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  • El chocolate sometido a juicio... ¿cuán amarga, o agridulce, es la evidencia?

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  • El chocolate sometido a juicio... ¿cuán amarga, o agridulce, es la evidencia?
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g84 22/5 págs. 21-24

El chocolate sometido a juicio... ¿cuán amarga, o agridulce, es la evidencia?

SE HABÍA sometido todo el testimonio. Los abogados para la parte acusadora y la defensa habían hecho sus recapitulaciones finales. Se había despedido al jurado para que considerara las pruebas y llegara a una decisión. Los espectadores interesados en el asunto, que llenaban el tribunal, habían observado por horas un desfile continuo de testigos que presentaban testimonio en pro o en contra del acusado. Ahora esperaban el veredicto.

El acusado esperaba con ellos. Ya sea debido al calor o a la ansiedad, el acusado parecía estar a punto de derretirse. Mientras esperaba, recorría en su mente las horas de testimonio que habían transcurrido. Reflexionó sobre su propio relato de su infancia.

El testimonio del acusado

En 1519, había dicho él a la corte, el explorador español Hernán Cortés dirigió una expedición al corazón de México para apoderarse de tesoros de oro y plata de los indios aztecas. El emperador Moctezuma, junto con sus súbditos aztecas, creyó que Cortés y sus soldados eran “dioses blancos, que habían subido del mar”. Se les dio la bienvenida, se les preparó un banquete y, se les sirvió una bebida fría y amarga que era muy popular entre los huéspedes aztecas. Se llamaba cacahuatl.

Los españoles se enteraron de que los aztecas creían que uno de sus profetas había traído las semillas del árbol de cacao del paraíso y las había plantado en su jardín. Por medio de beber un licor exprimido de las semillas, adquirió sabiduría y conocimiento universales. Moctezuma mismo creía que dicho licor no solo le daba fuerzas y energía, sino que también le estimulaba las capacidades sexuales, que se le iban debilitando. Además, los granos de cacao servían de dinero.

El cacahuatl era demasiado amargo para el gusto europeo de los conquistadores, pero al añadirle un poco de azúcar, el sabor mejoró enormemente, de modo que Cortés decidió introducir en la corte española esta bebida endulzada, la cual llamaron chocolatl. Inmediatamente gustó mucho en España. A las damas elegantes les gustó tanto que hicieron que sus criadas les llevaran tazas de chocolatl caliente a la iglesia para que fueran bebiéndolo a sorbos mientras estaban allí. La demanda por la bebida exótica aumentó rápidamente, y poco después los barcos españoles transportaban abastecimientos de granos de cacao con regularidad desde los países ecuatoriales, donde se cultivaban.

La fuente de esta bebida poco común y fascinadora y la receta para ella se guardaron cuidadosamente en secreto. Pero el secreto salió a luz cuando ciertos monjes españoles lo revelaron a monjes de Italia. El uso de la bebida se extendió rápidamente... a Italia, a Francia, a Inglaterra y a todos los países de Europa. Cada país le agregó sus propias especias aromáticas para satisfacer su propio gusto. A los de Inglaterra, recordó el acusado, se les hizo difícil pronunciar mi nombre, de modo que lo cambiaron a chocolate.

En todos estos países, dijo el acusado, como también en los Estados Unidos, en 1765, aparecieron fábricas en las que se emplearon métodos modernos de convertir las semillas de cacao en chocolate y elaborar chocolate con leche, tabletas o barras de chocolate, chocolate con nueces, chocolate con cerezas y chocolate con caramelo. En Italia hay una pasta hecha a base de chocolate. En ciertos países se sirve una salsa de chocolate con la carne. En Dinamarca se comen emparedados de chocolate como tentempiés. También hay tabaco de chocolate y chile de chocolate. Hasta es posible conseguir abejas y saltamontes rebozados en chocolate, había dicho el acusado con una sonrisa. Pero al juez le dieron náuseas al oír esto, y alargó la mano para alcanzar su vaso de agua.

“Es obvio —dijo en conclusión el acusado al tribunal— que el mundo se ha aficionado a mí. Pero ésta no es base para enjuiciarme. Es prueba de mis buenas cualidades, como lo han mostrado los hechos.”

El acusado recordaba bien el informe de la acusación. Uno de los testigos que fue llamado a la tribuna, recordó él, cuyo testimonio la parte acusadora consideró especialmente perjudicial para el acusado, fue una joven de 20 años de edad. En la cara tenía las cicatrices de un grave caso de acné. La testigo declaró que consumía tres o cuatro barras de chocolate por semana. Un desfile de testigos, todos ellos víctimas del mismo problema de la piel, pasaron a la tribuna después de ella, y uno por uno declararon que consumían varias barras de chocolate semanalmente.

