La fiebre del oro... variedad de los años ochenta
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia
LA FIEBRE del oro se ha propagado entre muchos australianos, tanto ricos como pobres. Hace unos cien años hubo la primera febril carrera en busca de oro. Hoy los buscadores de oro, armados con detectores electrónicos, de nuevo están tanteando el terreno en su esfuerzo por hacerse ricos... ¡y algunos están lográndolo!
Según se informa, dos aborígenes que buscaban oro en el occidente de Australia estaban hallando oro a la proporción de 600 dólares en oro por minuto. Otro caso es el del joven que, armado con un detector de metales, halló una pepita de 270 gramos que valía unos 6.000 dólares. Otra persona desenterró dos pepitas que pesaban más o menos 285 gramos. En el sudeste de Australia, un matrimonio que usaba un muy eficaz detector de metales extrajo una pepita digna de ser ‘artículo de coleccionista,’ pues pesaba 27,2 kilos y valía un millón de dólares. Estaba enterrada a tan solo quince centímetros de la superficie del suelo.
Pero antes que usted haga la maleta y se dirija a algún yacimiento de oro, quizás desee saber más acerca del elusivo objeto de su búsqueda. ¿Cómo es el oro? ¿Dónde se halla? ¿Qué hay del oro de los tontos, o la pirita de color amarillo dorado? ¿Y qué hará para usted el oro, o qué le hará a usted?
El brillo del oro
Los investigadores que se empeñan en desenterrar la historia han quedado pasmados ante el legado de oro que han dejado gobernantes del pasado. En 1873, mientras buscaba la antigua ciudad griega de Troya, Heinrich Schliemann desenterró 8.700 objetos de oro, entre ellos una diadema compuesta de 16.000 piezas de oro. Cuando, después de más de 3.000 años, se abrió el sepulcro del joven rey Tutankamón, los arqueólogos hallaron un mundo de oro que incluía un trono de oro, capillas de oro, una máscara de oro y un ataúd de oro macizo.
Últimamente se han sacado doblones de oro, por valor de millones de dólares, de unos galeones españoles que se hundieron a alguna distancia de la costa de Florida, E.U.A. Se sacó un crucifijo hecho de oro y adornado con varias esmeraldas que yacía en un sepulcro acuoso a las afueras de la costa de las Bermudas. El valor de éste se calcula entre 18.000 y 50.000 dólares.
Descubrimientos como éstos subrayan una de las cualidades más sobresalientes del oro: la durabilidad de su lustre. Aunque habían yacido en el agua por cientos de años, los doblones españoles lucían con el mismo brillo que tenían el día en que se les acuñó.
El oro es extremadamente pesado y de estructura atómica densa. También es maleable. Se le puede batir hasta reducirlo a hojas de oro tan finas que dejan pasar la luz, o, según se informa, a hojas cuyo espesor llega a menos de una diezmilésima de milímetro. El oro también es dúctil. Un solo gramo de oro puede ser extendido hasta que llegue a ser un hilo fino de más de dos kilómetros de largo.
Muchos entusiastas buscadores de oro han desenterrado pepitas del debido color y lustre, solo para después descubrir que son de pirita. Aunque la pirita se parece al metal precioso, consiste principalmente en azufre. El hallazgo se puede someter a una prueba sencilla por medio de rayar la pepita en el revés de una baldosa blanca. La pirita deja una raya negra verdusca; una raya de color amarillo dorado representa el brillo del oro verdadero.
La búsqueda de oro
Es probable que haya oro debajo del lugar donde usted tiene puestos los pies ahora mismo. Este metal precioso se encuentra en la mayoría de los terrenos y rocas por todo el mundo, y el agua de todos los mares contiene oro. Sin embargo, las cantidades son tan insignificantes que el costo de extraerlo sería mucho mayor que su valor. Aun en las minas de oro modernas de Sudáfrica, el tratar una tonelada de mineral solo produce unos seis gramos de oro.
En los años cincuenta del siglo pasado, Australia producía el 50 por ciento del oro del mundo. Pero ése resultó ser un breve momento de gloria, puesto que, actualmente, Sudáfrica encabeza la lista de los principales productores de oro, y los que le siguen son Rusia, Canadá y los E.U.A. Con todo, muchas de estas operaciones no son estrictamente ‘minas de oro.’ Más bien, se recupera el oro como subproducto al minar cinc, cobre y otros minerales.
Hoy día la búsqueda de oro por las empresas comerciales envuelve el uso de la pericia de geólogos y químicos en maniobras cuidadosamente planeadas. Cuando se ha determinado dónde está el oro, sea cerca de la superficie o a mayor profundidad subterránea —algunas minas de Sudáfrica descienden a profundidades de cinco kilómetros— se emprenden tres operaciones fundamentales. Primero, se extrae el mineral mediante métodos convencionales. Luego se separa el oro mediante procedimientos químicos o mecánicos, o de ambas clases. Entonces se refina o purifica el oro, y se funde en barras.—Vea ¡Despertad! del 22 de septiembre de 1978.
Patrones de oro
Para principios del siglo veinte no había suficiente oro y plata para acuñar monedas. Por eso, los gobiernos, impulsados por las necesidades que les imponía un mundo envuelto en guerra (1914), empezaron a poner en circulación grandes cantidades de papel moneda. Dentro de poco se dejó de acuñar dinero en monedas de oro, y éstas fueron reemplazadas con monedas de metales más baratos. Ahora muchos países producen monedas de aluminio.
