La Reforma... ¿se puede cerrar la brecha?
LA ALEMANIA de Martín Lutero está políticamente dividida hoy día. Pero tanto la República Democrática de Alemania como la República Federal de Alemania estaban unidas por lo menos respecto a un asunto... la celebración de 1983, el 500 aniversario del nacimiento de Lutero, como “el año de Lutero”. Una vez más se plantea la pregunta: ¿Se logrará cerrar algún día la brecha que existe entre los luteranos y los católicos?
Al mismísimo principio de la Reforma Protestante los seguidores de Martín Lutero se habían reunido con representantes de la Iglesia Católica en un esfuerzo por evitar una ruptura entre ellos. La reunión no fue idea de ellos. Carlos V, el emperador, insistió en que se celebrara. Le preocupaban los turcos, y quería que su imperio estuviera unido en sentido religioso. Así, en 1530 los protestantes y los católicos se reunieron en Augsburgo, Alemania.
Durante las negociaciones que se efectuaron en Augsburgo, los protestantes presentaron un documento largo en el que expresaban sus creencias de un modo que no ofendiera a los católicos. Aquella declaración se conoce como la Confesión de Augsburgo, la cual sigue siendo importante para la doctrina luterana hasta este día. La Confesión hizo resaltar las creencias que los luteranos y los católicos tienen en común, como la doctrina de la Trinidad, mientras que omite la mayoría de las quejas de los protestantes tocante a los abusos de la jerarquía católica. Los protestantes dijeron que estaban pidiendo solo unas cuantas reformas, entre las cuales figuraba el permiso para que los sacerdotes se casaran y para que la gente pudiera participar del vino así como del pan en la Comunión.
No obstante, el emperador católico y sus consejeros rechazaron la Confesión de Augsburgo, y la conferencia terminó en fracaso.
¿Tiempo para un cambio?
En 1980, durante las celebraciones del 450 aniversario de la Confesión de Augsburgo, se celebró en suelo alemán otra reunión entre los luteranos y los católicos. El papa, quien estaba de visita en la República Federal, se reunió con siete funcionarios de la Iglesia Luterana. Antes de la reunión, los negociadores luteranos y los católicos habían pronunciado una declaración conjunta que decía que la Confesión de Augsburgo “en gran medida [...] se puede considerar como una expresión de fe en común”. ¿Finalmente se podría resolver el problema de 450 años de desunión religiosa?
Cuando el papa se reunió con los funcionarios luteranos, habló de manera animadora. Dijo: “El examinar la Confessio Augustana, término latino para la Confesión de Augsburgo, nos ha hecho [...] estar nuevamente conscientes de las creencias y confesiones que tenemos en común”. Pero el papa se detuvo aquí y no adoptó la Confesión. En cambio, se formó una comisión conjunta que continuaría investigando las posibilidades de reunificación. Para los que favorecían el ecumenismo, la reunión fue una desilusión.
“En el año del 450 aniversario Roma no reconoció la Confesión de Augsburgo, como algunos habían estado esperando —admitió un erudito jesuita—. El globo de prueba cayó a tierra.”
Ni siquiera la visita sin precedente que el papa Juan Pablo II hizo a la Iglesia Luterana de Roma en diciembre del año pasado presagió reconciliación para el futuro previsible. En su sermón, el papa declaró: “Anhelamos la unidad, y nos esforzamos por lograr dicha unidad sin dejar que nos desanimen las dificultades que pudieran acumularse en el proceso”.
El Dr. Meyer, pastor de la Iglesia Luterana, aludió a una de las dificultades, pues, según se informa, dijo en varias ocasiones que la visita del papa no daba a entender que se reconociera en medida alguna la autoridad papal.
¿Unidad a qué precio?
Quizás usted, como muchas personas, no esté contento con las divisiones que existen entre gente que alega ser cristiana. Aun si usted no es luterano ni católico, tal vez se sienta desilusionado por el hecho de que las dos iglesias no pudieron zanjar sus diferencias. Después de todo, ¿no insta la Biblia a todos los cristianos a que “hablen de acuerdo” y a que “estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar”? (1 Corintios 1:10.)
