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g82 8/3 págs. 13-15

¿Cuán antiguos son los fósiles?

“Chinos desentierran hombre de Pekín, de 500.000 años de antigüedad”

¿HA VISTO usted titulares como éste de vez en cuando? Tal vez usted se haya preguntado cómo saben que el fósil es de 500.000 años de antigüedad.

Los científicos tienen varios modos de calcular la antigüedad de los fósiles. El método en que más confían es el método radiactivo. ¿Cómo funciona éste? ¿Es realmente exacto?

Por lo general, no es el fósil mismo lo que se fecha, sino un mineral radiactivo que se encuentra en el mismo estrato de roca que el fósil.

DATACIÓN DE URANIO-PLOMO. El uranio es un elemento radiactivo que se transforma muy lentamente en plomo. La desintegración de la forma común del uranio, U-238, se produce a tal ritmo que en 4.500 millones de años la mitad del metal se ha transformado en plomo. Se puede saber la edad de un mineral que contiene uranio midiendo la cantidad de plomo que se ha formado en él.

Por eso, una vez que se obtenga el análisis químico del contenido de uranio y de plomo en un mineral, solo se requiere un cálculo sencillo para determinar la edad de éste. Pero lo que complica el análisis es el hecho de que hay diferentes isótopos de plomo, y solo el plomo 206 proviene del uranio 238. Por eso, el químico tiene que conseguir la ayuda del físico con su espectrómetro de masa para ver la cantidad de este isótopo en particular que hay en el plomo.

No obstante, hay dos suposiciones muy importantes que tienen que ser ciertas si la solución ha de ser correcta:

Primero, que no haya habido plomo mezclado en el mineral de uranio cuando éste se formó en el magma de la roca fundida que iba enfriándose. Si estuvo presente algún plomo, entonces la roca recién formada tendría la apariencia de haberse formado hace millones de años.

Segundo, que no se haya escapado nada del plomo del mineral. Si parte del plomo indicador hubiera sido extraído por lixiviación de un mineral antiguo, eso haría que en el análisis el mineral pareciera ser mucho menos antiguo.

Se ve, pues, que el método no es infalible. No obstante, con la debida atención a la posibilidad de estos escollos, se han fijado fechas para muchas antiguas formaciones de roca que se pueden aceptar con confianza. Empleando este método, se ha establecido la edad de las partes más antiguas de la corteza de la Tierra en más de cuatro mil millones de años.

Pero no se hallan los minerales de uranio en las mismas rocas en que se hallan los fósiles. Esto se debe a que en las rocas ígneas, o aun en las que han sido metamorfoseadas o transformadas por el calor, cualesquier fósiles hubiesen sido destruidos. Por eso, hay que recurrir a otros relojes radiactivos para datar los fósiles.

DATACIÓN DE POTASIO-ARGÓN. El elemento potasio se halla extensamente en el mundo mineral. Tiene un isótopo muy raro, K-40, que se descompone con una vida media de 1.300 millones de años. La mayor parte del potasio se transforma en calcio, pero el 11 por ciento de él se descompone de una manera diferente, en argón. Ahora bien, el argón es un gas inerte. No se combina con otros elementos y por lo general solo se encuentra en la atmósfera. Pero minerales tales como el feldespato, que contienen potasio que por largo tiempo no ha sufrido alteración, sí contienen argón atrapado como consecuencia del proceso radiactivo.

Se utiliza esta propiedad del potasio en una situación en la que los fósiles han sido enterrados en una capa de ceniza volcánica. La teoría de datación por el método de potasio-argón es sencilla. Cuando un volcán entra en erupción, la roca derretida que éste arroja pierde el argón que previamente se había formado del potasio en la roca. A medida que se enfría el penacho volcánico, la roca se consolida y su potasio, habiéndose librado ya de su contenido de argón, empieza a formarlo de nuevo. Así el reloj de potasio-argón se ha puesto en cero, y cualquier cosa que la erupción haya enterrado puede fecharse analizando las cenizas circundantes.

La teoría parece buena, pero también en la práctica de ésta surgen dificultades en las suposiciones fundamentales. Por una parte, la posibilidad de que se haya escapado argón del mineral haría demasiado pequeña la medición de la edad. Por otra parte, si el calor volcánico no consumió todo el argón de la roca fundida, el reloj estaría mal ajustado desde el principio.

Esto puede ser un asunto especialmente serio en aquellos casos en que se emplea el método de potasio-argón en depósitos de fecha relativamente reciente... digamos de antigüedad inferior a unos cuantos millones de años. No importa lo pequeño que sea el vestigio de argón que permanezca en las cenizas, causará un error tremendo. Por ejemplo, si un mineral de potasio hubiera estado enterrado y hubiera estado formando argón por mil millones de años antes que fuera expulsado en una erupción, entonces una cantidad de argón tan pequeña como la octava parte del uno por ciento que quedara en las cenizas dataría un hueso recién enterrado en ella como uno cuya antigüedad ya era de un millón de años.

Puede que esto no sea un error grave en el caso de sedimento cuya antigüedad es de cien millones de años. Pero se puede ver lo erróneo que esto haría que fuera cualquier afirmación respecto a un supuesto antepasado del hombre que se hallara en la garganta Olduvai de Tanzania... afirmación que atribuye al fósil la antigüedad de uno o dos millones de años. Es difícil leer los segundos en un reloj que solo tiene la manecilla de las horas.