Una vez que el oro dejó de respaldar al papel moneda, otros ramos de la riqueza del país, como el petróleo o los bienes raíces, adquirieron validez en lugar del oro. El comercio internacional aumentó, pero el valor del dinero era diferente en cada país, lo cual hacía difícil un cambio equitativo. Por eso, en 1944 se formó el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) para establecer y mantener un tipo de cambio estable entre los países. Más de cien países participaron en esto y convinieron en que el dinero de su nación estaría relacionado con el dólar estadounidense, que era ‘tan bueno como el oro.’ Los extranjeros que tuvieran dólares en su posesión podían recibir oro en cambio por ellos, a treinta y cinco dólares por onza troy fina.
Pero, andando el tiempo, los E.U.A. llegaron a deber a los países extranjeros una cantidad mayor de la que podían pagar con oro. Por eso, en 1971 dejaron de hacer pagos en oro a aquellos clientes del extranjero. Cuando se abandonó el patrón oro para la moneda estadounidense, el precio del oro subió asombrosamente. De 1934 a 1971 el oro estaba a 35 dólares la onza; para principios de 1980 había subido hasta 875 dólares la onza. Sin embargo, en la actualidad se halla en alrededor de 400 dólares la onza.
Cuando el oro es insustituible
Se calcula que aproximadamente el 60 por ciento de todo el oro permanece inactivo, protegido por bancos y gobiernos. La cantidad restante lleva una existencia bastante activa. En engastes de joyas se emplean aleaciones de ese metal precioso para crear magníficos diseños. El oro se puede introducir y fijar en la porcelana fina, y el oro en hoja se usa para dar realce a los letreros de las ventanas de las oficinas o para poner inscripciones en las cubiertas de los libros.
Si usted examina detenidamente cualquier joya de oro, notará tres o cuatro diminutas marcas estampadas en ella. Algunas de éstas son las marcas de fábrica y del negociante. También se encuentra la marca del contraste. Esta indica la cantidad de oro puro que la joya contiene en relación con algún metal base, como el cobre o la plata. El oro de aleación se mide en quilates. Rara vez se halla oro puro de veinticuatro quilates en ornamentos de esta clase, puesto que el oro puro es demasiado blando para labrarlo. Es más común ver una marca de contraste de veintidós, que significa que, en peso, hay veintidós partes de oro y dos partes de metal base.
Cuando se elevó a los astronautas por cohetes a la Luna, se tuvo que hacer frente al calor intenso y a la radiación producidos por el Sol. Puesto que el oro puede reflejar hasta el 98 por ciento de los rayos solares, se dio una mano de oro a las partes vitales de la nave espacial. Igualmente, las viseras de los yelmos que los astronautas usan durante caminatas espaciales y el ‘cordón umbilical’ vital que los une a la nave madre están revestidos de una capa delgada de oro. En los aviones de reacción modernos también hay secciones cubiertas de oro para proteger partes vitales de la nave aérea, y a la gente, de la exposición al calor.
Puesto que el oro es un excelente conductor de electricidad, se está usando cada vez más en circuitos electrónicos de miniatura, en computadoras y en sistemas de comunicación submarina.
El oro se emplea en la odontología para reparar y reemplazar los dientes porque es un metal estable y libre de bacterias. Si a usted le han empastado un diente con oro, tiene parte de las setenta y cinco toneladas de oro que se calcula que se usan cada año para llenar los vacíos que habría en las sonrisas. El oro se ha empleado en la medicina, por administración interna, para proteger partes vitales del cuerpo durante tratamientos con radiación. Aunque el uso terapéutico del oro todavía está en etapa embrionaria, se ha empleado en el tratamiento de la artritis, en la terapia del cáncer y en reparaciones quirúrgicas.
El que recientemente haya habido hallazgos de oro en los estados australianos ha contribuido en gran manera a la propagación de la fiebre del oro. En tan solo el estado de Victoria, la cantidad de las personas que tienen derecho a minar ha aumentado, en un año, de 3.500 a 25.000. ¿Piensa usted participar en la carrera febril de los años ochenta en busca de oro?
En tal caso, sea cauteloso, porque no es sin razón que se emplea la palabra “fiebre” con relación a la búsqueda del oro. Cuando se oye de oro, es sumamente fácil olvidar toda cautela, sacrificar normas que han sido parte integrante de la vida de uno, gastar más dinero del que conviene gastar, dedicar más tiempo a ello de lo que es prudente, y quedar completamente arruinado, tanto en sentido financiero como emocional y doméstico.
Hace dos años, una buscadora de oro y su joven hijo se dirigieron en automóvil a las llanuras desérticas del interior de Australia. A los investigadores que salieron en busca de ellos les tomó casi seis meses hallar el vehículo y los cadáveres de estas personas. Descubrieron que todavía había agua en el radiador y que tenían suficiente alimento. Y habían muerto a menos de un kilómetro de un pozo.
Por eso, si usted se siente atraído por la fiebre del oro de los años ochenta, no deje de tomar en cuenta, además del oro que espera hallar, el costo. Puede que el precio sea más alto del que usted espere pagar. En 1 Timoteo 6:9, 10 está escrito: “Sin embargo, los que están determinados a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y haciendo esfuerzos por realizar este amor algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.”