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  • La inflación... ¿qué la causa?
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¡Despertad! 1983
g83 22/10 págs. 7-8

La inflación... ¿qué la causa?

USTED entra en su restaurante favorito y pide una taza de café a un precio ya excesivo. Pero cuando va a la cajera, se le informa que en el tiempo que usted pasó bebiéndose el café, el precio aumentó a casi el doble de lo que era. ¿Imposible? No, pues, en Alemania la gente tuvo esta mismísima experiencia en los años veinte... un ejemplo escalofriante de cómo puede acelerar la inflación.

Tal vez usted no haya experimentado la inflación de manera tan drástica. Sin embargo, Argentina ha experimentado un índice de inflación de 500 por 100, y es uno de los varios países que están sufriendo de una inflación rápida y desastrosa. No obstante, los estudiantes de la Biblia no se sorprenden ante estos sucesos, puesto que Revelación 6:6 predijo el tiempo en que el salario de un día compraría solamente un “litro de trigo”.

Sin embargo, como muchos de nosotros, puede que usted se sienta confundido en cuanto a quién (o qué) tiene la culpa de la inflación. ¡De modo que preguntemos a los “expertos”! Imagínese la sala de un tribunal donde estén reunidos hombres de negocio, políticos y economistas. Usted tiene el solemne privilegio de presidir el proceso.

Usted golpea con el martillo mientras dice en tono de mandato: “¡Orden en la corte! ¡La economía mundial está a punto de morir y uno de ustedes es el culpable! ¿Quién quisiera ser el primero en presentar su defensa?”.

“Si me lo permite la corte —dice un economista— yo quisiera tratar de esclarecer un poco lo que ha sucedido. La inflación —dice él— es sencillamente el resultado de la ley de la oferta y la demanda. Cuando los bancos extienden mucho crédito, el suministro de dinero aumenta. Ahora bien, mientras más dinero tenga la gente, mayor es la demanda de bienes. Mientras mayor sea la demanda de productos o bienes, más altos serán los precios de éstos. En realidad, es bastante simple.”

“¡No nos eche la culpa a nosotros los banqueros!”, objeta alguien vestido como hombre de negocios. “Si no extendiéramos crédito, toda la economía caería en una recesión. Sin el crédito, la gente no puede comprar casas, automóviles y ni siquiera enseres domésticos. Los negocios y las industrias sufrirían. El mercado de valores comenzaría a caer a medida que los inversionistas sacaran su dinero. Ahora bien, tengo que admitir que a veces nos hemos pasado de la raya al extender crédito. Pero, en primer lugar, fueron los de la OPEP los que nos dieron todo ese dinero. Y ellos fueron los que hicieron subir drásticamente los precios con el embargo de petróleo que ellos impusieron. (Se oyen murmuraciones de personas que concuerdan con esto.) No obstante, los verdaderos culpables son los políticos.” Antes de que el enojado estadista pueda decir una palabra, el banquero interrumpe y dice: “Sí, ustedes son los que están gastando todo ese dinero en programas gubernamentales que ustedes prefieren. Pues, debido a que ustedes gastan tanto, hay una demanda mayor de productos o bienes. De modo que, naturalmente, ¡los precios aumentan!”.

“¡Eso es todo lo que voy a aguantar!”, dice un político. “En primer lugar, son los establecimientos militares los que siempre están pidiendo más dinero para esos ‘juguetes’ suyos, ¡a pesar de que ya hay suficientes bombas como para volar el mundo varias veces! Y quiero recordarles que ustedes los banqueros son los que se lamentan cuando se suben los intereses para controlar la inflación.”

“Pero lo único que se ha logrado por medio de eso es sumir al mundo en una recesión”, dice el economista. “Además, los precios casi nunca bajan después que suben. El costo de materias primas ha bajado varias veces. ¿Y qué han hecho algunos industriales? En vez de pasar las ganancias al consumidor, ¡invirtieron el dinero en más publicidad para hacer que sus productos tuvieran mayor demanda!”

Un industrial se pone rojo de la ira. “¡Espere un minuto!”, dice él. “¿Cómo podemos bajar los precios cuando los empleados exigen constantemente mayores salarios? Algunas veces las uniones laborales han demandado aumentos pensando en una futura inflación... ¡aun antes de que ésta ocurra! ¿Qué podemos hacer sino aumentar los precios? Además, mantenemos empleadas a las personas. Así, ¿qué importa si nuestra expansión resulta en inflación?”

Con esta declaración se desata el desorden en la sala, situación que solo se arregla cuando usted golpea con el martillo. “Ya he escuchado bastantes excusas de ustedes”, dice usted. “Quizás yo no sea economista, pero veo claramente que todos ustedes tienen culpa en lo relacionado con este asunto. Todos han contribuido a esta situación lamentable. De modo que los sentencio...”

Pero su martillo se detiene cuando, súbitamente, usted se da cuenta de algo. Usted piensa en todas esas tarjetas de crédito que tiene en el bolsillo y cómo las ha usado excesivamente. Piensa en todas las cosas que ha comprado por puro capricho —no porque las necesitara— y por temor a que los precios subieran. Su confianza en usted mismo como juez decae, y cabizbajo usted se une a las filas de los culpables.

[Recuadro en la página 8]

Algunas causas de la inflación

Crédito excesivo

Gastos gubernamentales

Gastos militares

Demandas de altos salarios

El embargo de petróleo de la OPEP

Intereses altos

Fluctuación en el cambio del mercado internacional de valores

Demandas sin precedente del consumidor

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