Ratería de tiendas... ¿ofensa menor, o delito grave?
EN UNA gran tienda por departamentos del sureste de los Estados Unidos, en el pasillo donde están los artículos de escritorio, un hombre canoso, encorvado por el paso de los años, acaricia nerviosamente un estuche que contiene un juego de pluma y lápiz. Mira ansiosamente de un lado a otro. Lentamente, su cuerpo endeble da media vuelta y sus ojos examinan el área a sus espaldas. El hombre entonces baja la mano derecha y, con rápido y perfecto movimiento de los dedos, hace desaparecer dentro de la manga de su abrigo la angosta cajita. Se aleja con lentitud y casualmente mete la mano en el bolsillo del abrigo, y el juego de pluma y lápiz descansa en un nuevo lugar. Sin embargo, antes de que el anciano pueda llegar a la salida, una persona lo hala con mano firme y ambos desaparecen de la vista del público.
Veintitrés minutos después, dos jovencitas examinan casualmente los suéteres que se hallan bajo un rótulo grande que dice: ROPA PARA EL REGRESO A LA ESCUELA. Es obvio que un suéter les ha gustado. Por turnos, cada una lo sostiene frente a su cuerpecito para ver cómo le queda. Acarician su suave textura. Miran la etiqueta del precio. Cuesta mucho. Se ponen de acuerdo, toman una decisión y, como resultado de esto, rompen en risitas tontas y carcajadas. Se percatan de que no hay un vendedor cerca. Una de las niñas se levanta rápidamente la falda, se ata torpemente el suéter alrededor de la cintura y deja caer la falda nuevamente, cubriéndolo. Antes de que las niñas puedan llegar a la puerta principal suena una alarma y, como si todo se hubiera planeado de antemano, un detective del sistema de seguridad toma en custodia a las niñas, que se hallan nerviosas y sorprendidas. Ellas, también, desaparecen de la vista del público.
Más o menos al mismo tiempo, una muchacha de poco más de 20 años que lleva un paquete envuelto está examinando cuidadosamente un radio reloj eléctrico. Pasa los dedos sobre la bien pulida caja. Es un artículo espléndido para el tocador de cualquier mujer. Con el reloj en la mano, ella se aleja casualmente unos cuantos metros por el pasillo y, cuando reaparece, el radio reloj ya no está allí. ¡Ha desaparecido dentro del doble fondo del paquete envuelto! Hay un forcejeo a la entrada de la tienda. La muchacha se libra de los que tratan de apresarla y corre hacia un automóvil que la espera. Dos detectives detienen a ella y al chofer. Los cuatro desaparecen de la vista del público.
Delito en grande
Los relatos que usted acaba de leer son ciertos. ¡Todos tuvieron que ver con rateros de tiendas! Se calcula que, entre los negocios pequeños que se ven obligados a declararse en bancarrota, uno de cada tres lo hacen como resultado directo de la ratería de las tiendas. Es por sí solo el delito monetario más grande de la nación estadounidense.
En 1978 los asaltadores de bancos de los Estados Unidos sacaron de las cajas y bóvedas de los bancos la asombrosa cantidad de 25 millones de dólares en efectivo y en valores transferibles. Las pérdidas como consecuencia de la ratería de tiendas en 1977 se calcularon en aproximadamente 8 mil millones de dólares... 20 millones de dólares diarios. Los peritos podían ver que para el año 1979 esta cifra subiría vertiginosamente hasta sobrepasar los 10 mil millones de dólares.
Dos terceras partes de todos los rateros de tiendas que son arrestados en la mayoría de los estados de esa nación tienen menos de 21 años de edad. Sin embargo, los jóvenes no son los únicos que participan en el hurto en las tiendas. El anciano de quien hablamos al principio de este artículo tenía 90 años de edad. Por otro lado, las dos jovencitas tenían 10 y 11 años de edad respectivamente. De hecho, según algunos peritos el quinto año de escuela elemental produce los rateros principiantes más jóvenes.
Muy a menudo, cuando hay dos personas envueltas en el hurto, como en el caso de las dos niñitas ya mencionadas, el hurto se hace como una aventura. En el caso de otras personas pudiera ser un requisito para unirse a un club, o pudiera ser el resultado de la presión de compañeros, o un esfuerzo por recibir atención. Se informa que son muy pocas las personas que hurtan debido a que realmente necesiten el artículo y no puedan pagar por él.
Estos son los rateros aficionados. Los hay de todas las edades, de toda condición social, y hurtan por muchas razones diferentes. Son muchos en comparación con los rateros profesionales. Son devastadores para el comerciante vulnerable.
El ratero profesional es exactamente lo que indica su nombre. Se “gana” la vida convirtiendo lo hurtado en dinero en efectivo. Por consiguiente, las cosas que se lleva son más costosas que las que logran llevarse los aficionados. Muchos rateros profesionales toman pedidos para llevarse televisores, radios, trajes de hombre, zapatos... la lista es interminable. ¡Ah, si tan solo pudieran decir lo que supieran de esto las paredes de los lugares donde la gente se prueba la ropa!
Cuando el oficial de seguridad de una tienda prende a un ratero profesional, considera esto como una bonificación. Pero es con el profesional con quien el agente de seguridad tiene que estar alerta. Muy a menudo el ladrón lleva un arma y, si no le queda otro remedio, la usa. El ratero profesional puede ser peligroso cuando se le prende.
