.
A veces la mente se engaña. Si cree que la caja está llena de plumas, cuando en realidad contiene plomo, no notifica a suficientes fibras para que se contraigan, y queda sorprendida. En un caso como ése parece que la caja está clavada al piso. Pero si la mente cree que la caja está llena de plomo, cuando en realidad solo contiene plumas, se pide el servicio de muchos haces de fibras para levantar el plomo, y parece que la caja sale volando del piso.
¡Decisiones y más decisiones!
La realidad es que el sistema nervioso central está tomando decisiones constantemente respecto a cuántos haces de fibras deben recibir aviso para que se contraigan y realicen las muchas tareas que los aproximadamente 650 músculos del cuerpo efectúan. Ciertos órganos sensorios de las fibras, llamados receptores de estiramiento, controlan las fibras y envían de regreso informes al sistema nervioso central, y por medio de esta realimentación ayudan en la tarea de tomar decisiones. ¡Puede que usted odie el tener que tomar decisiones, pero sin darse cuenta de ello está tomando millones de ellas de continuo!
Mientras más fibras se contraigan, más grande y más duro será el músculo. Por ejemplo, el músculo bíceps de la parte superior del brazo se contrae para alzar la mano cuando uno quiere rascarse la cabeza. Para esto, no se necesitan muchos haces de fibras, y el bíceps queda bastante blando. Pero si uno, efectuando el mismo movimiento, levanta hasta el nivel del hombro un peso de 15 kilos, el bíceps se abulta y endurece cuando muchas más fibras se ponen a trabajar.
Algunos músculos despliegan mucha más gradación que otros en el ejercicio de presión. Por ejemplo, los dedos pueden cerrarse en un “puño de hierro,” o pueden manejar delicadamente huevos de cascarones delgados. Los músculos capaces de hacer eso contienen muchos haces de fibras, pero cada haz contiene solo unas cuantas fibras... algunos no más de 10. Otros músculos grandes, como algunos de las piernas, no pueden efectuar movimientos en tan fina gradación. Estos tienen una cantidad menor de haces de fibras, pero muchas más fibras en cada haz... frecuentemente más de 100.
Los músculos esqueléticos tienen básicamente dos clases de fibras: las oscuras para uso más lento y constante; las claras para momentos de acción repentina. (Se les llama fibras de contracción lenta y de contracción rápida.) Algunos músculos se componen casi enteramente de fibras lentas, pero otros tienen fibras lentas y rápidas entremezcladas. Las personas que ejecutan movimientos de extraordinaria presteza tienen más fibras claras o rápidas que las personas cuyos movimientos son más lentos. Por ejemplo, los gimnastas ágiles necesitan fibras de contracción rápida para efectuar los deslumbrantes y explosivos giros con que nos asombran. Además, los corredores de velocidad sobresalientes tienen más de estas fibras de contracción rápida que los corredores de fondo. El entrenamiento produce una diferencia, pero no puede cambiar la proporción de fibras de contracción rápida y lenta... eso es hereditario, un don.
De dónde viene la energía
El ATP (adenosintrifosfato) es la fuente rica en energía de la cual depende la acción muscular. Cuerpecitos que se llaman mitocondrias producen el ATP en las fibras musculares y lo forman de varias maneras. Las grasas del tejido muscular (tejido adiposo) se descomponen y llegan a ser ácidos grasos libres en el músculo y también en la sangre. Con el tiempo, se oxidan en las fibras musculares y liberan energía para hacer el ATP. La glucosa de la sangre también se oxida en las fibras musculares para formar ATP. Parte de la glucosa de la sangre se almacena en los músculos como carbohidratos, o hidratos de carbono, llamados glicógeno. Entonces, a medida que se necesita el ATP, este glicógeno se descompone en glucosa, la cual, sin el uso de oxígeno, produce ATP.
Estos métodos para hacer el ATP se utilizan simultáneamente, pero a diferentes grados, según las circunstancias. La clase de ejercicio, su intensidad, su duración, el estado físico de la persona... todos éstos son factores que rigen la cantidad del ATP que suministrará cada método en tiempos dados. Sin embargo, con relación a carreras de fondo, cuando ha habido ejercicio intenso por largo tiempo la producción del ATP depende principalmente del glicógeno.
Frecuentemente los que participan en maratones recurren a una práctica que se llama cargarse de carbohidratos. Pocos días antes de una carrera, se hartan de carbohidratos, y al hacerlo pueden aumentar la cantidad de glicógeno almacenado en los músculos hasta en 300 por ciento. Sin embargo, un producto secundario de este uso del glicógeno es el ácido láctico, y la acumulación de éste en los músculos causa fatiga, y con el tiempo dolor muscular.
¿Adorar a los músculos, o al Hacedor de ellos?
