De nuestros lectores
La TV y la lectura
Quiero darles las gracias por el artículo intitulado “No deje que la televisión lo prive de la lectura” (22 de abril de 1983). Mi esposa y yo solíamos dedicar mucho tiempo a ver televisión, pero desde que dejamos de dedicarle mucho tiempo, hemos tenido más tiempo para estudiar y comunicarnos, como deben hacerlo cada esposo y esposa.
R. D., Carolina del Norte
La monarquía británica
Me interesó mucho su artículo sobre la monarquía británica (8 de enero de 1983), en el que se hace mención del costo de mantenerla. El dinero que recibe el erario público procedente de los turistas a quienes les gusta ver nuestros ceremoniales compensa con creces ese costo. Creo que el contrariado M.P. y otras personas olvidan la cantidad de empleos que nuestra monarquía genera. Ellos son nuestras mejores exportaciones invisibles.
R. W., Inglaterra
Me he interesado en leer libros sobre la historia de los reyes y las reinas de Inglaterra. Por lo tanto, disfruté muchísimo del artículo “Monarquías que desaparecen... ¿sobrevivirá la de Gran Bretaña?”. Me impresionó mucho la manera respetuosa como fue escrito. Sería maravilloso que los miembros de la Familia Real pudieran leerlo también; el artículo sencillamente se presentó tan bien.
M. M., Canadá
La venta de la compañía tabacalera
Apenas terminé de leer el relato de Edward George, que apareció en ¡Despertad! (8 de enero de 1983), ‘Dejé la iglesia, dejé de fumar, dejé el negocio’. Aunque me impresionó su resolución de hacer lo correcto, me desconcierta su decisión de vender el negocio. El sabía acerca del efecto perjudicial que el tabaco tiene en otras personas (y en sí mismo), y cómo el fumar y el vender productos derivados del tabaco es contrario a los deseos de Dios; sin embargo, vendió por dinero el negocio a alguien que podía seguir causando daño a la gente mediante la venta de tabaco.
C. L., Nueva Jersey
Acabo de leer el artículo escrito por Edward George. ¿Por qué no destruyó él su negocio tabacalero, en vez de venderlo? Todo lo que ha hecho es pasar su pecado a otra persona que puede envenenar a la gente que fuma. ¿Por qué no se le señaló esa verdad?
D. R., Inglaterra
El artículo es un relato verídico de los problemas a los que se encaró el autor a medida que iba adquiriendo conocimiento de los principios bíblicos, y cómo se esforzó por solucionarlos. Las personas que enseñaban a Edward George no podían decirle qué hacer para solucionar sus problemas, sino que, después de haberle mostrado algunos principios bíblicos, quedaba en manos de él decidir cómo arreglar los asuntos según el estado de su conciencia. Puede que algunas personas razonen que, puesto que el negocio era legal, no habría nada malo en venderlo a alguien cuya conciencia no le molestara por vender tales productos, del mismo modo que hay muchísimas personas que están dispuestas a comprar esos productos sin que les remuerda la conciencia. Uno pudiera comparar la situación con la que se menciona en Deuteronomio 14:21, donde se muestra que un israelita no debía comer la carne de un animal que hubiera hallado muerto, pero podía venderla a un forastero cuya conciencia no estuviera bajo las mismas restricciones.—La dirección.