Plan de tratar con firmeza
A fin de detener la ola de hurtos en las tiendas, la mayoría de las tiendas de los Estados Unidos están poniendo en vigor ahora un plan de tratar con firmeza a los rateros. Se han gastado millones de dólares en refinado equipo electrónico de vigilancia. Al hombre de 90 años de edad que fue prendido por llevarse el juego de pluma y lápiz se le estaba vigilando mediante una cámara, y luego, mediante el funcionamiento de un aparato emisor y receptor, el detective más cercano supo que debía detener al anciano. A la mujer que tenía el radio reloj se le detuvo de manera similar. En el caso de las dos jovencitas que tenían el suéter, una diminuta etiqueta electrónica que estaba escondida en la prenda de vestir, y que el dependiente le quitaría al artículo cuando alguien lo comprara, hizo sonar una pequeña alarma cuando pasó frente al ojo electrónico.
Muchas tiendas han comenzado programas especiales para entrenar a sus empleados a reconocer y detectar los manerismos y las técnicas básicas del ratero. Algunas tiendas hasta han contratado a actores que fingen ser rateros y que se dejan arrestar para que los observadores puedan ver que la tienda está llevando a cabo un plan de tratar con firmeza a los rateros. El ratero de tiendas tiene también que habérselas con el “comprador” aparentemente inocente que en realidad es uno de varios detectives de la tienda que a menudo van empujando un carrito de mano.
Cuando llevaron al hombre de 90 años de edad a la oficina de seguridad de la tienda, primero lo registraron para ver si llevaba un arma. Entonces le leyeron la lista de sus derechos, aunque no era un requisito hacerlo. Debido a que se pudo determinar que se trataba de la primera ofensa de este hombre, y por consideración a su edad avanzada, se le pidió que firmara una confesión de culpa y se le ordenó que nunca más entrara en la tienda. Las dos jovencitas, de 10 y 11 años de edad, no solo pasaron por la terrible experiencia de ser prendidas en la tienda ante observadores, sino también de ver a sus padres venir a la tienda a “librarlas” bajo la advertencia de lo que les sucedería si se les volvía a aprehender. Se espera que esta experiencia baste para enseñar a las niñas que el hurtar en las tiendas es un delito de gravedad.
Sin embargo, en el caso de la mujer joven no se ejerció el mismo grado de misericordia. Cuando se registró el automóvil, se descubrió mercancía robada valorada en varios centenares de dólares tomada de aquella tienda y de otras tiendas de la ciudad. La joven pertenecía a un grupito que estaba llenando “pedidos” de artículos robados. Ella y su compañero el chofer serían llevados a juicio como ofensores que habían violado la ley por tercera vez.
Lo que pueden hacer los padres
¿Se interesa usted como padre o madre en su prole? Dígales que el hurto en las tiendas es delito serio. Los comerciantes están tomando medidas estrictas contra los rateros de tiendas prescindiendo del valor del artículo robado, o el sexo, la edad, la condición social o la raza del que hurta. Explíqueles que una condena por hurto en las tiendas significa que tendrían antecedentes penales que pudieran impedir que obtuvieran empleo, becas o hasta préstamos de dinero. Puede afectarles en todo lo que requiera una investigación rutinaria de su pasado.
¿Qué hubiera dicho a sus padres la jovencita que llevara a casa el suéter hurtado de la tienda? ¿Diría que lo obtuvo en un cambio de prendas de vestir que hizo con su amiga? Esta pudiera ser la coartada “perfecta” si se tratara de padres ingenuos. ¿Vacilaría usted en preguntar a su hijo o hija cómo ha adquirido ropa o accesorios que usted nunca antes ha visto si supiera que tales cosas costarían más de lo que su hijo o hija recibe de mesada? Si su hijo o hija tuviera siempre la costumbre de estar “encontrándose” cosas, ¿investigaría usted el asunto? El que algún hijo trajera al hogar artículos con rebajas increíbles pudiera poner a prueba su buen sentido del valor de las cosas, o una falda de 40 dólares que hubiera sido rebajada a 5 dólares pudiera hacer que usted se preguntara que le habría pasado a la inflación galopante. El que sus hijos se lleven su impermeable favorito o un bolso excesivamente grande solo para ‘ir de compras’ pudiera ser una señal de advertencia. No tema preguntar por qué llevan estas cosas. Es mejor que el padre o la madre plantee la pregunta y no que lo haga el personal de seguridad de una tienda.
Una ley que ha estado en vigor en Oregón por un año permite a las tiendas enviar a los rateros cartas en las cuales se les pide que devuelvan la mercancía robada, más el precio de los artículos, más una multa. Si la persona se negara a pagar, el caso sería llevado al tribunal de reclamaciones pequeñas. La mayoría de los ofensores pagan el dinero que se les exige. Si el ofensor es un joven, los padres son responsables. Algunos se indignan. Un padre escribió lo siguiente a los gerentes de una tienda: “Les complacerá saber que el niño que hurtó en la tienda ahora está amordazado y atado con una soga en nuestro sótano, pues ésta es la única manera en que un padre puede asegurarse de tener control completo de los hijos.” En cambio, otros padres muestran aprecio por lo que hacen los dueños de las tiendas, y agradecen el que éstos los pongan al tanto del problema de sus hijos y que permitan que los hijos puedan pagar las multas mediante trabajar en una ruta de periódicos, o con sus mesadas.
Anime a su hijo a resistir los retos y las presiones de los que pretenden ser sus amigos. El que cedan ante los amigos solo puede llevar a consecuencias graves. Este viejo mundo y su codicia están pasando rápidamente. Anime a su hijo a no llevarse lo que pertenece a otras personas, una práctica tan característica de este mundo. ‘Los ladrones no heredarán el reino de Dios.’ (1 Cor. 6:10) Inculque en su hijo odio por lo que es malo y amor por lo que es bueno, y él tendrá posesiones incomparables en el justo y cercano nuevo orden de Jehová Dios.—Pro. 8:13.