Es mucho lo que los músculos pueden hacer: Pueden tirar una pelota de modo que haga curva y caiga y se deslice. Pueden equilibrar el cuerpo en posición vertical apoyado en una sola mano. Pueden hacer que el cuerpo salga volando por el aire y gire y voltee con gracia. Los músculos del brazo pueden levantar pesos de veintenas de kilos por encima de la cabeza. Los músculos de las piernas pueden impulsar el cuerpo por encima de una barra a una altura de dos metros, o alzarlo sobre el suelo por una distancia de casi nueve metros, o hacerle correr 90 metros en casi nueve segundos, ó 1,6 kilómetros en menos de cuatro minutos, ó 40 kilómetros en poco más de dos horas. O pueden mantenerse en carrera por 80 kilómetros, ó 160. En México los indios tarahumaras corren 320 kilómetros. Se hace la afirmación dudosa de que los mahetang, monjes tibetanos especialmente entrenados para ser “veloces de pie,” corren 480 kilómetros en 30 horas a la vez que repiten sus mantra sagrados en coordinación con sus zancadas y respiración.
Los músculos inspiran admiración. Pero los músculos no son dioses. Parece que algunos corredores creen que lo son... una minoría de ellos, sin duda. Uno de ellos compara el correr a la búsqueda del Santo Graal. Otro corredor afirma que “la búsqueda del espíritu por medio del cuerpo apenas ha empezado.” El Dr. George Sheehan, a quien muchos llaman el sumo sacerdote del correr, dijo: “El peligro que afronto es no alcanzar mis límites y hallar a Dios. Pero en esto me ayuda el correr.” Una corredora que corre al trote compara su experiencia de correr a una conversión. La esposa de un corredor dijo: “Tomás era metodista antes. Ahora es corredor.” En su libro sobre el correr, Joel Henning dijo: “Ciertamente es una forma de adoración, un esfuerzo por hallar a Dios.” Bob Anderson, director de la publicación On the Run, declaró: “Alguien dijo en una ocasión: ‘Para que la humanidad sobreviva, tendrá que inventar una religión nueva.’ Esa religión ya ha sido inventada. Es la religión del corredor.”
Pero, ¡espere un momento! Los músculos no pueden salvar. Solo el Hacedor de ellos puede hacer eso. Los músculos reflejan la sabiduría creadora de Jehová. Vea Su genio desplegado en la agilidad, velocidad, fuerza y aguante de los músculos. Nótelo en las complejidades electroquímicas: millones de reacciones en millones de fibras cada segundo del día, todas ellas controladas y sincronizadas sin que pensemos en ellas. Sin que pensemos en ello los músculos desempeñan su tarea de mantenernos vivos: los pulmones respiran, el corazón late, la sangre circula, los órganos digieren, las glándulas secretan, los circuitos eléctricos funcionan... y mucho, mucho más sucede, de lo cual nunca nos damos cuenta.
El entrenamiento muscular es beneficioso, pero no ha de compararse al entrenamiento en la devoción piadosa. “El entrenamiento corporal es provechoso para poco,” escribió el apóstol Pablo, “pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” (1 Tim. 4:8) Disfrute de la clase de ejercicio que acostumbre hacer. Goce de los beneficios que provienen de él. El ejercicio puede hacer que se sienta mejor. Sin embargo, la devoción piadosa puede hacer lo que los músculos nunca pueden hacer... hacer que usted viva más tiempo, aun para siempre. Como cantó el salmista:
“No es la fuerza del caballo ni los músculos del hombre lo que más agrada al Señor; a él le agradan los que le honran.”—Sal. 147:10, 11, Versión Popular.
[Recuadro en la página 13]
LO QUE EL EJERCICIO AERÓBICO HACE PARA LOS MÚSCULOS
Las fibras musculares se hacen más fuertes y se contraen más rápidamente.
Hace aumentar la cantidad de mitocondrias... ellas producen el ATP.
Aumenta la cantidad de enzimas que las mitocondrias necesitan para producir ATP... de modo que los corredores de fondo tienen el triple de la cantidad que tienen las personas sedentarias.
Frecuentemente la mioglobina del músculo aumenta al doble. Esta es portadora de oxígeno a las mitocondrias.
Más mioglobina quiere decir más oxígeno.
Las arterias echan nuevas ramas; los capilares aumentan, frecuentemente al doble. Esto significa que la sangre suministra más oxígeno a los músculos.
Debido a esta circulación acrecentada y a que hay más mioglobina, el suministro de oxígeno es más eficaz y se requiere menos riego sanguíneo.
Aumenta la cantidad de grasas que se oxidan, lo cual suministra más ATP.
Aumenta la oxidación de la glucosa... otra fuente del ATP.
Los músculos entrenados contienen concentraciones más elevadas de carbohidratos almacenados (glicógeno)... la principal fuente de energía para el ejercicio de gran intensidad durante períodos largos.
Los músculos entrenados no acumulan el ácido láctico tan rápidamente como los no entrenados, y pueden contener más que éstos; por lo tanto, disminuyen la fatiga.
[Recuadro en la página 13]
LO QUE LA FALTA DE EJERCICIO HACE A LOS MÚSCULOS
Los músculos se hacen más pequeños, se desgastan o consumen, se atrofian. Es obvio por lo que se ve cuando se quitan los vendajes enyesados de brazos o piernas rotos... los músculos están encogidos.
En un estudio, unos atletas pasaron 20 días en cama. La capacidad de aspiración de oxígeno disminuyó en más de una cuarta parte. La capacidad de bombeo del corazón disminuyó por la misma cantidad. Los glóbulos rojos disminuyeron en un 15 por ciento.