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¡Despertad! 1984
g84 8/2 págs. 16-18

Los jóvenes preguntan...

¿Son inofensivas las novelas románticas?

“LA LECTURA de novelas románticas es una escapatoria”, dijo una lectora ávida. “El entregarme a la lectura de una novela romántica me refresca, me ayuda a encararme a mis propios problemas.” Sus comentarios son bastante típicos de las personas que con regularidad devoran las novelas románticas.

Hay quienes alegan que esas narraciones son un tónico eficaz para la tensión. Los jóvenes las consideran como una ojeada inofensiva a los placeres de los adultos. Y para algunas personas son un modo de añadir excitación a una vida monótona. Puesto que las novelas son generalmente breves y baratas, la lectura de ellas se ha convertido en un hábito al cual se han aficionado millones de personas. Rivalizando con la cantidad de telespectadores que ve los programas de televisión más populares, se calcula que tan solo en los Estados Unidos hay 20.000.000 de lectores. Y entre éstos hay una cantidad considerable de jóvenes. Pero ¿deberías leerlas tú? En respuesta a esta pregunta, investiguemos cómo son algunas de esas novelas.

“Y vivieron felices toda la vida”

El tema de la novela romántica ha fascinado a los lectores a través de los siglos. Por supuesto, eso es natural, ya que Dios implantó en el hombre y la mujer el deseo de enamorarse y casarse (Génesis 1:27, 28; 2:23, 24). No es sorprendente, pues, que el idilio sea un ingrediente de la mayor parte del género novelístico. Y ello no es necesariamente censurable. Algunas novelas románticas hasta han llegado a estar en la categoría de buena literatura. Pero puesto que esas novelas de la antigüedad se consideran aburridas a la luz de las normas modernas, los escritores han hallado que es lucrativo en la actualidad producir en profusión una nueva variedad de novelas románticas. Algunos de ellos todavía utilizan un marco histórico o medieval para añadir dramatismo y cierto tono particular a la narración. Otros son contemporáneos en el estilo y el marco que utilizan. Sin embargo, excepto por unas cuantas variaciones leves, las novelas románticas de hoy siguen una fórmula que es bastante fácil de predecir: Héroes y heroínas que superan obstáculos impresionantes que amenazan su floreciente idilio.

Es típico que el héroe sea un hombre fuerte, hasta arrogante, que rebosa de confianza en sí mismo. No obstante, es probable que la heroína sea delicada y vulnerable, a menudo 10 ó 15 años más joven que el héroe. Necesita la atención del héroe para validar su belleza y valía. Y aunque él a menudo la trata despectivamente, ella aún se siente atraída irresistiblemente a él. Pues, ¡la mismísima presencia de él le hace palpitar aceleradamente el pulso y afecta su equilibrio, su modo de pensar y su habla!

A menudo hay un pretendiente rival. Aunque bondadoso y considerado, no entusiasma a la heroína ni despierta su interés. De modo que ella usa sus encantos seductores para moldear en un alma tierna a su estoico héroe, quien ahora le declara abiertamente su amor duradero. Aclaradas y perdonadas todas las dudas anteriores, ¡se casan y son felices!

Efecto oculto

Se comprende que esas narraciones tengan cierto atractivo. Pero al referirse a las novelas románticas de “estilo gótico”, cierto escritor objeta: “La premisa básica de estas [...] narraciones es que un hombre bueno es difícil de hallar [...] y que el hombre de quien no se sospecha nada [...] es el villano”. La heroína interpreta así el comportamiento insensible e inescrutable del héroe: “Si el hombre de mi vida me trata mal, se debe a que es masculino, no a que sea malo”. O: “Puede que los hombres den la impresión de ser caprichosos, cínicos, desdeñosos y tiranos; sin embargo, son fuente de idilio y excitación”.

¿Podría empañar tu visión de las cualidades importantes que son necesarias para un matrimonio de éxito y duradero el aceptar esos conceptos imaginarios? Berta, que comenzó a leer novelas románticas a la edad de 16 años, recuerda: “Esperaba a un joven que fuera alto, moreno y guapo; alguien que fuera excitante y tuviera una personalidad dominante”. Ella confesó: “Si salía con un joven que no quería besarme ni tocarme, lo consideraba aburrido, aunque fuera considerado y bondadoso. Deseaba la excitación de la cual leía en las novelas”. Por lo tanto, es fácil ver la manera como la lectura de esas narraciones pudiera llevar a que uno se encaprichara con una persona menos deseable como cónyuge. El deseo de “excitación” podría ocultar cómo es realmente la persona en el fondo.