También se acordó del médico que declaró que casi todo médico que él conocía incluía el chocolate en la lista de alimentos que provocan reacciones alérgicas. Él podía recordar la cara de cada una de las personas que declararon bajo juramento que sufrían de urticaria, jaquecas, o trastornos estomacales después de comer chocolate.

Luego compareció un dentista que dijo al tribunal que el chocolate provoca caries. Otros se unieron a él en expresar dicha opinión. Otro médico declaró que el chocolate era culpable de producir altos niveles de colesterol en la sangre, lo cual resulta en graves riesgos de enfermedades cardíacas. A este testigo le siguió un experto que afirmó que el chocolate está “cargado de cafeína”, y que mejor sería beber té o café. Con esto, la parte acusadora concluyó la presentación de sus pruebas.

El acusado recordó cuánto le agradó el testimonio del primer testigo para la defensa. Un conocido especialista en alergias declaró: “Es probable que, con la posible excepción de la leche y el azúcar, el chocolate sea el alimento más criticado. [...] Es oportuno que tratemos de separar la verdad del mito. El hacerlo llega a ser importante porque el chocolate es un alimento muy nutritivo, cuyas virtudes se han reconocido cuando ha sido crítico obtener un alto nivel de energía sin tener que consumir una gran cantidad de alimento”.

A este testigo se le preguntó cuál era la relación entre el chocolate y el acné. “Por muchos años se ha acostumbrado considerar el chocolate un principal agente excitador del acné debido a que se creía que hacía aumentar la cantidad de lípidos (o grasa) de la sangre, lo cual influye en la actividad de las glándulas sebáceas”, dijo él. Se refirió a investigaciones en las que se habían obtenido resultados que “indicaban que el chocolate no tenía ningún efecto particular en el acné”.

Se citó un estudio que se efectuó recientemente en la Universidad de Pensilvania, E.U.A. En él participaron 65 víctimas del acné. Se pusieron a consumir grandes cantidades de chocolate diariamente. En el caso de 46 de los participantes, no se vio ningún cambio en el acné, 10 mejoraron visiblemente y 9 empeoraron. Cuando los mismos pacientes consumieron dulce parecido al chocolate, pero que no contenía chocolate, 53 de ellos no experimentaron ningún cambio, 5 mejoraron y 7 empeoraron. También se señaló que, en un estudio que se llevó a cabo recientemente entre miembros de la Marina, se hizo que un grupo de guardiamarinas que sufrían de acné comieran por lo menos tres barras de chocolate al día por cuatro semanas. En el caso de ellos, esto tampoco tuvo efecto alguno en las lesiones de la piel.

¿Qué hay de las jaquecas, los trastornos estomacales y la urticaria, que algunas víctimas han atribuido al consumo del chocolate? Sí, las pruebas han mostrado claramente que el chocolate puede provocar dichas reacciones en ciertas personas. El acusado recordó que cuando se admitió esto él sí cambió nerviosamente de posición en su asiento. El médico concordó en que ‘el chocolate mismo de hecho puede ser el agente incitador en el caso de reacciones alérgicas tóxicas’, pero también indicó que, en vista de que el chocolate se usa extensamente, las reacciones alérgicas eran relativamente pocas. También opinó que en muchos casos se usa el chocolate como chivo expiatorio cuando el diagnóstico es “difícil u oscuro”, y que “le echan la culpa [al chocolate] y se prohíbe sin criterio, y en muchos casos sin justificación”. Además, “los casos documentados de reacciones adversas al chocolate son mucho menos frecuentes de lo que creen tanto los médicos como las personas comunes”.

Al acusado le interesaba especialmente la defensa contra el cargo de que el chocolate causa caries. Había escuchado informes acerca de estudios que se habían llevado a cabo en tres centros de investigaciones, incluso el Instituto Nacional para Investigaciones Odontológicas. Hallaron que el chocolate contiene un factor anticaries —posiblemente el contenido de grasa— que cubre los dientes y de esta manera los protege contra las caries.

No obstante, 55 por 100 del peso de una tableta o barra de chocolate con leche es azúcar, y el azúcar sí causa caries. Pero tal vez el factor anticaries del chocolate contrarreste la tendencia del azúcar a causar caries. Además, alimentos amiláceos, como las papas, se adhieren a los dientes por más tiempo que el azúcar, la cual se disuelve fácilmente, ¡y por lo tanto podrían ser aún más culpables de causar caries!

El acusado recordó con regocijo el testimonio de cierta señora, una autoridad de la Universidad del estado de Pensilvania: “El cuerpo no puede distinguir entre el azúcar de las frutas, los vegetales, la leche o la miel, y la del chocolate y los dulces”. Además, no pudo reprimir la risa al recordar el testimonio respecto a un estudio efectuado en la Universidad de Texas, en que se halló que el comer algarroba, su rival que se parece a él, presentaba un riesgo, respecto a causar caries, ¡que era cinco veces mayor del que presentaba el comer chocolate!