Note como lo siguiente corrobora el hecho de que la datación científica carece de confiabilidad. Dos científicos querían relacionar un hallazgo nuevo a un hallazgo previo, cuya antigüedad se había fijado en 65 millones de años. Sin embargo, la datación de potasio-argón dijo que la antigüedad de su hallazgo nuevo solo era de 44 millones de años... 21 millones menos. No hubo problema... querer es poder. Los dos científicos “atribuyen esto a la pérdida de argón o a las impurezas,” informa la revista Science News del 18 de julio de 1981. Son científicos que cambian de parecer cuando eso cuadra con su propósito, pero dogmáticos cuando no.

DATACIÓN DEL RADIOCARBONO. El reloj de radiocarbono, basado en la vida media de 5.500 años del carbono 14, es mucho más útil para hacer mediciones de edades en el período de la historia del hombre en la Tierra. En este caso no se está empleando un elemento radiactivo que ha estado aquí continuamente desde la creación. Puesto que el radiocarbono tiene una vida tan corta, hace mucho que todo éste hubiese desaparecido. Pero la lluvia de rayos cósmicos sobre la atmósfera de la Tierra está formando este isótopo de continuo.

Todas las cosas vivientes tienen carbono en toda parte de su cuerpo, y mientras están vivas, la proporción de carbono 14 que tienen es igual a la proporción de anhídrido carbónico que hay en la atmósfera. Cuando dejan de vivir y se les entierra y quedan apartados de la atmósfera, el carbono 14 va descomponiéndose poco a poco y desaparece. Por eso, si se desentierra un pedazo viejo de madera o de carbón de palo, es posible medir la proporción de carbono 14 que queda en él y determinar cuánto tiempo hace que fue parte de un árbol vivo.

De nuevo, eso es según la teoría. En la práctica, hay muchas cosas que pueden resultar en mediciones erróneas. Una cosa que fácilmente puede estropear una muestra es la posibilidad de que se haya contaminado con otras materias que pudieran contener carbono más viejo o más nuevo.

La pregunta de mayor relevancia, especialmente en lo que tiene que ver con muestras de gran antigüedad, es si había la misma proporción de radiocarbono en la atmósfera en la antigüedad que hay hoy día. No hay modo alguno de saber esto con certeza, porque depende de las lluvias de rayos cósmicos, de las cuales es bien conocido que son variables y esporádicas. Por ejemplo, si por alguna razón durante la historia primitiva de la humanidad los rayos cósmicos hubiesen tenido como promedio solo la mitad de la intensidad que tienen hoy, cualquier muestra que se tomara de aquella época parecería ser 5.500 años más antigua de lo que realmente es.

Puesto que no hay modo de averiguar la intensidad de los rayos cósmicos de las edades pasadas, sería prudente aceptar fechas de carbono 14 únicamente para el período para el cual el reloj ha sido calibrado con materias históricas, lo que permitiría retroceder unos 3.500 años. Las fechas de más antigüedad que eso pudieran ser progresivamente más inexactas.

Por lo tanto, ¿CUÁN CREÍBLES SON LAS FECHAS? ¿Es el fósil del hombre de Pekín realmente de 500.000 años de antigüedad? Consideremos lo que dice acerca de ello la Encyclopaedia Britannica. Hablando de emparejar los fósiles de animales similares procedentes de estratos en diferentes partes de la Tierra, dice:

“El basarse en datos de esa índole ha hecho llegar a la conclusión provisional de que la especie Homo erectus es esencialmente del principio del pleistoceno medio. . . . parecería que los representantes más jóvenes y absolutos del H. erectus, que gozan de aceptación en el registro fósil, sería el grupo de Pekín en China, Trinil en Java, Ternifine en Argelia y la caja del cráneo ‘hominid 9 de Olduvai’ procedente de Tanzania. Las repetidas dataciones de potasio-argón que se han hecho de los yacimientos de Trinil han producido un cálculo de su antigüedad en años, y es de 550.000 [años] AP (antes del presente). . . . parecería razonable sugerir entre 1.500.000 y 500.000 [años] AP como el espacio de tiempo para Homo erectus.”

Note a cuantas evasivas recurren para evitar una aseveración definitiva... palabras tales como “provisional,” “parecería,” “cálculo,” “razonable sugerir.” No se declara que se haya fijado una fecha para el fósil de Pekín. Después de una mezcla de deducciones, la conclusión final se basa en un análisis en el cual la retención en el mineral de potasio de tan solo la milésima parte del argón que se había acumulado ahí previamente pudiera ser la explicación de todo el período de 500.000 años. Cuando miramos detrás de los titulares, no hallamos prueba sólida para las afirmaciones que han recibido publicidad tan extensa y sensacional respecto a la antigüedad de los fósiles de Pekín.

Si una persona quiere criticar la historia bíblica de la creación del hombre, puede valerse de las afirmaciones contradictorias de los métodos científicos de datación para justificar su posición. Pero, si quiere proceder de un modo justo e imparcial, realmente debe reconocer que tales métodos son demasiado falibles y faltos de confiabilidad para poder desafiar con éxito la fe de uno que acepta la Biblia como palabra divina de la verdad.

[Comentario en la página 13]

Sería prudente aceptar fechas de carbono 14 solo cuando se les puede calibrar con materias históricas

[Comentario en la página 15]

Cuando miramos detrás de los titulares, no hallamos prueba para las afirmaciones respecto a la antigüedad de los fósiles de Pekín

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