“Por si olvidáramos [...]”
En el número del 14 de marzo de 1982 del periódico Manchester Guardian Weekly se publicó en la página 2 lo siguiente entre las cartas al director, bajo el encabezamiento “Actos inhumanos contra los objetantes de conciencia”:
“Me interesó mucho leer el artículo de Harry Whewell ‘[...] Ni los años condenan’ (21 de febrero). En éste menciona los proyectos que hay para convertir las celdas del Castillo de Richmond, Yorkshire, en un monumento permanente a los objetantes de conciencia de la primera guerra mundial.
“Su descripción del trato administrado a aquellos hombres intrépidos me hace recordar el que se le dio a mi amigo Frank Platt, quien murió en Mill Hill, Londres, en 1974. El fue uno de los que fueron transportados a Francia para luego someterlo a la más horrenda tortura en un esfuerzo por obligarlo a tomar las armas contra su prójimo y sus compañeros cristianos.
“Se le impuso el hacer ‘ejercicios de bala’ [un castigo militar antiguo en que el soldado condenado tenía que cargar una bala de cañón], que consistían en llevar con los brazos extendidos un peso de 13,6 kilogramos y ponerlo en el suelo y levantarlo repetidamente, hasta que finalmente, extenuado, se desplomó. Todo esto después de haber estado tres meses bajo un régimen alimenticio de pan y agua. Por haberse desplomado se le condenó a 18 días más de ejercicios de bala.
“Cuando esto hubo terminado lo golpearon en la cara varias veces y luego, día tras día, lo ataban por los hombros, las manos y los pies y lo colgaban de una viga en un almacén pequeño desde las 8:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche, con un descanso de una hora para darle arroz frío y agua. De allí fue trasladado al ‘calabozo de Le Havre’ donde algunos presos fueron golpeados hasta morir. Afortunadamente Frank sobrevivió la experiencia y mantuvo su integridad.
“Cuando yo tuve que enfrentarme a la misma cuestión en 1950, la situación había cambiado mucho. A mí me condenaron a seis meses de cárcel. No obstante, como comenta acertadamente su redactor, muchos países tienen un entendimiento muy atrasado de esta cuestión de conciencia. Es un fenómeno internacional de aquellos que quisieran sembrar paz y amor. Que no se olvide que hubo también miles de objetantes de conciencia alemanes, muchos de ellos testigos de Jehová como Frank Platt, que pasaron más de una década en los campos de concentración. Muchos de ellos expiraron en aquellos lugares infames. Pero de ellos fue la victoria.
“Eric Beveridge, 25 Columbia Heights, Brooklyn, N.Y. 11201”.