La defensa no paró allí. No, no es cierto que el chocolate hace subir los niveles de colesterol en la sangre. Algunos expertos han mostrado que la grasa del chocolate es saturada, “pero a diferencia de otras grasas saturadas, parece que no hace aumentar los niveles de colesterol en la sangre. Puesto que es un producto vegetal, el chocolate puro no contiene colesterol. Los que se preocupan debido a que tienen alguna enfermedad cardíaca —informa el artículo a continuación— no tienen que evitar el chocolate, a no ser que posiblemente lo hagan debido a que éste contribuye un exceso de calorías”. Por eso, si usted está contando las calorías de su dieta, tenga cuidado: ¡Una tableta de chocolate de 42 gramos (1 ⁠1/2 onza) contiene 220 calorías!

No obstante, el acusado halló consuelo al recordar que alguien había declarado que éstas no eran del todo calorías sin valor nutritivo, como algunos se complacen en decir. El chocolate contiene pequeñas cantidades de proteínas, vitaminas A, D, E y K, ácido linoleico, calcio, tiamina, riboflavina, feniletilamina y hierro.

Sí, es cierto que el chocolate contiene algo de cafeína. Pero la cantidad es mucho menos de la que hay en una taza de té o café. ¿Cuánto menos? Veintiocho gramos (1 onza) de chocolate medio amargo contienen entre 5 y 10 miligramos de cafeína, mientras que una taza de café preparado contiene entre 100 y 150 miligramos de cafeína.

Finalmente, un experto declaró que Moctezuma y sus súbditos aztecas tenían razón. El chocolate es un poderoso combatiente contra el cansancio y sí da fuerzas y energía al que lo consume. Los atletas y soldados lo consumen en el campo. La expedición de Hillary, que conquistó el monte Everest, llevó consigo centenares de kilos de chocolate y cocoa. Y cuando los astronautas estadounidenses del vuelo “Gemini” fueron al espacio, el chocolate los acompañó.

En este momento algo interrumpió los recuerdos del acusado. Los hombres y las mujeres del jurado regresaron en fila a la tribuna. El juez pidió al acusado que se pusiera de pie. Un silencio llenó el cuarto cuando el acusado de color moreno oscuro se puso de pie y miró hacia el jurado. Éste era el momento que la muchedumbre había estado esperando ansiosamente. Había llegado el momento de enfrentarse a la verdad.

“Señoras y señores del jurado —preguntó el juez—, ¿han llegado ustedes a una decisión?”

El presidente miró con tristeza al juez. “No —dijo él sencillamente—. No pudimos llegar a una decisión unánime. Las opiniones eran contradictorias. Hubo quienes lo consideraban culpable, y los demás opinábamos que era inocente.”

Prorrumpió un ruido confuso en el tribunal. ¡El jurado no había llegado a ninguna decisión! ¿Qué había de suceder? El juez decidiría el asunto después. Pero ¿qué hay del público? Por ahora, cada cual tendría que decidir por sí mismo respecto al acusado.

Y ¿qué hay del Sr. Chocolate? ¿Cómo se sentía él? “Me siento satisfecho. No soy perfecto, pero tampoco soy tan malo como en muchos casos se me pinta.” Reflexionó un momento, y entonces agregó con una expresión de complacencia: “Pero ¿hay algún alimento que sea perfecto, a no ser la leche pura de la madre?”.

En cierta ocasión, cuando el pueblo de Jehová se había dado al duelo, se le dijo que ‘comiera las cosas grasas y bebiera las cosas dulces’ y que no estuviera triste, sino que se regocijara (Nehemías 8:10). Es bueno recordar que “el reino de Dios no significa el comer y el beber” y que los ‘alimentos que Dios creó para que participáramos de ellos con acción de gracias’ deben consumirse con moderación. (Romanos 14:17; 1 Timoteo 4:3, 4.)

[Comentario en la página 22]

“Hasta se sirven de mí al preparar abejas y saltamontes rebozados en chocolate”

[Comentario en la página 22]

El chocolate puede provocar reacciones alérgicas en algunas personas.

[Comentario en la página 23]

El comer algarroba presenta un riesgo, respecto a causar caries, que es cinco veces mayor del que presenta el comer chocolate

[Comentario en la página 23]

Tenga cuidado: ¡Una tableta de chocolate de 42 gramos contiene 220 calorías!

[Comentario en la página 24]

Cuando Hillary conquistó el monte Everest y los astronautas fueron al espacio, el chocolate los acompañó

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