De nuestros lectores
La timidez
Acabo de leer el artículo “¿Por qué soy tan tímido?” (22 de febrero de 1983). Ustedes declararon: ‘La timidez no es más que la representación de la idea o creencia de que, en comparación con otras personas, eres diferente, raro o inferior’. En realidad, no es que me imagine que soy un hombre de baja estatura. Mido menos que la mayoría de los niños de 12 años de edad, que no muestran ninguna timidez al decirme que soy bajito. Cuando converso con un grupo de hombres, es como si me parara debajo de una arboleda. La mayoría de las mujeres son más altas que yo. Es cierto que hay personas de baja estatura que no permiten que estas cosas las molesten. Eso no quiere decir que sea producto de la imaginación. No todos tenemos la misma fortaleza. ¿Por qué no reconocen ustedes que la timidez puede ser el resultado de situaciones reales, así como imaginarias?
M. W., Arizona
No fue nuestra intención dar a entender que la timidez era exclusivamente el resultado de causas imaginarias. Lo que quisimos indicar fue que se podía vencer mejor el problema por medio de entender bien las causas de la timidez. Y además, que la timidez describe principalmente el comportamiento o la reacción a una situación, y no un estado o condición. Realmente comprendemos a las personas que son demasiado tímidas, prescindiendo de cuál sea la causa, y concordamos en que si otras personas tuvieran el debido entendimiento del problema, a los tímidos se les haría mucho más fácil habérselas con las situaciones. Pero hay que reconocer que no todo el mundo tiene tal entendimiento. Así que queda de parte de la persona tímida hacer cuanto él o ella pueda para esforzarse por vencer el problema desde sus adentros y beneficiarse de los buenos consejos que ofrece la Palabra de Dios. El artículo “¿Qué puedo hacer en cuanto a mi timidez?”, que publicamos en el número del 22 de abril de 1983, da buenos consejos al respecto.—La dirección.
Quiero agradecerles sinceramente los artículos sobre la timidez (22 de febrero de 1983 y 22 de abril de 1983). No tengo palabras para expresar lo mucho que me han ayudado estos artículos a dar los pasos necesarios para vencer parte de mi timidez.
J. J., Nueva York
El dar a luz
Quiero darles las gracias por el artículo “El dar a luz... ¿tiene que ser tan doloroso?” (8 de febrero de 1981). El año pasado di a luz, con muy poco dolor, a mi segunda hija, y estoy convencida de que se debió en parte a que, tres o cuatro meses antes de la fecha señalada para el parto, leí ese artículo una y otra vez. Me resolví a tener completo dominio de mí misma durante el parto porque creía que sería la última oportunidad que tendría de tener un hijo.
L. M., Canadá
Los infantes que lloran
El artículo “¡Por favor, Juanito, no llores!” (22 de enero de 1983) expresa tan bien lo agotadora y frustratoria que puede ser esa experiencia para los padres de tales bebés. Las sugerencias que se dieron para consolar al bebé surten efecto. Ha valido la pena satisfacer la aparentemente interminable necesidad de amor y atención de nuestro bebé. Ahora disfrutamos de nuestros días junto a una personita encantadora y sensible. Gracias por suministrarnos información tan provechosa y animadora.
D. W., Canadá