Esto nos lleva a una pregunta muy importante: ¿Sobre qué base deberían estar unidos los cristianos? Los católicos alegan que la unidad se puede lograr por medio de aceptar las declaraciones de la jerarquía eclesiástica. Muchas confesiones protestantes hacen la misma alegación, pero sustituyen los credos católicos con sus propios credos, como la Confesión de Augsburgo, y sustituyen la jerarquía católica con la protestante.
Es cierto que es posible imponer la unidad basada en declaraciones de hombres, pero ¿qué hay si dichos hombres imperfectos están equivocados respecto a las vitales creencias cristianas fundamentales? ¿De qué vale tal clase de unidad? ¿Agrada a Dios? ¿Cómo podría agradarle si, como Jesucristo señaló, Dios quiere que se le adore “con espíritu y con verdad” (Juan 4:23, 24)? Los fariseos del primer siglo estaban unidos en sus creencias, pero Jesús dijo que su adoración era en vano ‘porque enseñaban mandatos de hombres como doctrinas’. (Mateo 15:9.)
Sí, todos los cristianos tienen que estar unidos en cuanto a lo que creen, pero lo que creen también tiene que ser la verdad. El perder la verdad es un precio demasiado alto para alcanzar la unidad entre diferentes iglesias. ¿Dónde se puede hallar la verdad? No en los credos de las organizaciones religiosas, sino en la Palabra de Dios, tal como Jesús confirmó en oración a su Padre, al decir: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). El apóstol Pablo lo expresó como sigue: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas” (2 Timoteo 3:16). La norma de la verdad religiosa para los cristianos solo puede ser la Palabra de Dios, la Biblia.
La verdad y la Confesión de Augsburgo
Cuando comparamos la Confesión de Augsburgo con la Biblia, ¿qué descubrimos? ¿Se puede usar como base para la unidad cristiana? Veamos.
En cuanto a la doctrina de la Trinidad, la Confesión de Augsburgo declara que “el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo”, son “tres Personas, de la misma esencia y poder”. Sin embargo, la Biblia cita claramente las palabras de Jesús, el Hijo, quien confesó que “el Padre es mayor que yo” (Juan 14:28). Jesús también dijo que “el Hijo no puede hacer ni una sola cosa por su propia iniciativa, sino únicamente lo que ve hacer al Padre”, lo cual indica que está sujeto a su Padre celestial, Jehová Dios. (Juan 5:19.)
La Confesión de Augsburgo recomienda el bautismo de infantes, mientras que la Biblia indica que solo se debería bautizar a las personas que tengan suficiente edad como para llegar a ser discípulos. (Mateo 28:19; Romanos 10:13, 14.)
La Confesión de Augsburgo permite que los cristianos “tomen parte en guerras justas”. Jesús dijo: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los judíos” (Juan 18:36). Advirtió que “los que toman la espada, perecerán por la espada”. (Mateo 26:52.)
La Confesión de Augsburgo acepta la doctrina no bíblica del fuego del infierno, y declara que “los hombres impíos y los demonios” serán condenados “a tormentos eternos”. Pero la Biblia dice que “el salario que el pecado paga es muerte”, no tormento (Romanos 6:23). De hecho, la Biblia muestra claramente que los muertos no pueden ser atormentados, pues “no están conscientes de nada en absoluto”. (Eclesiastés 9:5.)
En realidad, en lo relacionado con asuntos doctrinales, la Confesión de Augsburgo acepta las creencias de la Iglesia Católica Romana medieval. Sin embargo, hoy día muchos eruditos, tanto católicos como protestantes, admiten que tales creencias no se hallan en la Biblia. Puede que la posición que se adopta en la Confesión haya hecho que los católicos del siglo XVI la consideraran más aceptable pero dicha posición ciertamente constituye un fundamento inestable para la unidad cristiana hoy día.
¿Se puede zanjar la brecha de la Reforma? Más importante aún, ¿debería zanjarse? Si tanto los católicos como los protestantes continúan apegándose a doctrinas no bíblicas, entonces el cubrir algunas diferencias entre ambos grupos no va a beneficiar a nadie. La verdadera brecha hoy día es la que existe entre todos estos miembros sectarios de la cristiandad y la Palabra de Dios, la Biblia. Se trata de un abismo que no se puede cerrar, pues hay un conflicto absoluto entre los dos. Por lo tanto, Revelación 18:4 dice a todos los lectores de la Biblia: “Sálganse de ella, pueblo mío”.