Los viajes del papa... ¿qué los hace necesarios?
AL HACER su segunda visita a Polonia, el papa Juan Pablo II terminó su vigésima peregrinación internacional en solo cinco años. Después de siglos de inmovilidad papal, es razonable preguntar: ¿Por qué han sido necesarios tantos viajes en un período tan breve?
El escritor Peter Nichols nos da una clave. Al hablar del cónclave en que se escogió a Juan Pablo II, escribe: “No obstante, seguramente tiene que haber habido un acuerdo general [...] de que, sobre todo, la Iglesia Católica necesitaba a alguien que se encargara de ella, y de que a su largo período de desasosiego, confusión, experimentos, de dudas y discusiones, sin mencionar las deserciones [...] había que ponerle fin ahora”.
Esa situación la hace resaltar también un sacerdote holandés de edad avanzada que, al hablar del catolicismo holandés, dijo: “Hay desesperación. Hay una fuga de intelectuales y de personas sencillas. Hay conflictos públicos entre los obispos. Es una tragedia muy grande”. Luego, en cuanto a la inclinación al sacerdocio, añadió: “No quieren ser sacerdotes estos jóvenes. No depositarán su confianza en una iglesia que se halla en un estado de tragedia moral”.
Ese malestar afecta a la Iglesia Católica en casi todas partes del mundo. Ha mermado la lealtad incondicional de los católicos a los preceptos de su iglesia, lealtad que era patente 30 ó 40 años atrás. Ha disminuido la asistencia a la misa y la cantidad de feligreses que se confiesan.
Sí, se han abierto brechas profundas y patentes en la estructura monolítica de la Iglesia Católica Romana. Las divisiones se manifiestan en tres campos principales: 1) la práctica diaria de las normas católicas fundamentales sobre la moralidad (el aborto, el control de la natalidad, el divorcio); 2) la reforma política y social, y 3) la teología, las enseñanzas fundamentales de la iglesia.
¿Obedecen los católicos al papa?
En tan solo los últimos años, el aborto, el uso de anticonceptivos y el divorcio se han convertido en debates candentes en todos los niveles de la sociedad católica. Poco antes de la visita que hizo el papa a los Estados Unidos en 1979 se hizo una encuesta a un grupo representativo de católicos estadounidenses con respecto a su adherencia a las normas católicas. El libro The Man Who Leads the Church declara que “50 por 100 de ellos estaban dispuestos a tolerar el aborto a petición; 53 por 100 de ellos creían que a los sacerdotes se les debería permitir casarse; 63 por 100 de ellos opinaban que el divorcio era aceptable [...] y 66 por 100 de ellos dijeron que quisieran que la Iglesia aprobara el control artificial de la natalidad. En cuanto a este último punto en particular, entre los católicos estadounidenses había habido una separación permanente entre la práctica y el precepto. Se sabía que había muchas parejas católicas que utilizaban los anticonceptivos, y sin tener ningún sentimiento grande de culpabilidad al respecto”.
Hasta en países donde predomina el catolicismo se ven actitudes parecidas con relación a cuestiones de moralidad. Un informe procedente de España señaló que en 1982 se vendieron en el país 47.605.000 dispositivos para el control de la natalidad. Los abortos han sido una práctica común en los países católicos desde hace mucho tiempo. Hasta en Irlanda, país de mucho fervor católico, se están viendo las brechas. John Whale escribe: “Los obispos [de Irlanda] mismos reconocen que ‘en la actualidad, más de 2.200 muchachas irlandesas están registradas oficialmente como que se someten a abortos en Gran Bretaña cada año’. Se considera comúnmente que la cifra verdadera es mucho mayor”.
Una de las cuestiones principales que afectan profundamente a los católicos es el divorcio. Para la iglesia, el divorcio no existe; y el papa Juan Pablo II ha sido inflexible a ese respecto en sus sermones. Sin embargo, en lugar del divorcio está la anulación, que a veces es costosa y toma mucho tiempo tramitarla. El escritor John Whale declara lo siguiente sobre la situación que existe en los Estados Unidos: “El arzobispo Edward McCarthy, de Miami, identificó al divorcio como ‘el problema principal que encaramos... sin duda alguna’”. ¿Por qué están algunas autoridades eclesiásticas poco dispuestas a aplicar las normas estrictas de la iglesia tocante al asunto? “Reconocen que tal proceder haría fracasar sus objetivos, tanto en sentido pastoral como en cuanto al aumento numérico del catolicismo. De modo que expiden treinta mil anulaciones al año... esencialmente, certificados de que, en primer lugar, nunca hubo realmente un matrimonio afectado por la desintegración, [...] ‘Hay una parte de acrobacia legal en ello’, un clérigo de Chicago [...] reconoció.” (Las cursivas son nuestras.)