Berta siguió leyendo novelas románticas después de casarse y dice: “Tenía un hogar agradable y una bonita familia, pero de alguna manera aquello no bastaba [...] Deseaba la aventura, la excitación y la emoción que se describían muy seductoramente en las novelas. Creía que algo andaba mal en mi matrimonio”. La Biblia, sin embargo, la ayudó a darse cuenta de que el esposo debe ofrecer a su esposa algo más que encanto o “excitación”: “Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia”. (Efesios 5:28, 29.)

¿Y qué hay de los desenlaces utópicos y la solución fácil de los problemas, algo tan común en las novelas románticas? Pues bien, están muy lejos de la realidad. Berta recuerda: “Cuando tenía una discusión con mi esposo, en vez de considerar a fondo el asunto con él, imitaba los trucos que empleaba la heroína. Cuando mi esposo no respondía como lo hacía el héroe, me enfadaba”. De igual manera, un escritor dijo que estas novelas “disfrazan y disimulan complejas relaciones sociales [...] Ofrecen una agradable imagen fija del intercambio entre los hombres y las mujeres en el mismísimo momento en que la realidad social es confusa, cambiante y aterradora”. Por lo tanto, ¿no es más realista y práctico este consejo que da la Biblia a las esposas: “Esposas, estén en sujeción a sus esposos”? (Colosenses 3:18.)

Contenido sobre lo sexual

La revista Psychology Today puso de relieve otra razón por la cual las novelas románticas son tan populares: “Los lectores [...] quieren aprender sobre la clase de relación que otras mujeres desarrollan con sus respectivos compañeros con quienes tienen relaciones sexuales”. El artículo sigue diciendo: “En los últimos años los lectores han exigido heroínas que sean independientes y positivas... en la cama y fuera de ella, y los publicadores se han apresurado a proporcionárselas”.

Es interesante el hecho de que las novelas románticas que son explícitas en cuanto a lo sexual —que están disponibles en bibliotecas públicas en algunas ciudades— son las que más demanda tienen entre los adolescentes. ¿Pueden ser perjudiciales? Carmen, de 18 años de edad, explica lo siguiente: “La realidad es que los libros despertaron en mí fuertes deseos sexuales y curiosidad. El éxtasis y la euforia que experimentaba la heroína en los encuentros apasionados con el héroe hicieron que yo deseara sentirme igual. Así que cuando salía con muchachos —sigue diciendo ella—, trataba de crear de nuevo aquellas sensaciones. Eso me llevó a cometer fornicación”. Pero ¿fue su experiencia como las de las heroínas sobre las cuales había leído y fantaseado? Carmen descubrió esto: “En la mente de los escritores se conciben esos sentimientos. Éstos no son reales”.

El crear fantasías sexuales es, sin duda, el propósito de algunos escritores. Cierto publicador da esta instrucción a los escritores de novelas románticas: “Los encuentros sexuales deben concentrarse en la pasión y las sensaciones eróticas que despiertan los besos y las caricias del héroe”. A los escritores también se les aconseja que las narraciones románticas “deben producir excitación, tensión y una profunda respuesta sensual y muy emotiva en el lector”. Es patente que la lectura de ese tipo de literatura no ayudaría a uno a seguir el consejo bíblico de que “amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial”. (Colosenses 3:5.)

Opciones

En vista de lo anterior, muchos lectores concluirán sabiamente que es mejor evitar la lectura de novelas que despierten sentimientos malsanos o que engendren expectativas poco realistas. Es cierto que en muchos casos la lectura satisface la necesidad de obtener alivio de las presiones de la vida. Pero es valioso ser selectivo en lo que uno lee. En gran parte, somos producto de nuestro ambiente. Y al leer, creamos un ambiente que puede influir para bien o para mal en nuestra vida. ¿Por qué no extiendes tus actividades y tratas de leer otros tipos de libros, como libros de historia o de ciencia? La Biblia y las publicaciones que se basan en la Biblia son particularmente remuneradoras.

Recuerda, también, que hay otros modos provechosos de divertirse y hallar esparcimiento. ¿Por qué has de edificar tu vida en torno a aventuras imaginarias? La Biblia dice: “Hay [...] felicidad en dar” (Hechos 20:35). De modo que aprende a dar por medio de ayudar a otras personas. Un joven (testigo de Jehová) que dedicó 60 horas cierto mes a ayudar a la gente a aprender acerca de la Biblia dijo: “Fue el tiempo más feliz de mi vida”. Y cuando uno está alegre, ocupado y satisfecho en la vida, ¿quién necesita la “escapatoria” aparente que ofrecen las novelas románticas?

[Ilustración en la página 17]

Las novelas románticas pueden ser absorbentes, pero ¿enseñan un punto de vista sano del amor y el matrimonio?

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