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¡Despertad! 1982
g82 8/11 págs. 7-8

Prostitución de niñas y pornografía de chiquillos

La nueva moralidad... se recogen sus frutos

LA INDUSTRIA de más rápido crecimiento de los Estados Unidos hoy día es un negocio embrutecedor y depravado... la corrupción de menores. Esta emplea a más de medio millón de jóvenes. La mayoría de ellos son fugitivos, han huido de sus respectivos hogares hacia grandes ciudades, donde llegan a ser vulnerables y presa fácil de rufianes y pornógrafos.

Los rufianes usan a las prostitutas juveniles y abusan de ellas. En la zona de Times Square, en la ciudad de Nueva York, 800 rufianes controlan a miles y miles de muchachas. Hay informes que revelan que tales rufianes han tratado brutalmente a cientos y cientos de esas jovencitas, pues las han golpeado, torturado y ultrajado sexualmente. Algunas prostitutas terminan asesinadas. Sin embargo, la prostitución se conoce como un “delito sin víctimas.”

La pornografía se introduce hasta en los grupos de criaturas de tierna edad. Se puede hallar infantes de solo tres o cuatro años de edad —quienes a menudo acaban en instituciones mentales o prostituyéndose por las calles— haciendo cosas increíbles enfrente de cámaras cinematográficas. Pero si hay que ver para creer, entonces tiene que creerse, porque está allí para que se vea en las películas y revistas pornográficas. Se explota a niños de cinco o seis años de edad mientras participan en todo tipo de actividad y perversión sexual imaginable, incluso masturbación, sodomía, sadomasoquismo y hasta incesto.

La pornografía empezó relativamente leve, pero prontamente se intensificó para satisfacer las crecientes demandas de las personas cuyo apetito pervertido quedaba saciado rápidamente. Comenzó con el desnudo, de ahí pasó al coito simulado entre un hombre y una mujer, y de ahí, al coito verdadero. Luego aparecieron las actividades homosexuales, hombres con hombres y mujeres con mujeres. A esto le siguió la bestialidad. Y, finalmente, la pornografía infantil, llamada “pornografía de chiquillos.” Se mostró a niños participando tanto en actos homosexuales como heterosexuales: a veces niños con niños, y en otras ocasiones niños con adultos. La “pornografía de chiquillos” se ha convertido súbitamente en un negocio de miles de millones de dólares, y anualmente utiliza a 300.000 niños menores de dieciséis años de edad.

¿Por qué tienen tanto interés, en sentido sexual, en las jovencitas? Los medios de publicidad las han hecho objeto de atracción sexual. Los anunciantes las hacen posar con los productos de ellos de modo provocativo, con el pelo revuelto por el viento, y labios prometedores. Las jóvenes en especial atraen a los hombres que tienen miedo a las mujeres adultas, dicen los siquiatras. La mujer moderna, la feminista liberada, al disfrutar de igualdad y hasta ser competidora, intimida a esos hombres inseguros. Pero las jovencitas, vestidas de modo atrayente y en una pose provocativa, parecen vulnerables, no son nada de lo cual temer, y por eso son seductoras para tales hombres. Al presentar a estas jóvenes como objetos de atracción sexual, se les convierte en blancos de ataques sexuales.

Derek Eaves, siquiatra forense cuyo empleo tiene que ver con delincuentes sexuales, está preocupado: “Hay un aumento enorme en la cantidad de delitos que se cometen contra niños.” Considera que la sociedad está pasando por una crisis moral. Un profesor de la Universidad de Columbia dice que el hacer posar a jovencitas de modo provocativo significa que “están en venta” y así se ha dado un paso hacia la destrucción de los valores occidentales. Daniel Cappon, especialista en la sicoterapia analítica, dice: “Hemos entrado en la nueva Edad del Oscurantismo de la sociedad. Estamos viviendo en la era ennegrecida de la degeneración. La oscuridad ha caído sobre nuestra sique; la gente se ha embrutecido más ahora que nunca antes.” Esas son palabras fuertes, pero quizás no sean demasiado fuertes cuando uno lee acerca de una niña de treinta y tres meses de edad a quien trató de ultrajar un hombre de cincuenta y un años de edad. O considere la enfermedad que se pone de manifiesto cuando unos pornógrafos toman fotografías de una niña de siete meses de edad con las piernas separadas, y hay pederastas (los que codician sexualmente a los niños) que las compran.

Los sicólogos Victor Cline y Frank Osanka se burlan de la idea de que la pornografía es un “delito sin víctimas.” Osanka dice: “La pornografía infantil no es nada menos que el registro fotográfico del abuso sexual de niños, y se ha comprobado claramente el grave efecto sicológico de ello.” Cline dice: “El potencial de verdadero daño sicológico debido a la exposición continua a la pornografía es significativo.”

Por supuesto, los grupos que están a favor de la pornografía no ven nada malo en su enfermedad. Varios grupos, tales como la Organización a favor de la Liberación de los Pederastas, el Intercambio de Información para Pederastas y el Círculo a favor de la Sexualidad durante la Niñez, les están lanzando un contraataque a los que se oponen a la pornografía. Esos grupos mantienen redes secretas que trabajan clandestinamente por todo el país y que les permiten trocar e intercambiar obscenidades por valor de millones de dólares. Algunas de esas organizaciones nacionales e internacionales ya están saliendo a la superficie para ejercer presión a favor de sus “derechos.” Los pederastas no ven nada malo en la “pornografía de chiquillos,” solo porque están cegados por su propia lascivia.

Pero los niños a quienes se utiliza en ella salen perjudicados, y a menudo terminan vendiendo su cuerpo por las calles y se les hace difícil verse a sí mismos como personas deseables de cualquier otro modo que no sea como un artículo de comercio, objeto de atracción sexual, que tiene una etiqueta de precio. En este asunto también, como en el caso de hombres maduros que cometen sodomía con niñitos, los tribunales tienen problemas en determinar si la “pornografía de chiquillos” debe considerarse obscenidad. “Hay cierto miedo general de que el prohibir a un niño de diez años de edad que aparezca en una película pornográfica pudiera violar los derechos que tiene el niño según la Primera Enmienda.”

Es increíble, ¡pero hasta algunos padres aparecen en películas de la “pornografía de chiquillos” utilizando a sus propios hijos! Y eso nos trae al tema del siguiente artículo... EL INCESTO.

[Ilustración en la página 7]

Los rufianes y pornógrafos se aprovechan de los menores indefensos

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