Un cardenal de los Estados Unidos celebró recientemente una misa para personas divorciadas o separadas de sus cónyuges. El periódico The New York Times informó: “Fue [...] la primera vez que un cardenal celebraba misa para católicos divorciados o separados de sus cónyuges”. Al considerar toda la presión que se ejerce para que se reconozca la validez del divorcio, ¡no es de extrañar que el papa tenga que viajar por todo el mundo para tratar de mantener la disciplina dentro de las filas!
¿Divide a la iglesia la política?
Aunque los portavoces del Vaticano dan muchísimo énfasis al propósito “pastoral” de los viajes del papa, muchos comentaristas ven los viajes desde un punto de vista diferente. El libro The Man Who Leads the Church declara esto con respecto a los viajes del papa: “A pesar del énfasis que se da a la naturaleza espiritual o pastoral de éstos, cada viaje implicó el abordar una cuestión política”.
Así que, ¿por qué son tan necesarias esas visitas? Porque hay profundas divisiones que afectan al clero católico en cuestiones de índole política y social. Un ejemplo especial de eso fue la gira que efectuó el papa por América Central. Cierto periodista tituló así el artículo que escribió sobre el viaje del papa: “Política y religión, divididas y entrelazadas en la ruta del papa”. Eso se hizo claramente patente en su visita a Nicaragua, donde hay sacerdotes católicos que ocupan posiciones importantes en el gobierno. Al mismo tiempo, según The New York Times, el arzobispo de Managua, capital de Nicaragua, es “un censurador acérrimo del Gobierno”. ¿No es ésa una iglesia dividida?
El mismo informe también declaró que el objetivo principal del papa en América Central fue “fortalecer la Iglesia Católica Romana [...] contra los desafíos internos que provocan los sacerdotes y monjas izquierdistas”. La estructura monolítica y autocrática de la Iglesia Católica se está agrietando y, un poco parecido al legendario niño holandés que trataba de tapar con el dedo la grieta que había en el dique, el papa Juan Pablo II está corriendo por todo el mundo tratando de tapar los agujeros.
Enseñanzas eclesiásticas bajo ataque
En la estructura eclesiástica se ven más brechas a medida que teólogos y sacerdotes católicos siguen poniendo en duda algunas de las enseñanzas fundamentales de la iglesia. No es de extrañar que el sacerdote benedictino Patrick Granfield describiera como espantosa la responsabilidad que el papa tiene de conservar la unidad de la fe, “porque casi todo aspecto de la enseñanza tradicional sobre la fe y la moral es objeto de intenso debate teológico. Entre las cuestiones están: [...] la moralidad sexual; el control de la natalidad; el aborto; el divorcio y las segundas nupcias; el celibato sacerdotal; la ordenación de mujeres”.
Allá en 1971 el papa, entonces cardenal Wojtyla, había señalado que algunos teólogos habían sembrado semillas de duda al poner en duda doctrinas fundamentales como la Trinidad, la naturaleza de Cristo, la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía y la indisolubilidad del matrimonio. Otros, como Hans Kung, escolástico católico de Suiza, ponen en duda la doctrina de la infalibilidad del papa, que data del siglo XIX.
La Iglesia Católica está atormentada por divisiones e inseguridad. El clero abarca toda la gama: desde liberales y progresistas hasta conservadores y ultraortodoxos en el campo religioso, y desde comunistas hasta fascistas en la esfera política. A todo eso se añade la crisis mundial en las vocaciones, que ha resultado en una escasez de sacerdotes y monjas. El comunismo sigue reclamando la lealtad de una porción considerable de la población en varios países católicos, como Italia, Francia y España. ¡No es de extrañar que el papa tenga que viajar y dar advertencias severas!
Pero, en sus viajes, ¿qué mensaje lleva él a las naciones? ¿Qué esperanza da al mundo? Nuestro último artículo sobre este tema considerará esas preguntas.
[Ilustración en la página 8]
El papa está echando una mirada penetrante a las actitudes católicas tocante al divorcio, el control de la natalidad y el aborto